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29 agosto 2016

EL TEBEO DE ENRIQUE. (ideal, 29/8/2016)

EL TEBEO DE ENRIQUE   

                                                                       Por José Antonio Flores Vera
                                                                                                   
                                                                                  



   

    Mi corazón reposa
    Junto a la fuente fría.
    Llénalo con tus hilos
    araña del olvido.                                                                 
                                                                                         

Así denomino a este artículo porque sé que, a su autor, Enrique Bonet Vera, le gusta utilizar el término tebeo. A mí también. Luego, ¿a qué me refiero con el tebeo de Enrique? Lo diré rápido y breve: una obra enorme. Una obra mayor. Pocos se atreven a tratar en un cómic una temática tan honda como ésta, pero él sí se ha atrevido y ha salido más que airoso. Diría más, mucho más consagrado de lo que ya lo estaba como exitoso autor de cómic.                                                                                                                          Además, es granadino, por mucho que haya nacido en Málaga. Pero no hablaré aquí de Enrique (al que conocí por medio de un amigo común, Paco Cid, en la presentación de mi primer libro), a pesar de que podría dedicar diez artículos a ese menester, dada su calidad como persona y como escritor y dibujante. Hablaré de ‘La araña del olvido’, su última obra, cuyo prólogo, a cargo del escritor granadino Juan Mata, es muy clarificador.
            El escritor norteamericano de origen español, Agustín Penón vivió dos años en Granada (1955-1956) para tratar de conocer el cómo y el porqué del asesinato de Federico García Lorca, un mes después de la sublevación militar que provocó el estallido de la Guerra Civil española, y el sitio exacto de su enterramiento, en algún lugar entre Víznar y Alfacar. Intentar conocer tan solo eso ya resulta fascinante, pero la fascinación no queda ahí. Sobre todo, cuando uno se pregunta cómo sería esa Granada cerrada de mediados del siglo pasado que encontró el escritor norteamericano, aún marcada por una cruenta guerra -como toda España- y estigmatizada por el asesinato del poeta universal y la incertidumbre del lugar de enterramiento.
            Marta Osorio, fallecida hace pocos días, fue testigo de excepción de aquella Granada cerrada y muda como actriz que iba a protagonizar el papel de alcahueta en la representación de la versión que hizo Martín Recuerda de La Celestina y que fue prohibida por el gobernador civil de Granada a instancia del obispado. Por tanto, a excepción del escritor e investigador, ya fallecido, nadie mejor que ella pudo contar en su libro ‘Miedo, olvido y fantasías. Crónica de la investigación de Agustín Penón sobre Federico García Lorca (1955-1956)’, todo ese legado construido por Agustín Penón y que le fue entregado por Willian Layton, el gran amigo del escritor, una vez muerto éste. Legado que fue durante años guardado en esa maleta cada vez más abultada de documentos, fruto de la investigación que el escritor apasionado en la obra de Lorca cosechó en esa difícil Granada de los años cincuenta. Posteriormente, la autora granadina publicó también ‘El enigma de una muerte’, que recoge la correspondencia mantenida entre Agustín Penón y Emilia Llanos, que es un episodio que tiene gran protagonismo en el cómic de Enrique Bonet.
            Las obras literarias cuentan con la virtud de ser únicas y por eso la recreación que hace el escritor y dibujante granadino de los días vividos por Agustín Penón en Granada, basándose principalmente en la obra de Marta Osorio, es única también. En esos dibujos surge una nueva historia, o al menos, una nueva forma de contar las peripecias vividas por el escritor norteamericano en Granada. Sumergirse en estas historietas es regresar a la ciudad de mediados del siglo pasado. Lo será para quien la haya vivido, pero también para quienes no la hayamos vivido por razón de la edad. Lugares comunes que conocemos -o incluso ya desaparecidos- visionados a través la magia del cómic o tebeo. Sin embargo, no es solo eso. Es mucho más. Se trata de la recreación de ese ambiente granadino con el trasfondo de la muerte del poeta menos de veinte años atrás, cuando aún la herida supuraba por todas partes. Se trata de conocer de primera mano a personajes reales relacionados directa o indirectamente con ese cruel asesinato y su posterior enterramiento.

            Hay en ese ejercicio un equilibro perfecto. Una perfección que tiene mucha más importancia al tratarse de un asunto tan delicado que se desarrolla en pleno apogeo de la dictadura franquista, con las heridas aún demasiado abiertas, en una ciudad en la que todo corrillo, toda conversación, por velada que fuera, todo exabrupto anormal, podía ser visto y perseguido. En ese ambiente hostil y cerrado se conduce la intensa investigación de Agustín Penón a lo largo de dos años y que ha sabido recrear perfectamente Enrique Bonet en esta obra.          

01 agosto 2016

¿QUÉ ES PROGRESO? (IDEAL 1/8/2016)



¿QUÉ ES PROGRESO?

 Por José Antonio Flores Vera

¿Qué es en realidad progreso? Es la pregunta que me hacía hace unos días cuando, desolado, veía que mi soñada vega, en el entorno de Pinos Puente, era fraccionada por un enlace de autovía. Un año antes, cuando comenzaron las obras, aun no queriendo creer lo que estaba por venir, las excavaciones de cimentación de un puente dejaron al descubierto lo que, al parecer, fue un amplio taller de cerámica tardorromano, según pude informarme. Me gustaba pasar corriendo por allí e imaginar cómo sería todo aquello dieciséis o diecisiete siglos atrás. Pero nada queda ya de todo eso. Tan solo la estructura de un robusto puente que elevará la autovía para dejar existir un camino asfaltado que comunica con los cortijos y hazas de la zona. Todo lo demás, el territorio fértil por el que pasará el enlace de la autovía, será arrasado por esa gran lengua de hormigón que creará dos bandos diferenciados. Una especie de muro de Berlín para la fauna, flora y las muchas personas que por allí pasean, hacen deporte o trabajan sus campos. Me pregunto si habrá habido algún estudio de impacto ambiental que aconsejara elevar todo el tramo de autovía por medio de puentes para evitar arrasar ese vergel que es la vega. A eso le denominan progreso.
La Real Academia Española de la Lengua en su primera acepción define el progreso como ‘Acción de ir hacia adelante’; y en su segunda acepción como ‘Avance, adelanto, perfeccionamiento’. Conceptos demasiado genéricos que, entiendo, no sirven para comprender en su integridad qué puede significar el progreso que, se supone, se ha de entender como mejora en la calidad de vida de las personas a las que, en teoría, va dirigido. Sin éste, nuestras vidas no hubieran mejorado tanto como lo han hecho en los últimos siglos. Eso no es discutible. Pero afirmado esto, es necesario reflexionar acerca de si llegado a un punto ese progreso no es más que involución, un ir hacia atrás. Por ejemplo, en el caso que citaba del enlace de la autovía. Las preguntas que levitaban sobre mi cabeza al ver ese leviatán de hierro y cemento eran las siguientes: ¿es necesario un enlace de autovía que posibilitará que pasen más coches y que conllevará dentro de pocos años la necesidad de otra autovía, que también propiciará más coches? ¿Es más importante la implantación de la obra pública que lo que destruye? Es probable que no nos hagamos esas preguntas con demasiada frecuencia tan mediatizados como estamos por el buen nombre del progreso, pero es necesario reflexionar sobre ello, porque un progreso excesivo y embrutecido podría suponer a la larga dar muchos pasos hacia atrás. Porque progreso también es preservar lo que nos ha regalado la naturaleza, la cultura o la historia.
Similares preguntas debemos hacernos cuando -otro ejemplo real- una superficie comercial da al traste con unos importantes restos romanos, perdiendo para siempre la oportunidad de saber qué fue y cómo fue el origen de una determinada ciudad. Para muchas personas unos restos arqueológicos no deben impedir ese progreso, pero me pregunto también qué seríamos, en realidad, si no conocemos lo que la historia nos ha legado. Porque poder presenciar los restos de hace dos mil años de una determinada ciudad es cultura; y la cultura -insisto- también es progreso. En este caso que comento, ni siquiera se han molestado en construir una estructura de cristal en el suelo que permita recordar esos restos, una formula bastante usada en ciudades históricas, incluida, Granada.
No se me escapa que para muchos sectores el progreso es tan solo construir y construir (lo que conlleva casi siempre destruir y destruir) sin mirar atrás, si bien, siempre serán los mismos sectores de siempre los que opinen así: los económicos y, en gran parte, también los políticos. Ambos se amparan -y mienten, en la mayoría de las ocasiones- en la creación de empleo y riqueza. Y, lógicamente, cuando se pronuncian esos términos tan absolutistas, que no admiten opinión en contra, poca gente se atreve a cuestionarlos, a pesar de que en muchas ocasiones ni ha habido creación de empleo ni, por lo tanto, riqueza. Solo ha quedado la excusa que ha permitido llevar a cabo el proyecto; megalómano, la mayoría de las veces.

   Pero, ¿y los ciudadanos? ¿Qué papel representan en todo esto? Ciudadanos a los que jamás se les pregunta sobre si consideran necesaria una autovía o un centro comercial o, bien, preservar un espacio de vega o unos restos romanos. Se supone que el voto cada cuatro años (últimamente cada seis meses) lo valida todo, pero no debería ser así. De hecho, hay ejemplos de países, como es el caso de Suiza, en los que antes de acometer alguna obra pública de calado lo suelen consulta al pueblo. Aquí, en cambio, solo sabemos de ella cuando comienzan a atronar las máquinas sobre nuestras indefensas cabezas.

25 febrero 2015

EL LIBRO (ARTÍCULO IDEAL 25/2/2015)

No descubro nada si afirmo que nos encontramos en unos momentos muy críticos en torno al mundo del libro y todo parece conspirar en contra, pero el libro físico, el libro en papel, siempre tendrá su sitio. En algunas ocasiones se encontrará más cómodo que en otras, pero su lugar ya lo tiene asegurado desde que se inventó la imprenta. Otra cuestión muy distinta es preguntarse sobre qué tipo de libro perdurará en el futuro.
           Qué duda cabe que son momentos difíciles los actuales a pesar de que el libro tenga ganado su sitio desde hace siglos. La irrupción de los libros electrónicos, la irrupción de las redes sociales e Internet, que resta tiempo a la concentrada tarea de leer, los bajos índices de lectura, debido a motivos complejos que van desde el caótico sistema educativo hasta la creciente frivolización que inspiran los medios de comunicación, con la televisión a la cabeza: programas basura a todas horas, vida y milagros de estrellas deportivas o musicales por doquier, el permanente mensaje hacia los más jóvenes -y hacia los no tan jóvenes- sobre la importancia del éxito, el dinero y el glamour a toda costa; el también permanente mensaje del mercado sobre el camino hacia el éxito por la vía fácil..., todo conspira contra la lectura, que es un ejercicio de calidad humana -quizá uno de los de más calidad humana-, de desarrollo personal, de felicidad y de placer que, eso sí, exige un hábito y un esfuerzo que cada vez menos personas están dispuestas a asumir.
          Qué duda cabe que existen muchos libros que son exitosos, pero no nos engañemos. Si miramos los datos comprobaremos que muy pocos tienen un contenido literario y culto. La mayoría son libros escritos por personajes mediáticos que salen en televisión y en las revistas del corazón. Personas que no tienen mucho qué decir, pero por el hecho de ser muy famosos, todo lo que tocan se convierte en oro, como si de nuevos reyes Midas modernos se trataran. Dará lo mismo que escriban -o le escriban- un libro, anuncien un coche o, sencillamente, pongan de moda un tipo de peinado, todo lo que hagan tendrá un éxito absoluto al instante. Pongamos por ejemplo hipotético que el futbolista Cristiano Ronaldo mañana publica una pretendida novela histórica, negra, de misterio, contemporánea o del género que le plazca, pónganse a temblar, entonces, Arturo Pérez-Reverte o Javier Marías. Ronaldo les superaría en ventas, sin que tenga importancia que la novela tenga calidad o no la tenga. Lo importante es que la haya escrito el personaje, no el autor. Y luchar contra eso es casi imposible porque el individuo es soberano en sus decisiones y dueño de su dinero. Para que eso no fuera posible, tendríamos que contar con una sociedad con otros valores, pues convencido estoy de que el destino de los pueblos no lo marca el sustrato de las ideas sino el de los hechos, el día a día. 
          Que eso sea así puede ser dramático para muchas personas, amantes de los buenos libros, y se sientan decepcionadas en el plano  intelectual, pero no para otras. De hecho, los mercaderes de los libros, esas editoriales gigantes, controladas por grandes corporaciones o fondos de inversión, no albergarán demasiado sentimiento de drama si su balance de resultados sigue siendo excelente. No dudarán un minuto en lanzar al mercado enormes ediciones del último libro de un cocinero famoso o de las cortas memorias de Leo Messi (al que no hay que negarle su calidad como jugador de fútbol) si saben que harán más caja. Es más, detendrán la maquinaria de la imprenta del último libro del mismísimo Vargas Llosa si consideraran que otro libro de un personaje del papel cuché tendrá más ventas y no puede esperar ante la demanda del mercado.
          Eso provocará que cada vez serán menos las personas que decidan dedicar años de su vida a escribir una buena obra literaria. Pondrán en un lado de la balanza el tiempo invertido y en el otro los resultados obtenidos y no habrá color. Por tanto, con el tiempo, es posible que nos veamos impedidos de poder leer libros dignos, pero así es el mercado. Y si no existe una completa política cultural destinada a que los buenos libros no desaparezcan, poco se podrá hacer. Por desgracia, los actuales gobiernos -y no sólo los españoles- cada vez están más constreñidos por los intereses económicos de las grandes corporaciones y ya poco les interesa promover una política cultural que esté destinada al fomento del buen libro y de la lectura.    

          

20 noviembre 2014

CORRER EN OTOÑO (IDEAL, 20/11/2014)

El otoño. Esa estación tan especial. Los árboles desnudos, las hojas caídas, la luz melancólica...Unas zapatillas, algo de abrigo y tus piernas, tu corazón y tus pulmones..
Si no habéis tenido la ocasión de leer en la edición en papel de Ideal mi artículo de hoy, aquí lo reproduzco.

CORRER EN OTOÑO 


Si hay una estación en la que me guste correr, ésa es el otoño. Disfruto corriendo todo año -y ya lo hacía con regularidad mucho antes de que se pusiera tan de moda- pero en otoño correr es distinto.
            Es posible que sea la luz especial del cielo o el amarillo marchito de las hojas de los árboles, aunque estoy casi seguro que lo que realmente hace del otoño una época especial para correr -y para vivir- es la dulce melancolía de sus días. Todo ese lento despliegue de colores y olores que se pueden sentir a cada paso.
            Si recorres un camino, lo encuentras alfombrado de pobladas y apretadas hojas, hasta el punto de no dejar ver ni un palmo de tierra; y si atraviesas un pequeño puente y observas el manso fluir del riachuelo que hay debajo, escuchas el sordo rumor del agua y eso hace que te sientas integrado y desintegrado al mismo tiempo en esa naturaleza tan incipiente a primera vista.
            Es el mismo riachuelo que has visto en verano y en primavera, incluso en invierno, pero al mismo tiempo es otro. Y es entonces cuando te dejas llevar por tus pasos y te ilusiona pensar que a la vuelta volverás a presenciar de nuevo el espectáculo del rumor del agua bajo tus pies. En esas circunstancias tan excepcionales, ni encarar las cuestas se convierte en suplicio alguno.
            Y si te adentras en terreno de la Vega, en algún lugar entre los términos municipales de Pinos Puente y Fuente Vaqueros, que no ha sufrido los atroces atentados de la urbanización, el placer para la vista es inigualable cuando presencias en lontananza las desnudas alamedas bajo ese color otoñal tan peculiar. Transitas por caminos de tierra cubiertos de hojas secas y húmedas y el silencio es tan sólo interrumpido por el crepitar de las mismas al ser aplastadas por los pies. A todo este espectáculo para los sentidos se suele sumar el humilde y emocionante olor a leña quemada de los cortijos, tan propio de esta época. Pocas cosas son tan hermosas si lo que te gusta es correr o, tal vez, dar largas caminatas por ese entorno.
            En otras ocasiones, por lugares menos yermos,  lo que contemplas es lo que ya te sabes de memoria: el breve cerro, rocoso y pelado, que cambia de aspecto cuatro veces al año, dependiendo de la estación. Sin embargo, en otoño no sólo  cambia sino que sus tonos grisáceos lo convierten en otro distinto. Alojas la vista en él y te cuesta reconocerlo.
            Como cuesta reconocer la vereda del río que estás acostumbrado a ver todo el año. Ésta ahora es más íntima, y eso es porque en otoño todo es más transido y  efímero. Nada rebosa vida como sí lo hace en primavera, pero al mismo tiempo hay mucha vida en toda la naturaleza que vas contemplando; una vida casi decadente, a punto de extinguirse, pero que contiene esa vitalidad de la que carecen los cuerpos cuando van a marchitarse. Todo muy extraño. 
            Y si hay un momento aún más extraño, ése es el del ocaso. El negro manto de la noche no llega de golpe como en el invierno, porque en otoño en el horizonte las nubes dibujan un color anaranjado como si aún tuvieran nostalgia del verano. Y cuando cae la noche, en ocasiones, ésta es oscura y en otras la brillante luna le confiere una luz casi primaveral.

            Todas esas cosas tan dispares tan sólo es posible contemplarlas en otoño. Mientras corres.    

11 noviembre 2014

CREATIVIDAD (IDEAL, 11/11/2014)

'Creatividad' es una reflexión sobre el proceso creativo en el arte. Si no ha sido posible que lo leáis en papel os dejo mi último artículo publicado en las ediciones de Granada, Jaén y Almería del diario Ideal.  


CREATIVIDAD


Desde siempre he considerado que la creatividad es el atributo humano más interesante. Crear dónde no hay nada, sólo vacío, es algo emocionante, único. 
          La mayoría de los humanos nos dedicamos a admirar lo que un grupo privilegiado crea, o bien, tan sólo nos regocijamos ante ese arte, que tiene un lenguaje universal y en cierta medida misterioso. Por eso, quien tiene el privilegio de poder crear se convierte en alguien poderoso e irrepetible. O al menos, su obra.
          Ya sea ante una página en blanco, ante un pentagrama, ante un lienzo o ante un trozo de piedra o de madera, sacar algo de todo eso que, en realidad, son objetos sin vida, es proverbial. Sí, la creatividad es algo bello y distinto a todo lo humano, pero al mismo tiempo es un atributo muy humano.
          Pero en ese proceso hay un enorme sufrimiento. El creador no es consciente de lo que está creando en ese momento tortuoso de emociones e ideas encontradas. Será el receptor y consumidor  de la obra y la posterioridad quienes emitan el veredicto final, aunque eso es un asunto que, en realidad, poco tiene que ver con el proceso creativo. Entre otras cosas, porque siempre he creído que quien tiene la capacidad de crear, no lo hace con el propósito único de que otros disfruten su obra, no piensa demasiado en si va a ser algo exitoso o no, ni tan siquiera si gustará a alguien. Quien crea pensando sólo de esa forma, en verdad, no es un verdadero creador. El verdadero, crea por necesidad, aunque, qué duda cabe, querrá que su obra guste y se esforzará por ello, sobre todo si se convierte en su profesión y medio de vida, pero no será ése su móvil principal. Crear debe ser siempre una necesidad inevitable, innegable, ineludible. Pero, como antes exponía, hay que enfatizar en el  mucho sufrimiento que conlleva crear, porque se aspira a la perfección y el creador siempre sentirá que su obra está inacabada.
          Escuchas una pieza musical magistral y sientes que estás ante la perfección, pero no lo ha percibido de la misma forma el autor. Éste siempre la verá imperfecta, aunque sabedor de que jamás alcanzará esa perfección, no tendrá más remedio que concluirla en un momento dado. O destruirla. Es más, es probable que esa obra sea su obsesión y acabará por odiarla tarde o temprano. Demasiadas horas en soledad para perfeccionarla, demasiado silencio a su alrededor, demasiado sacrificio.
          El ejemplo que expongo es igualmente aplicable para al escritor, para el pintor, para el escultor..., seres que agobiados por el resultado final de su obra, acabarán siendo esclavos de ella. Y ese paseo por el infierno hace que el proceso creativo sea lento en muchos casos o, en el peor de ellos, hasta abandonado. De ahí que el verdadero creador acabe por ser identificado por todo el mundo como tal, pero serán sus obras las que realmente perduren y tengan verdadera importancia, algo que se aprecia muy bien en las obras anónimas famosas.
          ¿Pero cuál es el misterioso motivo que provoca la admiración universal de 'Don Quijote de La Mancha, de Miguel de Cervantes o La Misa de Réquiem, de W.A. Mozart, por poner sólo dos ejemplos representativos? No creo que nadie lo sepa con exactitud; ni tan siquiera pudieron saberlo sus propios autores en el momento de la creación. La grandeza y la aceptación de éstas se ha ido forjando con el paso del tiempo, a medida que las generaciones venideras han ido comprendiendo y asimilando su importancia y perfección. El arte siempre perdura y lo que no lo es se extingue. Como si se tratara de una norma divina.   


21 septiembre 2014

VIGILAR Y CASTIGAR (IDEAL, 22/9/2014)

Conocer los procesos que llevan a la corrupción de la cosa pública es un asunto complejo. Una tarea de investigación que han de llevar a cabo especialistas de distintas áreas del conocimiento, desde sociólogos hasta juristas, pasando por filósofos, antropólogos y es posible que hasta psiquiatras si se concluye que corromper y corromperse es una especie de enfermedad mental que resulta incurable para algunos.
            De todas maneras, al margen de desviaciones psicológicas o sociológicas, es fundamental tener presente siempre la historia para valorar por qué en determinados países la corrupción está más presente que en otros y tendrá mucho que ver la concepción de lo público y lo privado, así como la forma de entender la economía. En ese sentido, en nuestro país nunca se ha distinguido muy bien lo público de lo privado y ese hecho es siempre un caldo de cultivo idóneo para que aflore la corrupción. Por su parte, en países en los que hay una clara separación entre estas dos vertientes, la corrupción existirá -es una lacra universal-, pero tal vez más en la vertiente privada que en la pública. Lógicamente, mucho tendrá que ver la contundencia de la ley, porque está claro que el género humano varía muy poco de unos lugares a otros y tan sólo el vigilar y castigar de los Estados como detentadores de la violencia legítima será determinante.
            En la España democrática -que es la etapa política en la que la corrupción resulta más abominable- la asociación negocio-Estado, en cualquiera de sus vertientes territoriales, ha estado siempre muy presente, algo muy similar a la conexión negocio-familia de que se nutren las relaciones ilícitas en las distintas mafias transalpinas. Este tipo de conexiones son básicas para que se pueda tejer un entramado corrupto. También son elementos fundamentales la complicidad y el silencio. De hecho, los cuantiosos casos de alta corrupción política y empresarial en España siempre se han abierto por la falla de alguno de estos elementos.
            Otro factor importante, en mi opinión,  para que en España se hayan dado tantos casos de corrupción -aún hay muchos que no se conocen, pero que aflorarán- es el poco apego a la causa estatal -o autonómica o local- que siempre han demostrado los políticos en general y los corruptos en particular. Cuando no interesa la deriva de un país y no se cree en sus instituciones, la única motivación -que también se convierte en ventaja- para formar parte de la élite dirigente son los negocios propios, los del partido y los de la familia, de manera que una vez ostentado un cargo con mucho poder y conociendo que los mecanismos legales son torpes, ineficientes y lentos, el itinerario para enriquecerse es francamente favorable; lo es si la idea de entrada es servir y no robar, mucho más lo será cuando la idea de entrada es sólo robar. De ahí que los mecanismos necesarios que impidan la corrupción no pueden ser de mero maquillaje legal y político sino más mucho más contundentes y estructurales.
            Y esa contundencia -lo decía más arriba- no puede ser otra que el vigilar y castigar de manera contundente, pero para ello es fundamental que la democracia española se sostenga de veras en un verdadero Estado de Derecho, con sus tres robustas patas independientes: un poder legislativo que legisle de manera consecuente, un ejecutivo que ejecute lo legislado y un judicial que juzgue e interprete la ley sin contemplaciones y en plena igualdad. Pero para ello, hay que conocer desde la escuela qué significa el juego democrático. Lo que no puede significar bajo ningún concepto es ser la mercadería en que la han convertido la mayoría de los políticos de este país, el negocio particular de personas que han accedido al poder gracias al voto -eso sí, indirecto- de los ciudadanos.
            Hay políticos y juristas que sostienen que una democracia se ha de forjar a base de tolerancia y leyes lenitivas porque consideran que ese será el elemento diferenciador con los sistemas dictatoriales, pero esa premisa no es siempre válida. Nada impide que un sistema democrático posea normas contundentes que impidan la corrupción. De hecho, éstas serán la mejor garantía para evitar que se asiente. Para buenos ejemplos, contamos con los de determinados países de nuestro entorno, los cuales gozan de mayor recorrido democrático y, por lo general, asisten a bastantes menos casos de corrupción. Eso se debe -entre otras razones ya aludidas- a la contundencia de sus normas y a una más eficaz separación de poderes. En ese sentido, me contaron que en la República de Irlanda se acordó que un importante político acusado de corrupción debía de devolver hasta el último euro de lo sustraído y dejarle sin recursos, al tiempo que decidieron que el Estado no tenía por qué gastar un centavo en él albergándole en la cárcel. No es mala solución si consideramos que en nuestro país las sentencias que resuelven enviar a la cárcel a políticos corruptos son muy pocas -la mayoría resuelven inhabilitación de varios años en cargos públicos, que ya no ejercerán-  y jamás se les exige la devolución de lo robado. Es más, en la jungla política y empresarial corrupta española muchos actores de tramas de alto nivel ya han presupuesto las penas que pueden caerles si son cogidos y han comprendido que siempre es rentable arriesgarse. Mientras tanto, lo robado descansará sin riesgo alguno en algún oscuro paraíso fiscal a la espera de poder ser disfrutado por el hacedor y su familia.             

17 julio 2014

LA DECADENCIA DE LOS MITOS (IDEAL, 17/7/2014)

              Se podría decir que la decadencia es al mito como la temida senectud a la diva del cine. En su apogeo, el tiempo parece detenerse de forma permanente, sin vocación de continuidad. De ahí que el mito sólo pueda caer de manera estrepitosa y definitiva. No hay otra solución para ese final.
          Si el mito es humano, toda explicación sobre él no hace otra cosa que hundirlo y todo conocimiento intrínseco lo sitúa en algo demasiado vulgar al tiempo que vulnerable. Y eso es así porque el mito no nace para ser comprendido, ni tan siquiera para ser conocido. Eso es lo que explica que en la actualidad cada vez caigan más mitos, como si se tratara de un attrezzo de cartón piedra de un modesto estudio de películas de bajo coste. Tampoco resisten esas duras pruebas los mitos materiales e inmateriales.
          En tiempos de poca o nula interconexión, las máscaras, las caretas, lo artificial, lo impostado, encontraban su mejor caldo de cultivo en el desconocimiento, pero en los tiempos en los que vivimos, en lo que todo se quiere -y se puede- explicar y conocer al detalle, en gran parte por la irrupción de las redes sociales y esa necesaria interconexión diabólica denominada Internet, caen a diario muchas máscaras, muchos mitos.       
          En la Grecia antigua la tradición mitológica decidió que los dioses habitaban cómodamente ubicados en el Olimpo y esa creencia era tan oficial y válida que nadie, que no quisiera jugarse la vida, se atrevía a cuestionar que los dioses vivieran en mansiones de cristal allí en las alturas. El mito no admitía explicación y tan sólo el tiempo se encargaría de desmoronarlo, pero para ello ha debido transcurrir tiempo, mucho tiempo. Hoy día, al margen de los excelsos valores literarios y poéticos del lugar, el Olimpo no es otra cosa que la montaña más alta de Grecia, además de un parque natural protegido por las leyes. Sin embargo, en su época cumplió su función y sirvió para alimentar muchos espíritus a la vez que para poner a raya a poderosos y a ejércitos, por no hablar del populacho, siempre tan irascible.
          Los mitos nacen para esos fines. Se adaptan tanto a una cosa como a su contraria y cuentan con la ventaja de parecer auténticos en el momento histórico en el que nacen. Pensemos, por ejemplo, en los mitos religiosos -de cualquier confesión-, nacidos y alimentados tanto para justificar guerras, hacer fortuna o amedrentar al pueblo. La historia está repleta de ellos.
          Por ello el mejor aliado del mito siempre va a ser la contemporaneidad. En ésta se apoyan para evitar ser cuestionados. Básicamente porque forman parte del ideario colectivo y cuentan con la ventaja de ser alimentados a diario por instituciones, entidades o personas, en teoría, creíbles y serias. Con el tiempo esos mitos -como todos- caerán pero para entonces ya habrán cumplido con creces con la función para la que nacieron. Posteriormente, ya llegará su correspondiente decadencia, que dará paso al nacimiento de otros.


          Sin embargo, y contra todo pronóstico, en la actualidad estamos asistiendo a la caída de muchos mitos de nuestro tiempo, ya sean deportivos, económicos, sociales, políticos o monárquicos. Caídas que de forma inexplicable se están adelantando a su tiempo estipulado de inevitable decadencia.     

                                                                     Por José Antonio Flores Vera

22 junio 2014

LA FORMA POLÍTICA DEL ESTADO (IDEAL, 21/6/2014)

 Muy interesante hubiera sido para la madurez política del país y para más salud de la democracia que antes de una nueva coronación borbónica, se cumpliera lo que aún está pendiente: la forma política del Estado. Eso sería así si España y sus políticos fueran serios, pero no es así, por desgracia. Reflexiones que introduzco en un artículo que me publica el diario IDEAL a los pocos días de la coronación, pero que aún así, bienvenidas sean, aunque por lo pronto haya que esperar varios decenios más para que se cumpla lo que aún está pendiente de preguntar al pueblo: monarquía o república. Por si no pudisteis leer en papel reproduzco el artículo completo: 

LA FORMA POLÍTICA DEL ESTADO       


          Asistimos en estos días en nuestro país a un debate político de importante trascendencia. Ya no se recuerda desde cuando no se había abordado algo tan vital en materia política en este país y lejos de enfatizar ese aspecto, lamentablemente, hay demasiados actores interesados en que el debate se agote y trivialice.
            Acostumbramos como estamos a tanta bazofia política, esa que básicamente consiste en lanzar la pelota de la responsabilidad de un tejado de un partido a otro sin que se aborden con seriedad los asuntos que afectan al país y a los ciudadanos, se está perdiendo la oportunidad de debatir con calma y seriedad sobre el futuro de España para las próximas décadas.
            Cuando hablamos de debate político para nada se debería de entender como tal el que ha habido en los últimos treinta y cinco años, periodo de vital importancia para la democracia pero que parece haberse desaprovechado de forma tan pródiga como incomprensible. Años que deberían de haber servido para poner las bases de la democracia, lo han sido para fomentar una sistema político harto tramposo y rastrero, en el que parece haber importando tan sólo el poder, el dinero y la carrera política como prolongación de egos enfermizos.
            Y ahora que se presenta la oportunidad de debatir en serio, acostumbrados como estamos a que todo se trivialice y se forman múltiples facciones de sospechosas alianzas, con toda seguridad, se volverá a desaprovechar la oportunidad histórica que se presenta de debatir sobre qué forma política de Estado queremos o nos interesa a los españoles.
            La trivialización, como no podía ser de otra forma, vuelve a estar encabezada y protagonizada por los sempiternos partidos que llevan alternándose en el poder desde las primeras elecciones generales tras la promulgación de la Constitución de 1978. Intentan de nuevo, de espaldas a la ciudadanía y los partidos minoritarios de una sociedad cambiante, monopolizar el debate, aferrándose a la herramienta constitucional como una norma inmutable e intocable. Ignoran -o no ignoran- que la Constitución española, como cualquier norma jurídica, con mayor o menor dificultad o consenso, es mutable, tanto o más como lo es la sociedad que pretende organizar. Una Constitución, además, que está construida en base a las pautas de las constituciones modernas occidentales de nuestro entorno, ya sean monarquías o repúblicas parlamentarias.    

            Ahora de lo que se trata es de poder aprovechar la oportunidad histórica que se brinda con la abdicación y reformular qué tipo de Estado y qué tipo de Constitución queremos los españoles, muchos de los cuales aún no habían votado o nacido cuando ésta fue promulgada. Al mismo tiempo, es vacuo el debate que intenta demonizar la forma política de Estado basado en la república parlamentaria, principalmente, porque se está eliminando -en mi opinión de forma interesada- la esencia de esta forma política de Estado y que es compartida por la mayoría de los países democráticos no sólo de Europa sino de todo el planeta. Que la forma política de Estado basada en la monarquía parlamentaria esté presente aún en varios países de nuestro entorno occidental no significa que no deba ser revisada si lo que se pretende es construir sociedades políticas democráticas en las que impere tan sólo el Estado de Derecho, la transparencia y la legitimidad de las urnas y que estos aspectos abarquen a todas las instituciones sin excepción alguna.    

20 mayo 2014

FÚTBOL Y ELECCIONES (IDEAL, 20/5/2014)

De nuevo el fútbol ha protagonizado un artículo publicado en el diario Ideal. Y es que el fútbol me interesa cada día más a nivel sociológico en la misma medida que me interesa cada vez menos a nivel deportivo. Y no porque no sea un deporte. Lo es en los niveles más bajos y más alejados de la profesionalidad. Pero cuando entra en ésta, los argumentos son económicos y crematísticos. Unos intereses que, además, están casi siempre al margen de los regulados. Dinero negro, enjuagues, capitales desconocidos, evasión fiscal. Y por encima de todo el circo moderno que es capaz de aglutinar en torno a él todo el orbe mediático. Como bien digo en el propio artículo: que el circo entre en la propia casa del ciudadano. Y, para colmo, a los políticos les ha salido un grano en el culo el día antes de las elecciones más pequeñas y menos importantes para los ciudadanos, por mucha Europa que haya en juego: la final más mediática de Europa. Y como tal, todo el empuje mediático va a estar de parte de circo deportivo, con dos equipos -para colmo, también- españoles. De todo eso trato.
Por tanto, si no ha sido posible que lo pudierais leer en papel, algo que es normal cuando Ideal no alcanza límites geográfico que sí alcanza Internet, lo reproduzco aquí en el blog.
Espero que os diga algo.


FÚTBOL Y ELECCIONES

      
Dos enormes acontecimientos se darán cita en los últimos días de este mes. Y en ambos mucha gente se la juega, aunque por distintos motivos. Fútbol y elecciones, a nivel europeo.
               Una prueba evidente de que el español medio ya le habla de tú a Europa, a pesar del maltrato que ésta nos viene infligiendo por aquello de la crisis y no haber tenido los deberes económicos hechos a tiempo. Algo así como el colegial pésimo con las matemáticas pero virtuoso con el balón en los pies, que es tal vez como nos ven más allá de los Pirineos. Pero al menos nos ven, que en estos tiempos no es difícil desaparecer como país y como ciudadano cuando los credenciales consisten en tener los bolsillos vacíos y el futuro raquítico.
               Pero al menos queda nuestro fútbol, nos decimos, que no es otra cosa que un espejismo fabricado para dar contenido a los sueños. Pero como los sueños no están fabricados del mismo material que la realidad, no conocen ni de cifras ni de deudas. De hecho no debe ser otro el motivo por el que el fútbol aún no ha atravesado como es debido el desierto de la carencia y la ignominia que ya han sufrido todos los seres sintientes en este irreal país. Entre otras cosas, porque hay un marcado interés extradeportivo para que eso siga siendo así. Si ya lo hizo la poderosa Roma con sus afamados gladiadores en momentos de crisis imperial cuando aún no existían los poderes mediáticos, sería absurdo no hacerlo ahora con las múltiples posibilidades que hay para que el circo entre en la propia casa del ciudadano.
               Y ante tal acontecimiento universal que representa el fútbol, me temo que muy poco se podrá hacer para que el otro gran acontecimiento que representan las elecciones europeas ocupe algún lugar en la atención del ciudadano ese fin de semana cargado; si bien, si somos francos, el fútbol de forma aislada no puede ser juzgado por restar protagonismo a las urnas que decidirán en veintiocho países cómo nos lo montamos en Europa otros cuatro años. Ese mérito no puede ser más que imputado a quienes dirigen al cotarro, un ingente ejército de políticos muy bien pagados y burócratas que según opinión generalizada poco hacen por elevar el nivel de vida del ciudadano al que gobiernan. Y si esa ilusión no ha brotado en los últimos cuatro años, ni en los anteriores, ni en los anteriores a éstos, poco se puede hacer en pocos días que, además, llegan tan cargados de emociones futboleras, mucho sol y mucha playa. 

               Pero aún así, no dejaremos de escuchar cantos lastimeros de políticos patrios para evitar la alta abstención electoral que se espera. Habrá discursos pasionales sobre lo que nos jugamos los demócratas y encendidas diatribas acerca de lo mucho que está costando llevar a buen puerto el proyecto de la progresiva unión de los países europeos. Incluso, hasta es probable que algún que otro político más lanzado intente terribilizar con el discurso hegemónico y antieuropeo de Rusia, pero poco o nada de eso servirá para que el ciudadano español se ilusione ante unas elecciones que cada vez se perciben más lejanas. Y si es eso lo que se está cociendo en España, imaginemos lo que podrá estar considerando a estas alturas el ciudadano portugués y griego, los cuales con toda probabilidad estarán también más pendientes del espectáculo futbolero que del futuro de Europa. Los primeros por ser la sede de la gran cita futbolística y los segundos por aferrarse a cualquier divertimento que les haga olvidar su actual triste papel en el viejo continente. 

12 abril 2014

UN COMENTARIO DE FÚTBOL (IDEAL 10/4/2014)

Seguramente que hoy no estará muy feliz el hipotético aficionado al que me refiero en este artículo que me publicó el pasado jueves el diario Ideal de Granada. ¿Quién se  iba a esperar la victoria del Granada sobre el Barça?. Si no pudisteis leer en papel, aquí lo reproduzco: 

UN COMENTARIO DE FÚTBOL   



'Para eso hemos pagado doscientos millones', comentó el parroquiano en el bar, feliz de que una de las figuras del Barça marcara un estupendo gol, un comentario bastante usado cuando algún aficionado de raza se congracia con el equipo de fútbol de sus sueños.
            Inicialmente, consideré que se trataba de un comentario ridículo. Ese 'hemos', me dije, no es más que la falsa ilusión de quien considera que su enorme afición al fútbol en general y a un club en particular, le convierte en una especie de socio mayoritario de la entidad. Una especie de nebulosa que le ayuda a sobrellevar mejor la frustración de no poder formar parte de manera más directa de ese gran club, cuando la cruda realidad es que quienes han pagado esos doscientos millones ya han obtenido con creces la rentabilidad que buscaban, amén del enorme nivel económico que adquiere la existencia del susodicho futbolista y la de los mercachifles que le rodean.

            Sin embargo, a medida que reflexionaba fui comprendiendo ese comentario, hasta llegar a la conclusión de que no estaba exento de sensatez, a pesar de lo ridículo que me pareció cuando lo escuché en ese bar de mi barrio. Y no estaba exento de sensatez porque, en realidad, ese parroquiano lo que estaba diciendo no era otra cosa que él contribuía de manera bastante directa a que esos doscientos millones pudieran ser pagados a ese futbolista estelar al que tantos equipos de renombre pretendían. De hecho, estaba contribuyendo en ese mismo momento mientras consumía dos o tres copas o lo que le diera tiempo a beber en los noventa minutos de partido, al tiempo que, gracias a esas consumiciones, el dueño del modesto bar haría una caja más generosa que cualquier otra tarde sin fútbol, lo que posibilitaría poder pagar la elevada cuota que cobran a los establecimientos de hostelería las cadenas televisivas que se arriesgan a emitir los costosos partidos de pago. Un dinero que, por cierto, en una parte importante va a parar a las arcas de los clubes que juegan en ese momento y que sirve, entre otras cosas conocidas o no, para poder pagar esa cantidad ingente de millones de euros a los que se refería el parroquiano, el cual seguramente seguirá contribuyendo a engrosar las arcas del club de sus amores comprando para él o para sus hijos, camisetas, pantalonetas, medias, botas o balones con la inscripción del nombre y logotipo del club y de su ídolo de tan costoso precio. Es más, ese parroquiano jugará semanalmente una quiniela y es probable que hasta apueste por Internet en muchas de esas páginas que no paran de proliferar y no dudará en pagar los euros que sean necesarios para poder ver a su club cuando venga a jugar a Granada o, incluso, es probable que algún día, cuando se lo pueda permitir, vaya a ver jugar a su equipo en su propio estadio, decisión que le costará un riñón. Por tanto, si sumamos todas esas cantidades y las multiplicamos por los millones de personas que consumen fútbol a diario, no nos parecerá tan descabellado el comentario que hacía ese aficionado con rotundidad. Es más, llegado a un punto nos parecerá un comentario totalmente acertado y consecuente.      

06 enero 2014

UN PROPÓSITO ES UN DESPROPÓSITO (IDEAL 6/1/2014)


Por prioridades, o por aquello de lo caduco de la prensa, interrumpo el artículo sobre la última ciudad bávara -Múnich- (el cual volveré a subir mañana) y   dejo espacio para insertar el artículo que publico hoy en el diario Ideal, de temática muy de primeros de año. ¿Quién no se ha hecho uno o más propósitos al comenzar el nuevo año? ¿Quién no ha llegado al final del año y comprobado con desazón que no lo ha cumplido? De ahí que denomine a este artículo:  

UN PROPÓSITO ES UN DESPROPÓSITO

Por su propia naturaleza, un propósito suele consistir en un despropósito anclado en el tiempo. Y como no hay forma de desanclarlo, nada mejor que esperar a que comience el año para intentar hacerlo. De ahí que ninguno suela cumplirse.
            Ahora que ha comenzado el nuevo el año, todo el mundo se hace propósitos. Y está bien que así sea; al menos, como higiene mental y autocomplacencia. Pero hay que decirlo alto y claro: un propósito siempre nace con vocación de fracaso. Para eso se inventaron.
            De hecho, quien decide cambiar el rumbo de algún aspecto de su vida, ya sea dejar de fumar o comenzar a correr -por referirme a dos de los propósitos más al uso-, lo suele hacer sin importar que el nuevo año asome o que esté ya feneciendo. Es más, ni tan  siquiera se atrevería a llamarles propósitos. Esa denominación engañosa arruinaría la hazaña.
            Curiosamente, al hilo de estos dos propósitos citados, que casi todo el mundo ha acariciado en alguna ocasión, siempre me ha llamado la atención que se incumplan sistemáticamente, sin necesidad de esperar a que amanezca el día dos de enero. Dejar de fumar -o de beber-, curiosamente, se incumple metódicamente al alargarse los fastos de Nochevieja hasta bien entrado el primer día del año; y si eso es así, ¿quién tiene cuerpo para comenzar a correr ese mismo día si, además, no lo ha hecho hasta ahora?
            Los propósitos, por tanto, no son otra cosa que metáforas de nuestra propia existencia y es probable que hasta un resumen de nuestras vidas. Propuestas de llevar a cabo cosas que nacen con vocación de incumplimiento, pero que ofrecen una paz mental y espiritual mucha más casera y barata que el diván del psicoanalista.
            En ocasiones, los propósitos no son más que tendencias comerciales e incluso políticas. Me explico. Muchas de las cosas materiales que queremos para el nuevo año no son producto de nuestra deseo sino de las agresivas campañas de los publicistas, que sabedores de la vulnerabilidad de nuestra psicología la utilizan a su antojo: un coche para el nuevo año, aprender un idioma, un crucero, un nuevo móvil (no hay más que fijarse en los últimos anuncios del viejo año y los primeros del nuevo). E incluso tendencias políticas, decía, sobre todo si el año que se estrena es de elecciones: el propósito de cambiar los cargos políticos de tan nefasta gestión (en ese caso sí que resulta lamentable que los propósitos no se cumplan), a cambio de ofrecernos nuevos que al poco tiempo suelen mostrarse aún más incompetentes, si eso fuera posible.
            Por tanto, haga memoria el hipotético lector acerca de qué propósitos hechos el último día del año han llegado a ser fructíferos. En realidad, pocos o ninguno. En cambio, los nuevos hábitos -que no propósitos- suelen llegar sin preaviso. Sencillamente, un buen día alguien decide dejar de fumar porque comprende que es inútil, insalubre, molesto y costoso; y también un buen día -el verano es ideal para ello- decide comenzar a correr porque comprende que es útil para el organismo y la mente, saludable y agradable, además de barato. Así de fácil.

            Y ni tan siquiera ha denominado propósitos a esos cambios de hábitos ni ha tenido que esperar a que comience el nuevo año. 

07 octubre 2013

'FUNCIÓNFLAUTA' (IDEAL, 7/10/2013)

'Perroflauta',  'Yayoflauta'...¿quién no ha escuchado estos términos? Términos que se usan de manera diaria en el periodo de crisis. Pero van surgiendo nuevas derivaciones. Una que escuché a un compañero de trabajo y que me pareció muy representativa es 'Funcioflautas', para hacer alusión a las serias dificultades económicas por las que atraviesan determinados colectivos de funcionarios que ven que sus sueldos en vez de aumentar o mantenerse, bajan cada año, pero no sus obligaciones económicas ya de por sí paupérrimas. Así que me pareció interesante escribir un artículo de nombre genérico: 'Funciónplauta', el cuál ha salido publicado en Ideal en la edición de 7 de octubre de 2013. Por si no lo habéis leído en papel aquí tenéis su versión digital.    


FUNCIÓNPLAUTA 


Enferma tiene que estar una sociedad cuando aplaude los veinte kilos de euros anuales de Cristiano y vitorea a Messi en la puerta de los juzgados cuando acaba de declarar por presunto delito fiscal, al tiempo que raja contra los mil quinientos euros de sueldo de un policía. Podría tratarse de una burda simplificación, es cierto, pero a grandes rasgos así funcionamos en este país.
               Hay que decirlo claro: probablemente seamos el país democrático que más machaca a su función pública, la cual inspira en el imaginario colectivo una especie de rechazo por la fijeza del puesto y el sueldo fijo. Una fijeza del puesto cada vez más debilitada y un sueldo fijo progresivamente mermado hasta el punto que ya hay quien denomina a la función pública como 'funciónflauta', como bien me decía Eduardo, un compañero de trabajo, la otra mañana. Una denominación que deja a las claras las penurias económicas por las que atraviesan un enorme porcentaje de funcionarios de nivel medio y bajo tras años de estudio, para poder justificar que hay sectores en la sociedad que aún están peor. O sea, una especie de redentores modernos.
               Analizar de dónde viene esa aversión a los servidores públicos en este país no es tarea fácil. Probablemente de cuando el funcionario no era más que un protegido del político de turno, un recomendado, un cesante. Pero desde aquellos tiempos hasta ahora muchas cosas han cambiado a pesar de que ese imaginario colectivo aún sigue muy vivo.
               Gran parte de culpa de la persistencia de esa idea global la tiene el político que entró con la democracia. Y, particularmente, el de los últimos diez o quince años. De hecho, la función pública en España -cuesta creerlo- se comenzó a fomentar en serio en el tardofranquismo y bastaron un par de legislaturas democráticas para que comenzará a hacerse  añicos. Se confundió el servicio público, por medio de un sistema bien estructurado de igualdad,  mérito y capacidad, por el del pretendido servicio público basado en el clientelismo. Es decir, se vuelve de nuevo a los años en los que la función pública no era más que el capricho de políticos descerebrados e inmorales.  Políticos que confunden gobernar con apropiarse de lo que gobiernan; ser elegidos en las urnas con ser dioses.  Y en su endiosamiento no comprenden que hacen un flaco favor a la función pública como concepto, haciendo abstracción de las personas que la integran. La prostituyen y luego la arrojan a la basura sin que lleguen a comprender que lo que están haciendo es debilitar uno de los pilares más sólidos del Estado y de la democracia. Precisamente su solidez deriva de las ideas de los revolucionarios franceses al comprender que tras remover los cimientos políticos del país necesitaban la presencia permanente de un ente que preservara y continuara esos valores (la muy lúcida pregunta-metáfora de ¿quién ha de abrir la puerta del ministerio cada mañana?). Pero todo eso está siendo olvidado. Y por políticos demócratas, precisamente.

               De forma paralela a esa ceguera  de la clase política la sociedad, azuzada por ésta, amplifica ese desdén y lo eleva a categoría de plaga, al no comprender que la función pública real como concepto -no esa que ha entrado por la puerta de atrás del clientelismo-, es el valor más sólido de su vida diaria. El maestro, el médico, el policía, el funcionario de los juzgados y de la administración, el guardia civil de la carretera, el operario del ayuntamiento, el cartero, el inspector de Hacienda, el de Trabajo, el juez, ....Mucho más fácil: comiencen a contar desde que se levantan hasta que se acuestan el número de funcionarios que le atienden de manera gratuita a usted y a su familia (ya verá cómo en esa lista no aparecerá ningún asesor político) y a continuación compárenlos con los servicios que le ofrecen Cristiano y Messi. O, incluso, con los que les ofrecen esos políticos que les gobiernan. Y luego, me lo cuentan.    

27 agosto 2013

LITERATURA DE VIAJES (IDEAL 24/08/2013)

Reproduzco a continuación el artículo que me publicó el diario Ideal el pasado 23 de agosto y que con tanto cambio, hasta ahora, no me ha sido posible subir al blog.

LITERATURA DE VIAJES     


Cuando nos referimos a literatura de viajes no estamos aludiendo a meras guías de las muchas que pululan por el mercado y que solemos adquirir cuando visitamos una ciudad o un país. Son guías útiles y prácticas, bien escritas por alguien que ha hecho el recorrido que nosotros pretendemos emular y cumplen con creces la función para la que nacieron. Podríamos decir que son como libros de autoayuda aplicadas al turismo, nada más.
            Sin embargo, si nos referimos a literatura de viajes aludimos a otra cosa muy distinta. Nos referimos a un género literario que ha ido tomando cuerpo poco a poco en nuestro país, muy auspiciado por esos célebres viajes por España de autores románticos franceses e ingleses en el siglo XIX; y diversas muestras hay de viajeros de esos y otros países por España en ese siglo, cuando viajar por nuestro país era más una aventura que un viaje a causa de la inseguridad de los caminos que unían ciudades y pueblos. Así lo viene a indicar el escritor francés, Théophile Gautier, en su obra 'Viaje por España, Ed. 1843' que relata un viaje de seis meses que lleva a cabo en 1840 por algunas de las ciudades más importantes de nuestro país.
            No obstante, no fueron los viajeros franceses e ingleses los únicos que plasmaron en papel sus impresiones viajeras. De hecho, un buen ejemplo es nuestro universal escritor accitano, Pedro Antonio de Alarcón, que perteneció a ese exclusivo grupo de literatos españoles que apostó por este tipo de literatura, llegando a dedicar un libro de viajes a  la Alpujarra en el último tercio del siglo XIX.
            Pero hubo que esperar hasta 1948 para que el panorama de la literatura viajera en España diera un giro copernicano gracias a la pluma del nobel Camilo José Cela, el cual en su 'Viaje a la Alcarria, Ed. 1948' introduce una impronta que, en mi opinión, dista mucho de ser romántica, si bien todo lo que tenga que ver con los recuerdos, las añoranzas y los sentimientos, atributos básicos en la literatura viajera, de alguna manera lo es por muy decimonónica que sea esa corriente literaria. Y es que con Cela se inaugura  una nueva manera de contar y narrar los viajes. Fiel a su estilo directo, desvergonzado y sin tapujos, pero no exento de calidad literaria, 'Viaje a la Alcarria' supuso una bocanada de aíre fresco en la forma de ver y contar con prurito literario lo que podría pasar desapercibido al viajero que no viaja con esa vocación.  
            Además, ese libro contribuyó a poner en el mapa a esa comarca repleta de pequeñas poblaciones, muchas de las cuales fueron importantes en distintos periodos de la historia de España como es el caso de Pastrana y su relación histórica con Ana de Mendoza y de la Cerda, conocida como la Princesa de Éboli, o el de Cifuentes, lugar de nacimiento de la indicada noble española que tan peculiar papel desempeñó en la intrigante corte de Felipe II; o la estrecha relación de este pequeño municipio alcarreño con el literato y noble Don Juan Manuel, en cuyo término mandó construir el autor de 'El Conde de Lucanor' en el siglo XI el castillo que aún se muestra enhiesto presidiendo alto y orgulloso la pequeña villa.
            Porque la buena literatura de viajes contribuye a la idealización del lugar narrado y  nos acerca a los hechos históricos,  contados de primera mano por el literato viajero con una prosa literaria cálida y cercana  ausente en los libros de historia. Una literatura que nos anima a visitar ciudades y lugares que ya quedarán para siempre en la retina. Sin embargo, no existe una visión unívoca  dentro de la literatura de viajes. De hecho, quien esto suscribe se sintió defraudado cuando se adentró en las páginas del libro citado anteriormente, 'Viaje por España', de Gautier al comprobar que en las páginas dedicadas a la Granada de 1840 -a pesar de los profusos datos sobre la Alhambra y el Albaicín, incluso sobre Sierra Nevada-, ofrece una visión muy sesgada de la ciudad a nivel social, principalmente - él mismo lo viene a insinuar en algún momento-,  por haber conectado el viajero romántico tan sólo con el entorno social y económico más privilegiado de la ciudad, sin que tengamos referencias concretas sobre el costumbrismo latente en el pueblo.

            Ese aspecto es mejorado en la literatura viajera de Cela, autor muy minucioso con los pequeños detalles de su viaje a pie por gran parte de la Alcarria en junio de 1946, aspecto éste que nos ha permitido a sus lectores tomar el puso al 'modus vivendi' de esa comarca gracias al contacto directo del autor con las gentes llanas del lugar, gran mayoría por entonces, en esa zona deprimida de la España rural de la posguerra. Casi cuarenta años después el propio Cela, ya escritor consagrado, repitió ese viaje en 1985 -'Nuevo viaje a la Alcarria', Ed. 1986-,  en Rolls-Royce, con choferesa negra y con gran aparataje mediático; e, incluso, en esa revisión del primer viaje encontramos una literatura viajera de alto nivel que ha sido continuada con posterioridad por autores más jóvenes, como es el caso de Julio Llamazares, por citar tan sólo a uno de los escritores actuales que fomentan este tipo de literatura.                 

23 agosto 2013

'CONVERSACIÓN EN LA TABERNA', EN EL CONCURSO DE RELATOS DE VERANO DEL DIARIO IDEAL

El relato 'Conversación en la taberna' -revistado para la ocasión y que ya había publicado aquí en mi blog y del que se habían hecho eco muchos lugares de internet- sigue su camino de aceptación y una muestra más es la publicación del mismo en el concurso de Relatos de Verano que organiza el Diario Ideal.  Una relato cada día a lo largo del mes de agosto, que luego serán recopilados en un libro. Hoy día 23 ha sido el mío el seleccionado, algo que me alegró cuando abría las páginas de este periódico esta mañana mientras tomaba un café en la calle San Juan de Dios de Granada . Ahí va: 

CONVERSACIÓN EN LA TABERNA  


-¿Qué vas a tomar?
-Una Alhambra especial.
-Por favor, dos Alhambras especiales.
-Oye, ¡cuánto tiempo sin vernos!
-Sí, ya era hora que echáramos unas cervezas y charláramos.
-¿Cómo te va?
-No me puedo quejar. Sigo aún con el taller en el pueblo. ¿Y tú?
-Bueno, pasé por el tribunal médico y me dieron la invalidez gracias a Juan Sola, el abogado del pueblo, pero sigo atendiendo el negocio con mi mujer aquí en la capital.
-Has hecho bien porque está muy jodida la situación. Yo tenía a tres trabajadores contratados en el taller, pero hablé con ellos y llegamos a un acuerdo de despido, pero siguen trabajando.
-¿Están despedidos y siguen trabajando?
-Sí. Nos viene bien a todos: yo me ahorro los seguros sociales, que son altísimos y ellos cobran el paro y el sueldo, pero claro les pago menos que cuando tenían contrato. Todos contentos: Ellos ganan más y yo también.
-¿Y si te enganchan?
-¿Quién va a pasar por el pueblo? Además, los tres talleres del pueblo hacemos lo mismo y no nos vamos a denunciar unos a otros porque nos perjudicaríamos. 
-!Ah¡ vale. A nosotros, en el negocio, un día nos visitó un inspector de trabajo y, por suerte, yo me encontraba en la puerta del local, fumando un cigarrillo.
-¿Pero estaría tu mujer?
-¡No, que va! El negocio en realidad lo llevo yo, pero les dije que lo regentaba mi mujer, que es la que aparece en los papeles, y que yo estaba allí ocasionalmente porque ella había salido un minuto a un asunto urgente. Suerte que al 'panchito' que tengo allí sin contrato estaba ese día en el médico..
-¿Y se lo tragó?
-Al parecer sí. De hecho se fue y no ha vuelto más. Pero sí, me acojoné un poco ya que si el inspector no se traga aquello nos multa y a lo mejor hubiera perdido yo la paga. Al menos eso me dijo Juan Sola.
-La verdad, es que estos inspectores son unos crédulos o a lo mejor es que están desmotivados porque ganan menos. Total, para lo que hacen, mucho ganan aún. Hablando de inspecciones, mi hija pequeña estuvo a punto de perder la beca porque alguien fue por ahí contando que el taller no estaba declarado y nos daba muchos ingresos y tal. Desde ese día le he prohibido que vaya con su BMW A3 y su iPhone 5 a clase.
-¿Y qué pasó?
-No nada, no se pudo demostrar lo que decía el cabrón anónimo ya que lo tengo bien atado. La niña sigue cobrando todos los años la beca máxima, unos 5000 euros, que son para ella solita.
(Irrumpe un tono de teléfono móvil: ¡¡Por mi hija maaaaato!!)
-Tío, que me he llevado un repullo con ese tono de la tipa esa de la tele ¿cómo se llama...?
-Sí, la Esteban, esa sí que es lista, jeje, perdona, que es un proveedor. ¡Oye, que significa esa factura con IVA del otro día! ¿Cómo? Nada de eso. Me la emites de nuevo sin IVA o no cobras...sí, hasta las seis estoy allí. Hasta luego.
-¿Te quieren meter el IVA?
-Sí, se lo he dicho al tío de las pizzas mil veces  y sigue dale que te pego con el IVA de los....,y para colmo ahora que lo han subido los chorizos estos del gobierno. 
-Sí, vaya mierda de país, con tantos impuestos.
-Por cierto, sabes que me he comprado un Audi.
-¿Sí ¿Cuál?
-El Q7
-Joder ¡el que llevan los futbolistas!, que pedazo máquina...te habrá costado un pastón.
-Sí, es caro, pero me he ahorrado una pasta. Si quieres te digo cómo.
-Dime, dime...
-¿Tienes a algún minusválido en tu familia o  a alguien de confianza que lo sea?
-Pues no sé, tendría que verlo...
-Yo lo he puesto a nombre de mi padre que, como sabes, tiene una gran minusvalía. Me he ahorrado el Impuesto de Matriculación, me han hecho una rebaja en el concesionario, no pagaré jamás el Impuesto de Vehículos al Ayuntamiento y, para colmo, aparcaré donde me salga, en cualquier plaza de aparcamiento reservada para minusválidos ¿Por qué te crees que hay tanto coche de gran cilindrada con el cartel de minusválido en las calles?
-Estás en todo, macho, pero ¿se tragarán que tu padre conducirá eso con 80 años siendo  minusválido?
-Éstos del Ayuntamiento se lo tragan todo. Por cierto, hablando del Ayuntamiento ¿te has enterado lo del alcalde del pueblo? ¡Qué cabrón! ¡Qué bien amañado lo tenía todo! ¡Qué poca ética! A mí me extrañaba que la recogida de basura siempre la ganara la misma empresa.
-Sí, ¡qué cantidad de corruptos nos gobiernan! Y para colmo hay que sostenerlos a todos. ¿Y los asuntos esos de los ERES y la Gürtel?...¡qué caterva de corruptos! ¡vaya mierda de país!
-Ni que lo digas, vaya país de sinvergüenzas y corruptos nos gobiernan. No hay que votar a ninguno, que son todos iguales. Van a lo que van.
-Oye, quieres otra cerveza.

-Sí, sí, vale. Pero disculpa un segundo, que voy a asomarme a ver el coche, que está en segunda fila. 

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...