Las buenas sensaciones en la subida al Torreón de Albolote de la tarde del miércoles, ha sido motivo más que suficiente para pensar en un programa de cuestas para estos próximos meses.
La actitud y aptitud ante las cuestas son distintas en cada corredor, pero son necesarias para mejorar o, simplemente, para transitar mejor en este terreno en competición y entrenos. Y, como decía en la entrada anterior, si se hacen correctamente se convierten en un entrenamiento excelente y que todo corredor acaba agradeciendo a nivel psicológico y físico.
Hablábamos de ello Juan Carlos y yo esta tarde en la subida al Torreón. Le comentaba que al igual que en las series, las cuestas no han de convertirse en un sufrimiento personal. Está claro que debe de haber sufrimiento épico-deportivo, pero no tiene por qué ser personal. No corremos para odiar a este deporte; corremos para apreciarlo cada vez más y si hacemos de él un sufrimiento personal jamás llegaremos a apreciarlo.Todo lo contrario, lo acabaremos odiando.
Por eso hay que subir cuestas de acuerdo con el criterio de cada uno. Ir todo lo lento que se quiera ir; detenerse cuando sea preciso o cuando las pulsaciones estén demasiado altas; cuando no se pueda respirar; cuando las piernas no respondan. La mejora llegará con el tiempo, no hay que preocuparse por ello.
Yo no soy un experto en cuestas. No soy un corredor menudo (mido 187 centímetros y estoy entre los 81 y los 85 kgrs.) y, por tanto, no soy el mejor candidato para correr en cuestas. Sin embargo, por el motivo que sea, no se me dan nada mal y con el paso del tiempo y gracias a que me he aventurado a correr pruebas duras en alta montaña (Veleta, La Ragua), he ido aprendiendo algo sobre este terreno.
Lo primero que aprendí es que el primer contacto con las cuestas debe ser en soledad. No significa que no podamos correr con otra gente, pero si lo hacemos podemos dejarnos llevarnos por su plan de entrenamiento propio y nunca tendremos el nuestro. Por tanto, lo que ha de hacer un corredor que encare por primera vez las cuestas es buscar un terreno adecuado que le guste y comenzar a subir, sin que la abrume responsabilidad ninguna. Es decir, detenerse cuando sea necesario o bien andar si lo considera necesario. Particularmente también me vino bien realizar ejercicios complementarios relacionados con las gomas o lastres para fortalecer los pies y los abdominales. Muy importante es también incluir alguna competición que se caracterice por tener un buen nivel de subida, con la idea de ir probando cómo está resultando nuestro entrenamiento.
Por tanto, a partir de ahora, y con independencia de que no debamos apuntarnos a todos los retos, como viene a decir Rafa Bootello, integraré diversos entrenamientos en cuestas: El Llano de la Perdiz, como sugiere Javi, que es un lugar ciertamente paradisiaco, ubicado en la Dehesa de la Alhambra, la imponente y preciosa subida al Castillo de Moclín y cuando llegue el mejor tiempo, como cada año, entrenamiento en Sierra Nevada. El entrenamiento y el tiempo irá aconsejando a qué pruebas de fuerte desnivel me iré apuntando, aunque no descarto nada a priori porque me siento bien y con las fuerzas necesarias para afrontar nuevos o antiguos retos.