Tiempo
de leer. Y nada mejor que comenzar otra novela histórica que, si está bien
construida y apunta muestras de veracidad histórica, puede ser la mejor lectura
para esta época, aún veraniega.
Así
que me he sumergido en la Mérida del
Siglo IX,
con esplendoroso pasado romano, pero que aún se mantiene viva en este siglo.
Dependiente del enorme califato de Córdoba, gobernado por Abderrramán II y en la que conviven en
aparente armonía cristianos, muladíes,
judíos
y musulmanes, éstos últimos polarizados en árabes y bereberes. Sin embargo, el
reparto de poder no es demasiado equitativo ya que los cristianos, siendo
mayoría en la ciudad, no están destinados al gobierno de la misma -aunque si
cuenten como notables algunos de sus representantes-,
la cual está dirigida,
lógicamente, por los musulmanes, delegados del poder central califal. Sin
embargo, los árabes, en mayor número que los bereberes, parecen no llevar muy
bien que sean estos últimos los ostentadores del poder. Y como telón de fondo, un descontento genérico de toda la población
por la alta presión fiscal a la que están sometidos y, seguramente, un
descontento encubierto por el mal reparto de poder.
En
fin,
un tapiz muy interesante para sumergirse en aquella Al-andalus del siglo IX de nuestra era, un territorio éste, que coincide en buena parte con lo que hoy
es España, excepción hecha, lógicamente de los reinos castellanos del norte y
la infranqueable
cornisa
cantábrica.
Lógicamente,
estoy refiriéndome a la última novela de Jesús Sánchez Adalid, 'Alcazaba', un autor extremeño que aborda el genero histórico novelado
con maestría.
Al tiempo, vuelvo a releer
algunos capítulos del excelente libro de literatura de viajes dedicado a
catedrales españolas 'Las rosas de piedra' del leonés Julio Llamazares, que hace un
ejercicio literario muy original. Lo hago siempre que planeo un recorrido en el
que se encuentran catedrales reseñadas por el autor. Lo hice el año pasado, visitando algunas
de las por él reseñadas y sus descripciones tanto de las catedrales como su
entorno urbano y apuntes sobre bares y restaurantes cercanos, resultaron decisivas
en mis visitas al tiempo que convirtieron esas visitas en más literarias si
cabe.
En ese
sentido, fue particularmente emocionante poder
charlar sobre este libro con el guía de la enigmática y preciosa catedral de
Burgo de Osma que el mismo Julio Llamazares cita en
su obra. Es el poder cautivador de los buenos libros.