12 octubre 2021

RELATO CORTO: UN DISTINGUIDO VIAJERO





“Luego la Reina mandó que fuese un alguacil de corte, por la posta, tras Cristóbal Colón, y de parte de su Alteza le dijese cómo lo mandaba tornar y lo trajese; el cual halló a dos leguas de Granada, a la puente que se dice de Pinos.” (CRÓNICA OFICIAL DE LAS CAPITULACIONES DE SANTA FÉ)


En principio, se podría sostener que el jinete que asoma a lo   lejos   de   entre   las   simétricas   filas   de   las   ateridas y abundantes alamedas, que bordean el angosto camino de la Vega en la brumosa mañana, atesora un aire calmado; y si no fuera por su porte distinguido y las caras ropas que  viste podría confundirse con uno de los muchos campesinos que atraviesan a diario esos parajes fértiles en los que abundan las alquerías que con tanta devoción levantaron los primeros pobladores musulmanes.

La mañana, a pesar de destilar humedad, la cual levita vaporosa de los campos recién regados, es luminosa y presagia un sol primaveral que seguramente inundará el resto del día y posibilitará que las labores agrícolas se puedan llevar a cabo sin dilación. El viajero viaja asentado cómodamente en su corcel, al que guía suave gracias a la soltura con que maneja las bridas, mientras dirige con indisimulado interés su vista hacia la derecha en dirección al fuerte promontorio marmóreo, que presidiendo la llana vega pareciera aún más alto. Por su cuidada instrucción y cultura sabe perfectamente en qué lugar se halla y no puede evitar desviarse unos cientos de metros para subir una suave cuesta presidida a ambos lados por arbustos, y de esa manera llegar a un otero desde el que se divisan abundantes vestigios de edificios ruinosos que formaron parte de lo que siglos atrás fue la Madinat Ilbira musulmana, capital de la Küra de Ilbira, la mítica ciudad que, tras  un  pasado  glorioso,  un  buen  día  fue  abandonada   y desplazadas sus instituciones y habitantes a la emergente Madinat Garnata, antigua capital del fastuoso Reino de Granada, último enclave musulmán que gobierna con mano blanda el que, propios y extraños, apodan como Rey Chico, último monarca nazarí; el mismo que está a punto de capitular ante la presión de sus adversarios, Isabel y Fernando, Reyes de Castilla y Aragón, acampados con sus huestes a pocas leguas de allí, en la llamada alquería de Atqa, lugar al que vienen en denominar desde entonces como Santafé.

Justo de aquel amplio lugar viene, siguiendo el curso de las rumorosas acequias, que muestran aún sus inacabados ramales, buscando una dirección que a simple vista podría ser equívoca pero que a todas luces, si no hay desventura de por medio, le llevará hasta un lugar denominado Pinos.

Viene calmado pero cabizbajo, intentando encajar el duro golpe que le ha supuesto la negativa de la Reina Católica de sufragar sus visionarios viajes a un nuevo mundo que, está seguro, permanece perdido en el tiempo, sin vestigios de civilización alguna. Sin embargo, las frescas alamedas, el rumor de las acequias y la amplia libertad que siente cabalgando por esos luminosos caminos de esa vega límpida, le ofrecen un optimismo que no sentía horas atrás cuando se alejaba del enorme campamento a pocos leguas de la capital del reino nazarí.   Advierte que ese optimismo se convierte en una paz dichosa y pronto se tornará en una sensación muy similar a la felicidad.

Espoleado por esos sentimientos puros, se detiene a descansar junto a una antigua alquería de sólida construcción, ubicada a menos de media legua de su destino. En una pequeña poza hace abrevar a su corcel, al tiempo que un gentil labrador moro, que se afana en las tareas del campo, le ofrece complaciente dulces manzanas, que abundan en esa zona. En momentos como ésos pone en tela de juicio su misión, su sueño, tan oneroso para su ánimo. Observando aquel vergel y aquella luz, en otras circunstancias, no dudaría en quedarse allí para siempre. Pero su destino es otro.

Enfrascado en esos pensamientos no advierte que muy cerca ya se aprecian algunas construcciones dispersas y, por la frondosidad de los árboles, todo parece indicar que un río de amplio cauce desparrama sus abundantes y claras aguas con generosidad. No obstante, pregunta al labrador moro que le ha ofrecido las viandas y éste le confirma lo que ya presagiaba: pronto llegará al puente que aparece indicado en su mapa.

Y así es. Al poco, atraviesa el sólido puente sobre el río Cubillas, según dicen, de origen romano, y busca la dirección más septentrional, no sin antes detenerse en la denominada Posada de la Puente que, según su cuaderno de bitácora, es la más cercana al río, que en esos momentos muestra sus aguas plácidas y claras en la cegadora mañana. La posada ocupa la totalidad de un amplio y vetusto edificio encalado, asentado firmemente en la parte izquierda de una pequeña pero ascendente cuesta empedrada. Es parada obligada, porque de continuar el recto y polvoriento camino, a cuyos lados se arremolinan unas pocas casas diseminadas con amplios patios, con toda probabilidad no encontraría otra posada o venta hasta pasadas unas cuantas leguas y el camino de pronto se tornaría serpenteante y complicado a la altura del Velillos, el otro río que circunda la pequeña población de Pinos, en cuyo margen derecho se detendrá el viajero, al pie del denominado Cerro de los Infantes, con el fin de contemplar las ruinas míticas del que fue denominado Castillo de Velillos, el cual mandaron construir, en inusual sociedad, el rey zirí de Sevilla, Al- Mu'tamid, y el rey cristiano de Castilla Alfonso VI, en los albores del Siglo XI, con el fin de arrebatar territorio al último rey zirí de Granada, Abd Alläh. A partir de ese lugar, el sendero será cada vez más ascendente y sinuoso, en dirección a la bulliciosa y milenaria ciudad de Córdoba.

Se apea de su corcel y lo amarra a una de las argollas incrustadas en la desconchada fachada principal de la posada, sin que ello venga a significar, en principio, que el viajero tenga previsto pernoctar en la misma. Sin embargo, contra todo pronóstico, pide una habitación tranquila para    pernoctar dos noches, una cuadra, paja y agua fresca para el descanso y alimento de su caballo, que de tanta utilidad le ha de ser en el largo viaje que presume realizará.

—Mi nombre es Cristóbal Colón —le dice al mozo de barba lampiña que le atiende— y en los próximos días podría ser requerido por un alguacil enviado por Isabel, la preclara reina de Castilla, que junto a su esposo, Fernando, rey de Aragón, pernocta con sus huestes en los alrededores, en un amplio campamento a pocas leguas de la ciudad de Granada, al que vienen denominando Santafé.

Su tono de voz oscila entre afable y castrense, por lo que el mozo asume que el huésped que acaba de llegar a la posada es una persona singular. Y, sabedor de la poca presencia de viajeros tan distinguidos por aquellos lares, se deshace en gestos zalameros y complacientes. Sin embargo, el viajero de aire tan distinguido y ropas caras, al contrario de lo que piensa el mozo, no se siente en ese momento una persona singular; todo lo contrario, se siente el ser más mísero sobre la tierra al comprobar cómo su proyecto, su sueño de toda una vida se hacía añicos con la negativa de la reina Isabel de sufragar los gastos para emprender esa odisea que, está seguro, le podría llevar a descubrir un mundo desconocido y de cuya existencia está convencido tras haber estudiado una y otra vez, de forma minuciosa, la elaborada cartografía que atesora.

Tumbado en aquel catre ajado que le habían asignado, intenta recrear en su mente las palabras que la misma Reina en persona le había dicho unas horas antes y, entre ellas, cree advertir un atisbo de esperanza a pesar de la rotunda negativa a capitular por parte de la soberana. No está seguro, pero diría que en la mirada de la soberana pudo observar un refulgente rayo de luz. Y a ese recuerdo queda asido.

Intenta, también, en ese momento aciago y de desánimo recordar con precisión las palabras que atribuladamente él mismo articula ante las desesperanzadas palabras de la Reina:

«Señora, me hallaré a dos leguas de aquí, en un lugar denominado Pinos. En la posada que hay junto al vetusto puente del río Cubillas pernoctaré durante dos noches a la espera de que su graciosa Majestad reconsidere su soberana decisión y sea conforme en capitular». Pero ni tan siquiera esos pensamientos le ofrecen sosiego al viajero. Un hombre solo, tumbado en un viejo catre de una modesta posada de una aldea perdida en algún lugar de la frondosa Vega del Reino de Granada. Un hombre atado a un sueño, que en ese momento se convierte en demasiada carga para su escaso ánimo. Un hombre que aún ignora que un emisario real le visitará al día siguiente, comunicándole que la Reina reclama su presencia al haber reconsiderado su inicial decisión, a pesar de los graves asuntos que la retienen junto a su esposo a las puertas de la ciudad —aún musulmana— de Granada, ya a punto de claudicar. En definitiva, un hombre que en ese momento no puede saber que su proyecto, su sueño de toda una vida, que pende de un espacio temporal breve, cambiará el destino de las Españas y del mundo.


Relato incluido en el libro Conversación en la taberna y 41 relatos disponible en Amazon


07 octubre 2021

EL MUNDO YA NO LEE (O LA IMPORTANCIA DE LA LECTURA)

 



De todo lo importante que tiene relación con los procesos mentales, la lectura es, quizá, la actividad que más alimenta las neuronas. Un lector (un lector habitual) debe de tener la habilidad de desarrollar varias destrezas en mínimos intervalos de tiempo. Sumergirse en un mar de letras, que son signos convencionales que nos hemos dados la humanidad en distintos idiomas; además, debe de comprender e imaginar. Y todo eso al mismo tiempo. La información que penetra por los ojos por medio de esos signos convencionales, penetra en las neuronas y estas han de ir buscándole relaciones que permitan al lector comprender lo que lee, casi siempre, transformando en imágenes esa información. Una vez creadas esas imágenes o bien buscadas en los ignotos recodos mentales, el lector debe de comprender e imaginar qué está escribiendo el autor de ese libro que tiene en sus manos. Se trata de un proceso muy complejo que ha necesitado una evolución de miles (sino millones) de años y que continúa en plena expansión.

Pues bien, todo eso lo estamos tirando por la alcantarilla.

Digámoslo muy claro: se está perdiendo el hábito de lectura. La humanidad está perdiendo uno de los hábitos más enriquecedores que nos ha sido dado. Y eso es algo muy dramático. Su lugar lo está ocupando la imagen, pero no una imagen que nos llega a los ojos (y después procesa la mente) de calidad (el buen cine, por ejemplo) sino distorsionada, mediocre y, casi siempre, nociva. Las redes sociales, amigos, tienen gran parte de culpa y ya hay quien dice que Facebook y sus hermanas son responsables de esta involución que está atrapando de manera despiadada a gran parte de la humanidad, sobre todo la población que menos necesita ser atrapada: la gente en formación.

Sí, ya estaba la televisión y su bazofia, pero esta ya había ocupado un lugar concreto. Casi siempre se trataba (o se trata) de espacios concretos de tiempo, excepto, en casos muy radicales de gente que se engancha al televisor todo el día. Sin embargo, las redes sociales las llevamos con nosotros a todas partes en esos aparatos cada vez más chulos y a precios muy ventajosos que llaman smartphones. Un aparato de estos en el bolsillo y una conexión permanente a internet es el mecanismo perfecto para Facebook y sus hermanas, que de esta manera consiguen la adicción que se proponen.

Un servidor era de los que afirmaban que el problema no eran las redes sociales sociales en sí, sino la utilización que se hace de ellas. Ya no estoy tan convencido de esa información y me inclino a pensar que el problema son las redes sociales en sí. De hecho, son cada vez más los dedos acusadores de gente sensata (incluso de gente que ha estado en el interior del sistema de las redes sociales) los que acusa a los fundadores de estas, echándoles en cara que lo que pretenden no es otra cosa que destruir todo lo que funcionaba en este mundo en pos del vil metal y del nocivo negocio. 

Lamentablemente quien paga todo esto es el hábito más noble que la humanidad ha inventado y que no es otro que al que me refería en las primeras líneas: la lectura. 

Hace unos días daba una charla en la Biblioteca Provincial de Granada y lo decía en algún momento: ya no se lee; es más ya no se lee lo que realmente merece la pena leer: los clásicos literarios. Conté una anécdota ilustradora: la dificultad de encontrar un libro (un clásico) escrito a mediados del siglo XX (no tan antiguo) porque ya ninguna editorial quiere reeditarlo al constatar que no tiene ventas, que no tiene salida. Tan solo se editan esos llamados best-seller actuales, muy pobres en cuanto a valor literario.

Porque, que alguien alce la mano y me diga cuántas personas conocen que lean a Sthendal, a Balzac, a Proust, por referirme tan solo a tres clásicos literarios geniales.

Es lamentable, muy lamentable, porque estamos en un momento de la poshistoria en el que, además, cada vez son más los libros que copan la lista de más vendidos ¿escritos? por gente que no escribe y que no tiene nada qué contar, pero sí son muy conocidos por facetas televisivas, deportivas u de otro tipo, casi siempre insignificante o de poco nulo intelectual. Es eso, amigos, lo que está leyendo la gente.

Y así nos va. Y así nos va a ir en un futuro no muy lejano. 

03 octubre 2021

99 DÍAS QUE PODRÍAN CAMBIAR EL MUNDO (AMAZON, 2020)

 


Al mes y medio de salir del enclaustramiento al que estuvimos sometidos por mor de la epidemia del por todos denominado en vulgata Coronavirus, me aventuré a publicar en Amazon un diario de la pandemia, que escribir a lo largo de todo el confinamiento, esto es, 99 días. Su título 99 días que podrían cambiar el mundo. ¿Y por qué decidí darle ese título? Porque estaba -y aún lo estoy- convencido de que este hecho no pasaría desapercibido en nuestra historia personal y colectiva. Un ser microscópico que ha detenido gigantescas estructuras sociales, económicas, deportivas, personales, que ha detenido el mundo. Un ser monstruoso en esencia, pero invisible, lo que demuestra que nada en este mundo obedece a un patrón concreto, que lo grande puede ser inofensivo y lo pequeño muy pernicioso.

El Coronavirus ha cambiado todo en este mundo y no sabemos (me temo que no) si todo volverá a ser igual que antes. Es más, es posible que no sea conveniente que todo vuelva a ser como antes. Nuestro planeta no es ni tan siquiera una mota de polvo en el Universo (sin contar que pudieran existir universos paralelos como ya apuntó Einstein y dejó dicho Hawking antes de fallecer), por lo que descartar que podamos ser barridos como se barren las motas de polvo no es ninguna afirmación gratuita. Estamos acostumbrados a pensar y a vivir como si fuéramos los verdaderos reyes de la creación, pero los animales (no sabemos si también las plantas, es posible que sí) nos han dado lecciones inolvidables en ese periodo de tres meses en los que no sabíamos ya qué hacer en nuestras casas. Se han acercado a nuestras costas cuando jamás lo hacían, han penetrado en nuestras calles, cuando no lo hubieran hecho en condiciones normales, han sobrevolado nuestra ciudades, cuando apenas salían de su entorno, en definitiva, ha mostrado mucho más sensatez que la mayoría de los humanos, como queriéndonos decir que siguen ahí a nuestro lado, pero guardando las distancias hasta que cambiemos, porque ¿estamos dispuestos a cambiar? Mi veredicto a más de un año desde aquello es que no, no estamos dispuestos a cambiar. Es más, observo síntomas de que es posible que vayamos a peor, que al individuo en general (con las lógicas excepciones que hay muchas, de lo contrario esto sería terrible) le interesa sobre todo sus intereses primarios, sin pensar en mucho más allá. Es posible que mi visión sea pesimista.

Escribí mucho de todo eso. Escribí lo que reflexionaba y observaba cada día y eso dio lugar un libro que en papel podría estar en las trescientas páginas; pero no está en papel, al menos no lo está aún, sino en formato digital pinchando aquí.



22 septiembre 2021

UNA CHARLA SOBRE LECTURA Y DEPORTE (SOBRE CORRER PRINCIPALMENTE)

 


El jueves, 30 de septiembre, la Biblioteca Pública de Granada me ha invitado a una charla para que hable sobre la alternativa de los libros, la lectura y el deporte (el correr en mi caso) a otros "ocios" más nocivos. Está pensado que acudan jóvenes, que son los más necesitados de ideas estimuladoras, pero no se descarta que acuda gente adulta porque la invitación se envía a los lectores de la biblioteca.

¿Y de qué hablaré? Básicamente de mi experiencia; de cómo yo he intentado (creo que a veces he conseguido) hacer de la lectura y el deporte, de correr en particular, dos de las principales alternativas de ocio que no solo me placen sino que han sido fronteras infranqueables de otros ocios menos saludables. Porque no pensemos que por muy bien amueblada que supongamos tengamos la cabeza no podamos caer en cualquier momento en ocios que inicialmente nos parezcan placenteros pero que al poco se convierten en insalubres. En una sociedad como la nuestra las opciones de caer en pozos profundos atraídos por alegres y cautivadores cantos de sirena son más que probables. Y eso es así porque nuestra sociedad está en permanente venta y compra. En una sociedad sometida al consumo de todo, ni los sentimientos escapan a él. De ahí que el individuo deba de buscar sus rincones de ocio saludable, buscar esos espacios de tiempo libre que le permitan desarrollarse como individuo, hacer lo que le gusta, pero que lo que le guste sea al mismo tiempo saludable; que le haga crecer y no menguar. Luego, pocas cosas hay como la lectura y el deporte para crecer; lectura como ansia de conocimiento y diversión y deporte como estímulo físico y espiritual, que puede ser competitivo, pero competitivo con uno mismo.

Y si tiene sentido para alguien encontrar esos espacios saludables, nadie mejor que para la gente que está en periodo de formación a nivel profesional, educativo y personal. El joven que crece leyendo o haciendo deporte será un adulto mejor que, además, estará revestido de un fuerte armazón que le alejará de otros insalubres.

Pues un poco de todo eso voy a hablar. Hablar, pero no intentar convencer a toda costa. 

He dado un buen número de charlas y conferencias a lo largo de mi vida y siempre he buscado la pureza. De nada sirve ni para ti ni para quien te escucha que te prepares un tema muy bien, pero que no creas en lo que dices. De ahí que cuando me invitan a dar una charla tengo que comprender que se trata de algo de lo que pueda hablar desde el corazón y desde el conocimiento.

Y es eso lo que pretendo hacer el jueves, 30 de septiembre. 

13 agosto 2021

¡VAMOS A LA PLAYA!


Sí, estar unos días en la playa está muy bien. Tiene su encanto. Sobre todo poder mirar al mar de noche y descubrir su misterio. Pero todo eso lo afea la masificación. La abundante gente con sus ruidos, su suciedad, sus soeces varias, su vulgaridad. No todo el mundo tiene esos atributos, pero sí demasiada y todos a la vez en gran cantidad. Además, existe un esnobismo social de acudir a la playa que se palpa en lugares de interior, como si quisieran decir los esnob que quien no lo consigue aunque sea durmiendo en una pensión de media muerte o hacinado y por la cara en un piso de un pariente, que se convierte en patera en estas fechas, se trata inmediatamente en un apestado social. Luego llegó el boom de la segunda residencia y todo el mundo quiso tener su pisito o apartamento en la playa porque pasar julio y agosto en la ciudad, en el piso en el que resides todo el año no es más que pertenecer a esa clase desclasada de ciudadanos que no ha sabido sacar unos euros aunque sea arruinándose en una nueva hipoteca para poder comprar un trozo de habitáculo que permita escapar de la calina que emite el alquitrán de las ciudades que no disponen de mar. ¡Ay, las apariencias de riqueza y burguesía! Hay que huir como de la peste de estas ciudades, que tan solo son útiles para vivir el resto del año. Lo glamuroso, lo realmente chulo es irte a tu apartamento de la costa y contar tan solo lo bueno de ello (que lo hay, por supuesto) pero no lo negativo, lo desagradable: las enormes colas en tiendas y restaurantes, normalmente concebidos para una población más normalizada y no masificada, la imposibilidad de plantar la sombrilla en primera línea de playa a no ser que reserves el lugar a las siete de la madrugada y, digo yo, si estás de vacaciones para levantarte a las siete de la mañana qué tipo de vacaciones son estas, suponiendo que el fin de uno sea tostarse en la playa, que es el caso (eso sí, me gusta leer en la playa a partir de las ocho de la tarde, cuando esta se suele quedar quieta y exenta de masificación, que no siempre es así ni a esas horas vespertinas. Además, hay otros muchos inconvenientes que pocos nos cuentan como pueda ser, por ejemplo, las fiestas en pisos aledaños al tuyo, que has pagado no ya con los ahorros sino con otra hipoteca, en ocasiones coetánea a la principal del piso en el que resides. Y si no hay fiestas, que las habrá porque para eso estamos de vacaciones (dicen muchos) y cada vez se respeta menos al prójimo, encontrarás que te pisa en el piso de arriba familias muy numerosas y alborotadoras y las que vienen a visitar parientes descarados cargados también con familias inmensas y alboratadoras, por lo que ese adorado apartamento que te compraste con tus esforzados ahorros se convierte en un verdadero suplicio y que ni tan siquiera está en primera línea de playa porque los que están en primera línea de playa se construyeron en los años setenta y los nuevos ya van por la quinta línea y nos ves ni un centímetro de mar. Comprarte un piso en la playa y no ver un centímetro de mar es, quizá, lo más dramático de todo.
Sí, claro que me gusta el mar, nada es tan estimulante para la mirada y la imaginación, pero está ocupada, sí, totalmente ocupada por la zafiedad y el mal gusto. No quedan apenas paraísos porque los han ocupado las hordas.
Al hilo de lo que decía sobre la opinión que se suele tener de los que nos solemos quedar en las ciudades en julio y agosto, esgrimiré en mi defensa, que pocas cosas más agradables de ver que una ciudad totalmente vacía, sobre todo en la mayoría de los días de agosto. Una ciudad para ti en la que las terrazas de los bares no invaden ni hacen ruido porque, en muchos casos, son inexistentes, donde no hay apenas ruido de niños chillones ni de gente vulgar que da voces o ensucia, donde no hay ruido apenas de vehículos porque, sencillamente,  casi son inexistentes. Sí, podría decir que es el aspecto que más me gusta de la playa, que se pueble de gente para que los pringados, esos que no acuden a la playa por decisión propia casi siempre puedan disfrutar de la ciudad como no es posible hacerlo el resto del año. 



29 julio 2021

MATADEROS DE CRISTAL



                                                  Por José Antonio Flores Vera


Hasta hace bien poco no solían programar en televisión imágenes de animales agónicos en mataderos y granjas industriales. Era, y sigue siendo en gran parte, un mundo cerrado en el que las prácticas abusivas y terribles a animales, que luego serán comida para las personas, son muy frecuentes, sino inherentes a la actividad. En la intimidad y nocturnidad (literalmente) más absoluta se perpetran horribles atrocidades propias de un campo de concentración a aves, cerdos, terneras, becerros, bueyes, toros (cuando no sirven para la lidia), conejos, corderos, chotos…la lista es tan amplia que da verdadera congoja, tan solo enumerando a los mamíferos vertebrados porque hay un sinfín de prácticas similares o más perniciosas a otras especies (por ejemplo a las cigalas y otro tipo de crustáceos se sumergen vivos en agua hirviendo o son asados aún con vida en planchas y barbacoas para poder ser servidos como alimento ante la vista de los comensales en muchos casos). Millones de estos animales y otros (porque hay culturas que también sacrifican otras especies que no suelen sacrificar otras, como el caso de los perros y gatos en algunos países orientales, práctica que ya va cesando) son sacrificados cada día en todo el mundo. Pero no se trata tan solo de que sean sacrificados, sino que son maltratados desde que nacen, en su inmensa mayoría, humillados, haciéndolos entrar por su propio pie en el matadero (es tan cínica la legislación, que si no entran por su propio pie en el matadero no son válidos para consumo humano), y lo hacen a empujones, sino agredidos, punzados, apaleados, para después, en muchos casos, ser encerrados en mínimas jaulas o chiqueras donde enferman muchos de ellos de estrés o de ansiedad, de miedo en definitiva, como la imagen que pude ver en televisión hace muy poco de un cerdo que casi desfallecía de ansiedad y de miedo dentro de una ínfima jaula e intentaba llamar la atención con una de sus patas al cámara que lo grababa. Todo eso lo sabemos porque algunos empleados con alma lo han confesado y porque muchos investigadores lo han podido grabar de manera furtiva con sus cámaras. Admiro mucho a esos investigadores porque se trata de gente adscrita a movimientos animalistas, gente que dedica parte de su vida a la defensa de los derechos de los animales y tragan sus nauseas, su rabia, su compasión y sus lágrimas para que el mundo pueda ver lo que ocurre tras esos gruesos y tristes muros. Gracias a esa labor mucha gente está abriendo los ojos y habrá gente, por supuesto, que no los abrirá jamás porque la humanidad es muy diversa en cuanto a sentimientos y pensamientos. Hay gente que piensa que estos animales nacen para nuestro consumo, pero no es cierto en absoluto. 

Ha dicho el escritor sudafricano John Maxwell Coetzze, premio Nobel de Literatura en 2003 lo siguiente:  «Si hubiera un matadero de cristal en medio de la ciudad, un matadero al que la gente pudiera acercarse a escuchar a los animales chillar, a ver cómo son masacrados sin piedad, quizá cambiarían de idea» (Conferencia del 30 de junio de 2016 en el Centro de Arte Reina Sofía, de Madrid). Es una frase tremenda y sobrecogedora que ha repetido en sus conferencias por medio mundo; una frase que no muestra barroquismo alguno y nos da a entender que determinadas ramas industriales (la cárnica en este caso, pero tal vez más de las que pensamos) no mostrarán jamás qué ocurre puertas adentro porque en ese anonimato, en esa opacidad se encuentra la razón de ser de su negocio, a pesar de que existen inspecciones, rutinarias las más de las veces. 

Lo que dice el escritor Nobel es algo que todo el mundo supone pero que le cuesta ver porque la imaginación o el pensamiento jamás tendrán la acción testimonial de la visión y como eso es conocido por quienes llevan a cabo esas prácticas, bien porque es su trabajo o bien porque es su negocio, la manera más directa de evitar que el mundo conozca nada de lo que ocurre es dejar que sigan imaginando sin llegar a ver. Sin embargo, como decía al principio, las cámaras de televisión y la irrupción de las redes sociales (que algo positivo han de tener) cada vez penetran con  más facilidad en estos lugares y denuncian con imágenes lo que no basta denunciar con palabras. Y eso está generando cambios legislativos en muchos países (sobre todo los más avanzados), así como la forma de alimentarnos, sobre todo las generaciones más jóvenes, porque no está justificado ni es moral ni ético, muchos menos compasivo, que la gente no conozca, en realidad, qué ocurre cuando un filete llega a su mesa. 

Y, por supuesto, aquí no estamos hablando del efecto invernadero que provoca la ganadería industrial intensiva, ni de sus perversos efectos para el medio ambiente, ni de su escasa sostenibilidad, nada de eso, porque eso habría que dejarlo para los especialistas, sino de algo tan elemental y común como es la humanidad y la compasión hacia otros seres vivos que por el mero hecho de que no hablen o no piensen (o al menos eso creemos) no merecen el castigo que se les infligen para poder servir de consumo humano, pudiendo (como podemos) comer otros alimentos más éticos y sostenibles como la ciencia nutricional más avanzada o la ONU o la FAO no cesan de aconsejar.



04 julio 2021

EL RETO DE LLEGAR A ONCE KILÓMETROS

Mi reinvención como corredor apasionado y habitual comenzó hace muy poco. Una lesión de esas paralizantes me dijo al oído que iba a acabar con mis días como corredor. Pero no la escuché. E hice bien porque de haberlo hecho ahora estaría lastrado y probablemente deprimido, aunque uno no es muy dado ni a una cosa ni a la otra. El caso es que, como ya he contado, desde enero, tras varios intentos fallidos de fisioterapia en fisioterapia, encontré la adecuada (profesional, Cristina) y la lesión comenzó a remitir aunque no a curar del todo porque pocas lesiones serias se curan del todo. Lo importante es que aproximadamente sobre el mes de febrero comencé a dar los primeros pasos tras muchos meses sin darlos.
   Los primeros entrenos no fueron de más de seis u siete kilómetros hasta comprobar al poco que podía asumir alrededor de ocho. Llegaba a casa y aunque parecía que el dolor (se trata de una tendinosis aquilea crónica) no aparecía, a la mañana siguiente nada más salir de la cama sí aparecía, pero ya no se trataba de aquel de unos meses atrás que me impedía casi andar; se trataba de una molestia permanente más que de dolor en sí. Por tanto, me atreví a seguir sumando kilómetros, que se iba calmando con el paso del día. En los ocho estuve durante bastante tiempo porque, hay que decirlo, el estado de forma había caído lo suyo y me costaba llegar a más. Comprobaba que la lesión seguía ahí, claro que sí, pero por entonces ya había incorporado una rutina exigente de estiramiento diario (estirar, siempre estirar, aunque no haya lesión alguna), ejercicios específicos y me había hecho con una pistola de masaje. Todas estas cosas juntas comenzaron a ayudarme de manera espectacular tras las seis o siete sesiones de ondas de choque en fisioterapia.
Al poco ya no eran ocho los kilómetros acumulados por sesión (no más de dos a la semana), sino que podía asumir perfectamente nueve y diez kilómetros. Al mismo tiempo, con sorpresa para mí, ya podía hacer tres sesiones a la semana y lo que es más importante dos sesiones en dos días continuados, algo que era casi imposible meses atrás.
Hasta que ayer conseguí llegar a los once kilómetros, sin dificultad aeróbica y a un ritmo ya algo superior de cinco minutos y cuarenta segundos el kilómetros (en mis sesiones anteriores era difícil bajar de seis minutos el kilómetro). El resultado ha sido que esta mañana tenía la zona del Aquiles inflamada como suele ocurrir siempre, pero es algo normal porque a medida que pasa el día e inicio estiramientos y automasaje, comienza a bajar la inflamación. Lo importante es que aunque aún exista inflamación el dolor postsesión de entrenamiento ya no es paralizante. Por supuesto sé que aumentar a doce kilómetros o más aún no es posible, pero llegar a los once (que antes de la lesión era bastante rutinario para mí) ha sido un reto conseguido importante. Y en esa distancia seguiré, alternando con nueve y diez kilómetros.
Las lesiones son muy jodidas, amigos, pero si se consigue gestionarlas con cabeza, paciencia y sentido común son superables.


18 junio 2021

ACERCA DEL PRIMER BORRADOR DE UNA NUEVA NOVELA DE TÍTULO PROVISIONAL: UN MENSAJE DESCONOCIDO

Ayer, día 17 de junio, escribí la mágica palabra «FIN» a una de las novelas en las que estoy trabajando, de título aún provisional Un mensaje desconocido.

Esta novela comenzó a fraguarse hace algunos años y pretendía ser una novela corta continuadora del relato de mismo título publicado en mi libro Conversación en la taberna y 41 relatos. Fue creciendo, extralimitando los muros de lo que podría considerarse una novela corta, para convertirse en una de tamaño medio: cuenta en su primera redacción con cerca de 72.000 palabras, que para un libro de tamaño estándar supondría unas 350 páginas. 

Se trata de una novela que aborda elementos sobrenaturales y misteriosos, impregnados de la cotidianidad normal de que me gusta impregnar mis relatos y novelas.

Como es preceptivo, ahora reposará algún tiempo antes de comenzar el trabajo, desde mi punto de vista más importante: la reescritura. 

Me considero un autor que suele ser bastante fiel a la redacción original de un texto literario, pero es inevitable que sufra modificaciones, muchas de las cuales serán importantes. En una primera escritura no es conveniente detenerse demasiado en estructura y posibles incoherencias, así como en un desarrollo no completo de los personajes, entre otras muchas cosas. Todas estos elementos quedan para esa reescritura, que sufrirá una segunda antes de ser enviada a un grupo selecto de escritores cero y, posteriormente, a revisión profesional. Si, finalmente, acaba en una editorial es inevitable que pase por el matiz y filtro de ésta; de lo contrario, si se publica en Amazon de manera independiente, que es como estoy publicando mis últimos libros, ese filtro se detendrá, además de lo que se admita como válido de las sugerencias de los escritores cero, en la revisión profesional a la que será sometida. Un proceso arduo que suelo asumir con bastante tranquilidad. Son pasos muy estrictos y delicados que hay que dar para que el producto literario cuente con la calidad suficiente en el mercado literario. 

Por lo pronto, queda el disfrute de haberla escrito y del que vendrá, junto a grandes rasgos de sufrimiento, en la reescritura. 


17 junio 2021

RELATO: LAS CUATRO ESQUINAS (INCLUIDO EN EL LIBRO PÉRDIDA Y OLVIDO)

Siempre suelo decir que mi creación literaria no bebe de la memoria, y esto es cierto por lo general, aunque no siempre. Por ejemplo este relato sí bebe de aquélla o, al menos, de lo que mi memoria actual conserva. Este relato se titula: 

LAS CUATRO ESQUINAS*


Aunque la taberna Las Cuatro Esquinas no abría hasta las cinco y media de la madrugada, era habitual que Andrés ya tuviera amarrada su vieja mula en la fuerte argolla de hierro incrustada en la fachada encalada, a las cinco. Encendía el tercer celtas cortos y ordenaba mientras abría el zurrón, en el que portaba los aperos de labranza y el almuerzo, que no era más que un trozo de tortilla de patatas que había sobrado de la cena, que su mujer le guardaba, añadiendo si acaso unos trozos de queso en aceite y pan. Sabía que era dado a la comida frugal porque, Andrés, siempre había preferido beber. Es por eso por lo que estaba ansioso y comenzaba a mirar el reloj, cada vez con más insistencia, porque era raro que Manuel abriera la taberna después de las cinco y media. Manuel ya sabía quién le estaba esperando, tras repetirse esa escena casi todos los días, hasta el punto de preocuparse si algún día llegaba a la calle solitaria para abrir su establecimiento, pero no estaba Andrés esperándolo. Por suerte, llegaba a los pocos minutos, mientras él encendía las luces, conectaba la cafetera y abría la otra puerta que daba a la calle más ancha. En varias ocasiones, Andrés no apareció, pero era su mujer, Rosario, la que, sin entrar, asomaba la cabeza a la puerta de la taberna, aún casi vacía, y anunciaba a Manuel que su esposo había pillado la gripe, pero aun en esos días febriles, Andrés sacaba fuerzas de aquel cuerpo pequeño y brioso y acudía a la taberna, a eso de las ocho de la mañana, una hora intempestiva para él. No obstante, eso ocurría muy poco; acaso, un par de veces cada dos o tres años, porque lo habitual era que ya estuviera tomándose su primera copa de anís fuerte a las cinco y media de la mañana, que él mismo se servía, casi siempre, mientras Manuel llevaba a cabo todos esos preparativos para poner el negocio en marcha.

Solía decir a todos los clientes (en realidad, todos amigos), sin dejar la copa en la barra ni un segundo, que esa mañana tenía que regar alguna de sus hazas en la vega, quitar las malas yerbas, escaldar la tierra o abonar, en función de la época del año; y si era verano, mas valía que lo hiciera antes de las once de la mañana, porque después sería imposible, cuando el sol estuviera por encima de su cabeza, abrasándole con los casi cuarenta grados que acostumbraban a marcar los termómetros en aquella parte del sur de la Península. Pero, daban las siete de la mañana, y Andrés aún seguía asido a su enésima copa de anís, viendo cómo entraban y se marchaban raudos todos los campesinos y la- bradores, clientes habituales de Manuel, que tomaban el café de un sorbo y se llevaban dos o tres medidas de aguardiente o coñac, en botellas de cerveza de un quinto de litro. En ocasiones, les pedía a sus vecinos de predio que le fueran abriendo la compuerta de la acequia, para que se fuera regando su haza, que él llegaría en unos minutos. Pero casi nunca llegaba. Y como ya lo conocían, era habitual que sus propios vecinos de finca regaran por él. Sabían que, cuando volvieran al bar de Manuel a tomar unas cervezas o unos vinos, una vez concluidas sus tareas agrícolas, él aún estaría allí; no ya con una copa de anís en la mano, sino con un vaso de vino para el que rechazaba la tapa, y agradecido por la labor de sus vecinos en su haza, los agasajaba hasta cansarlos, no dejándoles pagar ninguna de sus consumiciones ni dejándolos marchar. Incluso, era habitual que alguno más piadoso, acarreara con la mula y la llevara al establo de Andrés, para que el pobre animal no tuviera que sufrir la penuria de las muchas horas atada, dócil y silenciosa, a la argolla de la fachada de la taberna, sobre todo, en los meses del estío. Pero eso se solucionó fácilmente, cuando Andrés cambió la anciana mula, que pasó sus últimos días en un picadero, por una mobylette, ciclomotores eficaces y útiles, que estaban comenzando a llegar al pueblo y que era como una bicicleta con motor. Entonces, ya no había razón para que no pudiera estar en la taberna de Manuel todo el tiempo que quisiera, refiriéndose sin parar, con una copa de anís o un vaso de vino perenne en la mano, a las muchas tareas que tenía que hacer en el campo esa mañana y para las cuales madrugaba cada día.


* Las cuatro esquinas está incluido en el libro de relatos cortos Pérdida y olvido, disponible en Amazon. Puedes acceder desde aquí a la página del libro. Disponible en eBook y papel.


14 junio 2021

«ESO ES MUY MALO SUDANDO»

-¡Eso es muy malo sudando!
Yo dejaba caer el agua de la fuente sobre mi cabeza, mientras escuchaba esa frase de advertencia. Siempre lo hago con temperaturas altas. Nada hay más placentero que estar en la mitad de una ruta de entrenamiento y poder sentir cómo el agua fresca recorre tu cabeza y se desliza a través del cuello apagando el fuego de la alta temperatura. Ese agua se va fundiendo con el sudor y los primeros metros tras reanudar la ruta son también deliciosos al percibir el frescor del agua. 


Estaba en algún punto de la vega y me faltaban unos tres kilómetros para acabar mi entrenamiento y llevaba ya recorridos casi el triple de esa cifra. Eran más de las doce del mediodía y el termómetro en plena ola de calor debía estar en los treinta y cuatro grados, sino más. Por tanto, tenía sentido lo que me decía ese hombre de campo, de edad avanzada y con una sabiduría popular muy certera. Le expliqué que lo era, pero no si se hacía bien: refrescando los centros de refrigeración del cuerpo: nuca, frente y muñecas, y bebiendo poca agua y a pequeños sorbos. Se tranquilizó. «Una vez vi a un corredor que bebió agua y se mareó», me dijo a modo de título de  la explicación. Posteriormente se detuvo y fue más detalloso: iba el hombre por un camino y vio cómo un corredor iba perdiendo el conocimiento, y con esa pérdida el equilibrio, tras beber agua en abundancia en una fuente. La bonhomía del hombre hizo que se acordara de aquel suceso y me quiso advertir. Podía haber hecho caso omiso, seguir su ruta sin más, pero decidió prevenirme. E hizo bien, porque cuando un corredor es novato, cuando hemos sido novatos, cometemos esas imprudencias y, quizá por eso, dejamos de cometerlas cuando somos veteranos. Y así se lo expliqué, asintiendo el hombre con la tranquilidad de a quien se le ha aclarado muy bien alguna duda que albergaba. 
Correr tiene este tipo de cosas; correr cuenta con estas anécdotas humanas y especiales. Es una de las facetas que siempre más he admirado cuando me han ocurrido y es por ello, tal vez, por lo que me empujé a escribir mi libro Corriendo entre líneas, el cual está plagado de ellas, y así las conté (la mayoría de ellas) en este blog con anterioridad a plasmarlas en el libro.
¿Y me preguntáis por qué me gusta correr? Entre otras muchas cosas, por las grandezas que se viven en ruta.

02 junio 2021

UNA SOCIEDAD CADA VEZ MÁS HEDONISTA

 Cuando el virus se cebaba con todo el planeta o eso nos dijeron, llegué a considerar en serio que la humanidad iba a dar un importante vuelco hacia la sensatez, pero me asomo a mi terraza y veo la del bar de enfrente y concluyo que no, que nada ha servido para que el humano hiciera autocrítica. Veo a hordas de gente vociferante ansiosos de consumir, pugnando por encontrar una mesa y sentarse en mitad de la vulgar acera intentando imaginar paraísos que solo tiene en su imaginación. No hay más.


sería injusto si considerara que lo que veo desde mi terraza es el resumen del comportamiento de la humanidad. No en absoluto, porque de ser así estaríamos más que perdidos, aunque es un ejemplo bastante representativo, que se extiende a lo largo y ancho de cualquier punto geográfico, confirmándose que el hedonismo mal entendido ha cogido las riendas de la existencia de muchas personas. Por el contrario, hay gente muy decente que ha sabido tomar nota de la situación del planeta; que ha comprendido que el planeta, como órgano vivo necesita lo que le dimos en los primeros meses del confinamiento. La mala noticia es que esa clase de gente es poca en comparación con la que ha decidido hacer de este mundo una especie de uso tangible, sin importarles el medio ambiente, los animales o, sencillamente, el respeto a los demás.

Los vociferantes de la terraza de enfrente se complementan con los gritos de sus hijos a los cuales les han colocado unos parques infantiles la mar de cómodos junto a la terraza del bar. Y aquí habría que considerar también la ineficacia municipal, el no saber considerar que existen otras personas ajenas con derecho, sencillamente, al descanso o, simplemente, a no estar contaminado de ruído. Ayuntamientos que facilitan el caos.

Y es que la sociedad está a una letra de denominarse suciedad. Una suciedad que creamos los humanos por pensar que somos lo únicos dueños de la creación. Pero para crear hay que tener valores y reflexionar. No es posible ser responsable de nada sin valores y sin reflexión. Ese es uno de nuestros principales déficits. 

Creer que el ser humano, por serlo ya es garante del orden y la preservación del planeta es el principal error (inducido, en mi opinión) que históricamente ha cometido la humanidad. Tras la pandemia o aún saliendo de ella, yo ya tengo claro que la humanidad ha dado un paso atrás, se ha vuelto aún más egoísta e inconsistente, ha interpretado que es posible que el futuro no exista y ha decidido arrojar a la alcantarilla lo poco que vislumbra de él. Lo creo firmemente por lo que observo a mi alrededor. Cada vez interesa menos la reflexión, la lectura, el arte, el silencio o sencillamente una vida consecuente con lo que nos rodea, principalmente, el medio ambiente y los animales. Sí, lo creo firmemente porque lo veo cada día. Pocas personas escapan a ese aciago futuro.



30 mayo 2021

AGOTAMIENTO (DIARIO IDEAL, 30/5/2021)


Hay agotamiento. Los ciudadanos dan muestras de agotamiento en su comportamiento. También las Administraciones Públicas ofrecen lecturas nada disimuladas de agotamiento y se arrojan los trastos a la cabeza las unas a las otras. Las Comunidades Autónomas recriminan al Gobierno central que haya eliminado el toque de queda, dejándolas inermes; y los municipios critican a las Comunidades Autónomas por los cierres perimetrales, que consideran caprichosos. Todo el mundo ya está agotado y la poca luz que se ve al final del túnel provoca que el agotamiento se convierta en ansiedad.
Lo ves en las calles, en las terrazas, en las playas; lo deduces de los discursos de los políticos cuando un día afirman lo contrario de lo que afirmaron el anterior. Todo el mundo está agotado.
Y con ese agotamiento en el cuerpo y en el alma la gente se agarra a lo que puede, ya sea la vacunación o el alcohol. Porque los políticos están preocupados por el excesivo consumo de alcohol que beben los jóvenes, que beben y beben como si no hubiera un mañana. Porque eso es también síntoma de agotamiento. Y de desesperanza. No es nada nuevo, ya se decía en la antigua Roma.
Desesperanza en el futuro, que ya era oscuro antes del virus. Y eso también forma parte del agotamiento. Y si una sociedad da muestras de agotamiento no dispondrá de energía suficiente para afrontar el futuro.
Aunque es posible que el futuro, tal y como lo concebimos, ya no sea más que un producto de la imaginación. Eso ya lo advirtió Henry David Thoreau en su obra Walden al decir que «cuando un hombre reduzca un hecho de la imaginación a un hecho de su entendimiento, preveo que todos los hombres establecerán su vida sobre esa base».
Y es que la clave está en entender cómo saldrá de todo esto la sociedad, es decir, en qué situación quedará el mundo tras una pandemia universal; la primera pandemia universal moderna. Entender si seremos mejores seres humanos o, por el contrario, agotados y desesperados, mucho peores.
Cuando en los primeros compases del confinamiento se alzaron voces sobre lo necesario que era que el mundo se detuviera por un tiempo, mucha gente comenzó a albergar esperanza. No eran voces mesiánicas, sino contrastadas. De gente con discursos serios, con empleos serios, con libros escritos serios, con estudios serios. Gente solvente. Asimismo, los amigos del medio ambiente y de los animales se felicitaban por la vitalidad que estaba adquiriendo el planeta. Incluso las grandes agencias espaciales publicaron fotos con las pruebas de esa vitalidad de la tierra, que parecía sonreírnos desde esas fotos y decirnos: «seguid así, chicos, lo estáis haciendo bien». Animales salvajes se acercaban a los núcleos urbanos y a las costas, y especies que se presumían no existían comenzaron a pasear cerca de los humanos. Fue entonces cuando rebrotó la esperanza. Pero la esperanza no es más que un producto de la imaginación y no del entendimiento. De ahí que durara tan poco.
Porque el sistema no puede detenerse, dijeron los más interesados en que el sistema no se detuviera. No es el mejor sistema, pero es nuestro sistema, justificaron. Y la vorágine de los días, y el confinamiento que no terminaba y las restricciones que aumentaron y las mascarillas que afloraron y la desesperanza en general hicieron el resto.
Creo y creemos muchos que se perdió una gran oportunidad al no saber convertir la imaginación en entendimiento. 
El medio ambiente se ha vuelto más gris y los animales salvajes ya no pasean entre nosotros. 



26 mayo 2021

BARON NOIR (SERIE FRANCESA -HBO, 2016-2020-)

 

QUIENES en su día vimos embelesados aquella mítica serie francesa titulada Braquo, que constó de 32 capítulos a lo largo de 4 temporadas (2009-2016), descubrimos que nuestros vecinos gabachos saben hacer buenas series, además de buen cine (eso ya lo habían demostrado desde siempre).
Reconozco que, desde entonces, no había visto ninguna serie francesa más, pero sí mucho cine. Por supuesto, me arrepiento de no haberlo hecho. Y cuento esto porque hace no mucho tomé la sabia decisión de ver Baron Noir, que emite la plataforma HBO y que consta de 24 capítulos a lo largo de 3 temporadas.
Baron Noir es una serie negra sobre la alta política francesa, que no por ser ficción está alejada de la realidad, la cual seguramente es mucho más cruda de lo que la serie cuenta. Una serie negra, al más puro estilo del "noir" francés, que no se permite ni un minuto de humor (algo habitual en el cine francés, pero no tanto en las series) ni de un minuto de relajación para que el espectador no se despiste y vea cómo su adrenalina va surcando por sus venas hasta llegar a su cerebro, preguntándose constantemente si todo lo que ve ocurre en el mundo real. Pues os diré, amigos míos, que sí, que seguramente sí ocurre; lo sabemos, porque quienes vivimos muy cerca de Francia y compartimos con ellos más valores de los que suponemos y ya sabemos cómo se la juegan los creadores de la Revolución política más importante de todos los tiempos que cambió para siempre la forma de entender poder y hasta el mundo. Nadie mejor que ellos conocen los entresijos políticos y por eso son tan buenos haciendo este tipo de series. 
A diferencia de las series del mismo estilo americanas o, incluso, británicas, Baron noir supone para nosotros, sus vecinos españoles, algo muy familiar, que nos habla con un lenguaje que conocemos porque es común entre nosotros, a pesar de la diferencia de forma política del Estado: el nuestro monárquico, el suyo republicano. Partido socialista francés, de estructura muy similar al español, Unión Europea, Euro, Gran Deuda Fiscal y los ajustes y multas de la UE cuando se incumple, congresos de partido con infinitas puñaladas...
Obviamente aquí no vamos a ver a un Jefe de Estado monárquico, sino republicano, con mucho más poder (en teoría) y más conectado con el gobierno del país, formado por el primer ministro y su gabinete de ministros. En este sentido, sería fundamental que esta serie fuera vista por los muchos republicanos españoles que sueñan por ver convertido su país en una República, entre los que me cuento. Y lo digo no con velada mordacidad crítica sino como aprendizaje de lo que nos esperaría: más poder de partido a cambio de eliminar para siempre a nuestros Borbones, tan corruptibles ellos, que son (vaya paradoja en este caso) de ascendencia francesa. 
No me alargaré más. Tan solo aconsejo a los lectores de este blog que se den una oportunidad y ven Baron noir si les gusta este tipo de series o si les gusta, sencillamente, la trama de alta política existente en cualquier país. Seguramente no se arrepentirán. 

24 mayo 2021

CORRER BAJO LA LLUVIA PARA CURARME

 Los dos última ocasiones en las que el agua ha caído casi torrencialmente en Granada he salido a correr. No se trata de que la lluvia me haya cogido desprevenido corriendo en algún punto remoto de esos caminos de vega que frecuento, sino que he optado por correr con la lluvia ya comenzada. He de reconocer que es mucho más agradable que la lluvia te coja ya en ruta, mucho más que dar el primer paso y que un reguero de agua penetre en tu cuello (porque jamás uso gorro), pero una vez superado ese primer momento incierto e incómodo todo son parabienes y poco a poco te vas mezclando con la lluvia que cae del cielo y con la que pisas en el suelo.

La última vez que lo hice fue ayer domingo, 23 de mayo. Cuando acababa de pasear a mi perro Odín comenzaron a caer las primeras gotas, de las que huimos porque mi perro no es un perro que se lleve bien con el agua en ningún sentido, a otros los ves pasear bajo la lluvia como si nada pasara, pero el mío, no; el mío huye de la lluvia. Así que fue en esos momentos cuando forjé la decisión de correr, cambiarme rápidamente y vestirme con malla técnica larga (porque también era baja la temperatura) y chubasquero. La idea era acumular tan solo ocho kilómetros porque el día anterior había acumulado diez y medio; y aunque estoy saliendo del bache de la lesión aquilea, no es conveniente jugar con el diablo en estas cosas.

Planeé un recorrido en el que había ciudad, asfalto y camino. Sabía que el camino estaría embarrado porque la lluvia era cada vez más intensa, pero aún así, nada me detuvo. Ya no me importaba esquivar los charcos que sí esquivaba en los primeros kilómetros. Ya daba igual, lo importante era sumergirme en ese mundo mágico de la lluvia bajo la épica de los kilómetros. La lluvia fue arreciando poco a poco y es obvio decir que no me encontré a ningún corredor. 

Eso hizo más especial mi gesta, que no es una gesta de héroe, sino una gesta personal. Una opción nacida del libre albedrío que me sirve para congraciarme con el mundo, la naturaleza y conmigo mismo.

Además, ayer era un día que necesitaba resetear la mente porque lo que ahora me interesa no es otra cosa que ir alejándome poco a poco del mundanal ruído, de las cosas que antes tenían un sentido, pero ya no.

Porque la vida es demasiada ingrata; y demasiada corta para desperdiciarla con malos rollos. 

Y correr es el antídoto verdadero. Al menos, lo es para mí.

Tal y como sospechaba, cuando acabé mi ruta, mientras estiraba en la puerta de casa, ya bajo techado, no recordaba cuáles eran esos malos rollos: correr bajo la lluvia me había curado.

¡Gracias, de nuevo, correr!

¡Gracias, de nuevo, correr bajo la lluvia!




19 mayo 2021

SOY CORREDOR (DEL LIBRO CORRIENDO ENTRE LÍNEAS)





Comentaba en algún sitio que lo importante es que llegue el día en el que digas sin fisuras y con convicción espartana: soy corredor. Pero ese momento no llega ni de manera automática, ni como resultado de una metamorfosis mental inmediata. Ese día llega porque así lo has experimentado y así lo sientes como consecuencia de un proceso continuado. Antes de eso, todos hemos jugueteado en alguna ocasión con esa presunción, afirmando en la primera ocasión que se nos ha presentado: 'soy corredor'; probablemente porque haciéndoselo saber a nuestros interlocutores nos reafirmamos más en ese papel que anhelamos. En otras ocasiones, cuando aún estamos en esa fase indiciaria previa a ser corredor, nos hemos acercado a alguna tienda especializada y nos ha elevado sobremanera vernos inmersos en viva charla con otros corredores que sí lo son. Hemos preguntado por una marca y modelo de zapatilla técnica y cuando nos ha sido entregada, nuestras cejas se han enarcado como queriendo transmitir criterio y conocimiento acerca de la mercancía solicitada. Incluso, es posible que a la primera de cambio nos hayamos sorprendido intercambiando opiniones sobre carreras que, en algunos casos, no hemos corrido pero que pretendemos hacerlo en breve. Hemos escuchado a dos corredores hablar de la última maratón en la que han participado y en nuestro fuero interno nos hemos sincerado con nosotros mismos diciéndonos que aún estamos lejos de esas metas.
En otras ocasiones hemos acudido a comprar algún producto idóneo a algún herbolario, de esos que a veces solemos comprar los corredores, y no hemos dudado un segundo en decir al dependiente o dependienta que nos dedicamos a correr. O, incluso, en ese afán de convertirnos en corredores rápidamente hemos sido presuntuosos con nuestra delgadez cuando alguien nos ha comentado que nos ve más delgado. 'Es porque soy corredor', solemos responder. Son fanfarronadas inocentes e útiles que ayudan a crecer, como siempre mantengo.
Y qué decir cuando nos hemos ido apartando de manera voluntaria de fastos y farras, ante la extrañeza de nuestros amigos o pareja por nuestra decisión de prescindir de aquella fiesta o esta boda, esbozando una sonrisa, al tiempo que diciendo aquello de que 'no voy a ir porque no bebo y, además, me es muy molesto el humo del tabaco. Es más, mañana tengo que entrenar'. Y eso no es ficción, ya que a todos los corredores (o a casi todos) tarde o temprano nos ocurre. Un conocido mío, gran corredor, incluso pactó con una hermana si habría sala de no fumadores en un evento familiar.
Y también ocurre otro tanto con las comidas. Lo perciben tus compañeros de trabajo en los desayunos o en las cervezas del mediodía. Del suizo mixto que pedías habitualmente pasas a la media tostada de pan integral con aceite; y del tubo de cerveza pasas a la cerveza sin alcohol. Y claro, ellos que aún no saben que corres de manera cada vez más regular acaban por preguntarte el porqué de tus nuevos hábitos alimenticios.
Y toda esa travesía del desierto es la que, sin tu saberlo, paso a paso, te va convirtiendo en corredor, así que cuando ya lo eres todos esos hábitos inusuales, que quienes te rodean a veces censuran, son tu mejor carta de presentación. 
Es con el movimiento, la dedicación y el ejemplo cuando todos comprenden y acaban por respetar que eres corredor, con todo lo que eso conlleva.

ESTE LIBRO ESTÁ DISPONIBLE EN VERSIÓN DIGITAL EN AMAZÓN EN EL SIGUIENTE ENLACE: 






14 mayo 2021

ESCRIBIR ¿PARA QUÉ?

¿Por qué escribimos los que escribimos?  ¿Pretendemos hacernos famosos? ¿Vivir de la literatura? ¿O, sencillamente, escribir es nuestra rendida vocación?

Nada de eso. O, al menos, nada de eso encaja en mi concepción de escribir.

No hace mucho, me planteé no seguir escribiendo, pero al poco caí en la cuenta que lo que no quería, por ahora, era seguir publicando, en un mundo en el que cada vez es más difícil vender libros, mucho menos si no son de un género demandado, que no son muchos: histórica, thriller, romántica y poco más, y todo eso si hablamos de géneros literarios, porque no haré referencia a otro tipo de seudoliteratura, de libros que se venden como churros porque lo firma un alguien determinado con mucha hondura mediática, pero carente de talento literario. 

Sin embargo, no me refiero a nada de eso. Me refiero a gente normal que escribe y que lo hace, casi siempre, de manera independiente, como es mi propio caso. Y que, además, no frecuenta ninguno de esos estilos, sino otros que salen de mi propia concepción de la literatura, historias o libros que me gusta escribir porque sí, sin ataduras ni directrices del mercado. A eso me refiero.

Y por eso decía que confundí no escribir más con no publicar por ahora; y mucho menos me interesa vagabundear por las redes sociales para que compren mis libros, ni decir cosas que puedan parecer interesantes para captar lectores. Nada de eso. Yo no sé hacer eso, pero tampoco quiero. Mis lectores son los que son y serán los que serán, nada más. Y a estas alturas, ya sé quién no me va apoyar jamás, por muy cercano que esté a mí. Lo realmente emocionante es que un buen día entres en Amazon y compruebes que alguno de tus libros ha sido descargado o leído (que no es lo mismo), en algún lugar del territorio donde opera Amazon Estados Unidos, Amazon México o Amazon Alemania, o cualquier otro lugar. Eso sí que es emocionante. Y lo es porque sabes que quien está comprando tu libro es alguien que no sabía segundos antes que tú existías (y sigue sin saberlo) y tan solo le interesó la temática o el argumento del libro, que es lo que realmente debe de existir para el lector. Eso es muy emocionante, pero tampoco tiene nada que ver con escribir en un sentido puro.

Siempre he concebido la literatura como algo muy relacionado con el libre albedrío y la libertad de elegir. Cuando comienzo a leer una novela, al margen de los autores que tengo como referencia, jamás veo la biografía del autor, previamente. La leo sin más, porque no busco que ese autor me impresione ni saber qué ha hecho o está haciendo con y en su vida. Simplemente busco que su novela, su libro me diga algo, me llene, y que esa lectura me haga descubrir buena literatura y si es novedosa, mucho mejor.

Y por eso, tras reflexionar un buen rato sobre ello, decidí que iba a seguir escribiendo porque estaba confundiendo los conceptos. 

Escribir siempre. 

Como algo que nace del interior, a pesar de que no soy el tipo que piensa que me moriría sin escribir, como muchos dicen, nada de eso; ni que escribir sea para mí el aire que respiro; el aire es aire, que es una sustancia invisible y vital que necesitamos para vivir, y escribir es otra cosa: algo que nos gusta y nos reconforta, pero nada más.

INVENTANDO HISTORIAS

Me he inventado muchas historias a lo largo de mis años como escritor. Historias cortas e historias largas, y es eso lo que siempre me ha gustado hacer: inventarme historias, esa es la esencia de escribir. 

Y como no me gusta demasiado el mercado editorial, me da una pereza enorme enviar manuscritos a no sé quién para que los publique; no, no tengo paciencia para eso. Ni la suficiente energía (que nace de la paciencia). Y por eso me convertí en un autor independiente.

Esto que escribo no es mi credo, pero sí parte de él. O no, nunca se sabe. 

01 mayo 2021

LA "TRILOGÍA" DE MÁGINA: TRES NOVELAS DE ANTONIO MUÑOZ NOVELA


En este vídeo comento brevemente sobre las tres novelas que conforman la denominada trilogía de Mágina: Beatus Ille, El jinete polaco y El viento de la Luna.

23 abril 2021

COMENTARIO BREVE SOBRE VARIOS LIBROS EN MI CANAL DE YOUTUBE


NUEVO VÍDEO EN YOUTUBE EN EL QUE COMENTO SEIS LIBROS CON MOTIVO DEL DÍA DEL LIBRO DE 2021. ESPERO QUE SEA DE VUESTRO INTERÉS.



25 marzo 2021

El Maristán nazarí de Granada


El Maristán nazarí fue un hospital para pobres musulmanes. El único de toda Alándalus. Hoy nos queda tan solo su solar, pero poder imaginar su ubicación es estupendo. Se construyó en el siglo XIV.

22 marzo 2021

EL FRÍO GRIS DE LAS BALDOSAS (ARTÍCULO PUBLICADO EN EL DIARIO IDEAL DE GRANADA EL 22/3/2021)

El frío gris de las baldosas, es un artículo de reflexión de vocación poética publicado en el diario Ideal de Granada el 22 de marzo de 2021. Espero que te parezca interesante. 






14 marzo 2021

Pérdida y olvido. colección de relatos cortos y microrrelatos.




Una breve descripción sobre mi último libro publicado: Pérdida y olvido.

Lo podrás encontrar en Amazon en los siguientes enlaces.

LIBRO EN FORMATO PAPEL: https://cutt.ly/FzGrCLi LIBRO EN FORMATO EBOOK: https://cutt.ly/CzGte4o

09 marzo 2021

PUBLICAR POESÍA O NO PUBLICARLA

 Es como un bucle que vuelve una y otra vez. En ocasiones llega como un torrente la idea de autopublicar poesía; y en otras se evapora como una cortina de humo arrastrada por un huracán. Porque se trata de poesía. Y la poesía es algo muy especial que respeto mucho. 

En puridad, respeto mucho todos los géneros y es por eso por lo que cada vez soy más exigente con los libros que publico. Siempre lo fui, pero últimamente mucho más. De ahí que la poesía que quier autopublicar (nada de enviar a editoriales para su valoración. Valoro yo), a veces sí, a veces no, regrese y se marche cada poco tiempo.

Sin embargo, ahora estoy muy decidido y ya estoy buscando editorial. Quien me sigue sabe que prefiero Amazon después de haber publicado en varias editoriales pequeñas y porque es donde tengo publicados todos mis libros, pero la poesía me gustaría publicarla en editorial, con su ISBN, su depósito legal, su posibilidad de estar en librerías. Porque en Amazon lo que menos vende es la poesía, a no ser que estés avalado (y haya un marketing bestial detrás) por un grupo editorial muy grande y hayas aparecido en televisión como ha ocurrido últimamente con alguien cuyo nombre no recuerdo.

Y porque quiero que mis pocos libros editados lleguen a las manos correctas. Esas mismas manos que ya conocen mis versos a través de las redes sociales y han valorado con esa espontaneidad que a veces las redes sociales ofrecen (cuando se trata de literatura solamente).  Otra cosa que también me anima a publicar en editorial es que mis libros se llenen de polvo en anaqueles y algún año o algún siglo alguien habrá sus páginas por primera vez y se quede estático leyendo algunos versos que alguien escribió alguna vez. Eso me emociona mucho. 

En fín, que el libro ya está acabado. Va a tener unas cien páginas y su título es, tomad nota: HABLADME DE OTROS MUNDOS. Estará dividido en tres secciones  y libros y es posible que lleve alguna foto con la que colabora algún lector y amigo.


PORTADA Y SINOPSIS DE LA NOVELA LA CORRUPCIÓN NO ERA ESTO

Isaac Croser jamás imaginó que un simple encargo de investigación lo arrastraría hacia los secretos de su propio linaje y la historia que cr...