Quiso la casualidad o la providencia que la primera película que viera sobre la figura de Jesús de Nazaret fuera la versión de Zeffirelli y yo, que no soy un católico practicante, ya me enganché a ella de manera permanente, a pesar del buen número de versiones que el cine internacional nos ha dado sobre la máxima figura del cristianismo. No recuerdo si había leído antes o después El Nuevo Testamento, pero fuere como fuere comprendí que era la más fiel al mismo, sin entrar aquí en disquisición alguna sobre si el libro sagrado es real o ficticio, que es algo que me preocupa mucho menos. En todo caso, disfruté tanto con la lectura del libro como con el visionado de la película. Y lo sigo haciendo -con la visión de la película me refiero, que al Nuevo Testamento ya no he vuelto-. La tuve en formato VHS y la veía cada Semana Santa (reconozco que soy un poco clásico en la concepción del cine y sus épocas. Me ocurre igual en Navidad). Y aprendí con ella. No en vano cuenta con escritores acreditados como autores del guión, como es el caso del británico Anthony Burgess, y un elenco de actores que podría quitar el hipo al cinéfilo más empedernido, gente que ha hecho grandes cosas en el cine, como son los casos, entre otros, de James Mason, Peter Ustinov, Anthony Quinn, Laurence Olivier, Chistopher Plummer, Ralph Richarson, Ian Holm, Ian McShane o nuestro actor más internacional, Fernando Rey. Pero de todos, a pesar de que es un actor que posteriormente no ha llegado a ser conocido por el gran público, yo destacaría a Robert Powell, en la figura del protagonista, Jesús de Nazaret. Quizá uno de los grandes aciertos de esta película es haber contado con un actor con un físico que encarna la figura de Jesús tal y como nos ha sido transmitido a nivel iconoclasta o en pintura. Una imagen muy cercana a la que cualquier persona de este mundo, creyente o no, puede perfectamente tener en su mente. Muy creíble, ése sería el término más acertado.
Una película que recrea la historia bíblica con enorme precisión, desde el nacimiento del profeta hasta su cruxificación y en la que cada protagonista asimila su rol a la perfección. Ayuda y mucho a crear ese ambiente la magnífica BSO de Maurice Jarre, que a mi me parece la más adecuada para este tipo de película. Además cuenta con unos diálogos muy precisos y un doblaje al español perfecto (no conozco cómo resultará en su versión original).
Desde siempre había visto la versión corta, pero el año pasado vi en un centro comercial la versión extendida en formato BD y no pude resistirme a hacerme con una copia en la que se añaden más de dos horas nunca vistas anteriormente en el cine, por lo que esta Semana Santa, a pesar de haber visionado de nuevo la película que habitualmente veo sobre la figura de Jesús de Nazaret, he tenido la impresión de haber visto otra, ya que su metraje total es de casi seis horas y media, las cuales repartidas en tres funciones: Jueves, Viernes y Sábados Santos, se hace muy llevadera.