Cuando
ya se había rebasado la medianoche del día de Nochebuena, comenzaron a entrar
en mi móvil mensajes de felicitación. Amigos y gente conocida, por lo general.
Pero, de entre todos los mensajes recibidos, uno me silba aún la cabeza a pesar
de que han transcurrido ya cinco días y ya estamos a punto de comenzar el nuevo
año.
Venía escrito en una letra extraña,
distinta a la de los demás y el número que lo enviaba, a pesar de que era
convencional, no se encontraba en mi agenda. Sencillamente es un número de
alguien conocido que no tengo en la agenda, me dije. Y con esa frase dejé de
dedicarle más tiempo al supuesto enigma. Pero no lo olvidé.
'Hola muy apreciado amigo, donde quiera que estés, te deseo muchas felicidades para el
nuevo año 1914, de todo corazón. Ojalá nos podamos ver más en el nuevo año.'.
Sin lugar a dudas, un error. Un mensaje escrito rápido en mitad de una
celebración y con un teléfono de teclado diminuto. Pero un error extraño, eso
sí. Hubiera sido mucho más lógico haberse equivocado en la última cifra e,
incluso, en la penúltima, pero ¿en las dos primeras cifras? Es decir, un error
que retrotraía cien años el cómputo temporal.
No sabía con seguridad si lo que
realmente me intrigaba era la procedencia desconocida del mensaje o ese error
en las dos primeras cifras, aunque me inclino más por esta segunda opción.
Posteriormente, cuando trascurrieron los días el asunto fue creciendo en mi
mente hasta convertirse en una obsesión.
No hacía más que leerlo una y otra
vez, buscar en mi agenda por si estuviera el número por algún lugar, hurgar en
los mensajes recibidos que aún conservaba el teléfono e, incluso, iniciar una
meticulosa consulta en la agenda del teléfono móvil que tuve con anterioridad y
que aún conservaba. Pero nada. Todo intento fue infructuoso.
Finalmente hice lo que solemos hacer
cuando tenemos una llamada perdida o un mensaje innominado: llamar a ese
teléfono. En el primer intento no hubo respuesta, a pesar de que dio señal de
llamada; en el segundo intento, saltó un contestador automático de la
operadora, en el que, por supuesto, no dejé mensaje alguno; en la tercera
llamada, la misma voz de la operadora me indicaba que no había ninguna línea en
el servicio con esa numeración. El intervalo temporal entre la primera y la
tercera llamada, tan sólo fue de cinco minutos. Jamás había asistido a
circunstancias tan diferentes cuando llamaba a un número en tan poco margen de
tiempo.
Al cabo de dos horas, volví a llamar
de nuevo y en esta ocasión me atendió una voz femenina:
-Hola -dije a modo de saludo-, me
llamo Miguel Ángel Gonzálbez y tengo un mensaje de este teléfono...
-Con quién quiere hablar -me dijo la
voz femenina, interrumpiéndome sin miramiento alguno-.
-Es eso lo que pretendo
averiguar..¿Con quién estoy hablando?
-Está hablando con la funeraria
Salmoral.
Esa respuesta me inquietó mucho,
pero aún así, pedí disculpas y colgué.
¿La funeraria Salmoral?
No me era familiar en absoluto. O,
al menos, no constaba que hubiera ninguna que respondiera a ese nombre en la
ciudad. Busqué en Google.
En el buscador no aparecía ninguna
funeraria de la ciudad que respondiera a ese nombre, pero sí había una con ese
nombre en un perdido pueblo de Toledo.
¿Qué relación había entre se mensaje
recibido en mi móvil y ese perdido pueblo de Toledo?
Lejos de que ese último dato me
tranquilizara, me perturbó aún más. Ya sólo vivía para aquel asunto. Iba a
trabajar como cada mañana, pero a los pocos minutos de comenzar el trabajo ya
estaba planificando en el bloc de notas que siempre llevaba conmigo la siguiente
tarea para intentar averiguar este enigma; me enganchaba a ver alguna de mis
series norteamericanas favoritas y a los pocos minutos perdía el hilo de la
historia porque la mente se llenaba de preguntas e interrogantes sobre la
procedencia del mensaje. Así que decidí llamar de nuevo a la funeraria. Pero en
esta ocasión no contestó nadie. Lo volveré a intentar más tarde, me dije.
Y así lo hice. En esta nueva ocasión
-la enésima ya- sí contestaron.
-¿Funeraria Salmoral? -pregunté con
decisión-
-No. Se ha equivocado de número.
-Disculpe, pero no es posible. Llamé
hace unos días y.....
-¿Cree usted que no sé qué sitio es éste al que usted llama? -preguntó con tono molesto pero muy educado la voz
masculina al otro lado del teléfono-
-No quería decir eso. Es
que....verá. Este número que he marcado correspondía hace unos días a la
Funeraria Salmoral de Orgaz, en la provincia de Toledo. ¿Estoy llamando también
a un teléfono de esta localidad?
-En efecto.
-Por tanto, supongo que el abonado
habrá cambiado de número hace pocos días y le han podido adjudicar su número a
usted -esgrimí como teoría muy probable-
-No es posible eso que usted me está
diciendo. Yo llevo con este número más de quince años.
-De acuerdo. ¿Me permite que le enumere
la cifra para comprobar si he podido equivocarme?
-Sí, de acuerdo. Adelante.
Le enumeré la cifra, tal y como
habíamos acordado.
-Sí, el teléfono que usted ha
enumerado es el mío. No se ha equivocado -contestó con exquisita amabilidad mi
interlocutor-
-Pues no lo entiendo. En todo caso,
disculpe las molestias.
-No importa, son cosas que pasan.
Adiós.
Cuando colgué el teléfono todo daba
vueltas a mi alrededor. Me sentía como embriagado y mi estómago comenzó a
tensarse como un arco. ¿Qué estaba ocurriendo? Me sentí bloqueado y sin
capacidad alguna de acción. Sencillamente no sabía qué pasos seguir dando.
Llamar de nuevo era absurdo. Es más, podría complicarse aún más el asunto.
Podría pasar que ese número correspondiera a otra nueva persona. Las opciones
que me quedaban eran pocas y tampoco quería contárselo a mis más allegados
porque seguramente lo atribuirían a mi calenturienta imaginación, que es lo que
siempre solían decir cuando les planteaba algún asunto que se salía de lo
normal.
Pero es que este asunto sí que se
sale de lo normal, pero ¿cómo explicarlo?...
Así comienza un relato que comencé a cuento de un mensaje real que recibí en mi móvil la misma noche de Nochebuena.
Y lo que parecía iba a dar para un relato breve, poco a poco se está convirtiendo en un relato corto, y es posible que vaya camino de una novela corta....