Podría mantenerse, sin apenas margen de error, que el corredor madruga un domingo horrible, cuando todos los partes meteorológicos advierten de alerta amarilla en la región, por un hecho que va más allá del mero dato de correr. Es algo que siempre se ha preguntado y nunca he sabido responderse.
Un corredor es una persona corriente como todas, pero como todas, también tiene su forma de enfrentarse e interpretar el mundo que le rodea. Y ante ese hecho pocas conjeturas se pueden hacer. Poco margen queda para la especulación.
Esta mañana del domingo, 31 de octubre, es de esas en las que se decide romper con todo lo que te rodea y decides auto excluirse por unos horas. Una mañana en absoluta concebida para congraciarse con la naturaleza ni para erradicar el hambre en el mundo. Los cielos amanecen apocalípticos y el viento no es más que la llamada final para un hipotético fin del mundo.
Pero aún así el corredor coge el coche, introduce en la rendija del lector de cedés "Wishmaster" del grupo finés "Nightwish", provisto de unos potentes riffs y una voz lírica muy adecuada a esa mañana apocalíptica, que le acompañarán sin descanso hasta la cercana y antigua capital del Santo Reino. Porque ir a Jaén siempre le agrada, desde que hace tiempo se quedó atrapado por su historia y secretismo interior. Desde que supo que muchas civilizaciones buscaron resguardo en su solar y allí guardaron sus secretos más preciados.
Va sólo. Sin compañía alguna, que es una situación también muy adecuada si de lo que se trata es de observar ese mundo misterioso y apocalíptico que se abre ante sus ojos. Además, de esa forma, tendrá tiempo para pensar en cómo planificar esa carrera que tiene fama de dura en todos los foros y blogs de corredores. Y si la dureza del recorrido no fuera suficiente, el corredor se encontrará con la dureza meteorológica, que resultará ser la peor de las durezas dentro del catalogo de incidentes climáticos: el viento. El corredor aguanta bien la lluvia, cierto calor, el frío, la nieve, pero no soporta el viento. Mira al cielo y clama por un buena nube que le acompañe durante toda la carrera, pero también porque desaparezca el viento.
Llega a Jaén y la atraviesa, tal y como vio en Google Maps, pero está convencido que ha de haber otro acceso más idóneo. Sin embargo, como es natural, encuentra las calles exentas de tráfico y llega al lugar de salida en poco tiempo. Pero comprueba que ya parece que han llegado todos porque es imposible aparcar cerca, así que aparca a, aproximadamente, un kilómetro de distancia, en una imposible cuesta que podría ser el prefacio de lo que le espera. Y lo que le espera no sabe bien qué es ya que por estas tierras sólo ha corrido en esa mítica San Antón que se celebra cada festividad del mismo, en el mes de enero y por la noche.
Recibe una llamada de Alejandro para entregarle el dorsal y todos esos rituales que anteceden antes de la salida se suceden con tiempo y sin problemas. Antes saluda a varios compañeros de Caja Rural, a Roberto y a su mujer, Paqui.
Hace frío y viento. Pero no llueve. El corredor -ya lo ha dicho- quisiera que lloviera porque -entre otras cosas- el viento desaparecería en parte. Pero eso no está en sus manos y comienza a calentar, momento en el que ve a Juan Carlos con el que correrá los primeros nueve kilómetros, que serán tranquilos como es de esperar de dos corredores que aún no han salido con garantías de su respectiva lesión.
No ha querido llevarse el Forer porque no va a necesitar estar pendiente de velocidad media ni de tiempo. El corredor ha venido a correr suave. A hacer, como ya dijo en su blog, en torno a la hora y cuarenta y cinco o cuarenta y siete minutos.
-A cómo vamos, Juan Carlos
-A 4,45 por la bajadilla. En torno a los 5 minutos en llano.
-Esa debería ser la media.
-Sí.
Y, efectivamente, esa será la media hasta el kilómetro nueve aproximadamente. Pero el corredor incumple. O incumplen sus piernas, ya que al inicio de la subida del primer paso por el llamado "Gran Eje" se separa unos metros de su acompañante que le comenta brevemente que siga.
Fotografía gentileza de Paqui -mujer de Roberto-, siempre tan atenta.
El corredor ha comprobado que la parte baja del gemelo izquierdo dolorida los días anteriores no le está dando problemas -a pesar de que ha notado algún brevísimo pinchazo en la salida- y se encuentra con fuerzas para subir esa parte complicada de la carrera, a pesar del fuerte viento que, en ocasiones, parece casi detenerle en seco.
Cuando pasa por el kilómetro diez, que es la conclusión de la carrera de los que han optado por la prueba más corta, no advierte el tiempo que ha empleado, pero debe estar por encima de los cincuenta minutos.
Fotografía gentileza de Paqui -mujer de Roberto-.
A partir de ahí irá progresando a cada kilómetro, sin que el cansancio ni el dolor se hagan presentes en esa segunda vuelta que volverá a pasar por los mismos lugares.
Comprueba el corredor que es de las pocas pruebas en las que no le adelanta apenas ningún corredor, sino al contrario. Comprende que ha salido con los corredores de la hora cuarenta y ocho o cincuenta y poco a poco se va acercando a los que harán en torno a la hora cuarenta y tres o cuarenta y dos. Lo aprecia en el ritmo, pero no sabe si podrá seguir esa progresión. Pero no porque no se encuentre con fuerzas, que las tiene, sino porque teme que el gemelo se rebele.
Comprueba también el corredor que, a pesar, del fuerte viento, en la segunda vuelta comerá varios minutos al crono, pero aún así sigue llevando en mente la idea de que a esa carrera ha ido sin pretensiones de mejora en el crono. En primer lugar, porque no es una carrera adecuada para mejorar crono alguno; en segundo, porque puede recaer en la lesión.
Pero se siente con fuerzas para correr más deprisa y sube las cuestas con solvencia, incluso adelantando a mucha gente.
Cuando llega el tramo final, éste se hace infinito. No tanto por la falta de fuerzas sino por la dureza de los últimos tres kilómetros y medio, tal y como le advierte Roberto pasado el diecisiete. Una dureza que se acentúa extraordinariamente con el fuerte viento que de nuevo en el Gran Eje se convierte casi en una barrera que casi impide avanzar.
Entonces le pasa por la mente una breve observación, más que una idea en sí: se encuentra mucho mejor de lo que cree. Es más, observando como sube y lo poco cansado que se encuentra, se podría decir que está, a pesar del parón de octubre, en un momento-forma extraordinario. Casi rompedor. Y lo barrunta porque se encuentra tan fresco como lo estaba en la salida y porque las cuestas no parecen hacerle mella en la respiración, ni en el cansancio, ni en las piernas. Aún así, será prudente y no correrá el próximo domingo en Granada.
No sabe con exactitud cuál ha sido su tiempo en meta, pero sabe positivamente que está por debajo de la hora y cuarenta y cinco minutos.
Comprueba que ha vuelto a errar en su pronóstico y ha olvidado que es la carrera el único dato objetivo que a los corredores les pone en su sitio.
Rápidamente, cuando llega, la organización le encamina junto a los demás corredores al pabellón cubierto, en cuyo interior ya se observa el diverso material que va a ser entregado a los éstos.
Se pregunta el corredor si esta muestra de prodigalidad y generosidad en cuanto al material deportivo entregado no será uno de los motivos que esgrimen cientos de corredores para correr en esta mañana apocalíptica de la capital del Santo Reino.