Kepler, como intelectual y como científico siempre me ha impresionado. Escapa en buen grado al típico científico encerrado permanentemente en su estudio o lugar de observación. Como persona con enorme intuición se dejó arrastrar por otros aspectos ajenos a la ciencia, por ejemplo, la literatura y la religión. Todo eso me quedó muy patente cuando leí esta magnífica biografía literaria, pero sobre todo la constatación del genio que intuye e imagina previamente lo que otros años más tarde confirman. Esa, en mi opinión, es el verdadero hecho diferencial de este astrónomo y matemático con otros genios contemporáneos suyos o no. Y gracias a esa intuición, hoy día una estrella -en realidad una Supernova- recibe su nombre, la cual pudo ser vista a simple vista durante mucho tiempo en su época, gracias a su aportación. Fundamental también es su capacidad de predecir el tránsito del planeta Venus.
Pero como decía, hubo de enfrentarse en varios tribunales a través de varios alegatos, para defender a su madre acusada de brujería, en una época en la que la radicalización religiosa en Europa era sobresaliente. Uno puede imaginar al genio encerrado en su interior mental observando el universo cada noche, mientras que de día debía de reservar fuerzas para convencer a varios tribunales de que su madre no era la bruja que éstos afirmaban que era.
Toda esa trayectoria vital está perfectamente explicada en este libro del escritor húngaro. Una de las mejores biografías literarias que he leído y que aconsejo.