Pongámonos en el caso hipotético de que la película de animación 'Coco' está protagonizada por actores y actrices de carne y hueso, que todo es real. Que, además, cuenta con el mismo guión, la misma historia, la misma música, la misma dirección..., que cuenta -en definitiva- con todos los ingredientes excepto el principal: no es de animación. Por tanto, ya puestos en situación es el momento de hacerse la pregunta clave: ¿tendría la misma calidad? Seguramente, no. Habría que preguntarse, entonces, qué curioso y a la vez meritorio misterio tienen las películas de animación para que muchas de ellas estén mejor calificadas por críticos y espectadores avanzados que las películas protagonizadas por gente real.
Yo no sé la respuesta y seguramente casi nadie lo sabe, pero para mí que existe un factor importante: la imaginación. Es decir, la posibilidad de que el guión y dirección se desarrolle de la manera que ha sido concebida por sus autores es mucho más trasladable a una película de animación que a otra protagonizada por personas.
Está claro que debe de haber una gran historia (y en 'Coco' ¡vive Dios! que si la hay), pero el avance desarrollado hoy día en cuanto al 'anime' en estado puro es proverbial y, por tanto, mucho más factible para quien quiere transmitir no solo la historia en sí, sino todo ese torrente de emociones, sentimientos, drama y humor.
Pero, centrándonos en esta magnífica película de animación, qué podemos decir de ella. Contaba el otro día en las redes sociales que faltan adjetivos para calificarla y, sí, es cierto que faltan. Es una película que engloba muchas historias paralelas, que posee, a pesar de su agradable visionado, un argumento complejo y cambiante. Revestida de esa sustancia de que nada es lo que parece, lo que aplicable a la vida misma, es la vida misma (no es una redundancia ni mucho menos). Y qué mejor panorama que la conocida y grandiosa tradición del pueblo mexicano, ese afán por contactar con los seres queridos ya fallecidos, como si se tratara de dos mundos paralelos, similares en su estructura, pero distintos en su dimensión. Precisamente, es esa una de la mayores complejidades de esta película, ese traslado de un mundo a otro como si se tratara del mismo, toda esa historia contada a través de dos dimensiones que finalmente interactúan y relacionan. Sin olvidar ese guiño y crítica más evidente hacia la farsa que supone la fama, sobre todo cuando quien puede descubrir la verdad de la misma ya no se encuentra en el mundo de los vivos.
Y su música. Su más que agradable música mexicana. Un pueblo entregado a ésta, con sus rancheras, sus corrridos, su mariachis. En ese sentido, me comentaba un amigo músico de Facebook que hasta el detalle de la posición de los dedos en la guitarra es real. No hay pérdida de detalle, como debe ser en una gran producción, que ha arrasado no solo en los Oscar de 2018 sino en prestigiosos premios internacionales como son los Globos de Oro, los Bafta, y un largo etcétera.
Muchos matices y mucho qué decir sobre esta película que concebida para un público menudo en su estética es todo un descubrimiento y un alarde de profundidad para el mundo de los mayores.