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03 julio 2012

A VUELTAS CON LA GESTA DE LA SELECCIÓN, LA SITUACIÓN DEL PAÍS Y OTRAS CUITAS


No quiero aguar la fiesta a nadie ni mucho menos restar importancia a lo que ha hecho la selección de fútbol. Lo conseguido por este grupo de talentosos jugadores, englobados en un par de generaciones irrepetibles, es de un mérito mucho más elevado de lo que ahora se aprecia. Nada de eso cuestiono. Pero sí todo lo demás. Como vino a decir el incisivo Jorge Valdano, el fútbol es lo más importante de las cosas que no tienen importancia.
Que yo decidiera de manera unilateral -como ya escribí- no ver el partido y en su lugar hacer 12 inolvidables kilómetros (por las sensaciones, por la soledad), mitad trail, mitad running, es una opción personal, como respuesta hacia un estado español caduco, trasnochado, corrupto -en todas las instituciones y seguramente en una gran parte de la sociedad-. Lo que ahora me gustaría es contar con la sapiencia, la habilidad lingüística suficiente y la mínima claridad de ideas para exponerlo. Veamos.
Yo pienso que es un todo. Que nada que represente a España está concebido en comportamientos estancos. Que la selección española de fútbol representa al fútbol español, pero que también representa al Estado y es esa la versión que considero tóxica, principalmente, por lo que representa el Estado en sí, en estos momentos, es decir, lo que representa la marca España, tan plagada de corruptelas y deterioro institucional, paro y deuda económica. Al mismo tiempo, igualmente, me parece totalmente erróneo nuestro concepto de las cosas. Con mucha razón hay quién dirá que nada tiene que ver una cosa con la otra; que nada tiene que ver el fútbol con lo que está ocurriendo en nuestro país, y es posible que no le falte razón, o al menos, no le falta razón en un sentido estricto, pero sí en un sentido amplio porque, insisto, nada que represente a España puede ser ajeno al concepto global de Estado. De hecho, ¿por qué, si no, se rompen el culo políticos y miembros de la monarquía por estar presentes en estos eventos? Ese es el argumento principal para defender que el deporte a nivel de selección y el Estado van de la mano. Y eso es lo que me parece nocivo. 
El pasado domingo, 1 de julio, fue un día histórico para España, como lo fue el verano de hace dos años (mundial de Sudáfrica) o el de hace cuatro (Europeo de fútbol de 2008) y en un sentido estricto es motivo de celebración, pero me pregunto ¿hay algo que celebrar?; seré más preciso: ¿hay algo que celebrar estando el país como está y lo que nos está cayendo a los ciudadanos y lo que espera que nos caiga en los próximos meses o años? Curiosamente - y eso me parece triste-, el grueso de los celebradores es gente joven que apenas tienen futuro y ahí estaban desgañitándose, dando gritos de "soy español, español, español" y adorando a unos jóvenes, como ellos, que son multimillonarios -aunque no les culpo: tienen un talento y lo explotan- y viven en una gran burbuja económica y social, favorecidos por un amplio espectro de especuladores y corruptos a su alrededor -y eso es lo podrido, lo criticable-, que así se puede denominar el mundo del fútbol y el dinero que mueve que, además, por las últimas noticias conocidas, no es cumplidor ni con Hacienda ni con la Seguridad Social. Para colmo, los padres de la patria - y lo digo de forma peyorativa - apoyan con su presencia -a cargo de los presupuestos del Estado, eso sí y para su beneficio personal, claro está- este mundo, en vez de estar haciendo los deberes para evitar lo que se nos viene encima, que para eso los elegimos o los colocó la mano sagrada y hereditaria de la institución monárquica. Disculpadme, pero todo eso me parece muy pestilente. Y en respuesta a eso yo, que he sido futbolista muchos años y amante del deporte, decidí no apuntarme a este circo y jurar en arameo para que este país se hunda de una puñetera vez y caiga todo el aparato -metafóricamente hablando, claro, que me empapelan- sobre esta monarquía, cubierta de escándalos financieros y toda esa clase política, judicial e institucional que con sus privilegios y prebendas está hundiendo y pudriendo a este país. Pero, he de admitir que, a excepción de alguna columna de opinión u opinión sin más, mis consideraciones no tuvieron ni tendrán el más mínimo éxito aunque, eso sí, por higiene mental, fuí coherente conmigo mismo -tan incoherente en otras cosas- que es lo que perseguía realmente. 
Por tanto, pasados ya los fastos, que han tenido a este país anestesiado -igual le hacía falta- durante casi un mes, como venía a escribir hoy Lorenzo Silva, pongámonos a ello. Que vienen muchas curvas en el camino por andar y  muchas son mortales, añadiría yo.     

26 junio 2012

LA SELECCIÓN ESPAÑOLA DE FÚTBOL Y LA DESESPERANZA


Huele a desesperanza. Una especie de tufillo que penetra por las puertas, que entra en las oficinas, en los bares, que se pasea por las calles. Una desesperanza por la incertidumbre del rescate a España y por la poca transparencia informativa en torno a la misma. Una desesperanza por no poder ya ser los ricos que hace poco éramos.   
No sabemos de prima de riesgo, de política fiscal, de estados de cuentas y balances, pero existe una incertidumbre, como una sombra alargada alrededor de nuestras cabezas que amenaza y conspira. Pensaba en ello mientras hacía una ruta urbana de nueve kilómetros y me venía a la mente el mensaje que están dando medios de comunicación de masas y políticos en cuanto a la esperanza que supone para los españoles el papel de la selección española de fútbol porque, al parecer, a nadie se le ocurre otra. 
Acostumbrados como estamos a vivir en el ámbito mediático ya nada se estima a no ser que esté relacionado con ese especie de estado de ánimo colectivo que emana de una sociedad global y mediática. Sin duda, ya se ha perdido la individualidad y nada que no tenga que ver con lo colectivo tiene importancia. 
Años atrás, estábamos de fiesta permanente en este país; a la mayoría, gracias al ladrillo, le iba muy bien, y en esa situación superficial y de hedonismo físico ¿quién necesitaba la individualidad y el recogimiento? ¿O el pensamiento? ¿O la lectura? ¿O, sencillamente, la soledad disfrutada? Nada de eso. La bacanal era diaria y permanente y quien no participaba en ella era un proscrito, un antisistema, un ser peligroso. 
Pero resulta que ahora todo aquello que se despreciaba se necesita más que nunca, pero acostumbrado el personal a la orgía colectiva del espectáculo, del dinero del ladrillo, de la estulticia colectiva, ¿quién hizo los deberes para enfrentarse a periodos individuales que algún día tendrían que llegar? Nadie o casi nadie. De ahí que ahora los medios de comunicación de masas y los gobiernos estén tan preocupados por dar algo al pueblo que les libere de su propia individualidad, porque saben que ésta puede ser su mayor enemiga. Lo que ocurre es que lo de la selección española, como mucho, durará hasta el propio domingo ¿Y después qué?   

14 febrero 2012

JULO CÉSAR: UN PORTERO CON ASPECTO DE SEMINARISTA

El nombre de Julio César Jacobi poco nos dirá -incluso a los más futboleros-, pero si decimos: es el portero suplente del Granada C.F, probablemente ya nos diga algo, a pesar de que mucha gente aún se preguntará quién es. 
Y sale aquí debido a una reflexión que me surgió cuando leía el lunes por la mañana el artículo que a él aludía a raíz de sus luces y sus sombras firmado por la fina pluma de mi buen amigo Manolo Pedreira, redactor de Ideal. 
Venía a decir Manolo que Julio César no tenía aspecto de portero sino más bien de seminarista. Y, efectivamente, este joven de 25 años, natural de Brasil, atesora un rostro beatífico que poca impresión de feracidad debe de dar en el área cuando se disponga a atrapar balones con más rápidez y destreza que sus naturales enemigos los "killers" delanteros del equipo rival. 

Y es que este portero de procedencia portuguesa -al parecer también fue suplente en el Benfica-, cedido al Granada, está en boca del mundillo futbolístico, incluso, allende de Granada, debido a sus grandes paradas y sus muy sonadas pifias. Y como resulta que la memoria es selectiva, traicionera y anárquica, no sé por qué me ha venido alguien a la mente que poseía -guardando las distancias- similares virtudes y similares defectos. Caprichos del destino. Y ese alguien no es otro que el suscribe, que también anduvo bastantes años en la ingrata tarea de arquero en las ligas provinciales. 
Cuando Julio César se automarcó el tercer gol ante el Villarreal, en una jugada inofensiva, fijé mi mirada en sus ojos cuando la cámara de televisión ofreció un plano corto. Y fue entonces cuando intenté averiguar qué pasaría por su cabeza, que podría albergar en ese momento un torbellino de desolación y desesperanza. Llevaba cuatro partidos como titular por mor de la lesión de espalda del titular y muy querido por la afición, Roberto Fernández; había cuajado una gran actuación ante el Málaga y el Betis, pero ante el equipo sevillano había errado también en el gol bético; sabía que todas las miradas estaban puestas en él; él se sabía observado y para colmo no contaba con prestigio, buena fama ni pasado glorioso, un perfecto desconocido. Y, ahora, de pronto, cuando el Granada podía incluso empatar y tras hacer un par de meritorias paradas, va y la pifia. Tierra trágame. Reconozco que me sentí mal por él y en parte también por mí, por mi pasado errático en esa demarcación. Para colmo su aspecto es pulcro, educado, casi débil y allí se encontraba sólo, en tierra hostil, alejado de su hogar, cedido por su equipo, automarcándose un gol que le podía apartar de la titularidad. 
Al día siguiente leí el artículo de Manolo e, insisto, sin saber porqué pensé en ese otro portero modesto que también solía liarla parda de vez en cuando; aquel que en opinión de gente sabia del fútbol podía llegar lejos si se le ofrecían las oportunidades adecuadas; aquel que fue valorado por jugadores  que fueron de la élite del fútbol nacional como son el caso de Emilio Baena -padre de mi amigo Emilio- y por Joaquín Calera, ambos jugadores del Granada en distintas épocas. Pero a aquel joven no se le dio la oportunidad de oro y acabó sucumbiendo. 
Probablemente no sea el caso de Julio César porque llegar a Primera División ya es triunfar pero mucho me temo que si su técnico, Abel Resino, no le tiende ahora la mano, como portero que él también fue, este chico con cara de seminarista acabe sus días haciendo bolos en equipos poco serios, porque no me cabe duda que existe un enorme potencial en este portero, tan sólo alguien debe de enseñarle a enmendar sus pifias y, tal vez, a hincar puñales con su mirada.                   
   

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...