Advierto que esta entrada es de consumo propio, retroalimentada y específica, muy específica. Inicialmente de interés para quienes suelan frecuentar, conocer e interesarse por los certámenes literarios. O a lo mejor ni tan siquiera de interés para éstos. En todo caso, no la haré excesivamente larga porque me gustaría que todo el mundo la pudiera leer, propios y extraños. Al menos por aquello del interés general. A ver si consigo hacerla interesante.
Hay que decir que hay escritores consagrados que jamás se han presentado a ningún concurso literario. Y hay escritores totalmente desconocidos que suelen ganar muchos de estos certámenes. Leía el caso de un escritor totalmente desconocido para el gran público que llevaba ganados más de mil, creo. Por su parte -por ejemplo- Pérez-Reverte no suele frecuentarlos y todo el mundo sabe lo que vende. Arthur Conan Doyle, tampoco obtuvo nunca en vida ningún premio, a pesar de que su personaje Sherlock Holmes formaba ya parte del imaginario colectivo de Londres, Inglaterra y medio mundo. Por tanto, no seré yo quien defina dónde está la calidad literaria.
Los grandes certámenes, donde hay dinero y fama, están previstos para nombres conocidos y más que concursos son premios. Y, por tanto, suelen premiar una trayectoria o gente vinculada a la editorial que sustenta el certamen. Pero también es cierto que hay certámenes de mucha importancia que lo ganan gente hasta ese momento desconocida pero con mucho talento literario. Éstos certámenes suelen ser los más prestigiosos y auténticos y es importante que no se pierdan.
Por su parte, los certámenes de ámbito más pequeño, generalmente local o regional, no están pensados para gente consagrada. Es posible que sea la rampa de lanzamiento, pero generalmente no. Por tanto, a este tipo de certámenes se presenta gente sin nombre, pero eso no significa que no posean talento literario. Hay de todo. Y también hay de todo en cuanto a la apreciación de los obras que se presentan. Más que nada porque esos jurados tampoco son profesionales. Por lo general, esos jurados están compuestos por gente interesada en la literatura y que como tales tienen sus gustos literarios concretos. De ahí que no siempre quien gana sea el que más talento literario aporta sino el que más gusta a esos lectores del jurado. O, incluso, es posible que gane quien más encaja en la forma de concebir la literatura que tienen los miembros de ese jurado (no profesional). Uno es lo que lee o ha leído durante toda su vida.
Por lo general, este tipo de certámenes más de ámbito local y regional suelen ser de relato corto. Entre otras cosas porque no hay suficiente gente o tiempo para leer no sé cuántas novelas. El relato corto se lee más rápido y más rápidamente también se capta la esencia del texto. Hablo de relato corto libre, ya que los que se atreven a enviar un relato libre a un concurso con modalidad específica (terror o que la trama se tenga que desarrollar en el Valle de los Pedroches), no lo ganarán por bueno que sea el relato.
Pero hacer más gráfico todo esto, hablaré de mi corta experiencia personal que es la que más conozco. Por lo general, nunca me han interesado demasiado los concursos (será porque una vez formé parte de uno), pero comprendo que es una forma de extenderte públicamente. Y porque a quienes nos gusta escribir nos gusta publicar, aunque escribir -al menos para mí- sea lo más importante (pero, ojo, también publicar). Por tanto, midiéndolo mucho, desde hace algún tiempo, he optado a presentarme a alguno de relato corto -también lo hice en artículo periodístico, pero de éstos hay menos-.
Y no me puedo quejar. sabedor que es difícil ganarlos (por varios motivos que ahora no valoraré), me he sentido a gusto con un segundo premio o tercer premio o con formar parte de la publicación que se ha hecho para integrar a los finalistas. En ese sentido ha habido un porcentaje alto de acierto, pero en otros casos -hay que decirlo- la respuesta ha sido el silencio. Nada que objetar. Se trata de un juego en el que se gana o se pierde, y si cuando un relato mío ha sido seleccionado o ha ganado algún premio he considerado que no es para tanto, tan sólo que ha gustado a un puñado de personas del jurado no profesional, también he pensado de similar forma cuando ha ocurrido al contrario.
Sin embargo, dicho esto he de decir que también me he equivocado en alguna ocasión enviando algo a un concurso -cosa, ya digo, que no hago con mucha frecuencia, sólo cuando me apetece o tengo algo que enviar-. Y esa equivocación me ha pasado hace poco. No diré nombres ni lugares.
Envíe un relato de corte histórico muy vinculado a la localidad -que conozco bien- que convocaba el concurso y quedé satisfecho. Pero no reparé o no recordé que el jurado -que sé como funciona en ese caso concreto-, no iba a tener en cuenta la singularidad -no digo la calidad, que en eso no entro y es siempre subjetivo-, ya que se trata de un jurado al que le cuesta salir de un tipo de literatura en concreto, esa que utiliza muchas metáforas y tiene una impronta de prosa poética (el fervor de su mirada se encendió como si se tratará de un fuego fatuo, por ejemplo), de hecho todos los años suele ganar un relato de este tipo. Mucho 'poeta' en ese jurado, cosa que ya sabía.
Así que nada más enviarlo me arrepentí, pero ya estaba hecho. Abrigué la posibilidad de que el jurado hubiera cambiado, pero no, no lo había hecho. No lo ha hecho en muchos años. Por tanto, todo el trabajo de documentación para el relato de siete páginas de nada sirvió. Todo esfuerzo por dejar entrever en el mismo una época importante por un hecho casual que aconteció en la localidad de nada sirvió. Y sí, eso sí me fastidio. No tanto que el relato no hubiera sido seleccionado -lo cual siempre admito porque son las reglas del juego-, sino que no se hubiera sabido ver su singularidad. Allá ellos. No volverá a pasar.
En todo caso, ya digo, lo importante es escribir. Lo demás es siempre añadido y secundario.