A lo largo de esta mañana, con ocasión de los diversos comentarios y debate en el mundillo de la función pública, en torno a mi artículo ' El Intrusismo en la función pública' publicado en Ideal, pero al mismo reproducido en diversos blogs -entre ellos el mio propio- del sector; esta mañana, decía, comentaba a varios compañeros y a un par de dirigentes de un sindicato sectorial de la función pública, que los recortes que estamos sufriendo los empleados públicos no es más que una excusa para buscar nuestra lapidación, como testigos incómodos que somos y que, por tanto, lo que hay que iniciar ya en España -principalmente, por parte de los garantes de la función pública, es decir, los funcionarios de carrera repartidos en los diversos sectores de actividad pública- no es otra cosa que una lucha frontal contra la casta política, que desde que comenzó la crisis está virando hacía el corporativismo y la autoprotección de sus intereses y prebendas. Hay que defender el Estado de Derecho porque los políticos ya no lo harán. Siempre las han tenido -las prebendas y los intereses-, pero en esta etapa de bestial crisis -principalmente provocada por ellos mismos- están siendo denunciadas y puestas al descubierto, lo que está provocando que la casta se haga un ovillo -como hacen los escarabajos peloteros ante la amenaza y el peligro- para no perder su estatus. De ahí que castiguen a los empleados públicos, ya que éstos se transforman en sus mayores enemigos al compartir un espacio público común, a pesar de que cada uno ocupe su lugar: los políticos, la dirección política; los empleados públicos: la gestión profesional de la administración. Si comprendemos ésto, también comprenderemos el por qué de la creación de las enormes administraciones paralelas al servicio de su clientelismo político, que es lo que que vengo a explicar en este artículo, si bien de manera más diplomática y técnica. Por tanto, si el sector privado económico y la ciudadanía misma sigue picando el anzuelo y cayendo en la red que éstos están diseñando para demonizar a la función pública, es porque no están informados, o bien, no les interesa estarlo.
Hay que decirlo claro: la casta política está movida por unos hilos que nada tienen que ver con los intereses del pueblo -algún día me extenderé en esto- y su profesión consiste en mantenerse en el poder a toda costa y, lógicamente, a costa de los impuestos sumisamente pagados por el ciudadano, principalmente las clases medias, al que le venden la burra que todo es por su bien. Es una antigua mentira que, normalmente, es menos nociva en determinados países de mayor impronta democrática y sentido público, pero en España eso es una burda mentira, como lo es en Italia u otros países alejados del modelo de bienestar social puro de los prósperos países de la Europa del norte, donde esa mentira, ya digo, no es tan nociva. A ver, ¿que alguien me diga que sector de poder en España -desde monarquía hasta Poder Judicial- no está corrupto y podrido? ¿No ha sido esa corrupción la que ha llevado a Italia a ser dirigida por tecnócratas y no por políticos? Eso confirma mi tesis.
Por su parte los globos sonda lanzados por la patronal hacia la función pública es diáfana: hay que acabar con la función pública, que es una estrategia muy bien diseñada para que los servicios públicos se conviertan en privados y ellos acaben haciendo caja y explotando al personal con jornadas maratonianas y sueldos míseros. De hecho, ya le han hecho a su medida una magnífica reforma laboral.
Decía también a varios compañeros que ahora ocurre algo similar a lo que siempre ocurrió en la Edad Media: los señores feudales estaban todo el tiempo a garrotazo limpio entre ellos, pero se unían cuando el pueblo, los simples, la gleba, se alzaba contra su injusto poder. El derecho de pernada o "la prima notte" un buen día dejó de ejercerse porque alguien se alzó en armas y, seguramente, perdió su vida por ello; de lo contrario, aún seguiría estando vigente y la monarquía absoluta acabó cediendo porque surgió la Revolución Francesa y antes de ésta las escaramuzas revolucionarias inglesas, de lo contrario los actuales monarcas -los borbones más que ningunos- seguirían usando sus privilegios sin cargo de conciencia o pudor. Siempre ha sido así.
Por tanto, es necesario que los empleados públicos, como garantes del Estado de Derecho que somos, alcemos la voz y encendamos las antorchas metafóricas, esas que conseguían ahuyentar a la bestia en aquellas excelentes películas de terror en blanco y negro de los años 30 y 40. Pero es necesario el apoyo de la sociedad civil, esa que paga impuestos y no participa de decisión alguna (porque votar ya no es un ejercicio democrático como nos cuentan, sino apoyar a quien te acabará liquidando. Una especie de medida higiénica que se da el propio sistema pretendidamente llamado democrático).
Soy consciente que estoy hablando de una especie de nueva revolución pero -creedme- sé de lo que hablo y sé lo que se nos viene encima porque está claro que estamos al final de un ciclo económico y social en el cual los Estados ya no se sostienen con los tributos al tiempo que se siguen favoreciendo los paraísos físcales y el negocio turbio y mafioso porque supone sobre un 25% del PIB mundial, según algunos expertos. Eso es una mezcla explosiva, inconciliable. Al mismo tiempo, los países llamados ricos ya no pueden detener la invasión de los países del tercer mundo porque los habitantes de estos países consideran que esa prosperidad también les pertenece y ya no pueden esperar más represión y pobreza y, lógicamente, todo se hace insostenible. Ante esta situación sumamente compleja y peligrosa, la casta política -élite dirigente mundial, monarquías y grandes corporaciones comerciales y económicas- buscan su refugio y dejan a la ciudadanía a su pairo hasta que se concrete un nuevo orden mundial. Ese nuevo orden mundial hasta el siglo XX lo establecían las guerras mundiales, pero ahora en plena etapa nuclear eso no es posible. Por tanto, las armas que se utilizan son las económicas. De hecho, ¿cómo se explica que el Presidente del Banco Central Europeo, sea Mario Draghi, Vicepresidente de Golmand Sachs en Europa entre los años 2002 y 2006 -años en que se estaba gestando el batacazo financiero- cuarto banco financiero y uno de los artífices de la crisis mundial de 2008; que el Secretario del Tesoro norteamericano en ese año fuera Henry Merritt Paulson el Presidente de Golmand Sachs un año antes (dicen que se retiró con cincuenta y tantos millones de dólares) del estallido financiero; o el que el mismísimo Ministro de Economía y Competitividad español, Luis de Guindos, fuera poco tiempo antes, Presidente Ejecutivo de Lehman Brothers -una de las Corporaciones que tuvieron una responsabilidad activa en la crisis financiera mundial- para España y Portugal. Muchas casualidades ¿no?.
¿Una teoría de la conspiración? ¿Una simple y modesta opinión? Es probable, pero tendríamos que detenernos a reflexionar sobre ello antes de que comiencen las Olimpiadas de Londres y la Liga Española de Fútbol.