La jornada de huelga general ha sido extraña. Desde luego, no se ha desarrollado como antaño. Nuevos elementos afloran en este momento histórico que hacen que lo que entendíamos como total inactividad laboral, ahora se transforma en descontento social. Nuevos perfiles que los sindicatos torpemente descuidan y que provocan el descontento general hacia ellos. Está claro que el ciudadano necesita reivindicarse, mostrar al poder su enorme descontento, porque hay motivos, pero a esas nuevas reivindicaciones hay que denominarlas de otra forma. El concepto de huelga general, ya no encaja.
LA CIUDAD ACTIVA
Particularmente, he comprobado que la ciudad latía de una manera más o menos normal desde primerísimas horas de la mañana. Tan sólo el efecto contundente de los piquetes -cada vez más violentos, por cierto- ha hecho posible que muchos titulares de pequeños comercios jugaran toda la mañana al gato y al ratón. Probablemente sea el día que más veces han desplegado sus cierres y persianas. Hay que decirlo claro: no había ni el más mínimo interés por seguir la huelga y tan sólo el efecto de esos piquetes posibilitaron que esos pequeños comercios cerraran sus puertas. Algo similar ha ocurrido desde primeras horas de la mañana en las grandes zonas industriales.
Los piquete informativos con los que me he cruzado esta mañana dejaban mucho que desear, tanto en su configuración como en su acción. Formaban parte de ellos personas que no sabían bien el propósito de su labor. Lo que en su día consistió en informar hoy día se ha convertido en algo ridículo, he tenido la ocasión de comprobarlo. Provocaban, amenazaban, proferían insultos. No es ese el fin. Es algo que los sindicatos deberían controlar. por su propio bien.
Algo más tarde llegaron grupos antisistemas y perroflautas, más o menos los mismos que arrojaron al cubo de la basura la excelente idea 15-M. He contemplado el dantesco espectáculo que se ha armado en la Plaza de la Trinidad de Granada. Por todo lo visto, hoy estaba totalmente claro que mucho antisistema estaba por armarla. Esperaban que saltara una chispa para enfrentarse a los antidisturbios, que en esta ocasión -probablemente no en otras- hay que decirlo, han sido pacientes y comedidos.
Intentaban cerrar un bar e increpaban a sus clientes, algunos de ellos turistas. Deberían saber que el derecho a la huelga implica tanto la opción de seguirla como de no seguirla, nada de forzar la voluntad. Ellos intentaron forzarla y, finalmente, la batalla campal se consumió. Nada edificante sin duda para las fuerzas sindicales. Un amigo, afiliado a la CNT, al ver que muchos de éstos portaban banderas de este histórico y luchador sindicato, se avergonzó.
RIADAS DE MANIFESTANTES EN LAS CALLES
RIADAS DE MANIFESTANTES EN LAS CALLES
Lo que se ha visto por la tarde en las calles de las principales ciudades del país es otra cosa. Pero poco tiene que ver con la huelga. Más bien, la convocatoria de ésta se ha utilizado para canalizar el descontento social. Es totalmente lógico.
Nos enfrentamos a otros retos que la mera convocatoria de próximas huelgas generales que nada van a solucionar. Lo más sensato sería que la ciudadanía, al margen de sindicatos y partidos políticos, se organizara, aunque fuera de forma espontánea, para detener este desaguisado en que se ha convertido España. Hay que hacer frente a la casta política y sindical y decirles dónde está su sitio. Pero eso lo tenemos que hacer los ciudadanos, al margen de banderas y reivindicaciones interesadas y maniqueas.
Nos enfrentamos a otros retos que la mera convocatoria de próximas huelgas generales que nada van a solucionar. Lo más sensato sería que la ciudadanía, al margen de sindicatos y partidos políticos, se organizara, aunque fuera de forma espontánea, para detener este desaguisado en que se ha convertido España. Hay que hacer frente a la casta política y sindical y decirles dónde está su sitio. Pero eso lo tenemos que hacer los ciudadanos, al margen de banderas y reivindicaciones interesadas y maniqueas.