Acabo de ver los guiñoles de Canal Plus France ridiculizando a algunos de nuestros mejores deportistas a raíz de la polémica e incomprensible sanción a Alberto Contador y, sí, hay que reconocer que no es nada agradable y es denunciable, pero no representa el sentir de la nación francesa, ni de sus dirigentes deportivos y políticos. Si consideráramos que así es la cuestión tendría otros matices bien distintos y serían muchas y contundentes las medidas a adoptar.
Los guiñoles del Plus -que también existieron en España- sólo es posible interpretarlos en un contexto, que no es otro que la misión de caricaturizar y ridiculizar a todo personaje famoso, siendo más ridiculizado quien más famoso es o al que más daño se le quiere hacer. De hecho, en el Reino Unido son pasto de ellos -u otros similares- desde la sagrada monarquía británica hasta el muy popular David Beckham, pero al mismo tiempo estos que ridiculizan son símbolos e iconos de la sociedad británica. En Francia ocurre algo similar y es frecuente que estas caretas de gomaespuma -o de lo que fuere que estén hechos- aticen al mismísimo y todopoderoso primer ministro y otros personajes de las altas esferas políticas. Por tanto, todo este pollo que se ha montado hay que verlo en un contexto y con un prisma determinado.
Dicho esto, sí hay que afirmar que es muy probable que en nuestro país vecino, en determinados medios de comunicación, reine cierto resentimiento por el éxito continuado de muchos de nuestros deportistas de élite en su propio territorio, porque ¿cuánto tiempo lleva un tenista francés sin ganar el Roland Garros? ¿O desde cuando no se sube un ciclista francés a lo más alto del podio en los Campos Elíseos? Quizá en la respuesta a esas dos preguntas pueda estar la clave de la forma de actuar de los guionistas de los guiñoles de Canal Plus. Dicen en mi pueblo que la envidia es muy mala y en Francia muchos sectores políticos y sociales nos siguen viendo aún como un país inferior; algo parecido a como vemos nosotros, por ejemplo, a Marruecos. Y la envidia cuando surge de una posición de sentimiento superior es mala pócima.
Ahora bien, de ahí a rasgarse las vestiduras, crear un conflicto con el país vecino, elevar una queja diplomática, insultar a cualquier francés de buena fe que se cruce con nosotros, va un abismo.
Ya lo dijo Cervantes sabiamente en boca de su personaje universal: "Ladran, luego cabalgamos, Sancho".
Lo verdaderamente grave no es esta parodia de dudoso humor sino la actuación del TAS contra Alberto Contador. Está claro que la justicia deportiva siempre ha sido un desparrame y sus dudosas resoluciones casi siempre son pantomimas, pero es cierto que jamás ha llegado tan lejos, por lo que podría ser muy razonable sospechar que son otros los intereses y otros los hilos que mueven a estos artistas del Tribunal de Arbitraje Deportivo. También hay que considerar un dato que no se ha de pasar por alto: Francia sigue siendo el país con más influencia en el ciclismo mundial. Esos asuntos son lo verdaderamente graves y preocupantes.