Al parecer Rajoy está contando en la Cumbre de Bruselas ante sus socios comunitarios lo que aún no ha contado en España para acabar con el déficit y seguir la estela poderosa de Alemania y Francia.
Está contando en Europa lo que aún no está contando aquí, que es donde debe, ya que ha salido elegido por los votos de casi once millones de españoles. Por tanto, estamos asistiendo a una nueva forma de manifestación democrática -digámoslo con todo el sarcasmo que las palabras escritas no saben recoger-, que consiste en dirigir un país con el beneplácito de otras potencias europeas.
O sea, que eso era la Unión Europea, algo que nos ha costado veinticinco años entender, desde la entrada de España en 1986.
Ante el silencio de Rajoy acerca de hacía donde van a ir sus recortes podríamos barruntar dos opciones: Una: que estos serán muy drásticos y no conviene ir anunciándolo así tan de golpe; Dos: que no se tenga ni idea de cómo están las cuentas públicas y, por tanto, no se tenga ni idea hacía donde habrá que recortar, hasta que no nos marque la senda la señora Merkel, guardiana de sus poderosos bancos teutones.
Seguramente que el engaño de la moneda única, prolongado desde el año 2000, ya sea un clamor y nadie sepa cómo salir de este feo asunto, a no se que hagamos lo que ya hizo Argentina al FMI -obviar parte de su deuda-, una formula que le hizo salir de la crisis y que le está haciendo crecer actualmente.
He de admitir que me daba miedo Zapatero y mucho más su inútil equipo de paniaguados y aficionados; pero también debo de admitir que también me da mucho miedo Rajoy y su equipo de tecnócratas sabelotodo. Ambas opciones son para temblar.
Y lo son porque ambas opciones tienen ciega fe en el euro y consideran que es la única opción que existe, sin llegar a valorar otras, como podría ser volver a la moneda nacional (de hecho, países de la UE que optaron seguir con su moneda como son los casos de Dinamarca e Inglaterra no no tienen tan crudo). Pero la realidad de los mercados está demostrando cada día que el euro es un presa fácil, un gran chollo para los especuladores -muchos de los cuales operan desde paraísos fiscales-. Mucho más chollo que el dólar americano, la libra esterlina inglesa y el yens japonés.
Por tanto, tener fe ciega en el euro puede ser la ruina de países como España que, además, no tiene el potencial industrial de Alemania o Francia; ni tan siquiera, de Italia. Y para colmo nuestra destrucción de empleo es aún superior a Grecia y Portugal.
De ahí que lo vea todo negro y comience a sospechar que como con los impuestos no se llegará ni tan siquiera a pagar la deuda, éstos seguirán subiendo, habrá recortes a empleados públicos -otro día hablaré de este asunto- y el estado de bienestar se quedará hecho unos zorros. Sin embargo, no quiero hablar de recortes en un sentido general porque seguramente muchos de éstos habrá que llevarlos a cabo, -sobre todo los gastos abusivos que acarreamos, comenzando por la clase política y es monarquía que se cae a trozos-; seguramente habrá que comprender que se prepara un sinpar cambio de ciclo. Un cambio de ciclo que nos costará asimilar pero que está al llegar. Ya nada será igual. Se acabaron las vacas gordas e incluso cada vez será más difícil ni tan siquiera ver vacas o que éstas se vuelvan sagradas, como en la India. Así de dramático resulta todo esto porque no olvidemos que España es una máquina de gastar gracias a sus 17 Autonomías y a sus muchos Ayuntamientos estrella.
Yo lo veo así y opino desde la ignorancia y desde falta de preparación económica: el euro ha sido un fiasco. Hecho a la imagen y semejanza de la Europa de los mercaderes como ya vaticinó el bueno de Anguita. Unos mercaderes que ya nos atisban desde todos los rincones del mundo. La carroña nos amenaza.