La visita a las muy escasas ruinas de lo que se documenta como necrópois y -posteriormente- municipium 'ibero-romano' de Ilurco se ha hecho esperar, pero al final se ha producido.
Era una 'excursión' que le tenía prometida al profesor y escritor granadino José Luis Serrano -autor de Zawí- y que por fin tras diversos aplazamientos hemos podido llevar a cabo este domingo pasado.
Poca gente que haya nacido en Pinos Puente no conoce, física o a través de testimonio indirecto, lo que guarda el conocido como 'Cerro de los Infantes' (ver mi entrada sobre esta zona), y son muchas las personas que han encontrado monedas, restos de cerámica e incluso algún exvoto íbero que otro. Pero era necesario visitar la zona con cierto conocimiento de lo que podríamos encontrarnos allí, de acuerdo con las prospecciones arqueológicas -pocas e incompletas- que han llevado a cabo arqueólogos en épocas pasadas.
Probablemente no era la mejor época, porque ha llovido mucho este pasado invierno y en el comienzo de la primavera, de manera que el follaje era inmenso, pero aún así, ambos hemos conseguido ascender a lo conocido como 'corona', lugar en el que se estima podía estar construida la fortaleza militar, el 'oppidum' ibérico, el cual pudo servir para que Roma pusiera allí su impronta en forma de fortaleza y posteriormente la civilización islámica en forma de alcazaba. Que se sepa, nunca fue fortaleza cristiana.
Hemos podido ver tenues restos de murallas y unos escalones bien construidos sobre los restos en roca de la misma, que según las inscripciones (1937) debieron ser utilizados por los soldados de la zona republicana durante la Guerra Civil española.
Ya en la meseta que conforma la 'corona' -con unas impresionantes vistas a la Vega y a los Montes Orientales- hemos podido ver lo que se estima una poza grande utilizada para tintar tejidos de posible estructura fenicia, según los expertos.
En la zona de bajada, en una especie de valle pequeño es posible ver restos de muralla (de posible procedencia íbera), la cual ha sido prácticamente destruida por una antigua construcción vulgar de una vivienda de una sola planta.
Como comentábamos José Luis y yo, seguramente habría mucho por descubrir si existiera la voluntad de iniciar nuevas prospecciones arqueológicas, algo que es factible que se haga en cualquier momento gracias a que la zona está legalmente protegida y reconocida.
Desde lo alto de la 'corona' es fácil otear todo el horizonte en un ángulo de 360 grados sin problema alguno, que es el fin que se pretendía cuando se construyó el 'oppidum'. Incluso, sería posible visualizar la probable fortaleza en alto que seguramente presidía la probable antigua ciudad de Ilibiris, junto a la población de Atarfe, dato que podría ser nada relevante para los poblados íberos, ya que éstos extendían su 'soberanía' tan sólo a su población. No había concepto de Estado.
En los momentos en el que follaje nos llegaba hasta la cintura, no pude evitar pensar en la presencia de la víbora hocicuda, comunes en esta zona (en toda España, excepto en el norte) según los testimonios que siempre he escuchado y que ambos hemos comentado. Además, en primavera comienzan su ciclo de celo y es cuando se ciernen más peligrosas, a pesar de que su veneno, al parecer, no es tan tóxico como el del resto de las víboras. Por suerte no nos hemos topado con ninguna. He preferido alejar ese pensamiento y centrarme en los restos, como es fácil deducir.