30 julio 2010

UN LARGO PERIPLO


Efectivamente, como bien enfatizaba Alfredo soy un lechón perdido. Pero no, no me he echado a la mala vida verde -que es una vida saludable bañada de zumo de cebada-. Y es que tras un largo periplo, siempre vengo herido de la última estación: Madrid. Me explico.
Madrid, me atrapó cuando allí hice la mili. La saboreé literariamente gracias a mis grandes amigos literarios (y a ese destino cómodo y plácido que me ofrecieron gracias a una prueba de aptitud).



Quevedo me enseñó el Madrid de los Austrias, que lo configuró en bohemio, Max Estella, el personaje autodestruido de Valle Inclán, que no era más que su "Alter Ego" literario. Pero además tuve la suerte de encontrar una guía de Madrid como pocas en la trilogía "Memorias de Madrid" de Paco Umbral, que probablemente por mucha vanidad adquirida acabó convirtiéndose en un sospechoso columnista, cuando se trataba de una de las mejores plumas del país.


Como digo, todo eso me dejó herido de Madrid. Y cuando estás mal herido, si no mueres en el intento, siempre acabas por volver a esos lugares literarios que tanto te han aportado como dicen que el asesino vuelve al lugar del crimen, algo que es así desde "Crimen y Castigo.
Madrid es enorme. No ya por su magnitud física, sino por su significado. De ahí que el viajero que busca un Madrid literario e histórico no debe devorar todo de golpe sino episódicamente.
Porque se ha de ser consciente de que no existe sólo el Madrid literario sino que siempre nos vamos a encontrar con un Madrid mediático, muy mediático. De hecho, ayer me sorprendía encontrarme junto a la estatua de Valle Inclán, en los aledaños de la calle Génova -famosa por encontrarse en sus aledaños ni más ni menos que la Audiencia Nacional, el Tribunal Supremo y el Consejo General del Poder Judicial y la sede del PP (Populares, reza la inscripción de la fachada), con aquel Dominguez, famoso policía implicado en el caso GAL.
También existe un Madrid político. El actual no me interesa apenas, pero sí los iconos que están unidos a la II República española, época que al margen de connotaciones políticas, siempre me ha parecido apasionante. De hecho, las memorias de Azaña, que salieron en un libro de recomendable lectura denominado "Los cuadernos robados", nos trasladan a lugares muy presentes en la actualidad.

Pero como venía a dejar traslucir al principio de esta entrada, jamás dejo de visitar el Madrid de los Austrias "de la mano de Francisco de Quevedo y Villegas". De hecho, "La Posada de la Villa", hoy transformada en una coqueta taberna es uno de los iconos de "El buscón", que me cautivó cuando casualmente la descubrí hace ya bastantes años. Igual que descubrí hace muy poco, la taberna del "Capitán Alatriste", que es la continuación moderna de ese Madrid histórico, gracias a la hábil mano de Pérez Reverte y su famoso "capitán", soldado abnegado y de honor de los Tercios de Flandes.


En cada ocasión introduzco nuevos iconos a descubrir. De hecho, hasta este año no había descubierto la Residencia de Estudiantes, aquel lugar de encuentro que acabó generando toda una generación: la del 27. Una generación en la que confluye la literatura, la pintura, el cine...había que descubrirla y encontrarla en su lugar primitivo, un vasto espacio bucólico en el corazón de Madrid que cuenta con la virtud de lo edénico y recogido. Un excelente trabajo de conservación que habrá que agradecer en el futuro. Gracias a la última novela de Muñoz Molina "La noche de los tiempos", he vuelto a recordar que tenía pendiente esa visita, que al fin se ha cumplido.
Mucho más habría que escribir sobre ese Madrid mítico, ese Madrid mediático, como la visita hecha al Madrid más post moderno, las torres "skyline", esas que pretenden emular a Manhatan en la capital de España. Había que visitarlas porque ya me fascinó su presencia cuando, aún en construcción, pasamos juntos a ellas en la Maratón de Madrid de 2007. Su ubicación está en la antigua ciudad deportiva del Real Madrid.


Misión más difícil era subir a la terraza de alguna de las cuatro y contemplar "todo Madrid". Y para tal fin, nada mejor que la sinceridad de expresar ese deseo en el fastuoso hotel "Eurostar Tower" de cinco estrellas que ocupa las treinta y una plantas de una de las torres. Gracias a un joven, Jose Miguel, una especie de personal de seguridad de traje y corbata y de exquisito trato y amplia formación, pudimos contemplar la magnificencia de las vistas que ofrecían de todo Madrid desde ese irreal Spa y sala VIP. José Miguel, sin embargo, nos hablaba de preparar oposiciones y nos pedía consejos, diciendo en un par de ocasiones: "no sé que hago aquí con dos carreras y un master". Son las grandes contradicciones de ese Madrid hiperrrico y al mismo tiempo hiperpobre, una ciudad en la que cualquier joven hiperformado, consciente de su destino -que está haciendo añicos la sirvenguenzería política de este país- te hace participe de ese gran poder que radica en su ciudad, pero que él jamás podrá ni tocar, aunque sí cuenta con el poder de guiar a dos desconocidos educados y sinceros por un lugar que poco tiene que ver con nuestro concepto platónico del mundo. Yo pasé en 2007 por allí corriendo y me dije que algún día tendría que estar en lo alto de alguna de esas torres. José Miguel, un madrileño de pro, que nació en "La Paz", que estaba a nuestros pies, me lo facilitó.

Pero amigos, en ese largo periplo intermitente y algo anárquico de salidas y llegadas, he corrido. Y he corrido bien, sorprendiéndome en ocasiones con ritmos satisfactorios y siempre con las endorfinas a flor de piel. Pero eso es otra historia de la habrá que hablar en los próximos días.
Bienvenidos de nuevo y gracias por vuestras siempre ilusionantes visitas, que en época de sequía de entradas también han sido generosas. Como siempre.

14 julio 2010

PACIENCIA





Amigos-as, la paciencia es una virtud. Lo dijo Shakespeare y creo que puede ser aplicable a todos los aspectos de la vida, pero en esta entrada no voy a filosofar, no, sino que voy referirme a la paciencia en el correr. Y esa reflexión viene a cuento de lo que experimentaba ayer tarde en mi sesión de diez kilómetros por la Vega entre Pinos Puente y Fuente Vaqueros.
Ya conté que la semana pasada hice trece kilómetros y me sobraron tres, así que comprendí que mis mejores sensaciones, el mejor entreno, ese que no te deja vacío y exhausto, por ahora, no debe pasar de diez kilómetros. En esa distancia me siento cómodo, a un ritmo medio nunca inferior a 5'15'' el mil. Corro sin ataduras de reloj y sólo aspiro a acumular kilómetros. Si me encuentro cansado bajo el ritmo y si me encuentro más entero lo afino algo más.
Y es ahí donde entra en juego la paciencia. Correr me gusta y con esas premisas estoy más que satisfecho.
Y, más o menos, en eso pensaba ayer cuando pasadas las 8,30 de la tarde iniciaba mi ruta. Percibía que comenzaba lento, en torno a los 5'25'', y percibía también que sin esfuerzo, alrededor del kilómetro 4, se me ocurría mirar el Forer y leía un ritmo de 4'52''. Sin proponérmelo. En ese momento ya había dejado el camino de la Vega y corría por el margen izquierdo de la carretera local que une Fuente Vaqueros con Sierra Elvira, cerca ya de la entrada al Camino de las Cruces que me volvía de nuevo a conectar con la Vega. Verdaderamente las sensaciones eran excelentes y la impresión de que mi forma se iba ajustando muy certera. Sentía que había encontrado la razón de ese lento cambio: la paciencia.
Percibía igualmente que las pulsaciones eran mucho más bajas que las marcadas el domingo por la mañana en idéntico recorrido. Y más impresionante fue comprobar cómo tras subir la pequeña rampa del ferrocarril las piernas, fresquísimas, alargaban la zancada y en los últimos seiscientos metros me ponía sin esfuerzo en 4'19''. Algo increíble para mi forma actual.
Curiosamente, cuando la noche ya se había desperezado y el frescor en Granada ganaba el terreno al tórrido sol, leía en el libro "El correr Chí", que un corredor debe de correr la distancia necesaria que le permita correr los kilómetros plenamente, sin caer en esfuerzos excesivos por el mero hecho de hacer distancias largas. En definitiva, el autor venía a decir que las distancias no son lo importante, sino el sentir que los kilómetros que se hagan sean totalmente plenos y adaptados a nuestra forma actual. Es el mejor antídoto contra las lesiones y el sobrentrenamiento.
Sin saberlo, sin haber leído aquello, fue lo que hice esa misma tarde, lo que vengo haciendo desde que sé mejor escuchar al cuerpo.
Mi distancia-forma, por tanto, está ahora en los 10 kilómetros. No significa que no pueda hacer más, pero es en los diez en los que encuentro el organismo pletórico y sin proponérmelo puedo ir a ritmos adecuados. De ahí que siga instalando durante algún tiempo en esa distancia aproximada, sin tocar los doce o trece kilómetros hasta que transcurran, al menos, un par de semanas.

11 julio 2010

EL FÚTBOL COMO CATARSIS, Publicado en Ideal el 11/07-2010 (Día de la finalísima)


Nada había escrito sobre el mundial, sobre el fútbol, hasta ahora. Así que me animé a escribir un artículo para Ideal, abordando el éxito de España en este mundial de una forma diferente. Otra óptica que podría sugerir otra forma de ver las cosas.

Un artículo que es probable que quienes viváis por esta zona hayáis visto publicado esta mañana en la edición de papel de Ideal. Si no es así, os lo reproduzco. A ver qué os parece.


Que la selección española -todas las selecciones, en sus respectivos países- cause esa histeria colectiva cuando juega, pero principalmente cuando gana, ha de tener una explicación para los sociológicos y los estudiosos del comportamiento humano.

Uno lo intenta ver desde sus modestos conocimientos sociológicos aportados por una asignatura en la carrera, pero no alcanza a ver qué es lo que provoca en casi todos nosotros esa alegría inmensa que sentimos cuando un balón penetra en la portería rival.

Nos familiarizamos con los jugadores hasta el punto de parecer que son amigos o parientes nuestros, personas que se sientan cada noche en nuestra mesa a cenar con nosotros. Nos caen bien como jamás nos caerán otros ricos, aunque no nos caigan tan bien muchos de sus dirigentes, que en su mayoría no son más que advenedizos que se lucran incesantemente de forma prepotente e interesada.

Es más, cada uno de nosotros nos convertimos en un seleccionador más e intentamos corregir a Vicente del Bosque en sus alineaciones y tácticas y nos enfadamos cuando no sienta a Torres en el banquillo.

En síntesis, estamos tan conectados con la denominada "roja" que por unos días ha ocupado la atención de nuestros días, por encima de otros problemas menos prosaicos.

El fútbol produce una catarsis en las personas. Nos transforma y va más allá de ser un mero deporte. Durante unos días nos olvidamos de nuestros propios problemas personales, de los problemas económicos que atraviesan nuestras vidas y el país entero; nos olvidamos de los malos rollos laborales y, en determinados casos, nos olvidamos incluso de nuestras inquinas personales hacia nuestros semejantes. En una palabra, hacemos una piña. Y, lo que es más curioso, nos sentimos integrantes de un país, algo ya tan denostado en la España de las Autonomías.

Por eso y por otros efectos a todos nos interesa que haya fútbol, que el mundial no acabe nunca y que España juegue la final del Mundial de Sudáfrica.

Eso lo saben los políticos y los poderosos sociales y económicos, que contemplan desde su baranda como todo un pueblo al que se le está haciendo culpable de todos sus tejemanejes se vuelve más controlable y actúa de manera eficaz el antídoto de la amnesia colectiva.

Será por eso por lo que ahora muchos, desde sus sillones de piel y sus suntuosos despachos, se frotan las manos y se dan palmadas unos a otros en la espalda. Porque no olvidemos que mientras nosotros, el pueblo, estamos celebrando la victoria de España en las calles y en las plazas sin percibir un céntimo por ello ellos siguen pensando en cómo aplicar medidas coercitivas que ajusten cada vez más las pobres vidas de sus súbditos.

Sin embargo, a estas alturas uno se pregunta si el fútbol, en esta ocasión, no haya cumplido eficazmente su función, si esa catarsis y esa amnesia colectiva sufrida no haya podido llegar en un momento idóneo para desterrar de nuestras vidas esa pesadilla diaria que suponía conocer con cuentagotas esas medidas económicas restrictivas que siempre se ceban con la gente del pueblo. Una oportunidad única para perder de vista por unos días la mentiras de los políticos, la demagogia sindical y el cinismo de los responsables empresariales.

10 julio 2010

EN EL CALOR DE LOS DÍAS



El pasado jueves salía a correr con la sensación de atravesar campos en llamas. Eran más de la ocho y media de la tarde cuando enfilaba la modesta carretera local que une Pinos Puente con Caparacena, no sin antes dejar de pasar por ese evocador camino entre olivos que asoma al final de las instalaciones deportivas y el cementerio de Pinos Puente.
Cuando nacemos en una zona, nuestras raíces se funden para siempre con el terruño y eso ya perdura para siempre. Es lo habitual y nos ocurre a todos.
Pero si resulta que a esa unión emocional le unimos la emoción de correr por esos lugares, ya podríamos estar hablando de un verdadero hecatombe emocional, que es algo que intento saborear plenamente porque pocas cosas son tan estimulantes.
Lo material, lo ficticio, lo superfluo, se torna insignificante y ridículo al lado de estas sensaciones.
Además, se da la particularidad de que esa ruta a la que me refiero arranca al final de la calle en la que nací, de manera que el torbellino de sensaciones es exponencial.
Pero no quiero alejarme de lo que quería contar. Decía tener la sensación de atravesar los campos en llamas, a pesar de que el sol ya había decidido pactar su relevo con la luna.
Tal era el calor en el esta zona del sur de Andalucía. Probablemente estuviera corriendo en torno a los 35 grados. Y, a pesar de que tan sólo haría nueve kilómetros y medio, cuando llegué a la aldea de Caparacena no tuve más remedio que hidratarme en la pequeña fuente de la plaza del pequeño poblado. Lógicamente las pulsaciones que marcaba el Forerunner se dispararon, algo no sólamente imputable al fuerte calor sino también a mi actual estado de forma.
Pero he de admitir que disfruté. A pesar del mal estado de forma disfruté, porque llega un momento en la vida del correr que el disfrute siempre se antepone al sufrimiento.
Y es que en estos días las opciones para correr son escasas: salir antes de que el día despunte, que no es uno de mis fuertes, o esperar al ocaso - incluso en ese momento del día es difícil- son las únicas opciones. Esperemos que esta ola de calor africano duré lo que resta de mundial, también africano.

08 julio 2010

PLANTILLAS SORBOTHANE SHOCK STOPPER FULL STRIKE



Llevaba ya algún tiempo buscando unas plantillas que no fueran anatómicas. Conservo las hechas a la medida, adaptadas a la forma de pisar y con ellas he corrido los dos maratones que he hecho hasta ahora y las uso para grandes tiradas, pero ahora me interesa no tanto corregir la pisada como proteger los gemelos, el sóleo y los tendones del impacto contra el suelo.
Así que aproveche la oportunidad y en Málaga me acerqué a Decathlon y me hice de las conocidas Sorbothane Shock Stopper Full Strike, que protegen la totalidad de la planta del pie y ofrecen una alta absorción de impactos.

Aún no las he utilizado por lo que nada puedo hablar aún de ellas como experiencia directa, pero quienes ya la usan están satisfechos con su rendimiento.
Lo importante, ya sabéis, es procurar poner coto a las lesiones.

06 julio 2010

NADA CONSPIRO CONTRA MI, PERO AL FINAL NO ESTUVE


No estuve en la prueba de Dílar.
¿Fuí prudente por la ya casi desaparecida contractura de la espalda? ¿Fuí cobarde al saber que mi estado de forma ha bajado varios niveles? ¿He perdido el hábito de madrugar el domingo para competir? ¿En definitiva, me estoy volviendo un golfo y cebando como un oso?
La respuesta es no a casi todas las preguntas. Si acaso, la respuesta sí podría responder a cierta lógica en el caso de la primera y la segunda preguntas: la contractura persistía y en el test que hice el sábado, como bien anotó Alfredo, en las pocas bajadas que corrí percibía molestias no demasiado agudas. Y sí, he perdido cierta forma.
Seguramente mi buen amigo Roberto me buscó en esa cuerda del 5,20-5,30 el mil y a Mario le extrañó no verme, pero la decisión de no ir apenas se fraguó horas antes.
Y es que en verdad, amigos y amigas, cuesta mucho remontar vuelo cuando se planea tan bajo como yo lo estoy haciendo ahora.
El sábado, en ese test que hice, corrí por la Vega a lo largo de 13,5 kms y me sobraron tres. Por tanto, en Dílar me hubiera detenido antes que Mario y eso que mi paisano está en mucho mejor forma que yo actualmente. De hecho, mi carrera hubiera sido accidentada y frustrante, y cuando ocurre esto ponerse tras un dorsal, como indicó Javi, es algo inverosimil.
Sin embargo, nada de la planificación que aquí diseñé ha cambiado, vale, se ha visto levemente alterada por esa contractura en la espalda ya prácticamente superada, pero nada más. Sigo vivo. De hecho, en este semana espero estar alrededor de los 30 kms., más los veinte y pico que quiero hacer en bicicleta.
La forma llegará poco a poco, porque aunque no me lo crea ni yo mismo, quiero estar en todos los medios maratones del otoño.

02 julio 2010

TODO CONSPIRA PARA QUE NO ESTÉ, PERO ESTARÉ.


Soy el dios de las contracturas. Este debería ser mi segundo apellido; es más, hasta podría ser el primero: José Antonio Contracturas Vera. No queda nada mal.
Superada las contracturas de gemelos y cuadricep izquierdo ahora le ha tocado a la espalda, tal vez una de las partes del cuerpo que no interviene directamente en la carrera, si bien no ha sido el correr el responsable de esta nueva lesión, sino otras cuestiones menos prosaicas.
El dolor ha sido inmenso, pero ya parece que va remitiendo.
Y con ese perfil casi seguro que me presentaré en la prueba del Circuito de Diputación que cierra esta primera parte, a la espera de las atractivas pruebas a partir de septiembre.
Buscaré la cuerda en torno a los 5,20-5,30 el mil. Lo que se suele decir: para acabarla. ¿Alguien se suma?


Pero ganas barajo -reconozco- de volver a enfundarme la vestimenta de Caja Rural y hacer -como pueda- esos 15 kilómetros.
La prueba de Dílar -que este año comienza en Gójar- para quienes no lo sepáis o nunca las hayáis corrido, es una prueba de las denominadas duras, porque muchos factores confluyen en la misma: subidas, cierta distancia y calor, principalmente, en los últimos tramos. Además, tradicionalmente la organización ha sido un caos a su paso, principalmente, por Otura. Incluso, hace unos años, un buena parte de corredores se quedaron sin agua cuando el reloj superaba las 11 de la mañana y aún quedaba por subir al pintoresco pueblo de Dílar, justo en la falda del parque natural de Sierra Nevada.
Pues nada, a pesar de los pesares como diría Machado, a pesar de que todo parece conspirar para que no esté allí, si no ocurre un cataclismo -que podría ocurrir visto lo visto-, allí estaré para correr -o reptar- y tomar unas cervezas con la buena gente que me encuentre.
Hasta el domingo pues, lechones.

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...