Veamos
¿A alguien le sorprende lo de las mafias chinas? ¿A alguien le parece normal que
unos cuantos ciudadanos chinos, que apenas son dueños de las ropas que llevan,
puedan comprar o arrendar los locales más caros, en las zonas más comerciales de
cualquier ciudad y ponerse a vender cosas de a menos de un euro? ¿Qué es lo que
somos, o qué es lo que creen que somos? ¿Crédulos? ¿Sumisos? ¿Gilipollas, en
definitiva?
Todo
lo que pasa y ha pasado en España, digamos, en los últimos 20 años, por poner
sólo una fecha acotada coincidente con las orgiásticas Expo de Sevilla y Olimpiadas de Barcelona, es de escándalo. El embrión ha sido la fiebre del
ladrillo, está claro, pero esa causa ha traído muchos efectos que tienen mucho
que ver con la avaricia y la falta de ética y moral de la condición
humana.
La
suma de políticos corruptos, unas leyes inaplicadas, un Poder Judicial lento y
costoso y una clase empresarial depredadora ha conciliado un caldo de cultivo
dantesco para la atracción de todas las mafias del planeta, que buscan
sin descanso lugares proclives en los que blanquear su dinero procedente del
narcotráfico, la venta de armas, la prostitución o todo lo que sea blanqueable.
Lógicamente, para ese fin, se tienen que dar unas condiciones excelentes,
siendo una de ellas la existencia de los distintos paraísos fiscales que pueblan el mundo, que es el reducto de
mafias, empresarios y políticos que tienen en común la corrupción como norma.
¿Y
qué país democrático bien situado estratégicamente es más proclive a estos lavados? Lógicamente, España ¿Y qué regiones más
proclives dentro de España? Lógicamente donde hay opciones ventajosas,
lugares donde se permita construir a mansalva con el beneplácito de
políticos corruptos: toda la costa mediterránea y ciudades dormitorio,
principalmente, las más cercanas a las grandes ciudades. El póker es perfecto.
Pero
el ciudadano medio, sin poder ni medios lo barruntaba. Unos sacaban tajada
porque iban bien sus negocios o su puesto de trabajo y otros intentaban
apartarse de aquello. Y aquello no era otra cosa que les hicieran comulgar con
ruedas de molino ante la presencia de cada vez gente sin fortuna que de buenas
a primeras paseaba por las calles de su ciudad sus imponentes coches de lujos y alta
cilindrada u ostentaba bienes inmobiliarios de ensueño; una presencia cada vez
más insultante de gente del Este en las costas mediterráneas a bordo de coches
de gran cilindrada y gestionando locales de ocio a doquier; gentes procedente
de Italia viviendo en grandes mansiones y manejando magros negocios; gentes de
aspecto sudamericano manejando pasta de forma insultante; y por, último, de una
manera más callada y laboriosa, gentes de China, abriendo cada vez con más
insistencia enormes locales de todo a cien -ahora todo a euro- en las mejores calles de
cualquier ciudad española e infinitas naves industriales de precio prohibitivo
para empresarios españoles.
¿Alguien
llegó a pensar alguna vez que todo esto era normal? ¿Habíamos caído en la
cuenta que algo se salía de madre? ¿O, sencillamente, interesaba e interesa a los gobernantes que existan estas mafias porque -piensan ellos- generan empleo? No en vano, se ha analizado que sobre un 25% del PIB mundial -lo escribí en un artículo en Ideal hace unos años- procede directamente de negocios mafiosos y más cabe -dirán los gobernantes- mirad para otro lado. Todo mucho más creíble que admitir que lo que pasa en España no era evidente.