Bolonia
Decía
que acudió en fecha poco convencional porque se trataba de principios del
siempre frío enero, mucho más si consideramos que Bolonia está cerca de los
Apeninos. Por tanto, no sabía qué podía encontrarse allí. No contaba con
demasiadas referencias y tampoco —como ya ha dicho— aparece en las mejores
guías como ciudad turística, si bien cualquier rincón de Italia merece ser
visitado.
Cuando
llegó, aún se encontró en todo su esplendor la decoración y luces navideñas que
alegraban las atiborradas y angostas calles repletas de comercios. Eso fue del
gusto del viajero ya que, no sabe bien por qué, tiene querencia por las luces y
el ambiente navideño, por mucho que pueda despotricar sobre esa fecha
consumista y artificiosa hoy en día. Pero veamos la impresión que tuvo de Bolonia.
Se
trata de una ciudad no demasiado grande, es decir, una ciudad que es fácil
contemplar paseando, sobre todo porque todo lo importante se encuentra en su
centro histórico medieval. Por tanto, ni que decir tiene, es una ciudad idónea
para olvidar el transporte público, que se reduce a las siempre presentes
líneas de autobús. Ese dato es idóneo para que se pueda visitar en pocos días,
que era los que tenía el viajero, toda vez que debería compartir su estancia
con Florencia, no demasiado lejos de allí.
Sin
embargo, a pesar de que manifestara que no es una ciudad de las más turísticas
de Italia, el lector no debe interpretar de que se trate de una ciudad carente
de encantos, monumentos y obras de arte. Todo lo contrario. Además, para el
viajero que esté vinculado con la educación universitaria encontrará en esta
ciudad un referente mundial sin precedentes ya que, se afirma, cuenta con la universidad
más antigua del mundo occidental, fundada en el año 1088 y que ha tenido el prestigioso
honor de tener entre sus alumnos a intelectuales de la talla de Dante
Alighieri, Erasmo, Copérnico o Petrarca, por poner tan solo unos pocos
ejemplos, además de ser la sede del prestigioso Real Colegio de España que abrió sus puertas en 1369 y que ha
contado con alumnos de la talla de Antonio de Lebrija, por poner un solo
ejemplo conocido. Por tanto, el viajero se encuentra en la cuna de la
intelectualidad occidental, elemento éste que estará presente a lo largo de su
estancia breve en la ciudad y que a tenor de su diseño y trazado tiene la
sensación de que aún podría encontrarse por sus bellas calles y plazas con
alguno de estos intelectuales. No negará el viajero que tiene querencia por
este tipo de ciudades tan conectadas con el ámbito intelectual, al tiempo que
tan poco agobiadas por el turismo de masas. Con esas premisas, la visita a
Bolonia se iba a quedar grabada para siempre en su mente y la recordará como
una de las más agradables, placenteras y aprovechadas que ha hecho.
Bolonia, al poco
de entrar en su casco histórico, recibe al viajero de manera abierta gracias a
la magnitud de su Piazza Maggiore que
le recuerda en todo momento a un remoto medievo italiano que ha podido ver en
películas históricas sobre este país. Y a poco que el viajero observe
contemplará en la misma plaza una iglesia enorme con hechuras de catedral. Se
trata de San Petronio erigida a lo largo de los siglos XV, XVI y XVII. Justo
enfrente de esta magna iglesia se encuentra el precioso Palacio de la Podestá,
sede del Ayuntamiento de Bolonia, y que data del siglo XIII. Pero si algo le
resultará curioso es la portentosa irrupción en el centro de la ciudad de Due Torri (Dos Torres) de distinto
tamaño y fecha de construcción. La más alta, la Torre de los Asinelli tiene una
altura de casi noventa y ocho metros, mientras que su compañera, más baja,
cuenta con cuarenta y ocho. Sin embargo, esta última se construyó un siglo
antes, en el XI. Le cuentan al viajero, minutos antes de subir a la más alta,
la de los Asinelli, que las grandes familias adineradas pugnaban por construir
la torre más alta de la ciudad. No sabe el viajero si será verdad o leyenda,
pero tiene claro que la subida hasta arriba es angosta y difícil, pero las
vistas de Bolonia, así como los verdes campos de alrededor, son realmente estupendas.
Allí
en todo lo alto, contemplando esos viejos y oscuros tejados de una de las
ciudades más antiguas de Italia, el viajero se dice que haber tomado la
decisión de visitar Bolonia no ha sido en absoluto desacertada, admitiendo que
es uno de esos breves viajes que siempre dejan poso en la memoria.