ESTADO, NACIONALISMO Y “MARCA ESPAÑA”
A actor Dani
Rovira le ha caído encima toda la rabia carpetovetónica de este desigual país
por decir que “pertenecer a un país donde se celebra la tauromaquia da vergüenza”,
opinión que, desde luego, comparto. Ni siquiera ha comentado que le avergüenza
ser español, sino uno de los múltiples aspectos de este país, tan lleno de
contrastes. No lo sé, probablemente se deba a todo ese sentimiento españolista
que se está dando como reacción a la pretendida independencia de Cataluña, pero
lo cierto es que se aprecia —sobre todo en las redes sociales y en determinados
tertulianos— un ambiente reaccionario, casi como queriendo volver a lo que fue
este país antes de los Tercios de Flandes. Es decir, todo lo que suene a
antiespañol, sin que necesariamente lo sea, provoca una profunda ira en un
determinado sector de la población, que entiende que este tipo de opiniones
atentan contra el Estado, confundido la parte con el todo. Sin embargo, no es
conveniente confundir una opinión con la afrenta a un sentimiento concreto y
mucho menos a una construcción teórica o doctrinal. La definición de lo que
significa un estado no es nada fácil, mucho menos lo que significa
nacionalismo. Para ejemplo, las dificultades que encuentra la propia Real
Academia Española (RAE) cuando intenta concretar el concepto estado. De hecho,
hace uso nada menos que de cuatro acepciones. En la quinta establece: “País
soberano, reconocido como tal en el orden internacional, asentado en un
territorio determinado y dotado de órganos de gobierno propios.” Incluso admite
en su octava acepción que: “En ciertos países organizados como federación, cada
uno de los territorios autónomos que la componen”. Y no menos dificultades encuentra cuando
intenta enunciar el concepto nacionalismo, a pesar de que para este término tan
solo utilice dos acepciones. En la primera concreta que es un “Sentimiento
fervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad y con
su historia”. Por su parte en la segunda concluye que se trata de una
“Ideología de un pueblo que, afirmando su naturaleza de nación, aspira a
constituirse como Estado”. Como vemos,
tan solo dos acepciones, pero harto complejas, mucho más si las ponemos en
relación con las dadas para el concepto estado. Es decir, que estamos ante asuntos
muy complejos, usados con demasiada frivolidad y ligereza en la mayoría de los
casos. Una frivolidad y ligereza que conducen a la incomprensión y
animadversión hacia comentarios como los del actor malagueño. Porque si
hablamos de estado y nacionalismo, nos estamos refiriendo a construcciones
teóricas, a contenidos políticos y jurídicos, los cuales están sujetos a
crítica y susceptibles de ser opinados. Decir que a uno le avergüenza de su
país una u otra cosa no es más que mostrar una opinión legítima, ya se trate de
la tauromaquia o de la corrupción, y nada tendrá que ver eso con un sentimiento
de querencia hacia el país en el que se nace o se reside, del cual se valorarán
otras virtudes y cosas. Y, por supuesto, mucho menos tendrá que ver con
sentirse más o menos español. Pero ocurre que existen determinados conceptos
que van muy unidos a la, digamos, “Marca España”, y uno de ellos es la
tauromaquia, algo que a estas alturas nadie debería de considerar serio. España
es un país muy diverso y dinámico, en el que tienen cabida múltiples
manifestaciones y sentimientos, sin que sea acertado adscribir nada en concreto
a su pretendida “marca”, que no es más que una construcción política (e,
incluso, comercial) interesada, en mi opinión. Porque si fuera válida la
tauromaquia como “marca” de España, también deberíamos de admitir la
corrupción, por poner tan solo un ejemplo.
En
ese sentido hay un caso que siempre me llama la atención, como es la
vinculación entre el flamenco y tauromaquia, que no es más que otra conexión un
tanto maltrecha e interesada, hasta que un buen día aparecen flamencos y
cantaores jóvenes como el conocido como “El niño de Elche”, que es un enorme
cantaor en opinión de los críticos, con premios en su haber, y al mismo tiempo
es totalmente contrario a la tauromaquia y al maltrato animal. Por tanto,
cuando nos referimos a arquetipos todo debe de estar en entredicho, concepto
que, volviendo de nuevo a la RAE, necesita de cinco acepciones, cada cual más
compleja y difícil de interpretar.