
En suma, gente idealista contra gente corrupta y ambiciosa. Un poco la historia de siempre. Una historia que no es solo cine, sino una realidad muy palpable en un mundo capitalista sin piedad y en el que como postuló Hobbes "Homo homini lupus". Porque la industria farmacéutica, más allá, de lo que cuente la película no es más que un negocio. Empresas que investigan y obtienen unos resultados que venden al mejor postor, siendo ese mejor casi siempre algún gobierno que pueda pagarlo, quedándose los que no con los residuos o lo que realmente no sirve. Y es ahí cuando uno se pregunta si no sería justo que existiera una norma que obligara a esa industria a ceder su producto a los gobiernos a cambio de un precio justo; o mejor, que fueran los propios gobiernos los que se hicieran cargo de esa industria. Son dudas que surgen cuando se ven películas como Adicto y que me temo no tienen respuesta.
Aconsejable su visionado.