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06 junio 2025

MI NOVELA MI LUGAR EN ESTOS MUNDOS YA ESTÁ DISPONIBLE EN AMAZON

 


Ya está disponible mi tercera novela Mi lugar en estos mundos. La plataforma elegida, una vez más, es Amazon; pero en esta ocasión estará en exclusiva en esta plataforma. 
Inserto el primer capítulo de la novela: 


Cuando ya se había rebasado la medianoche del día de Nochevieja de 2019 comenzaron a entrar en mi teléfono móvil mensajes de felicitación propios de este día: «con mis mejo- res deseos para el Año Nuevo», «A ver si nos vemos más», «Que el nuevo año te traiga lo mejor»... Amigos, familiares y gente conocida, por lo general. Pero de entre todos los mensajes recibidos uno aún me silba en la cabeza, a pesar de que han transcurrido ya cinco días.
  Estaba escrito en una letra digital extraña, distinta a la de los demás, y el número que lo enviaba, que era convencional, no se en- contraba en mi agenda. «Sencillamente se trata de un número de alguien conocido que no tengo en la agenda», me dije. Y con esa frase dejé de dedicarle más tiempo, en esa noche tan especial, al supuesto enigma. Pero no lo olvidé del todo:

Es mi deseo sincero que encuentres mucha felicidad para el nuevo año 1920, de todo corazón. Ojalá nuestros caminos se crucen más a menudo en el nuevo año.

    Sin lugar a duda, un error; o bien un mensaje escrito con excesiva rapidez en mitad de una celebración, con un teléfono de teclado minúsculo y por alguien con un alto grado de presbicia. Pero no cabía duda de que se trataba de un mensaje extraño; eso sí, hubiera sido mucho más lógico haberse equivocado en la última cifra e, in- cluso, en la penúltima, pero ¿en las dos primeras cifras? Es decir, un error que retrotraía cien años el cómputo temporal.
    No sabía con seguridad si realmente me intrigaba la elaborada redacción, nada propia de los mensajes digitales tan dados al uso de palabras escuetas, si no abreviadas, la procedencia desconocida del mensaje o ese error en las dos primeras cifras, aunque me inclino más por esta tercera opción. A medida que transcurrían los días, el asunto fue creciendo en mi mente, hasta convertirse casi en una obsesión. No hacía más que leerlo una y otra vez, rebuscar de nuevo en mi agenda de contactos por si estuviera el número por algún lugar, hurgar en los mensajes recibidos que aún conservaba el teléfono; incluso, iniciar una meticulosa consulta en la agenda del teléfono móvil que tuve con anterioridad y que aún conservaba. Todo intento fue infructuoso.
    Finalmente hice lo que solemos hacer cuando tenemos una llamada perdida o un mensaje innominado: llamar a ese teléfono. En el primer intento no hubo respuesta, aunque sí dio tono de llamada; en el segundo intento, saltó enseguida un contestador automático de la operadora invitándome a dejar un mensaje, que decliné; en el tercero, la misma voz de la operadora me indicaba que no había ninguna línea en servicio con esa numeración. El intervalo temporal entre la primera y la tercera llamada fue de apenas cinco minutos. Jamás había asistido a circunstancias tan diferentes cuando llamaba a un número en tan poco margen de tiempo.
    Al cabo de dos horas, volví a llamar de nuevo y en esta ocasión me atendió una voz femenina:
  —Hola —saludé expectante—. Mi nombre es Miguel Ángel Gonzálbez y tengo un mensaje de este teléfono.
    —Con quién quiere hablar —preguntó la voz femenina, interrumpiéndome sin miramiento alguno, como si estuviese muy ocupada.
    —Es eso lo que pretendo averiguar ... ¿Con quién estoy hablando? —Está hablando con la funeraria Salmoral.
    Esa respuesta me inquietó, pero aun así pedí disculpas y colgué. ¿La funeraria Salmoral?
    No me era familiar en absoluto, o al menos no me constaba que hubiera ninguna que respondiera a ese nombre en mi ciudad.
    Busqué en Google.
  Como sospechaba, en el buscador no aparecía ninguna funeraria de la ciudad que respondiera a ese nombre, ni siquiera de la provincia, pero sí había una con ese nombre en un perdido pueblo de Toledo, desconocido para mí.
  ¿Qué relación podría haber entre ese mensaje recibido en mi móvil y el desconocido pueblo de Toledo?
  Lejos de que ese último dato me tranquilizara, aumentó mi inquietud. Conseguí obsesionarme aún más, algo en mí habitual: ya solo vivía para aquel asunto. Iba a trabajar como cada mañana, pero, a los pocos minutos de comenzar el trabajo, ya estaba planificando en la libreta que siempre llevo conmigo la siguiente tarea para intentar averiguar este enigma, que igual no lo era, sino una pequeña confusión; me enganchaba a ver alguna de mis series norteamericanas favoritas y a los pocos minutos perdía el hilo de la historia porque la mente se llenaba de interrogantes sobre la procedencia del mensaje. Así que decidí llamar de nuevo a la funeraria. En esta ocasión no contestó nadie. «Lo volveré a intentar más tarde», me dije.
 Y así lo hice. En esta nueva ocasión, la enésima ya, sí volvieron a contestar.
 —¿Funeraria Salmoral? —pronuncié con decisión.
  —No, se ha equivocado de número —contestó al otro lado una voz masculina no demasiado amigable.
 —Disculpe, pero no es posible. Llamé hace unos días y...
 —¿Cree usted que no sé qué teléfono es este al que usted llama? —dijo con tono molesto pero educado la voz masculina al otro lado del teléfono.
 —No quería decir eso, es que..., verá..., este número que he marcado correspondía hace unos días a la funeraria Salmoral de Ortaz, en la provincia de Toledo. ¿Estoy llamando también a un teléfono de esta localidad?
  —En efecto.
 —Por tanto, supongo que el abonado habrá cambiado de número hace pocos días y le han podido adjudicar su número a usted — esgrimí como teoría probable.
 —No es posible eso que usted me está diciendo, yo llevo con este número casi veinte años. Es uno de los primeros números de telefo- nía móvil de este pueblo.
 —De acuerdo. Disculpe que abuse de su tiempo, pero ¿me permite que le enumere la cifra para comprobar si he podido equivo- carme?
  —Sí, adelante.
 Repetí el número, tal y como habíamos acordado.
 —Sí, el teléfono que usted ha enumerado es el mío, no se ha
equivocado —contestó ahora con exquisita amabilidad mi interlocutor, aunque con cierto tono de ironía, tal vez porque pensaba que estaba hablando con un desequilibrado o alguien con excesivo tiempo libre.
  —Pues no lo entiendo. En todo caso, disculpe las molestias. 
  —No importa, se supone que son cosas que pasan. Adiós. Cuando colgué el teléfono todo daba vueltas a mi alrededor. Me sentía como embriagado y el estómago comenzó a tensarse como un arco. ¿Qué estaba ocurriendo? Me sentí bloqueado y sin capacidad alguna de acción. Sencillamente no sabía qué pasos seguir dando. Llamar de nuevo era absurdo; es más, podría complicarse aún más el asunto.  Podría pasar que ese número correspondiera a otra persona distinta y entonces me sentiría aún más confundido. Las opciones que me quedaban eran pocas y, aunque necesitaba hacerlo, no quería contarle el asunto a mis más allegados, porque segura- mente lo atribuirían a mi calenturienta imaginación, que es lo que siempre solían decir cuando les planteaba algún asunto que ellos veían normal y yo no.
  Y es que aquel sí que no era normal, desde mi punto de vista, pero ¿cómo explicarlo?
  Así que decidí seguir la línea argumental de la primera llamada y dar por sentado que el número y el mensaje eran de esa tal funeraria Salmoral. Para ese fin me fue útil la amistad que había tramado con Dionisio, un empleado de funeraria que participó como alumno en un curso que impartí sobre aspectos legales relacionados con las causas derivadas de la muerte violenta. Dado que él trabajaba en una funeraria, era probable que pudiera aclararme algo sobre qué significaban este tipo de mensajes, pero también que aquello le sonara a chino.
  Pero no, no le sonaba a chino.
  —Puede parecer extraño lo que te voy a decir; en ocasiones ha habido casos de personas que se han dirigido a la funeraria para que les gestionen cosas inconclusas tras su fallecimiento. Obviamente, se debería tratar de asuntos que no pudieran solucionarse por la vía legal y notarial. Es una tradición muy antigua.
 —Explícate, Dionisio. ¿Qué significa eso de que «les gestionen cosas inconclusas tras su fallecimiento»?
  —Sí. Es como una especie de testamento vital relacionado con las cosas más íntimas que ha atesorado el finado en vida o que están pendientes aún de realizarse llegado su ocaso.
  —No sabía yo que las funerarias se dedicaran a eso.
 —En realidad, las funerarias nunca se han dedicado a eso, sino a algo mucho menos prosaico, como todos sabemos, pero existió esa tradición en determinados lugares. Una especie de arraigo consuetudinario, sin regulación legal alguna. Lo leí en un libro que abordaba la historia de las funerarias en España cuando me preparaba para este puesto. Ya sabes que lo mío con estos asuntos funerarios va más allá de mi profesión; una pasión que ni yo mismo sé de dónde viene. El contenido de los mensajes puede consistir en la comunicación de algo que el fallecido no haya querido contar en vida, revelar algún secreto que no ha querido llevarse a la tumba, el lugar donde ocultó algo valioso que no quería que trascendiera hasta después de su muerte o, sencillamente, como en el caso del que llegó a tu teléfono móvil, saludar o felicitar a una persona concreta con el fin de que no se pierda la relación tras la muerte de uno de ellos.
 —Me imagino que sería únicamente en lugares pequeños, en los que solo existiera una funeraria, porque, de existir más de una, ¿cómo se podría asegurar que esa especie de testamento vital tras la muerte de una persona se iba a llevar a término? Las pompas fúnebres y toda la gestión del enterramiento podrían ser llevados a cabo por otra funeraria que nada sabría del encargo que dejó escrito el fallecido.
  —Lo has clavado, Miguel Ángel. Eres un hábil observador, algo que ya descubrí cuando te tuve de profesor.
  —Gracias por tus zalameras palabras, las que siempre tenías para mí cuando cometía un pifiazo —dije sonriendo, sabedor de la habilidad de Dionisio para tratar a las personas, algo que le sería muy útil en su profesión, supuse—. ¿Y esa tradición aún existe?
 —Es posible que en poblaciones muy pequeñas y donde solo exista una funeraria, como bien decías, aún podría existir, aunque de manera muy residual. ¿Ese dato arroja alguna luz al asunto de tu enigmático mensaje?
  —En realidad, no lo sé. Siento que estoy cada vez más perdido. Te preguntaré algo y me gustaría que fueras totalmente sincero: ¿tú crees que un mensaje podría ser una vía válida para comunicar esos secretos, lugares donde encontrar algo valioso o, sencillamente, como es en este caso, una felicitación, es decir, en definitiva, la exteriorización de esa especie de testamento vital al que te referías?
 —Puede ser que sí; de hecho, la mayoría de las gestiones encomendadas, según leí, se referían a mensajes relacionados con asuntos que han quedado pendientes o inconclusos, es decir, mensajes que no han sido enviados a tiempo por las causas que fuesen y que el interesado quiere que se lleven a cabo tras su fallecimiento. Es, al menos, lo que leí en este libro que te indicaba. Gracias a ese libro conozco esta práctica. Se comienza con un mensaje, que bien podría ser del tipo del que tú recibiste un mensaje de felicitación o algo así, y de ahí se deriva a mensajes más concretos, hasta llegar al principal, que es el objeto de la encomienda a la funeraria. En otros casos, tan solo se trata de un único mensaje y punto, una mera felicitación. Curioso, ¿no?
  —Por lo tanto, sus instrucciones conllevan el nombre exacto de la persona receptora del mensaje.
  —Sí. Aunque sea algo no oficial, consta de todos los elementos formales y solemnes de los documentos oficiales. De otra forma, el titular de la funeraria no se arriesga a cumplir esa misión, por muy insignificante que sea.
 —Pero si todo está perfectamente claro y escrito, ¿por qué la funeraria no se identifica cuando envía el mensaje?
 —No puede hacerlo. Así son las normas, (no escritas). Se supone que la persona que recibe el mensaje sabe muy bien de qué persona procede. La funeraria es el instrumento y no ha de tener protagonismo alguno.
 —Pero deduzco, en el caso de que se tratara de este asunto, que habrá habido algún error en cuanto a la recepción del mensaje. Por ejemplo, en una de las llamadas que hice se identificaron como funeraria Salmoral, lo que significa que dejaría en evidencia a la propia funeraria poseedora del encargo. Posteriormente, en las siguientes llamadas, eso ya no ocurrió.
 —No son descartables los errores, pero es muy difícil que se cometan. Suele haber muchos controles y comprobaciones previas, aunque es probable que en este caso, si es que se trata de un caso de este tipo, los controles han podido fallar. Los mensajes, cuando son telefónicos, han de venir con un número porque técnica y legalmente es lo que se exige y sabedora de ello, la funeraria solicita a la operadora que lo encripte. Lo que ha podido ocurrir es que la encriptación, que no es más que un programa informático, haya fallado.
 —No obstante, se lo enumeré al abonado que cogió el teléfono en la última llamada y coincidía con su número. De hecho, no lo había cambiado desde hacía casi veinte años, me dijo.
 —Entiendo que eso puede formar parte del supuesto fallo de la encriptación informática.
 —Sin embargo, me parece muy extraño que un mensaje que, en teoría, procede de hace un siglo utilice las nuevas tecnologías.
 —No tiene por qué ser extraño. El mensaje bien se pudo escribir en 1919, pero eso no impide que la funeraria lo entregue utilizando las nuevas tecnologías. El Quijote no se escribió en libro electrónico, pero se puede leer en ese formato.
 —Sí, tienes toda la razón. Mi observación ha sido un poco ingenua.
 —Solo otra pregunta, —añadí— que supongo que tendrás trabajo que hacer: ¿crees sinceramente que ese mensaje que recibí en Nochevieja es de esos? —me aventuré a preguntarle de manera directa.
 —En principio, basándome en que una de las llamadas se identificó una funeraria, tiene toda la pinta.
 —¿Y por qué soy yo el receptor?
 —Eso no lo sé, pero si quieres puedo indagar más e intentar averiguar con más detalle cómo funcionan estas cosas. Ya te dije que este tipo de asuntos no están legislados ni nada parecido, por lo que la única forma de obtener información es llamando a algún colega de funeraria que conozca ese funcionamiento y que quiera contarlo, claro está.
 —Ajá. Por cierto, ¿podrías hacer una cosa, si no es muy gravoso para ti?
 —Soy todo oídos.
 —¿Por qué no llamas con cualquier excusa a esa funeraria Salmoral de Ortaz, obviamente no a este número tan misterioso, sino al que aparezca en su sitio web o en Google y...?
 —¿Y preguntó así, sin más?
 —No, claro que no, pero sí podrías llamar con la excusa de algún aspecto entre colegas..., ya sabes..., y de camino acercarte a este asunto.   Más o menos con el mismo tacto que empleabas en clase cuando yo erraba en alguna explicación.
 —Tienes buena memoria, profe. De acuerdo, dame un poco de tiempo y pensaré en algo.

Enlaces de Amazon: 


02 junio 2025

SINOPSIS AMPLIADA DE LA NOVELA MI LUGAR EN ESTOS MUNDOS


La inusual historia que se narra en esta novela comienza con un misterioso 
mensaje recibido en su teléfono móvil por el protagonista, Miguel Ángel Gonzálbez, en la Nochevieja de 2019, vísperas de Año Nuevo de 2020... Un mensaje con un texto extraño, expresado con un lenguaje que parece de otro tiempo; de manera muy distinta a como se suelen enviar los mensajes en el día de hoy, y que retrotraía a cien años el cómputo del tiempo. Miguel Ángel Gonzábez podría haber pasado página entendiendo que se trataba de un error y haberlo ignorado, pero el mensaje se instaló en su mente casi de manera obsesiva, como si algo le dijera que debía de investigar la procedencia del mismo, que desconocía. E hizo lo que solemos hacer la mayoría cuando recibimos un mensaje de un número desconocido: llamar a ese número.
La llamada, lejos de aclararle el asunto, lo confunde y le intriga, sobre todo, porque tras varios intentos fallidos le responde una funeraria de un perdido pueblo de Toledo, que desconocía que existiera... Es a partir de entonces cuando comienza para el protagonista un viaje sin precedentes.
A través de este viaje, el protagonista explora no solo las extrañas circunstancias que lo rodean, sino también sus propios miedos, recuerdos y deseos ocultos.

José Antonio Flores Vera nos brinda una novela que combina elementos de lo sobrenatural con una profunda reflexión sobre el paso del tiempo y los lazos entre el pasado y el presente.

28 mayo 2025

REFLEXIONES SOBRE LO QUE RODEA AL ENTORNO DE MI PRÓXIMA NOVELA MI LUGAR EN ESTOS MUNDOS (Y DE LOS LIBROS EN GENERAL)



En pocos días mi tercera novela Mi lugar en estos mundos verá la luz en la plataforma de Amazon, que a pesar de lo criticable que pueda ser (y las razones nunca faltan) acoge a escritores independientes como yo sin exigir nada apenas. La exigencia debe ser del propio escritor: debe exigirse subir un texto decente, corregido profesionalmente tanto a nivel ortográfico como en estilo, bien maquetado, con una portada profesional..., es decir, debe de tratarse del libro que pudiera publicar cualquier editorial seria, si no más. Esa ha sido siempre mi premisa; sin ella, por supuesto, no publicaría. No se trata tan solo de respetarse como autor, sino de respetar a los lectores, por pocos que puedas tener.

Por tanto, tras la preventa, que siempre es una herramienta para darlo a conocer, la venta definitiva de esta novela, tanto en versión digital como en tapa blanda, será el seis del próximo junio de 2025. ¿Qué ocurrirá con esta novela? Eso nunca lo puede saber nadie, ni tan siquiera el propio autor. Leo y escucho a muchos escritores independientes lamentarse porque sus obras no tienen visibilidad, y razón no les falta; tambien las mías adolecen de ese problema (lo es para muchos escritores,  incluso  de editorial), pero ocurre que en una sociedad como la nuestra, el libro, leer, cada vez tiene menos importancia; y lo que no tiene importancia no suele estar presente en la vida de la gente, así que el sistema editorial ha buscado una vía para que esa importancia no caiga del todo: apostar por unas pocas obras que estén escritas o bien por gente muy conocida, o bien apostar con mucho marketing y dinero por unas pocas. En ocasiones, en esto de los libros dos y dos no es siempre cuatro y algún que otro libro despunta, con independencia de cómo esté publicado. 

Obviamente, la historia que escribe cada autor, por muy modesto que sea, es decir, su propia historia es para él la más importante y la más genial, porque son muchas las horas dedicadas y la relación que se genera con ella es muy sólida y afectiva, pero hay que tener los pies en el suelo, es decir, saber el terreno que se pisa; de ahí que desde hace tiempo comprendí que poco o nada tiene que ver escribir, incluso escribir bien, con ser leído o muy leído. Es por eso por lo que cada vez me interesan menos las redes sociales como el oráculo que creíamos que eran para la promoción de las obras. Siempre he puesto este ejemplo con relación a Facebook y los libros: Facebook es la sociedad actual trasladada a lo digital. Es la calle, los bares, los mercados, los estadios de fútbol, las discotecas, los puesto de trabajo..., y nadie va por esos lugares con un libro en alto vendiéndolo, como aquel vendedor de rosas que se inmiscuye en la privacidad de los grupos de personas para venderle unas rosas (o venderle cualquier cosa). Es más factible decidir llamar al vendedor de rosas y comprarle unas cuantas, porque para el comprador existe una necesidad emocional de hacerlo. Es por eso por lo que he dejado casi por completo las redes sociales y solo asomo cuando el comprador (lector) sé que quiere comprar esa rosa que para mí es tan preciada. 

A los libros hay que tratarlos como a lo seres vivos. Me ocurre mucho cuando algún pájaro anida en mi terraza. Sufro por él y por su progenie cuando llueve, cuando hace frío o lluvia. Me pregunto qué hará la madre o el padre para que esas crías coman y beban, cómo las resguardarán del frío, de la lluvia, del calor. Así que deseo ayudarles, pero en la medida que pretenda hacerlo sé que les estaré perjudicando. Al poco tiempo, me asomo al nido y ya no están: han crecido y han volado sin que nadie les haya echado una mano. En ocasiones, en muchas cosas de la vida (y los libros forman parte de ello), la mejor ayuda es dejarlos a su albedrío y, con el paso del tiempo, dejarlos marchar. Es así como un libro crece y se forja un camino. Muchos, tal vez la mayoría, acabarán su camino muy pronto (como esa cría que en ocasiones cae del nido) y otros lo continuarán hasta el infinito.

Seguimos. 

 

26 marzo 2025

EN PLENA REVISIÓN FINAL DE MI NOVELA MI LUGAR EN ESTOS MUNDOS


Actualmente, me encuentro en pleno proceso de revisión de mi última novela a publicar: Mi lugar en estos mundos, en el proceso de revisión tras el trabajo del corrector profesional. Lo hago a un ritmo ni rápido ni lento, un ritmo pausado, artesanal y concienzudo. Tiene que ser así, siempre ha de ser así cuando se trata de lanzar una obra al mercado: por respeto a los lectores, por respeto a mi propia marca de escritor. Nunca tengo prisa para publicar un libro, pero en mis comienzos (es lógico) sí la tenía. Escribir es un aprendizaje, el proceso editorial (mucho más cuando eres un escritor independiente) mucho más. 

No obstante, estoy cumpliendo los plazos autoimpuestos y la obra estará lista para la primera semana de mayo de 2025, que es cuando se subirá a Amazon, tanto en papel como en eBook eso sí, siempre que el profesional que se encargará de la maquetación y la portada también cumpla sus plazos. 

Hasta el momento, el trabajo que realizo cada día es ilusionante porque como la frase que se atribuyó a Cervantes (probablemente apócrifa) siempre es mejor el camino que la posada. 

21 agosto 2024

NUEVOS PROYECTOS LITERARIOS YA CONSOLIDADOS

 Me refiero a nuevos proyectos literarios ya consolidados, porque por su propia naturaleza un proyecto no es otra cosa que una intención que podrá culminarse o no. Y, aunque nada es certero hasta que no se culmina por completo, en estos, que ahora contaré, no habrá apenas otra disfunción que la que pueda acarrear el mero azar o las circunstancias ajenas a la voluntad de uno. 

Pues bien, paso a contarlos, que para eso han sido (aún lo están siendo) muchas las horas, los días y los años de trabajo. 

El primero, será la novela de título definitivo, si el editor no lo cuestiona, La corrupción no era esto, cuyo título anterior fue Donde los hombres íntegros. Esta novela lleva mucho tiempo en mi cabeza y en manuscrito, y tras años de trabajo, de tiras y aflojas, de cambios argumentales, de utilización de distintas voces narrativas, de correcciones y un largo etcétera, ya está acabada y cuenta con una propuesta editorial. Por tanto, si nada se tuerce, verá la luz en el último trimestre de 2025. Así de largos son los plazos editoriales. Lo tomas o lo dejas. Cuando el contrato esté firmado, que espero sea en breve, revelaré la editorial que se encargará de este libro.

El segundo, será una novela posterior, pero que deseo sea publicada pronto, incluso antes de que se agote este extraño año (ya todos los años son extraños). Y para que eso ocurra no tendré otra vía que responsabilizarme por completo de la edición. Ya he dicho en más de una ocasión que no me gusta trabajar con editoriales y sí erigirme en escritor indi que es como mejor me encuentro. Lo he hecho, claro que sí, es decir, publicar con editoriales, y por eso sé lo que dijo. Lo que ocurre es que, en ocasiones, la propuesta no es mala y hay que meter la cabeza entre las alas. Esta última novela tiene por título Mi lugar en estos mundos y es una continuación muy extensa de un relato que publiqué en Conversación en la taberna y 41 relatos titulado Un mensaje desconocido. La idea de que se publique antes que la anterior, siendo más joven, se debe a que entre una novela quiero dejar transcurrir un año aproximádamente, tiempo que considero mínimo para que se digiera y porque hoy día, con un mercado editorial atorado, no es conveniente cansar a los pocos lectores que tengan a bien leer mis historias. ¿Cómo la publicaré? Aún no lo sé, porque dado su particular argumento debo de cuidar muy bien cómo hacerlo para que no se convierta en un proyecto fallido, como creo que fue Equis quería correr, a pesar de que siempre le vi mucho potencial a esa primera novela. También lo vio alguna gente, pero poca, eso es cierto. 

Por tanto, me afano en atorar aún más el ya más que repleto panorama literario, porque cuando uno cree en sus cosas hay que dejarlos partir, como esa cometa que levanta vuelo y acaba por desaparecer ante tus narices. Porque como pasa con la cometa, cuando un libro coge vuelo ya no es tanto problema de uno. Uno lo ha disfrutado y lo ha sufrido escribiéndolo y lo que venga después ya no es tanto un problema del autor porque los lectores son los que siempre tienen la última palabra. Digo lectores, aunque uno es consciente que no lo serán tantos por las enormes dificultades que hay para hacerte notar en el mercado editorial, y aquí viene muy bien aquello que dijo Juan Marsé acerca de que siempre se escribe para una persona. Para mí tengo que se refería a sí mismo. Coincido. 

20 octubre 2023

SOBRE MI TERCERA NOVELA: MI LUGAR EN ESTOS MUNDOS

 



La que será mi tercera novela escrita -que no publicada: publicada está sólo una: Equis quería correr (Amazon, 2019, en papel y digital)-, de título ya definitivo Mi lugar en estos mundos, ya está muy cercana a conclusión, sin perjuicio de que suelo reescribir con bastante frecuencia mis trabajos con el fin de pulir todo lo posible. 
Se trata de una novela distinta a las otras dos anteriores, si bien siempre está presente la transformación operada por el héroe, en el concepto del personaje principal de una narración. Alguien corriente que comienza una historia de manera casual y no sabe cómo acabará, si bien transformará su existencia o la visión de su mundo. 
Mi lugar en estos mundos, curiosamente, surge de un relato incluido en mi primer libro Conversación en la taberna y 41 relatos (Editorial Luhu, 2015, Editorial Estratega, 2017, Amazon -formato eBook, 2018). Releyendo este relato, titulado un Mensaje desconocido consideré que su final era muy abierto (como muchos de los que escribo y publico) y daba juego para continuar la historia. En principio, consideré que podría alargarse hasta completar una novela corta (en torno a las 35 000-40 000 palabras), pero disfrutaba escribiendo la historia, que se iba multiplicando y de la que surgían personajes por doquier, y acabará con una extensión doblada a la prevista, es decir, unas 80 000 palabras. 
En la segunda reescritura, que es la que estoy culminando en estos días, sigo disfrutando con la historia, y eso es lo importante. 
Daré más detalles más adelante, pero decir que en esta historia se mezclan hechos normales y paranormales, los cuales tendrán como fin que nuestro héroe experimente un cambio profundo y que su visión del mundo (al menos del mundo tal y como lo percibía) cambie en el transcurso de unos pocos meses. Siempre intento en mis novelas y relatos que el lector disfrute de las primeras páginas y que la historia que lee le permita seguir haciéndolo hasta el final, si bien soy consciente que eso es muy difícil conseguirlo en todos los casos. 
Seguiré hablando en próximos post sobre esta obra.

02 octubre 2023

MIS DOS ÚLTIMAS OBRAS ACABADAS O CASI Y OTRAS REFLEXIONES NECESARIAS

   Se suele referir el escritor de manera habitual a la necesidad que tiene de escribir, que lo necesita como respirar. En realidad, como respirar no se necesita apenas nada, pero es comprensible que a quienes nos gusta escribir tengamos alguna necesidad, aunque fuera remota, de escribir cada día o casi cada día. Es algo que yo, en particular, he ido apreciando con los años; es decir, que me ha ido ocurriendo poco a poco. 
   En mi caso, el placer de escribir cada día si me es posible está por encima de otras muchas cosas de la existencia e, incluso (es algo que observo cada vez más), el hecho de escribir sin estar pensando permanentemente en circunstancias posteriores, como puede ser la publicación y todo ese mecanismo editorial tan estresante y arriesgado. En ese sentido, me siento bastante afortunado. Afortunado por tener esa tendencia a imaginar y escribir historias y penetrar con facilidad en ellas desde la pantalla del ordenador. Sí, eso es un privilegio, que a mi me ofrece muy buenas sensaciones, casi idénticas a las que me ofrece correr, mi otra gran pasión. 
   Y por eso escribo cada (o casi) cada día. Ese suele ser mi rato de soledad que comparto con trotar por los caminos, que también es un rato de soledad placentero. 
    Así que ese cada día da mucho juego para crear historias. Y es de esa manera, que no es nada milagrosa, sino persistente, como he podido acabar mi novela Donde los hombres íntegros, bastante larga, la cual comencé a escribir hace ya muchos años y que luego abandoné centrándome en otros proyectos. Y, también, gracias a esa dedicación ya está prácticamente terminada la primera reescritura de una novela comenzada mucho más tarde: Mi lugar en estos mundos, que es la continuación larguísima de un relato integrado en mi libro Conversación en la taberna y 41 relatos. Y, por qué no decirlo, ya hay esbozos más o menos importantes de tres novelas más y algún que otro proyecto literario de no ficción, lo que da juego para ocupar el tiempo en los próximos tres o cuatro años, siempre que el ritmo de escritura no decaiga y lo permitan los dioses. 
    Pero como decía más arriba, eso no tiene mucho que ver con publicar. Se ve mucho mejor cuando observamos la labor de un pintor. Coge su caballete y se va a la mitad del campo, alejado de la ciudad, y allí se pasa horas, días, semanas, meses, años... Posteriormente, podrá exponer o no esas pinturas, pero no es lo que piensa cuando deja volar su imaginación y sus ojos para posarlos enseguida en su lienzo. Bueno, pues así es como concibo escribir. Y muchos diréis con razón que si la opción no es, necesariamente, publicar, si no se va a compartir con otras personas las historias que inventas, para qué escribir. Bueno, yo lo veo como procesos independientes. Me parece mucho más puro escribir por el placer de escribir, que escribir con el fin exclusivo de publicar. Se aprecia mucho en los textos que lees quién lo hace por un motivo y por otro. Hoy  día, lamentablemente, la opción principal es la segunda. Hay demasiadas prisas por publicar y así sale lo que sale. Publicar un libro es hoy día lo más fácil del mundo si puedes pagarlo. Hay miles de empresas que se dedican a esto sin que les interese lo más mínimo el contenido del libro. Por tanto, cualquiera que garabatee algunas palabras puede publicar un libro. Pero otra cosa distinta, es publicar algo publicable, con independencia de que se publique en editorial tradicional o se autoedite. Al contrario de lo que se cree hay libros publicados con editorial tradicional con mucho menos calidad literaria y de edición que otros publicados mediante autoedición. Cuando ésta es de calidad iguala o supera a una buena edición tradicional, si bien hay que reconocer que todavía existe la idea que autoedita quien no consigue publicar con editorial tradicional. Eso es cierto en parte, pero no hay que olvidar que hay gente que ha regresado a la autoedición desde la edición tradicional y otra que prefiere asumir por su cuenta el proceso de edición de su obra por completo, además de no perder el control sobre ella. Me encuadro bastante en ese grupo, a lo que hay unir que me produce una pereza enorme publicar con una editorial tradicional, donde los problemas siempre crecen. Lo sé porque lo he vivido en una editorial tradicional pequeña y me costaría volver a pasar por ahí. 
    Pero no pretendo irme por las ramas y retomo el asunto de las dos novelas que ya están o casi preparadas para publicar, aunque no sea mi opción prioritaria en este momento. Es normal que cuando comienzas a publicar cometas errores por la precipitación y la emoción de ver tu libro publicado, pero cuando ya llevas varias obras publicadas la opción es esperar todo lo que sea necesario para publicar con garantías y la máxima calidad posible; de lo contrario, nada mejor que dejar la obra en un cajón y esperar que llegue su oportunidad. Como solía referirse Alfred Hitchcock aplicado a las películas: ha nacido muerta. Exacto, hay que intentar evitar que un libro ya nazca muerto. Ya tendrá tiempo de morir por su cuenta con el paso del tiempo (aunque hay libros que siempre están vivos, nunca mueren).
   Por tanto, para no hacer demasiada larga esta entrada, posteriores hablaré de manera más extendida de cada una de estas dos obras que he citado más arriba: Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos. 
   
    


MI NOVELA MI LUGAR EN ESTOS MUNDOS YA ESTÁ DISPONIBLE EN AMAZON

  Ya está disponible mi tercera novela Mi lugar en estos mundos. La plataforma elegida, una vez más, es Amazon ; pero en esta ocasión estará...