CÓRDOBA, LEJANA Y SOLA
Córdoba siempre vale una visita; aunque esté lejana y sola como cantó nuestro poeta de Fuentevaqueros. Y su Media Maratón merece ser corrida por muchos motivos: buen terreno, buena organización, uno de los eventos más importantes de la ciudad califal....
Además, esa soledad de Córdoba ya se ve muy aliviada por su muy completa red de comunicaciones. Por tanto, poco o nada impide ir a Córdoba, visitar su impresionante judería, contemplar su impresionante Mezquita y puente romano, comer su salmorejo y su rabo de toro y contemplar cómo el Gualdaquivir sigue siendo el mismo río que penetró en la cultura de romanos, judíos, árabes y cristianos. Porque todo eso es Córdoba. Una ciudad que en el S. IX ya fue considerada como una de las de mayor esplendor y población del mundo conocido.
Cuna de Séneca, Averroes y Maimónides y capital del Imperio Omeya de occidente -Al-Andalus-, que tanta impronta dejó en la Historia de España. Una civilización ésta capaz de construir y destruir con la misma grandeza (una metáfora de ello es el esplendor y la decadencia de Medina Azahara a las afueras de la ciudad).
Motivos no faltan para pasar unos días en Córdoba. Y siendo corredores como somos, ¿qué motivo importante podría impedir correr en la, tal vez, más tumultuosa media maratón de Andalucía.
UNA MEDIA TUMULTUOSA
Tres mil quinientos cuarenta y nueve corredores llegados a meta de los cuatro mil inscritos. Una pléyade de zapatillas que impedían en los primeros kilómetros ver el asfalto. Si el correr está de moda, correr la Media de Córdoba ser convierte en una filia.
Todos sabemos que supone cierto inconveniente para todos correr los primeros kilómetros con tanta gente, pero se queda solapado si de lo que se trata es que cada vez más gente corra y aleje a la sociedad de sus mayores males. Está claro que el correr en sí no soluciona nada, pero no me cabe ninguna duda que muchas cosas irían mejor si el correr formara parte de nuestras agendas. Y así lo debe de entender cada día más gente de todas las edades y condiciones.
Pensaba en ello, mientras aguardaba el pistoletazo de salida intentando evitar ser pisado lo menos posible por esos molestos corredores que intentan a toda costa ganar unos puestos en la línea de salida, que es una labor casi imposible en carreras como ésta. Aguardas allí enlatado aguardando con anhelo que se disponga la salida y a partir de ahí intentar buscar un lugar cómodo para correr.
Pero eso era imposible en los primeros cuatro o cinco kilómetros. Pero gracias a que las avenidas en Córdoba son amplias, la diáspora cada vez se alarga más y ya se va poniendo más fácil correr.
MI CONCURSO
Y con esa cada vez más fácil desconcentración, observo que pronto comienzo a fijar mi ritmo. Lógicamente llevo unas previsiones, pero no hay certeza de que éstas se puedan cumplir.
Por lo pronto, observo que me encuentro bien de respiración y fuerza; y que la climatología es excelente para correr. No hace frío ni tampoco calor; no hay una brizna de aire y la lluvia no va a aparecer según todos los partes meteorológicos; luego, con esas premisas los kilómetros pasan rápidos a un ritmo medio de 4'17''-18'' el mil; y eso gracias a que algunos kilómetros posteriores al uno los fijo prácticamente en tiempos de serie, lo que hace que esa media inicial absorba la lentitud del primero en el que es imposible correr por debajo de 4'45'' si no quieres ir arrollando a corredores o que seas tu mismo el arrollado.
La media de 4'17''-18'' consigo llevarla hasta el kilómetro trece, inclusive, pero observo que desde ese mismo kilómetro hasta el quince la frescura va evaporándose de mis piernas y me cuesta algo más respirar. Comprendo entonces que no pasa nada si la media kilométrica se sitúa en el 4'19'' o 4'20''; es más, casi lo prefiero, porque uno a estas alturas sabe que el buen o mal tiempo en una media te la juegas a partir de esos kilómetros.
Sin embargo, observo que al llegar al dieciséis el Forer se eleva a los 4'21'' de media. No esperaba ese mal resultado, pero no había otra opción. Ya no llevaba una frescura intacta y los noventa minutos ya se habían ido para siempre, a pesar de que llegué a acariciarlos antes de llegar al trece. No obstante, sabía que sólo una catástrofe podría hacer que acabara en los noventa y cinco minutos. Para hacer ese tiempo, no hubiera sido necesario que te esforzaras tanto en los trece primeros kilómetros, me dije.
Pero ocurre que las pruebas de competición cambian de aspecto en breves minutos. Desde que te derrumbes físicamente en los últimos kilómetros hasta que aparezca algún dolor o lesión sobrevenida. Esa idea pasó como un fantasma por mi mente, pero al comprobar que llegaba al diecisiete con opciones claras de los noventa y dos o noventa y tres minutos, comencé a contemplar Córdoba con otro color. Además, el terreno en esos puntos kilométricos era muy bueno. Así que tan sólo se trataba de apretar los puños, alzar el mentón, subir las piernas y dejar que éstas te acercaran a las instalaciones deportivas de 'El Fontanar', a pesar de que el Forer ya se había ido a los 4'22'' el mil. Ahora lo que importaba a esas alturas no era ya bajar la media sino mantenerla. Y así fue hasta la llegada a meta.
De esa manera -con tiempo oficial de 1 hora 32 minutos y 19 minutos- se ha fraguado, en la ciudad califal, mi MMP.
Nada más que añadir. Tan sólo enviar desde aquí saludos a los únicos conocidos y amigos que pude ver: Victor Bernier, que hubo de venirse de Nueva York sin poder correr su mítica Maratón y a mi compañero de club José María Suárez-Varela, que ha hecho una extraordinaria carrera. Preveo que con esta media -que es la quinta, desde septiembre- cierro el programa que me planteé hasta final de año, allá por el mes de septiembre. Pero la carne es siempre débil.
Por José Antonio Flores Vera