Leo que hay mucho descontento en las redes sociales por la decisión de los guionistas de Walking Dead de eliminar a uno de sus personajes más longevos. Pero más allá de ese descontento -que no se ha limitado a protestas más o menos esporádicas-, ya se llevan más de cincuenta mil firmas a través de la organización virtual Change.org para solicitar que se de una solución a eso.
No sé, supongo que no será fácil, como no fue para los guionistas de Lost explicar el nefasto final de la serie, pero se supone que en Walking Dead podría haber alguna solución desesperada, que no sería otra que convertir al longevo interprete fallecido en un zombi más, aunque bien mirado eso sí que podría ser un problema mayor.
Porque todos los seguidores de la serie sabemos que un caminante, un podrido, un zombi, un mordedor, que de todas las formas se le ha denominado, no es ni tan siquiera un ser vivo, sino algo que se mueve y que tan sólo quiere morder. Ni tan siquiera se puede comparar a una bestia, porque ésta con buen adiestramiento podría convertirse en un ser apreciado y acompañante fiel (depende de qué bestia, claro está), pero ¿qué diablos hacen los protagonistas vivos con el amigo muerto? ¿Estar todo el rato pendiente de él para que no muerda? No, no creo que esa sea la mejor solución.
Sin embargo, lo importante no es eso en sí, sino la reacción del personal. Comprobar cómo la gente está más interesada en lo irreal, en la ficción, que en lo real. Y, seguramente, eso será porque lo real es tan dantesco que ya ni ganas quedan de firmar para nada. De ahí que el personal vuelque todo su ímpetu en lo que realmente le interesa, porque eso que interesa no es ni más ni menos que la historia, el guión, la interpretación, la puesta en escena de una serie, que como otras, cuentan con una calidad y una vitalidad que nadie que aprecie el talento y la imaginación puede desdeñar.
Y en ese aspecto lo irreal gana a lo real por goleada.