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23 noviembre 2014

III MEDIA MARATÓN 'CIUDAD DE ANTEQUERA' (23/11/2014)

Hay muchas cosas que se pueden hacer y ver -sobre todo ver- en Antequera y no sólo correr. 

Calle típica de Antequera con la Alcazaba al fondo. (Foto de J.A. Flores) 
Yo antes iba con bastante frecuencia a Antequera para ver su patrimonio histórico, conocer su historia y comer su porra -antequerana-. Pero jamás había ido a correr.
Hasta el año pasado. Un poco frustado por no haber podido correr la Media Maratón de Córdoba, busqué en el calendario alguna que tuviera un recorrido orográfico similar y que me permitiera ir y venir en poco tiempo y fue así como hallé la que iba a ser la segunda edición de la Media Maratón de Antequera. Así que me apunté, auspiciado por su recorrido, por su cercanía y porque cada vez me atraen más las pruebas que no pasan de mil corredores (y si son menos, mejor, como es el caso). 
Me gustó la prueba y me salió bien, mucho mejor de lo que tenía previsto. A años luz de la de este año, que es algo que sí tenía previsto. Mi diferencia de forma entre el año anterior y éste es, si no abismal, muy distinta. El año pasado competí bastante y no tuve lesión alguna hasta el mes de diciembre, por lo que pude rendir a buen nivel casi todo el año, tanto a nivel de competición como de entrenamientos. Incluso hacia series con regularidad y ese entreno se apreciaba en competición.
Sin embargo, este año ha sido otra historia. No levanté cabeza desde la lesión de diciembre y para colmo en marzo pasé por el quirófano de vascular; así que entre la lesión, la operación y la posterior recuperación no comencé a entrenar hasta Semana Santa, pero no a competir. A pesar de eso fui osado y me presenté en la linea de salida de una muy exigente carrera de montaña a finales de agosto, como ya conté en su día. 
Posteriormente vinieron mejores entrenamientos. Todo el verano entrené bien, pero competí poco. Sólo lo hice tras el verano en una corta pero meritoria carrera urbana de pocos kilómetros previa a la Media de Granada y la Media Maratón de Motril, que resultó un fracaso.
Esta última prueba es la culpable de que volviera a competir en Antequera, no por despecho ni para sacar la espina del fracaso de Motril sino para ver cómo iba en medias maratones una vez intensificado el entrenamiento, que tampoco está siendo especifico para correr distancias largas. Acaba el año y quería probar. Así que nada mejor que competir en esta media maratón que por características y fechas me parecía la más estratégica. 
El año pasado rodé a 4'22'' el mil. Este año a 4'44'' el mil. Como se puede observar una diferencia notable, pero aún así estoy satisfecho del rodaje de este año una vez analizadas las circunstancias pasadas. Un rodaje, que a pesar de ser mucho más lento que el del año pasado, me ha hecho sufrir mucho más. Los últimos kilómetros de la Media de Antequera de este año, me han recordado en parte a los últimos de Motril. En la costa granadina la humedad y el calor a finales de octubre fue bestial y finalmente claudiqué. En Antequera no  ha habido humedad -nunca la hay en estas latitudes de interior- y ha hecho una excelente temperatura para correr, casi calor; es más, la lluvia que caía en los últimos kilómetros fue casi una bendición de los dioses, pero las dificultades entre los kilómetros dieciséis y diecinueve me han deteriorado físicamente, mermando de manera exponencial la media de rodaje que llevaba hasta el quince. 
Las pequeñas pero molestas rampas de entrada a la ciudad y en las mismas calles del casco antiguo de la ciudad han supuesto un suplicio, y a pesar de que el último kilómetros es en bajada no he logrado recuperarme, llegando a meta muy tocado.
Hasta el kilómetro diez rodé a 4'35'' el mil; e incluso, en el quince el rodaje no iba más allá de 4'39'', pero los últimos seis kilómetros fueron para mi casi indigeribles. Por las molestas rampas, como decía y porque -somos lo que entrenamos- no estoy haciendo entrenos demasiado largos.
Aún así, el resultado final ha sido mucho mejor de lo esperado y por eso considero que he cumplido el fin que me había propuesto. 
¿Y qué decir de esta joven media maratón? Prácticamente todo positivo. En particular a mi me viene de perlas porque me coge a tan sólo a una hora en coche. Además, es una prueba muy cómoda a nivel organizativo. Todo está a pedir de boca: facilidad de aparcamiento, impresionantes instalaciones para vestuarios, duchas y ropero, que es el lugar de llegada (en el interior) y de salida (en el la explanada exterior). Se trata del Centro de Tecnificación de Atletismo 6º Centenario, una instalación formidable, centrada en exclusiva en el atletismo.  
La señalización y el control de los pasos y cruces es perfecta, contando con la presencia de voluntarios, Protección Civil, Policía Local de Antequera y Guardia Civil. La señalización kilométrica es excelente y los avituallamientos también.
El recorrido, hay que decir, no es demasiado atractivo. Largas rectas entre naves industriales e insultas carreteras comarcales. Pero es algo que no se puede considerar como una crítica, toda vez que trazar veintiún kilómetros en una ciudad media no es nada fácil y, finalmente, hay que correr por los alrededores. En algunos lugares, estos alrededores son atractivos, pero no en Antequera. 
La prueba gana en atractivo en los últimos seis kilómetros, que coinciden con la entrada a la ciudad, pero ocurre -nada es perfecto- que son los que menos se disfrutan, toda vez que la mente ya está en otras cosas. El paso por el casco antiguo es atractivo, como es el casco en sí y la llegada a meta, en las tripas mismas del Centro de Tecnificación es de las más atractivas de las medias maratones que he corrido en mi vida deportiva. 
A destacar también la bolsa del corredor, que ha sido mucho mejor este año que el anterior. Se ha compuesto de: mochila, camiseta técnica Brooks amarilla y azul de manga corta (una de las más bonitas que me han dado hasta ahora, como se puede apreciar en la fotografía), dos molletes y un mantecado antequerano -como no podía ser menos- lata pequeña de aceitunas, bolsita de pan 'tipo colin' y un dulce. Nada mal, si consideramos que las bolsas del corredor han caído enteros desde la crisis o poniendo la crisis como excusa.
En definitiva, si nada ocurre en las ediciones futuras y siguen la trayectoria actual, se convertirá con el tiempo en una de las más importantes de Andalucía. Entonces se masificará, pero eso ya es otra historia.              

19 octubre 2014

UN MEDIO MARATÓN PARA OLVIDAR

La pregunta que me hago ahora no es sobre el por qué de mi peor media maratón desde que compito, sino de cómo he podido llegar a meta en el estado físico en que me encontraba.
No haber ido a correr a Motril, en modo alguno puede ser la respuesta. Sabía que iba en mal estado porque no me había recuperado de la gastroenteritis o lo que fuera acechara a mi estómago el día anterior -sábado-. 
Pero comprendí la misma mañana de la prueba que no era normal haber perdido casi un kilo y medio en un día sin actividad alguna y que siendo la cara el espejo del alma, como dicen, algo no funcionaba.
Pero aún así me encontraba animoso por correr esta prueba como afirmé con arrojo en un tuit. 
En el transcurso de una prueba pueden pasar muchas cosas. A más larga es la prueba, por el mero juego de las probabilidades, más cosas pueden pasar. Un esguince, una microrrotura fibrilar, una pájara..pero de todo, lo que peor llevo es una afección estomacal. La sufrí en una edición de la prueba de las Dos Colinas en Granada y ha ocurrido ahora en Motril. En aquella ocasión decidí aguantar porque la prueba era más corta, pero en esta ocasión, decidí sufrir lo mínimo. No era necesario. 
Retirarse no es la opción porque es muy incómodo a nivel logístico. Lo sé por experiencia porque me pasó en la Media Maratón de Los Palacios, hace ya algunos años. Aquello fue una microrrotura y no había otra opción que esperar el coche escoba, que resultó ser un autobús. Pero en esta ocasión, podía continuar, tan sólo bastaba con alternar el correr con el andar. Era la única vía posible para llegar a meta, corriendo si era posible. 
Cuando allá por el kilómetro dieciocho comprendí que ya no podía correr más, decidí ponerme a andar. Antes había intentado orinar en dos ocasiones. La primera no lo conseguí, pero la fuerte ventosidad sobrevenida me calmó algo (por eso siempre es importante alejarse de la ruta, por si acaso. Que lo escatológico siempre es mejor en soledad); en la segunda, después de esperar más de dos minutos, lo conseguí. Llevo muy mal orinar en ruta. No me concentro, me agobio. Estábamos ya en el kilómetro quince más o menos. Pero tras volver a ruta y con más tiempo perdido, ya sabía que no podría continuar corriendo a lo largo de los seis kilómetros que restaban. A esas alturas ya no me importaba nada el tiempo, pero sí mi estado físico. 
Sin fuerzas, mucha debilidad y con extrañas sensaciones en la zona del estómago es muy difícil correr en una media maratón de estas características, en la que ha hecho un fuerte calor, a pesar de estar casi en el mes de noviembre. Eso nos ha desarmado a todos, desde el primero hasta el último. 
Lo curioso es que hasta el kilómetro once me encontré bastante bien. Con molestias y debilidad, sí, pero controlando bien el ritmo medio, cómodo. En esos primeros once kilómetros rodé a una media que podía llevar sin problema alguno: entre 4'37'' y 4,40'' el mil. Pero sabía que ése no iba a ser el ritmo medio con el que iba a acabar como así fue. Los problemas serios comenzaron cuando decidí detenerme por primera vez a orinar. Se produjo el efecto contrario. Ya no era el mismo. Además coincide con el tramo menos vistoso: el de las rotondas y las urbanizaciones. 
A la vuelta, la suave brisa del mar y algunas zonas con más arboleda fueron un buen elixir, pero eso sólo iba a servir para mantenerme. Además, como ya había vaticinado, el ritmo medio ya se había ido a 4'46''-4'48'' el mil. Pero también sabía que tampoco iba a poder continuar a ese ritmo porque los problemas estomacales iban en aumento, el calor cada vez más intenso y la debilidad -ya en en todo el organismo- mucho más perceptible. Cuando me detuve a orinar por segunda vez, cerca de la playa, sabía que podía pasar lo peor o lo mejor. Así que tenía que intentarlo. Pasó lo peor: ya no cogí ritmo. Éste se fue a 5' minutos el mil y cada vez fue cayendo más y más.  Así, hasta llegar a los 5'19'' con los que he atravesado la meta. La peor media maratón de mi vida como corredor. Peor, incluso, que la primera que hice en 2006, la Media de Granada de aquel año. Con razón titulé mi anterior entrada como: Mi primera media maratón. 
Posteriormente vino la alternancia entre andar y correr y eso ya rompe por completo todo tiempo predecible. Ahora lo importante era llegar, así que no me importó en absoluto esa alternancia. Básicamente porque me sentaba bien. Eso era lo importante en esos momentos. Mejor eso que no llegar.

No obstante, sabía a lo que iba. Iba a correr mi primera media maratón de este año, y a pesar de que los últimos entrenamientos han sido buenos, no podía contar con esa anomalía física de última hora. 
No importa en absoluto. Ahora lo importante es seguir creciendo. Olvidar esta prueba (aunque sí atesorar lo que ha enseñado) y concentrarse en la Media Maratón de Jaén,  la que presumiblemente correré, como he hecho en los últimos años. 
Pero de todo, celebro haber compartido el viaje de ida con mi ámigo y Álter, Jesús Lens, compartiendo miles de temas, a pesar de que siempre nos falta tiempo para abordarlos todos. Él también ha sufrido por mor de un gemelo.

01 septiembre 2014

III TRAVESÍA 'LA HUELLA DEL BÚHO' -TRAIL RUNNING DE 30 KILÓMETROS- (COLOMERA-TÓZAR-MOCLÍN-OLIVARES-COLOMERA, 30/8/2014)

LOS PROLEGÓMENOS 

Correr este trail con nombre tan prosaico y atractivo (La huella del búho) fue una idea que penetró de manera directa en mi cabeza. Y si eso ocurre, pocas cosas puedo hacer ya. Me ocurrió con la Subida al Veleta y con el primer maratón que corrí, el de Madrid.
Porque así funciono a la hora de inscribirme a una prueba extraordinaria. Meditarlo en exceso podría provocar que la razón se imponga al impulso y acabar por no inscribirme; por tanto, no lo medito demasiado. Todo lo más, miro el perfil de la prueba y la dificultad. Y a partir de ahí, la suerte está echada y tan sólo me impedirá no acudir a la cita algo ajeno a mi voluntad, entre otras cosas, una temida lesión.
Así que no tardé demasiado en inscribirme a esta prueba que tiene su punto de salida y de llegada en Colomera, localidad con la que me unen fuertes lazos afectivos. No encontré referencias en Internet y se las pedí por correo electrónico a la organización. Inmediatamente me contestó uno de sus mentores, Julio.
Julio, en un correo muy amplio me hizo un resumen de la prueba y, sobre todo, de sus dificultades y a partir de ahí comencé a coger referencias, también gracias a las indicaciones que me hizo un compañero de trabajo, senderista y corredor, Luis Alberto. 
Posteriormente comencé a ver vídeos de esta ruta, básicamente de gente que los había grabado en MTB o haciendo el sendero y descubrí que las zonas más duras también eran las más espectaculares y bellas. 
Iba a ser mi primer trail propiamente dicho (Fonelas no es un trail en estado puro) y por eso me dije que aquí lo importante era disfrutar de la prueba y acabarla, nada de planteamientos de marcas ni nada por el estilo. Entre otras cosas porque vengo del running y el trail no es mi especialidad. Mientras hacía el recorrido comprendí que aparte de no ser mi especialidad, se trataba de otro tipo de deporte, emparentado con el running pero distinto. De hecho, muchos de los practicantes del mismo vienen de los deportes de montaña, aunque cada vez más llegan desde el running. 
También sabía que no había elegido el mejor año para correr esta prueba. Sin apenas rodaje -comencé a rodar de manera gradual en Semana Santa- ni competición, ya había dado muestras de debilidad en la prueba que se celebró dos semanas antes, el 17 de agosto, en Fonelas. Además, ni se me ocurrió subir monte alguno para ir practicando. Aún así, la suerte ya estaba echada y de poco servía hacer entrenamientos demasiados específicos. Todo lo más, algún que otro test para calibrar la resistencia a lo largo de 30 kilómetros y muchos abdominales, flexibilidad, Compex y ejercicios isométricos de endurecimiento general. En ese sentido, le dí mucha importancia a los abductores, los cuales se me cargaban muy rápidamente en los entrenamientos largos y en las cuestas. Gracias a ese trabajo de flexibilidad y endurecimiento de esa zona, no tuve ningún problema durante la prueba, aunque sí muchos en ambos cuádriceps, básicamente en el izquierdo.      
Así que con bastante mentalización, pero también con cierta ingenuidad me presenté en línea de salida, el sábado, 30 de agosto a las 18 horas, estando el termómetro en ese momento en torno a los 34 grados de temperatura. 

LA PRUEBA


Debo decir que la prueba me pareció mucho más dura de lo que había presupuesto, aunque en realidad, toda preposición no podía ser más que fallida toda vez que jamás había hecho una prueba de estas características. Lo normal es que me hubiera iniciado con una prueba de no más de 15 kilómetros, pero comencé la casa por el tejado, aunque no me arrepiento de ello, a pesar que mientras escribo estas líneas los cuádriceps se siguen rebelando e intento calmar lo máximo posible con crioterapia. 
Como decía, cuando estaba en plena prueba entendí que el trail podría pasar por considerarse otro deporte distinto al running, una especialidad que deriva de éste pero que tiene sus propios contornos, a pesar de que en esta prueba hubo bastante terreno para correr, si bien, con poca continuidad y sensación de ritmo, si bien mis piernas ya no tenían capacidad para apreciar ese detalle. 

Algunos gramos de locura

En una prueba de trail no viene nada mal que las dificultades principales se encuentren en los primeros diez kilómetros. En 'La Huella del Búho', la cota más alta se encuentra en el seis, aproximádamente, pero en absoluto es la más complicada. Efectivamente, se sube hasta los 1168 metros -según mi GPS- , pero no hay que olvidar que Colomera se encuentra a 877. A través de un amplio camino se va subiendo hasta llegar a un especie de roquedal en el que se va asciendo como se puede -a paso rápido siempre es más llevadero al ser una zona demasiado técnica-, buscando la dirección de Tózar, localidad a la que se accede a través de un mar de olivos. La breve subida a Tózar también se complica, básicamente por el fuerte calor. A la entrada de la localidad hay un amplio avituallamiento en el que el líquido asume la mayor parte de lo ingerido para recuperar lo perdido en esos primeros diez kilómetros. Advierto que allí está también la Cruz Roja y les pido dos apósitos al comprobar que ambos dedos pulgares del píe ya comenzaban a mostrar síntomas de ampollas. No disponen de ellos y eso me frustra ya que tendré que sufrirlas en los próximos veinte kilómetros. La frustración, más que nada, viene motivada por mi poca prudencia al haber envuelto mis uñas color obsidiana con dos tiras de esparadrapo, el cual me está provocando esas ampollas. Una imprudencia total que ya es tarde para remediar. Cuando enfilo el amplio camino de tierra, que llegará kilómetros más tarde al río Velillos, advierto que no tengo apenas 'puch', algo parecido a lo que ya percibí en Fonelas. Pero advertir eso cuando faltan aún veinte kilómetros, muchos de ellos de los de mayor mucha dureza, no era más que flagelar innecesariamente el ánimo. Así que me centré como pude en correr intentando dejar la mente en blanco.  
Desde Tózar hasta el Castillo de Moclín la prueba cambia de cariz, tanto en belleza como en dificultad, básicamente a partir de la Fuente de la Corcuera, lugar paradisíaco donde los haya, una vez superado el magnífico entorno del desfiladero que a través de un puente colgante y un camino artificial de madera adherido al mismo atraviesa el río Velillos -también conocido como Colomera y Frailes a medida que pasa por otras localidades-. En la Fuente de la Corcuera está situado otro avituallamiento bien surtido.
Subir desde la Fuente de la Corcuera hasta el Castillo de Moclín es un fuerte correctivo para las piernas -lo fueron para mis cuádriceps- porque se asciende con sensación de verticalidad por una senda en cuya derecha, hasta el mirador, se ha construido una pequeña barrera, que en realidad es una cuerda para que, a quienes les falle las piernas, puedan ayudarse a subir. Eso da una imagen de lo que supone esta subida. Lógicamente, en ese lugar correr es casi imposible -lo fue al menos para mí- y las piernas me irán comunicando progresivamente que también lo será en terrenos de cuestas menos duros que encontraremos a continuación. La dureza de esa subida la preveía de manera nítida, ya que el bonito descenso desde Tózar al río Velillos, con la vista de frente al otro lado del río de las enormes rocas que albergan las pinturas rupestres de la zona, no significaba otra cosa que el ascenso desde el río hasta el Castillo a lo largo de dos kilómetros iba a ser terrible ya que en tan corta distancia -unos dos kilómetros- hay una altimetría de más de trescientos metros.
De todas formas, vuelvo a significar que la belleza de esta zona está a la par que su dureza, o viceversa. Porque llegar al entorno de Castillo de Moclín, que supone haber hecho algo más de la mitad del recorrido, es toda una experiencia. 
Por las primeras calles de Moclín, aledañas al Castillo, ya se puede correr, básicamente porque se desciende. No obstante, que nadie piense que correr incluso bajando es fácil en ese momento. Duelen todas las articulaciones debido al fuerte test al que se ha expuesto la musculatura inferior en la subida. Esos mismos cuádriceps y las rodillas, fundidos en la subida, ahora deben de dar todo lo que puedan en la bajada, pero activando a la vez otros grupos musculares dormidos. En esos momentos, uno quisiera seguir andando, por lo que al llegar a la coqueta plaza de Moclín, uno encuentra la escusa perfecta al encontrarse en la misma un pequeño avituallamiento. Un animoso grupo de británicos, residentes en la localidad, anima desde la terraza del bar de la plaza. Se agradece ver algo de humanidad, porque uno viene desde bastante rato sin verla, a excepción de los corredores que de manera muy aislada nos vamos encontrando por las veredas. En ese punto me agrupo con un viejo conocido de este blog, Alejandro -al cual ya había saludado en el avituallamiento de la Fuente de la Corcuera- , y con sus animosos amigos. La filosofía de este grupo para este tipo de pruebas, de las que ya tienen experiencia, me vino de perlas para asumir los últimos aproximados 13 kilómetros de la ruta.
La bajada a la localidad de Olivares, desde mi opinión, tampoco es sencilla debido a su fuerte inclinación. A estas alturas de la prueba y con tanto desgaste en las piernas, tanto subir como bajar significa dolor, incluso llanear, algo que yo no suponía aunque me lo advirtieron. Esta bajada es bonita y está muy bien cuidada. Bajar a trote con una buena conversación y con la puesta de sol inminente redime todo el sufrimiento anterior, si bien el único pensamiento que tengo en la mente es llegar a meta. 
En la plaza del centro de Olivares ya quedan minutos para la total puesta de sol. Hay otro avituallamiento. Será el penúltimo. Allí nos detenemos y tomamos isotónico, agua, naranja y plátanos. Todo lo absorbimos y devoramos con fruición. En ese momento no sabía bien hacía donde nos desviarían. Consideré como probable la carretera que une con el Cortijo del Berbe Alto, en dirección a Colomera, pero la organización opta por dirigirnos hacía las empinadas calles de Olivares hasta el denominado Barrio Alto. Sin duda se trata una ruta acertada en la que destila la naturaleza que disfrutan los moradores de las últimas casas. Ya ha caído la noche y todo es paz y silencio. Tan sólo se escuchan nuestros pasos y nuestra conversación así como las silenciosa presencia de algunos vecinos en las puertas de sus viviendas. 
Acabada la última vivienda penetramos en un carril entre olivos desde el que se aprecia con nitidez las luces de Pinos Puente, Granada y los pueblos cercanos a la capital. En medio, se impone como una enigmática sombra el picacho del Piorno que parece vigilar la localidad pinera. Conectamos los frontales y se van agrupando corredores que van por delante y por detrás. Algunos no llevan frontal y les viene bien la luz de los que sí los llevamos. Las balizas de señalización de la ruta, que durante toda la ruta hemos ido descubriendo adosadas a las ramas de árboles y ramas, ahora sólo visibles gracias a las fuerte tiras flourescentes que cuelgan de los olivos y que destilan un fuerte color rojo o verde, que en la oscuridad de la noche son muy perceptibles.  
Al final del sinuoso carril de olivos, perdido en el manto oscuro de la noche se encuentra el último avituallamiento en el que nos detenemos con tranquilidad para beber agua y absorber el zumo de los trozos de naranja porque las fuerzas ya son escasas. Llego a la conclusión definitiva que los geles de hidratos no van con mi estómago, el cuál comienza a revolverse. La pequeña carretera que está justo en ese punto ya nos llevará directamente a Colomera. Nos dicen que quedan menos de cinco kilómetros. 
Pero tampoco éstos son fáciles a estas alturas. Las 'cuestecillas' que nos dicen los voluntarios del avituallamiento con las piernas desechas -y en mi caso, como decía, también con el estómago revuelto de tan mezcla de gel, naranja, plátano y líquido, algo de lo que me deshice en la localidad de la manera más directa y regurgitante - se convierten en verdaderos puertos. En estos momentos, quienes ya llevan más de un trail a sus espaldas aconsejan mucha prudencia para evitar que las dificultades del terreno impidan llegar a meta. Por suerte les hago caso porque ya en el carril previo había percibido que el cuádriceps izquierdo se me había engarrotado de manera bestial. El lactato acumulado evitaba un correcto riego sanguíneo. 
Por tanto, hacemos esos cinco kilómetros como podemos, comprobando cómo se producen situaciones curiosas: en las subidas de las rampas unos andan y son adelantados por otros que corren, pero a los pocos metros ocurre a la inversa. El racimo de corredores que vamos por esa oscura carretera bien podría confundirse con una procesión trágica.  Todas las medidas son pocas para evitar el desgaste que provocan las cuestas por mínimas que sean. Hago caso de mis acompañantes y opto por subir la mayoría de las rampas a paso rápido, algo que me sorprende, porque a mí siempre me ha gustado subir corriendo las cuestas. Pero esta prueba es otra historia y es lo que hay que hacer si no es posible hacer otra cosa mucho más imprudente. En esos momentos, ya cada cual es soberano responsable de la administración de sus escasas fuerzas y el cuidador máximo de los deteriorados músculos. 
Por suerte, los últimos dos kilómetros hasta Colomera son más suaves, incluso en descenso en el último kilómetro. Así que nos lanzamos al trote más propio del running hasta llegar a las primeras casas de la localidad. En ese empeño el grupo inicial con el que vengo desde Moclín se desintegra un poco -alguno avanza, otros se quedan- y me acompaña en ese afán final un viejo conocido de mi antiguo club de atletismo, el incombustible Fernando Medina, el cuál me dice: 'Hay que llegar corriendo bien Jose'. 'Fernando va a ser así porque no hay cuesta...', le respondo. Con él llego a meta y cumplo el objetivo que me había planteado: acabar lo mejor posible mi primer trail en estado puro.   
Por tanto, hechi mi primer trail de importancia, con una marca más que discreta, aunque eso no era importante para mí en esta prueba.       
¿Arrepentido? En absoluto. ¿Repetirlo? Ahora toca descansar y recuperarse. Nada más. ¿Aconsejo hacer la prueba? No suelo aconsejar cuando se trata de pruebas de este tipo. Depende de la forma de cada uno. También se puede hacer como senderista, ya que no hay hora establecida de finalización. Luego, leí que los senderistas más rezagados llegaron a Colomera pasadas las 1 de la madrugada. 

(REVISADA)

DATOS BÁSICOS: 


Acceso a Colomera: carretera en mal estado en algunos tramos pero correcta. Carretera de monte, con abundantes curvas a partir del acceso al Centro Penitenciario. A 25 minutos en coche desde Granada
Aparcamiento: al no ser una prueba mayoritaria, sin problemas.   
Kilómetros oficiales de la prueba: 30 kms. Reales: 28.5 aprox.  
Dificultad técnica: Muy alta. Extraordinarios parajes.
Numero de participantes: 247 llegados entre corredores y senderistas, de los -al parecer- 300 inscritos.  
Tipo de corredor: Especialistas en trail, corredores de running avanzados. 
Organización:  Muy Buena. Muy pendientes de los participantes en todo momento.
Avituallamiento: Excelente. Compuesto de agua, isotónico, cola, plátano, naranja, almendras, dulces, mini sandwich. 
Señalización y balización: Básica, pero muy efectiva. 
Predisposición de los voluntarios: Excelente. Buen número de éstos, tanto en salida y meta como en los avituallamientos. 
Fuerzas de seguridad y civil: No demasiada presencia al no transcurrir por carreteras con tráfico. Se advierte Guardia Civil, Policía Local, Protección Civil y Cruz Roja. Suficiente.
Bolsa del corredor: Camiseta técnica. Acertados logotipos y grabados tanto en pecho como en espalda. Bolsa algo corta.
Atención al corredor en meta tras la prueba: Bocadillo y cerveza. Duchas en polideportivo municipal.

Como colofón a esta crónica, inserto un vídeo de la prueba alojado en YouTube que me parece fantástico. Resume con acierto en poco más de dos minutos lo épico de la prueba. El texto de la narración en off también es fantástico. Su autor, Álvaro Ballesteros. 




   

                            
       

04 febrero 2013

XXV PRUEBA DE FONDO 'LA INDUSTRIAL DE ARMILLA' (3/02/2013)

La noche anterior no tenía claro si tenía ganas o no de correr en Armilla. Pocas veces corro la primera carrera, el frío es intenso en estos días, no me apetece madrugar para correr, un amigo que se llama Cecilio con el que habíamos celebrado su santo días antes y, para colmo, mis piernas llevan pocos kilómetros en enero, a pesar de que estoy 'trabajando' con buenos ritmos personales.  
Así que cuando a eso de las dos de madrugada, acababa de ver -como un ritual más que tengo cada año- 'Atrapado en el tiempo', con la historia de la marmota y tal, me fui a la cama con la duda más que razonable sobre si levantarme, 'viajar' con el coche cuatro o cinco kilómetros y sumergirme en ese río multicolor de corredores en que se esta´convirtiendo cada año el Circuito de Diputación. Acudieron alrededor de 1400. Qué locura. 
Si, tradicionalmente, la primera prueba está muy poblada de gente, no era de extrañar que esta prueba batiera todos récords, cientos de corredores y corredoras animados por la cercanía, los pocos kilómetros y la necesidad de hacer algún deporte que, no siendo especialmente gravoso en cuanto a la economía, te ofrezca múltiples satisfacciones, que falta hacer vista la situación del país y el irrealismo de su clase política. 
Pero resulta que para mi sorpresa a las nueve de la mañana estaba más que descansado -me valen seis horas de sueño- y ese domingo tenía que correr unos diez kilómetros, tras los quince que hice el sábado contra el viento a una media de 4`52`` el mil. 
Y a Armilla me fui. 
Un recorrido feo, feísimo; y una mañana destemplada. Curiosamente provista de un sol claro y diáfano, pero la nulidad de nubes en el cielo dejaban traspasar un finísimo y gélido frío del norte que cortaba como cuchillas, el mismo que ya me abofeteó en mi entrenamiento del sábado por la desierta y gélida Vega de Pinos Puente. 
Imaginaba que no habría diez kilómetros -nunca los hay-, pero no sospechaba que ni tan siquiera llegara el recorrido a nueve. 
Cuando al enfilar la estrecha calle, un poco picada, se apreciaba el globo de 'Cruzcampo', miré el GPS y apenas habíamos corrido ocho kilómetros y unos cuantos cientos de metros más. Imaginé con buen criterio que la organización nos derivaría por algunas calles para, de esa forma, cumplimentar los nueve kilómetros y setecientos u ochocientos metros que calculaba habría, pero muchos corredores que iban a mi paso y yo al de ellos, comenzaron a apretar, que es lo que hace mucha gente cuando ve la meta porque ésta da alas, como esa bebida energética; yo preferí mantenerme en mi rito de 4'15'', que marcaba el GPS en ese momento, para intentar guardar fuerzas en el último kilómetro, pero el último kilómetro era ese. 
Cuando menos lo esperé me di casi de bruces con la meta, mientras pensaba que la organización no ha tenido ni tan siquiera la decencia de completar no ya los diez kilómetros, sino los nueve. 
La organización por SMS entiende que mi ritmo ha sido de 4'09 el mil, pero me fió más de la realidad descrita por mi GPS: 4'19'', mucho más coherente con mi actuación en la primera prueba del Circuito. 
Lo importante: 1. Haber acertado por acudir a la cita; 2. Sentirme bastante cómodo corriendo a ese ritmo, un pelín más bajo que el fijado en la Media Maratón de Córdoba, en el pasado mes de noviembre.  


ARMILLA, EL PUEBLO QUE SE SIGUE DISPUTÁNDOSE UN ALCALDE 

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...