Florencia
El
viajero y su pareja no se cansaron de ver Bolonia porque, como ya dijo, pasear
por ella era algo muy agradable y provechoso, pero optaron por visitar
Florencia, a pesar de que dudaron entre la capital de la Toscana y la fastuosa
Venecia, en distintas direcciones de Bolonia, pero a similar distancia. Es de
reconocer que pudo la influencia mediática de la gran ciudad del arte italiano y
hacia allí se dirigieron, sobre todo, gracias a la facilidad que encontraron en
la magnífica red ferroviaria italiana y el tren de alta velocidad, que los
colocó en la famosa ciudad casi en un abrir y cerrar de ojos.
Dicho y hecho. La
logística del transporte desde la céntrica estación de tren de Bolonia fue
fácil, tanto como el acceso al centro neurálgico de la ciudad toscana desde su
estación de tren. Por tanto, al viajero al poco se le abren sus ojos ante la
exuberante ciudad del arte, donde dicen que Sthendal sufrió una fuerte
convulsión ante la imposibilidad de asimilar tanto y en tan poco espacio. Es de
creer, piensa el viajero para sí. Las almas sensibles encontrarán en Florencia
el lugar idóneo para calmad su sed artística, pero podría ocurrir —como le
ocurrió al enorme escritor francés— que un exceso fuera contraproducente.
Florencia
es similar a Bolonia en cuanto a extensión y número de habitantes, pero posee
una configuración muy distinta, a pesar de que las ciudades italianas siempre
tienen un ligazón artístico y arquitectónico. De hecho, el viajero tuvo la
impresión de que el centro histórico de Florencia ofrece un aspecto más
provinciano que el de Bolonia. Otra cosa distinta serán los grandes iconos artísticos
que posee y por los que es conocida y admirada a nivel mundial.
Lo primero con lo que se encontrará
el viajero será con la Piazza della Signoria, una majestuosa plaza
presidida por el magnífico y original, en cuanto a arquitectura, Palacio
Vecchio, sede actual del Ayuntamiento de Florencia, a cuyo pie el viajero verá
por primera vez el David de Miguel
Ángel Buonarroti, si bien éste no es más que una perfecta imitación a tamaño
real del original que verá más tarde en la Galería de la Academia de Florencia.
Por tanto, él y su pareja optaron por conocer la famosa Galería de los Uffizi,
que tiene su ubicación junto a la Piazza,
que pasa por ser el primer museo pictórico del mundo en cuanto a pintura
renacentista y exponente máximo de la colección de arte de la muy conocida a
nivel mediático familia Médici, grandes mecenas del arte de la ciudad, pero no
los únicos.
La
muestra de pintura de la Galería de los Uffizi es fastuosa, inconmensurable. No
solo está representada la renacentista, su mayor exponente como ya ha referido
el viajero, sino que se podrán contemplar obras pertenecientes al Gótico hasta
llegar al siglo XVIII, encontrándose obras de pintores muy conocidos, como son
el caso de Botticelli o Rafael, por poner solo dos ejemplos. También hay alguna
pintura de Miguel Ángel, pudiéndose contemplar su famosa obra, La Sagrada
Familia, que el autor de Caprese pintó en el año 1507.
Al viajero
sorprendieron diversas cosas durante su visita a esta magnífica galería, además
de la ingente cantidad de arte pictórico. Una de ellas, la actitud de los
muchos vigilantes del museo. Se explica. Era la primera que visitaba Italia y
en su retina siempre ha tenido la imagen del formal, estático y silencioso
vigilante típico de los museos. Los ha visto muchas veces en museos de España y
de otros países. Un empleado, por lo general, callado y observador que apenas
se le ve hablar con nadie a no ser que sea para llamar la atención a algún
visitante si éste hace algún gesto sospechoso de tocar algún cuadro. Pero toda
esa imagen pregrabada se rompe en la Galería de los Ufizzi, o al menos esa fue
la sensación que tuvo el viajero. En esta pinacoteca los empleados hablan alto
entre ellos, hablan a través de su inseparable teléfono móvil, parecían hablar
hasta con los cuadros. Es cierto que era la primera vez que el viajero visitaba
Italia, como ya dijo, y esa imagen dinámica e inquieta de este tipo de
empleados la observará con frecuencia en museos de todo tipo y pinacotecas del
país transalpino. Es el carácter italiano, sin que eso signifique que reste
eficacia al trabajo de cada cual.
Otra
cosa que sorprendió —a la vez que admiró— al viajero dentro de esta galería es
poder observar desde una de sus ventanas el famoso y particular en diseño Ponte
Vecchio de Florencia sobre el río Arno, que atraviesa la ciudad, tal vez, junto
al David, la imagen más icónica de la ciudad. Se da la circunstancia que días
antes lo había visto nevado en televisión —circunstancia ésta no demasiado
habitual— sin sospechar que lo vería en la realidad al poco, aunque eso sí, ya
sin apenas restos de nieve.
Por
suerte, lo visto fue mucho y muy sorprendente, porque no en vano en Florencia
hay un cúmulo artístico Patrimonio de la Humanidad infinito, además de ser la
ciudad en la que forjaron su obra artística e intelectual gente tan genial como
son los casos de —además del citado Miguel Ángel— Leonardo da Vinci o
Maquiavelo, por poner tan solo dos de los innumerables ejemplos. Pero aún le
quedaban por ver al viajero y a su pareja el icono principal de esta ciudad: la
escultura original del David de Miguel Ángel. Le advirtieron que apenas tendría
que preguntar cómo llegar a la Galería de
la Academia de Florencia, que es el lugar en el que está ubicada la famosa
estatua, porque vería las colas de visitantes a lo lejos. Por tanto, con esa
cautela y precaución fueron. Pero no vieron cola alguna, por lo que asumieron
que se habían equivocado de calle. Preguntaron y le indicaron que estaban en la
buena dirección. Volvieron, a desandar los metros que ya anduvieron por la Vía
Ricasoli, que es donde se encuentra la Galería,
y al poco pasaron por un edificio, que franqueaba un conserje muy bien ataviado,
al que preguntaron dónde se encontraba expuesto el David. Es aquí, dijo éste sorprendido, casi divertido. Pero los
realmente sorprendidos fueron ellos de que no hubiera ni una persona en la
cola, esa enorme cola de visitantes que le advirtieron. Es la ventaja de viajar
en enero, supuso el viajero.
Una
vez dentro, la vista del viajero se va directo a la magnífica y famosa estatua,
que ya se ve desde la distancia, a pesar de que son muchas las obras
escultóricas y pictóricas expuestas en la Galería
de la Academia de Florencia. Y hacia allí dirige sus pasos. Lo que ve es
impresionante, no solo por el tamaño de la estatua sino por la perfección de ésta,
algo que todo el mundo destaca. No es especialista en arte, aunque gusta de
observarlo, y admite que entre lo que menos le atrae es la escultura. Pero el
David de Miguel Ángel es otra cosa. Una escultura distinta, como de otro
planeta.
Así
que acabada la visita breve pero intensa a la ciudad de Florencia, a la que
jura volver algún día, se dirigen de nuevo a la estación, en la que encuentran una
miríada de personas impresionante. El destino quiso que ese día de fin de
semana les tocara enfrentarse en la máxima división de fútbol italiano a dos
equipos vecinos y por lo tanto rivales: el Bologna y la Fiorentina. Por tanto,
vinieron muy bien acompañados de tifosis italianos
en el viaje de vuelta a Bolonia, aunque nunca supieron cuál fue el resultado
final del encuentro.
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