Lejanos parecen esos caminos de invierno |
Si nos ponemos melodramáticos, un vulgar resfriado puede suponer el fin del mundo para un corredor habitual. Tanto o más como la llegada de una fecha fatídica para una secta o una tribu perdida en algún rincón del mundo.
Sin embargo, lo más inquietante no es ni de lejos esa semana o diez días que se pierden sin correr o sin poder disfrutar de la emoción de una prueba deportiva; lo más inquietante es cómo la memoria se centra más en los últimos siete días de inactividad que en -por ejemplo- el mes anterior cubierto de kilómetros por esos caminos de Dios. Luego, te acabas preguntando ¿por qué será la mente la sutilmente selectiva?
Pasados unos días, todo volverá a la normalidad (porque al final todo vuelve a la normalidad) y la memoria, con la misma facilidad con la que olvidó todos esos rodajes repletos de kilómetros, volverá a centrarse en ellos y acabará ninguneando los días de obligado reposo. Probablemente este trabajo oculto de la memoria es lo que hace que todo sea más llevadero y cotidiano.