¿Por qué escribimos los que escribimos? ¿Pretendemos hacernos famosos? ¿Vivir de la literatura? ¿O, sencillamente, escribir es nuestra rendida vocación?
Nada de eso. O, al menos, nada de eso encaja en mi concepción de escribir.
No hace mucho, me planteé no seguir escribiendo, pero al poco caí en la cuenta que lo que no quería, por ahora, era seguir publicando, en un mundo en el que cada vez es más difícil vender libros, mucho menos si no son de un género demandado, que no son muchos: histórica, thriller, romántica y poco más, y todo eso si hablamos de géneros literarios, porque no haré referencia a otro tipo de seudoliteratura, de libros que se venden como churros porque lo firma un alguien determinado con mucha hondura mediática, pero carente de talento literario.
Sin embargo, no me refiero a nada de eso. Me refiero a gente normal que escribe y que lo hace, casi siempre, de manera independiente, como es mi propio caso. Y que, además, no frecuenta ninguno de esos estilos, sino otros que salen de mi propia concepción de la literatura, historias o libros que me gusta escribir porque sí, sin ataduras ni directrices del mercado. A eso me refiero.
Y por eso decía que confundí no escribir más con no publicar por ahora; y mucho menos me interesa vagabundear por las redes sociales para que compren mis libros, ni decir cosas que puedan parecer interesantes para captar lectores. Nada de eso. Yo no sé hacer eso, pero tampoco quiero. Mis lectores son los que son y serán los que serán, nada más. Y a estas alturas, ya sé quién no me va apoyar jamás, por muy cercano que esté a mí. Lo realmente emocionante es que un buen día entres en Amazon y compruebes que alguno de tus libros ha sido descargado o leído (que no es lo mismo), en algún lugar del territorio donde opera Amazon Estados Unidos, Amazon México o Amazon Alemania, o cualquier otro lugar. Eso sí que es emocionante. Y lo es porque sabes que quien está comprando tu libro es alguien que no sabía segundos antes que tú existías (y sigue sin saberlo) y tan solo le interesó la temática o el argumento del libro, que es lo que realmente debe de existir para el lector. Eso es muy emocionante, pero tampoco tiene nada que ver con escribir en un sentido puro.
Siempre he concebido la literatura como algo muy relacionado con el libre albedrío y la libertad de elegir. Cuando comienzo a leer una novela, al margen de los autores que tengo como referencia, jamás veo la biografía del autor, previamente. La leo sin más, porque no busco que ese autor me impresione ni saber qué ha hecho o está haciendo con y en su vida. Simplemente busco que su novela, su libro me diga algo, me llene, y que esa lectura me haga descubrir buena literatura y si es novedosa, mucho mejor.
Y por eso, tras reflexionar un buen rato sobre ello, decidí que iba a seguir escribiendo porque estaba confundiendo los conceptos.
Escribir siempre.
Como algo que nace del interior, a pesar de que no soy el tipo que piensa que me moriría sin escribir, como muchos dicen, nada de eso; ni que escribir sea para mí el aire que respiro; el aire es aire, que es una sustancia invisible y vital que necesitamos para vivir, y escribir es otra cosa: algo que nos gusta y nos reconforta, pero nada más.
INVENTANDO HISTORIAS
Me he inventado muchas historias a lo largo de mis años como escritor. Historias cortas e historias largas, y es eso lo que siempre me ha gustado hacer: inventarme historias, esa es la esencia de escribir.
Y como no me gusta demasiado el mercado editorial, me da una pereza enorme enviar manuscritos a no sé quién para que los publique; no, no tengo paciencia para eso. Ni la suficiente energía (que nace de la paciencia). Y por eso me convertí en un autor independiente.
Esto que escribo no es mi credo, pero sí parte de él. O no, nunca se sabe.