Como sabéis los mas antiguos de este lugar virtual, hacer comentarios o críticas de trabajos musicales no es común entre las que hago que, por lo general, están referidas mayormente a libros o cine. Pero en este caso era preciso.
No conozco personalmente a Sergio Zurutuza, pero bastaron las palabras de mi colega de letras Antonio Pardo Larrosa (gran entendido) sobre su talento para interesarme por sus creaciones. Soy un tipo curioso e intento estar al día -labor imposible- de todo lo que entiendo por creatividad y aunque jamás he tenido trato con ninguno de los dioses y diosas de la música, ésta forma parte de mi vida de una manera muy particular, como lo hace la poesía y la literatura. Decidí hace tiempo encerrar todo eso en un cofre, que bien podría ser mi mente, y retener todas esas sensaciones que experimento con la creatividad, ya sea literaria, musical o visual. Por tanto, la música la vivo de esa manera íntima y puedo saltar de la gran clásica al heavy metal mas cañero, pasando por la BSO, con tan solo activar uno de los apartados de ese cofre-mente. En ocasiones, me siento afortunado por ello. Afortunado de poder emocionarme con melodías y canciones a pesar de no saber leer ni un básico pentagrama. Es un poco lo que me ha ocurrido con este buen autor vasco que ahora reseño. La historia es simple: las redes sociales. Ese gran invento que sirve para lo mejor y para lo peor de todos nosotros. Desde que las descubrí, siempre he intentado sacar lo mejor (si bien a veces he visto el lado más soez, como en la vida misma). Y, para mí, lo mejor no es otra cosa que la creatividad de cualquier tipo. Saber de las obras de personas anónimas o que, al menos, antes no conocía de nada, y que son capaces de hacer grandes cosas. Uno de esos creadores es Sergio Zurutuza. Porque el compositor e interprete vasco posee esa especie de plus creativo que no es fácil encontrar, ni tan siquiera en gente muy consagrada. Lo digo sin ambages. Esa idea última expresada en palabras o en música, a la que no es fácil llegar. Ideas últimas que suelen ser muy incomprendidas, lo sabemos.
Poseo -creo- toda la obra de Sergio Zurutuza publicada y la escucho a pequeñas dosis que es como hay que saborear el buen elixir, si bien me he centrado en su último disco Jaio/Nacer, el cual me aventuro a comentar. Se trata de un trabajo que cuenta con dieciocho cortes más un "Bonus Track", que no es otro que la "demo" de su tercer corte "Nebushi". Con Jaio me ha ocurrido algo que no suele ocurrirme casi nunca con ningún disco: la asimilación inmediata desde la primera escucha. Todos sabemos que un disco necesita ser escuchado varias veces para familiarizarnos con él, para ir detectando los matices, el lenguaje de los instrumentos, el tono melódico. Y si bien es cierto que encontraremos en Jaio cada vez más matices, esa asimilación a mí me llegó de inmediato. Será porque adoro la poesía y en este trabajo la hay a raudales, al tiempo que el compositor introduce contenido oral que engarza con la concepción musical del género cantautor y que es utilizado también por grandes maestros del género instrumental, tales como Mike Oldfield o Vangelis. Así que os relato mi particular visión de este trabajo musical. Vayamos con él.
JAIO/NACER
El primer tema, "Sur-realista", de tan solo diez segundos, es una frase muy sugestiva, que en realidad podría pasar por un verso de un poema, e inmediatamente comienza el segundo corte (el Intro), una música que parece explicar esa frase, ese verso. Podríamos hablar de técnica o de inspiración, es posible que de ambas cosas. El caso es que ambos cortes están muy bien compenetrados, en mi opinión.
El tercer corte, Nabushi, es delicioso. Como anécdota diré que le pregunté a Sergio si era él el que cantaba. Me respondió que sí y eso me maravilló. Por un motivo: había puesto ese tema en el altar del disco. Le capté un sentido, una musicalidad y una poesía innata desde el primer momento. Ese nuevo idioma habría que proponerlo para que pugnara en dura competencia con el Esperanto ¡vive Dios!
El cuarto tema se denomina "Rayas Celestes" y cuenta con seis minutos y cuarenta y ocho segundos, el más largo de todo el trabajo. Me gusta por varios motivos. Observo que la batería va como organizando todo el carrusel de sonidos y voces que van llegando hasta que, por fin, se integra en el conjunto, donde la guitarra parece ir cogiendo el protagonismo. Es básicamente instrumental, pero destila una historia que merece ser contada a un ritmo melódico muy agradable. Me atrevería a decir que Rayas Celestes es un punto de inflexión importante en el conjunto del trabajo.
Avanzamos al cuarto corte y nos encontramos con Ondoriak (Consecuencias). Posee un comienzo épico, que podría ir situado perfectamente en películas de nuestro gusto. Un comienzo épico muy emocionante, sin duda. Estoy convencido de que este corte va a ser usado en múltiples imágenes visuales de televisión, apuesto por ello. Porque destila épica deportiva, histórica...Un sinfín de imágenes épicas.
El compositor vuelve a hablarnos en su "Yo ya no soy yo", de tan solo dieciséis segundos, para dar paso a "Un vals para...(?)". Como ya ocurrió con el primer corte, hay una perfecta compenetración entre esa frase y la música que llega a continuación. Jamás había escuchado la versión de un vals como éste, lo que adivina una creatividad arriesgada que se salda con muy buena nota. Destila emoción -mucho más que los vals en sí- porque también parece estar la melodía contando una historia. No cabe duda que la creatividad musical de Sergio Zurutuza bebe de fuentes muy literaria. Es un corte que no te hartas de escuchar.
En "Las alas de la conciencia", su octavo tema, de una temporalidad bastante extensa en comparación con el conjunto, el autor comienza pronunciando lo que entiendo por un discurso con gramos de visceralidad y una exclamación "pasota" final. ¿Qué vendrá después? te preguntas. Y lo que viene es un cambio de tercio de sublimes voces acompañadas de una música expresiva, para volver de nuevo a ese discurso (que no ha perdido nada de visceralidad). El tema acaba también de manera muy emocionante, mezclándose esa especie de coro con la música de una manera muy sincronizada. Sí, se trata de un tema muy vital. Mucho. Culminando con una inocente voz infantil que de manera optimista admite que no pasa nada si se nos pasa el tren. Es la voz de Aitor Martinez, el sobrino del compositor.
El noveno corte es el que da título al álbum, Jaio/Nacer, por lo que es necesario estar expectante. En éste hay un diálogo en vasco a cargo de Olatz Isasa con un trasfondo musical magnífico. Un diálogo que intermedia un evocador y ancestral canto, para continuar con el diálogo. Obviamente, no comprendo el vasco, pero ¡me inspira tantas cosas ancestrales! Pareciera el origen de todos los idiomas antiguos (algunos filólogos afirman que podría ser el idioma más similar al utilizado por los antiguos íberos). No, no defrauda el corte nueve, que da título al álbum. Es más, asume muy bien la esencia del conjunto del trabajo.
En el décimo corte "Te faltan inviernos" volvemos de nuevo a un verso: "Te faltan inviernos y te sobran veranos; la primavera no es fiable; y el otoño..., el otoño es irremediable". Ese evocador verso da pie al tema undécimo "Viaje a Beautiful" el cual comienza con una interpretación de piano (entiendo que a cargo de Sergio Zurutuza), que es el protagonista inicial de la melodía para conectar una musicalidad más amplia en la que los instrumentos van apareciendo para quedarse. Es un corte dotado de una personalidad propia que destila belleza y alegría, pero también algunos gramos de tristeza. Resulta proverbial como en este corte la música se va transformando de la alegría hacia algunos gramos de tristeza, para volver de nuevo a la vitalidad inicial.
El tema doce, Xuxurlak (Susurros), comienza con un sugestivo punteo de guitarra acústica que evoca recogimiento, estableciendo, en suma, una especie de diálogo pausado. Es uno de los temas más largos del álbum -cinco minutos y un segundo- y es totalmente instrumental.
"¿Ahora estáis atentos? Ya podéis cortarme la luz" Es así como comienza y como acaba el tema décimo tercero, "La luz", para dar paso a una grabación ambiental en el tema catorce, denominado "Canta la manada en la sabana" (al estilo de las que utiliza Manu Chao) en la que escuchamos a unos hinchas fútboleros: ¡Vamos, Sevilla¡ y que sirve de excusa perfecta para introducir la guitarra española y las castañuelas en el tema quince, "The Golden crustazy", un tema eminentemente de música andaluza (si es que existe la música regional a estas alturas). Las castañuelas, a cargo de Aida Ramos, hacen un trabajo importante, qué duda cabe, como acompañamiento a esa guitarra española que salpica unas notas del Sur que a uno le han de ser familiares a la fuerza. Muy conseguido, sobre todo si tenemos en cuenta que se trata de un compositor no nacido en Andalucía. El tema dieciséis pasa por ser el corte más corto del trabajo. Cuenta con tan solo seis segundos y vuelve a ser una frase del autor que da pie a la entrada del tema diecisiete, "De lunas, farolas y bemoles", que a mí me resulta fascinante. Me explico. Existen en él unas frases pronunciadas por Sergio Zurutuza que me parecen -que me rectifique el autor si me equivoco- totalmente espontáneas. Cuando escucho este tema no me cuesta imaginarme al autor sentado en la soledad de su estudio hablándole a su guitarra y sacando de su interior estas frases tan sugestivas.
El tema dieciocho te deja perplejo. Su título "El sentido de un silencio absurdo". Estás atento a que irrumpa, pero es solo silencio ¡Genial! Es la no música, que también es música, desde luego.
Y acabamos con la "demo" de Nebushi, que a mí me parece muy acertado que esté ahí. Entre otras cosas, porque ya dije que Nebushi me parece un tema mayor. Es como esa canción ganadora de cuando los festivales de Eurovisión tenían calidad y que celebras poder volver a escucharla al final.
En definitiva, amigos y amigas, un enorme trabajo. Tanto por lo que sugiere como por lo que oculta y promete para un futuro venidero. Por lo que se queda en la cabeza y los dedos del intérprete y compositor vasco para próximas obras. Porque no cabe la menor duda que este trabajo navega por un proceloso mar de creatividad. De mucha creatividad. Y que dará paso a magníficas secuencias musicales futuras. No me cabe la menor duda.