Juro que no me lesionaré más, me dije. Pero con un juramento no basta. Porque la lesión es inherente a la propia esencia de correr. Existe la posibilidad de no lesionarte tanto; de lesionarte menos; de lesionarte con menor gravedad. Pero no existe la posibilidad de no lesionarte. Pero aún así lo juro, a pesar de que sé que es un juramento falso y que el catolicismo es indulgente con los pecados.
Sin embargo, lo importante es que el proceso de recuperación va a pasos agigantados.
Por ejemplo, en la cuarta sesión de fisioterapia -que ha sido hoy-, los dedos y nudillos de Encarni -que es mi fisio actual- se han deslizado por mi gemelo izquierdo con la misma facilidad con la que se deslizan por una bolsa de harina. No sé si es una imagen adecuada, pero es la que he tenido. Eso se debe, decía Encarni, a que al ir desapareciendo la lesión, el músculo ya no se contrae. Es una mecanismo de defensa que se contraiga. Por tanto, correré algo esta Semana Santa, le dije, envalentonado. Mi consejo es que no corras; como mucho que alternes correr con andar y si sientes la más mínima molesta, te paras, dijo. Luego, no sé qué hacer. Total, por unos días de inactividad más nada va a pasar. Además, me he vuelto a enamorar de la MTB.
Sin embargo, en un sólo día pueden cambiar las cosas. De hecho, en la sesión de ayer, no existió esa facilidad. Percibía que los dedos y nudillos de la fisio encontraban mucha resistencia en determinadas zonas del gemelo y el sóleo. No vi las estrellas pero sí una sensación incómoda.
Ya puedo ver la luz del final del túnel; aún no ciega mis ojos, pero ya la puedo ver. Pero la realidad es que quedan aún seis sesiones, seis, y mientras que éstas no se lleven a cabo, estaré oficialmente lesionado, aunque la lesión ya haya desaparecido por completo ¿Alhama el 14 de Abril? Es muy posible.
Queréis un consejo gratis: No os lesionéis.