PÁGINA DE AUTOR EN AMAZON
04 diciembre 2025
CUENTOS Y RELATOS DE NAVIDAD
29 junio 2025
CORRIENDO CON CALOR
Pero correr con calor en el sur de España, tal y como están las temperaturas aupadas por olas es peligroso y hay que tener cautela y precaución. En mi caso, la precaución viene configurada por mi propio historicismo como corredor, bregado en muchas batallas de carreras programadas en julio y agosto, eso me hizo ser precavido y hacer las cosas bien. He corrido entre olivos a las una del mediodía en agosto, pero he sabido hacerlo. He sabido hidratarme y detenerme en sombra cuando era necesario. Y sobre todo, he sabido escuchar a mi cuerpo, que te habla, que te implora. Hay que saber escuchar al cuerpo, eso es fundamental. Cuesta hacerlo, y pasan los años y no aprendes, pero una vez has aprendido a escucharlo no habrá lesión a la que no te anticipes, ni golpe de calor que no puedas evitar.
El cuerpo es una máquina, que no es perfecta. Casi lo es, pero no es perfecta. El coche más caro del mundo se detendrá si no tiene carburante, pero el cuerpo humano no. Seguirá adelante aun sin carburante (comida ingerida); buscará energía en la grasa, incluso en los músculos, en los huesos, en la piel si fuera necesario, pero eso es peligroso y hay que saber controlarlo. Siempre verás a un corredor que verdaderamente lo sea delgado porque cuando corre come de su cuerpo. A ese pocas veces le va a ocurrir nada, pero sí al que su cuerpo no le permite ser comida. Cuidado con esos casos. Es necesario muchos kilómetros para hacerse como corredor; y no dejarlo nunca.
Bueno, decía, que me gusta correr con calor. Nada más estimulante que pasar por un camino estrecho y solitario y correr en soledad con el sol encima de ti. Solo tus piernas, tu corazón y tus pulmones... y tu cabeza, que es la que rige, que es la que anima a los demás órganos a seguir funcionando.
Podría renunciar a muchas cosas, a casi todo, pero no a correr con calor o con frío o con lluvia o con nieve... Con aire lo llevo peor, mucho peor.
Dediqué un libro a estas cosas, a reflexiones sobre correr, a historias sobre correr, en los entrenamientos en la competición, a correr como sentido vital más allá del mero ejercicio. Ese libro se llama Corriendo entre líneas y un amigo me dijo una vez que todo corredor debería leerlo. Y lo han leído muchos, pero me gustaría que lo leyeran más, las nuevas generaciones, los que aún no han decidido correr pero están en el camino para comenzar, a esos me gustaría que les llegara el libro. No va a defraudar. No porque yo quiera convencer de que se trata de un libro de gran literatura, no. Literatura procuré que la hubiera, pero en un libro de este género no conviene que vaya tan cargado de literatura, pero la hay porque es mi forma de escribir, no sé hacerlo de otra forma.
Puedes saber más en este reportaje que me hizo el buen periodista Antonio Arenas para Ideal con motivo de la presentación del libro. Puedes leerlo aquí. Una presentación, por cierto, que se llevó a cabo en un lugar hermanado con la historia: El Cuarto Real de Santo Domingo, construcción de época almohade, o sea, antiquísimo. Fue un éxito de público. Un libro que fue editado en papel por la Editorial Leibros y que está agotado. Actualmente puedes descargarte la versión eBook en Amazon, en este enlace.
No olvides correr siempre, hasta que ya no puedas no más que arrastrarte, pero inténtalo siempre. Es el mejor recuerdo que te puedes llevar cuando ya no puedas hacerlo. Palabra.
21 agosto 2024
NUEVOS PROYECTOS LITERARIOS YA CONSOLIDADOS
Me refiero a nuevos proyectos literarios ya consolidados, porque por su propia naturaleza un proyecto no es otra cosa que una intención que podrá culminarse o no. Y, aunque nada es certero hasta que no se culmina por completo, en estos, que ahora contaré, no habrá apenas otra disfunción que la que pueda acarrear el mero azar o las circunstancias ajenas a la voluntad de uno.
Pues bien, paso a contarlos, que para eso han sido (aún lo están siendo) muchas las horas, los días y los años de trabajo.
El primero, será la novela de título definitivo, si el editor no lo cuestiona, La corrupción no era esto, cuyo título anterior fue Donde los hombres íntegros. Esta novela lleva mucho tiempo en mi cabeza y en manuscrito, y tras años de trabajo, de tiras y aflojas, de cambios argumentales, de utilización de distintas voces narrativas, de correcciones y un largo etcétera, ya está acabada y cuenta con una propuesta editorial. Por tanto, si nada se tuerce, verá la luz en el último trimestre de 2025. Así de largos son los plazos editoriales. Lo tomas o lo dejas. Cuando el contrato esté firmado, que espero sea en breve, revelaré la editorial que se encargará de este libro.
El segundo, será una novela posterior, pero que deseo sea publicada pronto, incluso antes de que se agote este extraño año (ya todos los años son extraños). Y para que eso ocurra no tendré otra vía que responsabilizarme por completo de la edición. Ya he dicho en más de una ocasión que no me gusta trabajar con editoriales y sí erigirme en escritor indi que es como mejor me encuentro. Lo he hecho, claro que sí, es decir, publicar con editoriales, y por eso sé lo que dijo. Lo que ocurre es que, en ocasiones, la propuesta no es mala y hay que meter la cabeza entre las alas. Esta última novela tiene por título Mi lugar en estos mundos y es una continuación muy extensa de un relato que publiqué en Conversación en la taberna y 41 relatos titulado Un mensaje desconocido. La idea de que se publique antes que la anterior, siendo más joven, se debe a que entre una novela quiero dejar transcurrir un año aproximádamente, tiempo que considero mínimo para que se digiera y porque hoy día, con un mercado editorial atorado, no es conveniente cansar a los pocos lectores que tengan a bien leer mis historias. ¿Cómo la publicaré? Aún no lo sé, porque dado su particular argumento debo de cuidar muy bien cómo hacerlo para que no se convierta en un proyecto fallido, como creo que fue Equis quería correr, a pesar de que siempre le vi mucho potencial a esa primera novela. También lo vio alguna gente, pero poca, eso es cierto.
Por tanto, me afano en atorar aún más el ya más que repleto panorama literario, porque cuando uno cree en sus cosas hay que dejarlos partir, como esa cometa que levanta vuelo y acaba por desaparecer ante tus narices. Porque como pasa con la cometa, cuando un libro coge vuelo ya no es tanto problema de uno. Uno lo ha disfrutado y lo ha sufrido escribiéndolo y lo que venga después ya no es tanto un problema del autor porque los lectores son los que siempre tienen la última palabra. Digo lectores, aunque uno es consciente que no lo serán tantos por las enormes dificultades que hay para hacerte notar en el mercado editorial, y aquí viene muy bien aquello que dijo Juan Marsé acerca de que siempre se escribe para una persona. Para mí tengo que se refería a sí mismo. Coincido.
02 octubre 2023
MIS DOS ÚLTIMAS OBRAS ACABADAS O CASI Y OTRAS REFLEXIONES NECESARIAS
03 octubre 2021
99 DÍAS QUE PODRÍAN CAMBIAR EL MUNDO (AMAZON, 2020)
El Coronavirus ha cambiado todo en este mundo y no sabemos (me temo que no) si todo volverá a ser igual que antes. Es más, es posible que no sea conveniente que todo vuelva a ser como antes. Nuestro planeta no es ni tan siquiera una mota de polvo en el Universo (sin contar que pudieran existir universos paralelos como ya apuntó Einstein y dejó dicho Hawking antes de fallecer), por lo que descartar que podamos ser barridos como se barren las motas de polvo no es ninguna afirmación gratuita. Estamos acostumbrados a pensar y a vivir como si fuéramos los verdaderos reyes de la creación, pero los animales (no sabemos si también las plantas, es posible que sí) nos han dado lecciones inolvidables en ese periodo de tres meses en los que no sabíamos ya qué hacer en nuestras casas. Se han acercado a nuestras costas cuando jamás lo hacían, han penetrado en nuestras calles, cuando no lo hubieran hecho en condiciones normales, han sobrevolado nuestra ciudades, cuando apenas salían de su entorno, en definitiva, ha mostrado mucho más sensatez que la mayoría de los humanos, como queriéndonos decir que siguen ahí a nuestro lado, pero guardando las distancias hasta que cambiemos, porque ¿estamos dispuestos a cambiar? Mi veredicto a más de un año desde aquello es que no, no estamos dispuestos a cambiar. Es más, observo síntomas de que es posible que vayamos a peor, que al individuo en general (con las lógicas excepciones que hay muchas, de lo contrario esto sería terrible) le interesa sobre todo sus intereses primarios, sin pensar en mucho más allá. Es posible que mi visión sea pesimista.
Escribí mucho de todo eso. Escribí lo que reflexionaba y observaba cada día y eso dio lugar un libro que en papel podría estar en las trescientas páginas; pero no está en papel, al menos no lo está aún, sino en formato digital pinchando aquí.
18 junio 2021
ACERCA DEL PRIMER BORRADOR DE UNA NUEVA NOVELA DE TÍTULO PROVISIONAL: UN MENSAJE DESCONOCIDO
Ayer, día 17 de junio, escribí la mágica palabra «FIN» a una de las novelas en las que estoy trabajando, de título aún provisional Un mensaje desconocido.
Esta novela comenzó a fraguarse hace algunos años y pretendía ser una novela corta continuadora del relato de mismo título publicado en mi libro Conversación en la taberna y 41 relatos. Fue creciendo, extralimitando los muros de lo que podría considerarse una novela corta, para convertirse en una de tamaño medio: cuenta en su primera redacción con cerca de 72.000 palabras, que para un libro de tamaño estándar supondría unas 350 páginas.
Se trata de una novela que aborda elementos sobrenaturales y misteriosos, impregnados de la cotidianidad normal de que me gusta impregnar mis relatos y novelas.
Como es preceptivo, ahora reposará algún tiempo antes de comenzar el trabajo, desde mi punto de vista más importante: la reescritura.
Me considero un autor que suele ser bastante fiel a la redacción original de un texto literario, pero es inevitable que sufra modificaciones, muchas de las cuales serán importantes. En una primera escritura no es conveniente detenerse demasiado en estructura y posibles incoherencias, así como en un desarrollo no completo de los personajes, entre otras muchas cosas. Todas estos elementos quedan para esa reescritura, que sufrirá una segunda antes de ser enviada a un grupo selecto de escritores cero y, posteriormente, a revisión profesional. Si, finalmente, acaba en una editorial es inevitable que pase por el matiz y filtro de ésta; de lo contrario, si se publica en Amazon de manera independiente, que es como estoy publicando mis últimos libros, ese filtro se detendrá, además de lo que se admita como válido de las sugerencias de los escritores cero, en la revisión profesional a la que será sometida. Un proceso arduo que suelo asumir con bastante tranquilidad. Son pasos muy estrictos y delicados que hay que dar para que el producto literario cuente con la calidad suficiente en el mercado literario.
Por lo pronto, queda el disfrute de haberla escrito y del que vendrá, junto a grandes rasgos de sufrimiento, en la reescritura.
17 junio 2021
RELATO: LAS CUATRO ESQUINAS (INCLUIDO EN EL LIBRO PÉRDIDA Y OLVIDO)
Siempre suelo decir que mi creación literaria no bebe de la memoria, y esto es cierto por lo general, aunque no siempre. Por ejemplo este relato sí bebe de aquélla o, al menos, de lo que mi memoria actual conserva. Este relato se titula:
LAS CUATRO ESQUINAS*
Aunque la taberna Las Cuatro Esquinas no abría hasta las cinco y media de la madrugada, era habitual que Andrés ya tuviera amarrada su vieja mula en la fuerte argolla de hierro incrustada en la fachada encalada, a las cinco. Encendía el tercer celtas cortos y ordenaba mientras abría el zurrón, en el que portaba los aperos de labranza y el almuerzo, que no era más que un trozo de tortilla de patatas que había sobrado de la cena, que su mujer le guardaba, añadiendo si acaso unos trozos de queso en aceite y pan. Sabía que era dado a la comida frugal porque, Andrés, siempre había preferido beber. Es por eso por lo que estaba ansioso y comenzaba a mirar el reloj, cada vez con más insistencia, porque era raro que Manuel abriera la taberna después de las cinco y media. Manuel ya sabía quién le estaba esperando, tras repetirse esa escena casi todos los días, hasta el punto de preocuparse si algún día llegaba a la calle solitaria para abrir su establecimiento, pero no estaba Andrés esperándolo. Por suerte, llegaba a los pocos minutos, mientras él encendía las luces, conectaba la cafetera y abría la otra puerta que daba a la calle más ancha. En varias ocasiones, Andrés no apareció, pero era su mujer, Rosario, la que, sin entrar, asomaba la cabeza a la puerta de la taberna, aún casi vacía, y anunciaba a Manuel que su esposo había pillado la gripe, pero aun en esos días febriles, Andrés sacaba fuerzas de aquel cuerpo pequeño y brioso y acudía a la taberna, a eso de las ocho de la mañana, una hora intempestiva para él. No obstante, eso ocurría muy poco; acaso, un par de veces cada dos o tres años, porque lo habitual era que ya estuviera tomándose su primera copa de anís fuerte a las cinco y media de la mañana, que él mismo se servía, casi siempre, mientras Manuel llevaba a cabo todos esos preparativos para poner el negocio en marcha.
Solía decir a todos los clientes (en realidad, todos amigos), sin dejar la copa en la barra ni un segundo, que esa mañana tenía que regar alguna de sus hazas en la vega, quitar las malas yerbas, escaldar la tierra o abonar, en función de la época del año; y si era verano, mas valía que lo hiciera antes de las once de la mañana, porque después sería imposible, cuando el sol estuviera por encima de su cabeza, abrasándole con los casi cuarenta grados que acostumbraban a marcar los termómetros en aquella parte del sur de la Península. Pero, daban las siete de la mañana, y Andrés aún seguía asido a su enésima copa de anís, viendo cómo entraban y se marchaban raudos todos los campesinos y la- bradores, clientes habituales de Manuel, que tomaban el café de un sorbo y se llevaban dos o tres medidas de aguardiente o coñac, en botellas de cerveza de un quinto de litro. En ocasiones, les pedía a sus vecinos de predio que le fueran abriendo la compuerta de la acequia, para que se fuera regando su haza, que él llegaría en unos minutos. Pero casi nunca llegaba. Y como ya lo conocían, era habitual que sus propios vecinos de finca regaran por él. Sabían que, cuando volvieran al bar de Manuel a tomar unas cervezas o unos vinos, una vez concluidas sus tareas agrícolas, él aún estaría allí; no ya con una copa de anís en la mano, sino con un vaso de vino para el que rechazaba la tapa, y agradecido por la labor de sus vecinos en su haza, los agasajaba hasta cansarlos, no dejándoles pagar ninguna de sus consumiciones ni dejándolos marchar. Incluso, era habitual que alguno más piadoso, acarreara con la mula y la llevara al establo de Andrés, para que el pobre animal no tuviera que sufrir la penuria de las muchas horas atada, dócil y silenciosa, a la argolla de la fachada de la taberna, sobre todo, en los meses del estío. Pero eso se solucionó fácilmente, cuando Andrés cambió la anciana mula, que pasó sus últimos días en un picadero, por una mobylette, ciclomotores eficaces y útiles, que estaban comenzando a llegar al pueblo y que era como una bicicleta con motor. Entonces, ya no había razón para que no pudiera estar en la taberna de Manuel todo el tiempo que quisiera, refiriéndose sin parar, con una copa de anís o un vaso de vino perenne en la mano, a las muchas tareas que tenía que hacer en el campo esa mañana y para las cuales madrugaba cada día.
* Las cuatro esquinas está incluido en el libro de relatos cortos Pérdida y olvido, disponible en Amazon. Puedes acceder desde aquí a la página del libro. Disponible en eBook y papel.
19 mayo 2021
SOY CORREDOR (DEL LIBRO CORRIENDO ENTRE LÍNEAS)
Comentaba en algún sitio que lo importante es que llegue el día en el que digas sin fisuras y con convicción espartana: soy corredor. Pero ese momento no llega ni de manera automática, ni como resultado de una metamorfosis mental inmediata. Ese día llega porque así lo has experimentado y así lo sientes como consecuencia de un proceso continuado. Antes de eso, todos hemos jugueteado en alguna ocasión con esa presunción, afirmando en la primera ocasión que se nos ha presentado: 'soy corredor'; probablemente porque haciéndoselo saber a nuestros interlocutores nos reafirmamos más en ese papel que anhelamos. En otras ocasiones, cuando aún estamos en esa fase indiciaria previa a ser corredor, nos hemos acercado a alguna tienda especializada y nos ha elevado sobremanera vernos inmersos en viva charla con otros corredores que sí lo son. Hemos preguntado por una marca y modelo de zapatilla técnica y cuando nos ha sido entregada, nuestras cejas se han enarcado como queriendo transmitir criterio y conocimiento acerca de la mercancía solicitada. Incluso, es posible que a la primera de cambio nos hayamos sorprendido intercambiando opiniones sobre carreras que, en algunos casos, no hemos corrido pero que pretendemos hacerlo en breve. Hemos escuchado a dos corredores hablar de la última maratón en la que han participado y en nuestro fuero interno nos hemos sincerado con nosotros mismos diciéndonos que aún estamos lejos de esas metas.
05 abril 2021
LIBRO: CONVERSACIÓN EN LA TABERNA Y 41 RELATOS
14 marzo 2021
Pérdida y olvido. colección de relatos cortos y microrrelatos.
09 marzo 2021
PUBLICAR POESÍA O NO PUBLICARLA
Es como un bucle que vuelve una y otra vez. En ocasiones llega como un torrente la idea de autopublicar poesía; y en otras se evapora como una cortina de humo arrastrada por un huracán. Porque se trata de poesía. Y la poesía es algo muy especial que respeto mucho.
En puridad, respeto mucho todos los géneros y es por eso por lo que cada vez soy más exigente con los libros que publico. Siempre lo fui, pero últimamente mucho más. De ahí que la poesía que quier autopublicar (nada de enviar a editoriales para su valoración. Valoro yo), a veces sí, a veces no, regrese y se marche cada poco tiempo.
Sin embargo, ahora estoy muy decidido y ya estoy buscando editorial. Quien me sigue sabe que prefiero Amazon después de haber publicado en varias editoriales pequeñas y porque es donde tengo publicados todos mis libros, pero la poesía me gustaría publicarla en editorial, con su ISBN, su depósito legal, su posibilidad de estar en librerías. Porque en Amazon lo que menos vende es la poesía, a no ser que estés avalado (y haya un marketing bestial detrás) por un grupo editorial muy grande y hayas aparecido en televisión como ha ocurrido últimamente con alguien cuyo nombre no recuerdo.
Y porque quiero que mis pocos libros editados lleguen a las manos correctas. Esas mismas manos que ya conocen mis versos a través de las redes sociales y han valorado con esa espontaneidad que a veces las redes sociales ofrecen (cuando se trata de literatura solamente). Otra cosa que también me anima a publicar en editorial es que mis libros se llenen de polvo en anaqueles y algún año o algún siglo alguien habrá sus páginas por primera vez y se quede estático leyendo algunos versos que alguien escribió alguna vez. Eso me emociona mucho.
En fín, que el libro ya está acabado. Va a tener unas cien páginas y su título es, tomad nota: HABLADME DE OTROS MUNDOS. Estará dividido en tres secciones y libros y es posible que lleve alguna foto con la que colabora algún lector y amigo.
22 enero 2021
20 diciembre 2020
Novela: Equis quería correr José Antonio Flores Vera
06 septiembre 2020
ACTUALMENTE TRABAJO EN TRES NOVELAS Y OTROS PROSAICOS ASUNTOS
29 agosto 2020
99 DÍAS QUE PODRÍAN CAMBIAR EL MUNDO: PRÓLOGO (AMAZON, 2020)
Amigos, ya está disponible en Amazon mi último libro, en formato eBook: 99 días que podrían cambiar el mundo.
Prólogo del autor
Tal vez, la función de escribir y la del escritor sea crear un testimonio directo sobre sucesos extraordinarios, bien personales, bien colectivos o, tal vez, una mezcla de ambos. El ser humano ha sentido, desde siempre, esa pulsión de dejar testimonio directo de lo vivido, mucho más si ha entendido que ha sido algo extraordinario. No siempre ha podido o ha sabido utilizar la palabra escrita, pero desde que dominó esa técnica siempre ha sido el medio más utilizado y, por qué no decirlo, el más expresivo, quizás por encima de las imágenes y otras formas expresivas distintas a la palabra.
El catorce de marzo de 2020, así como los días previos, ya se sospechaba que algo estaba pasando en el mundo. Hubo un revuelo mediático impresionante y tan solo nos dijeron que se trataba de un virus que, al parecer, derivaba de China y que, como la pólvora, se estaba propagando a través de todo el mundo porque tenía la cualidad de ser muy contagioso y letal.
El mundo que hemos creado, basada en la movilidad sin límites, era el espacio idóneo para que un virus de esas características pudiera extenderse a sus anchas y pronto muchos comenzaron a interpretar que, además de la existencia del virus, alguien poderoso estaba moviendo los hilos para que el orden mundial cambiara. No había mucha más información que ésa y ante la falta de información siempre es dable que comiencen las especulaciones, sobre todo porque ni los propios gobiernos sabían (o no querían) dar respuestas. Entonces, de repente, todo comenzó a ir muy rápido. Se cerraron fronteras en medio mundo, pero sobre todo en los países occidentales, se decretaron estados de alarma y de alerta, se comenzaron a elaborar normas de confinamiento… Muchas generaciones no habían visto nada igual hasta el momento.
El virus -al que denominaron COVID-19, como acepción más técnica, pero Coronavirus, como denominación más vulgar por tener una especie de corona alrededor de su microscópica masa-, comenzó a azotar con fuerza en algunos países, entre ellos España, que es el lugar desde donde he escrito este diario que se expone a continuación de este prólogo. De hecho, España, junto a Italia y unos cuantos países más, fue el sitio en el que más repercusión contagiosa tuvo el Coronavirus. Con la extensión increíblemente rápida de los contagios en todo el país, comenzaron a llegar las primeras muertes y el gobierno no tuvo más opción que tomar medidas drásticas, siendo la principal decretar el Estado de Alarma, a partir de las cero horas del día 15 de marzo, sobre todo al comprobar que la histeria colectiva exteriorizada a través de la compra masiva en supermercados, era cada vez más preocupante, así como el temor al colapso del sistema sanitario público.
Entonces, comencé a escribir este diario, cuyas primeras palabras subí a Facebook. Me movía la necesidad de plasmar y comunicar cómo veía esta situación novedosa, sobre todo para poder explicarme a mí mismo qué estaba ocurriendo. Con el paso de los días, y sin saber -porque nadie lo sabía- cuánto duraría esta situación, comprendí que necesitaba elaborar un diario en el que intentar plasmar mis sensaciones al tiempo que plasmar también los hechos objetivos que considerara más importantes cada día con relación a la pandemia, concepto que ya se había exteriorizado oficialmente. Poco a poco comprendí que ya no podía dejar de escribir cada día, con independencia del tiempo que durara la situación, así como mostrar una óptica personal. De manera inopinada me había sumergido en un diario.
Y un diario es un instrumento que conecta con la sinceridad mostrada a través de las palabras de quien lo escribe en ese justo momento, que siempre tiene una vocación privada. Esa es precisamente su esencia: plasmar las inquietudes, sensaciones, reflexiones y emociones del momento, sin que esas palabras escritas, digamos, en caliente, sufran modificación alguna. De lo contrario, se convertiría en una obra de no ficción (o incluso de ficción) fría y aséptica. De ahí, que en la revisión en profundidad que he llevado a cabo para su publicación no haya alterado ni un ápice de lo escrito cada, centrándome tan solo en la mejora estilística, ortográfica y gramatical.
No sé si lo habré conseguido, pero apreciados e hipotéticos lectores, puedo aseguraros de que ese ha sido el propósito.
El título que he decidido darle, Noventa y nueve días que podrían cambiar el mundo, es el cómputo de los noventa y nueve días oficiales del Estado de Alarma inicial y sus sucesivas prórrogas en España, es decir desde el quince de marzo al veintiuno de junio de 2020. No obstante, también incluyo el diario del día previo, el catorce de marzo, que a partir de una determinada hora vespertina se travistió de preliminar Estado de Alarma, a pesar de que éste aún no estaba en vigor. Esta situación fue muy similar en la mayoría de los países de la Tierra por lo que he considerado que la suma general de tan extraordinaria situación en todo el planeta ofrece argumentos sólidos para que pudiera cambiar el mundo.
Granada, surcando la canícula de agosto de 2020
18 agosto 2020
NOVELA EQUIS QUERÍA CORRER: PRIMERA PARTE DEL CAPÍTULO I
UN TIPO GORDO
1.
Equis era un tipo gordo, eso nadie lo ponía en duda, pero sus amigos y familia apostarían su hacienda para desmentir que lo era. Y quería correr. No podía hacerlo ahora por circunstancias presentes y pasadas, aunque eso no importaba demasiado. ¿Por qué no podía correr ahora? Por su volumen, por sus pulmones mal oxigenados, por su hígado rehogado en alcohol, por sus desastrosos hábitos alimenticios. Algún día comenzaría. Estaba seguro. Se levantaría una mañana de domingo a una hora desacostumbrada y se iría a correr. No se lo diría a nadie, eso sí. Lo haría sin más, como lo hizo alguna vez en su lejana juventud o no hace tanto tiempo, aunque de eso prefiere no acordarse. Ese había sido, desde siempre, su anhelo. Todo eso lo pensó una tarde lluviosa y melancólica cuando volvía, como cada día, del bar de Javi tras acabar su jornada laboral en la construcción. Fue como una revelación, que le llenó de alegría, como si quisiera despojarse de esa vida que vivía porque dudaba que fuera la mejor posible, como si se tratara de un traje que vestía a diario y que, en algún momento, fue su preferido, si bien cada vez le satisfacía menos. La lluvia fina le rebotaba con suavidad en la cara, sin embargo a él no le molestaba. Es más, disfrutó ese momento de revelación con el mismo cosquilleo en el estómago que sentía cuando, en su lejana adolescencia, creía sentirse enamorado de la nueva chica del instituto. Incluso llegó cantarín a su casa ante la mirada escrutadora de Natalia, su mujer. Los hábitos que había acumulado con los años suponían un enorme problema; lo sabía: una copa de brandy por la mañana, tras el café, antes de subir al andamio; las tres o cuatro cañas con su respectiva tapa mientras les preparaban el menú del almuerzo; el par de tercios de cerveza y los dos vasos de vino almorzando; el par de cubatas a la salida del trabajo con su amigo y colega Luis, las dos cervezas que siempre acompañaban su abundante cena y, ¿por qué no?, el cubata tras estar viendo tranquilamente los fogosos debates futboleros de la noche o cualquier película de serie B que dieran a altas horas de la madrugada. En fin, lo normal y cotidiano. Pero los fines de semana toda esa secuencia cambiaba de manera significativa: podrían darle las cuatro de la madrugada bebiendo ron con cola en el bar de Javi, a tan solo unos cuantos centenares de metros de su domicilio. Y en cuanto a hábitos alimenticios, pues los de toda la vida, los que había heredado de sus padres, y estos de sus abuelos, aderezados por los nuevos alimentos modernos que su pobre padre (nada más trabajar y trabajar, que siempre decía) no había conocido, aunque sí le dio tiempo a hacerse un devoto de los deliciosos sabores de las hamburguesas de McDonald’s que ingería con indisimulada ansia cuando viajaban a la ciudad; o esas deliciosas patatas fritas, al alcance de la mano en cualquier tienda, esas riquísimas salsas de roquefort, de pimienta verde, de mayonesa acaramelada, de kétchup, por no hablar de los kebab, que comenzaron a ponerse de moda cuando él ya apenas podía comer nada sólido, y otros alimentos deliciosos que habían llegado a su vida demasiado tarde. Vivía tranquilo con toda esos hábitos que había ido construyendo o le habían ido construyendo: los colegas y familia con hábitos idénticos a los suyos, las diversas ceremonias que llenaban su agenda cada fin de semana, la eliminación de la rutina diaria gracias a las continuas visitas al bar. Pero nada de eso tenía que ver con ser gordo. O al menos él no se consideraba como tal ni nadie de su círculo se lo decía en momento alguno. Gordo era su mejor amigo, Luis, que pesaba ciento veinte kilos (eso sí, repartidos a lo largo de ciento noventa centímetros de altura), y fumaba dos paquetes diarios porque adelgazaba lo suyo, solía decir; gorda era su madre y su hermana mayor, y lo había sido su padre; hasta su hermana menor, aún muy joven, también iba camino de ello. Incluso lo fueron sus cuatro abuelos. Era la genética de la familia. No había problema con eso. Para todos, él había sido siempre el deportista, el más atlético y delgado y, por ello, aún acariciaba la idea juvenil de querer correr. Algunos de sus amigos de juventud, que ahora compartían sus hábitos, lo habían hecho con él por los caminos de esa amplia vega que circundaba el pueblo. Recordaba con orgullo que habían llegado a hacer hasta ocho kilómetros de una tacada. Eran los años deportivos, pero también los hedonistas y dispersos, años en los que se estaba forjando una de las dos opciones: o dedicarse al deporte en el tiempo libre tras una vida ordenada; o bien, dedicarse a una vida más pasiva y hedonista. No había muchas más posibilidades en el pueblo. Y la mayoría se inclinó por esta segunda opción. Ya se sabe: el curro, la mujer, los niños… Poco se podía elegir en aquel ambiente preestablecido. Si es que se quería elegir, que no parecía que existiera mucho interés en hacerlo. Pero una tarde, tras aquella revelación que tuvo días atrás, Equis, se fue del bar de Javi un poco antes de lo habitual. Y, claro, todos sus colegas se mofaron de él: que si te ha dado un toque la parienta, que si ya no aguantas, en fin, toda una batería de frases típicas y tópicas que suelen proferir en los bares al colega que se marcha el primero, precisamente para disuadirlo de que se marche. En absoluto nada de eso que decían le ocurría: se iba a correr. Le había estado dando vueltas a la idea toda la noche y también toda la mañana, mientras trabajaba. ¿Y si no lo dejara para el domingo? ¿Y si probara hoy mismo? ¿Y si comenzaba a trotar por el camino que arranca cerca de casa y por el que se adentra en el interior de la vega? Ya era hora de retomar esa ansia juvenil, volver a intentar correr obviando lo que le ocurrió cuando probó hacerlo no hacía mucho tiempo y cuyos hechos no deseaba volver a recordar, aun sabiendo que ese verbo parecía estar proscrito en su casa, como ese objeto viejo que se deposita en el más remoto trastero, no porque ya no es útil, sino porque su mera presencia es indeseable. Claro, él había olvidado que correr con unas copas recién tomadas y, además, acompañadas por un voluminoso plato de patatas fritas, un almuerzo a base de morcilla y panceta de cerdo, junto a tres tercios de cerveza y un bocata previo a las doce de la mañana, sin contar con la copa de brandy tras el desayuno, podía ser contraproducente. También había olvidado que correr con unas ajadas zapatillas del mercadillo de los sábados pesando ciento tres kilogramos podía ser más contraproducente aún. Se las arregló para que su esposa no conociera su intención alegando un recado pendiente y se fue andando en dirección al camino, con las zapatillas escondidas en una bolsa de plástico, que para nada hacía sospechar de su verdadera intención a los ojos de su esposa. Se calzó las zapatillas en el balate de una acequia, junto a un frondoso y solitario árbol, y tras trescientos metros recorridos se refugió frente a un arbusto del camino y comprobó que toda esa ingesta era mucha para un solo día. Por un momento, confundió la indigestión con lo que le había pasado no hacía mucho, pero de aquello, una vez más, no quería acordarse, deseaba borrarlo para siempre de su mente, como si no le hubiera ocurrido jamás a él, igual que si se tratara de un mal sueño. Mientras se inclinaba para verter lo que el organismo no deseaba albergar, comprobó que sus voluminosos gemelos adquirieron de pronto un tono morado, y comenzó a sentir unas afiladas y finas agujas clavadas en estos. Se fue a casa frustrado, pensando que debería haber seguido en el bar con sus colegas. En definitiva, tenía cuarenta años y esa era su vida. De nada serviría esforzarse por cambiarla. Esas eran las reglas. Ese era el redil por el que él estaba destinado a pasar. Pero, en puridad, no debería desmoralizarse nuestro amigo por esa nimiedad; al contrario, debería sentirse contento. Si el organismo rechazó toda esa fastuosa ingesta de comida y bebida de todo un día es porque no la necesitaba. Al menos no para correr. Pero ¿y el dolor en los gemelos? ¿Y ese color violeta que iba adquiriendo una tonalidad cada vez más oscura? A medianoche, mientras veía una olvidable peli —y con el pie extendido en el sofá— ya no pudo resistir el dolor y fue a urgencias. Lo acompañó Natalia, a la que no contó cómo se había provocado esa lesión. Le dijo que se había dado un golpe al bajar del andamio, algo muy creíble y habitual en su profesión de albañil. Si a alguien no debía contarle que había comenzado a correr era a ella, eso lo tenía muy claro. El facultativo le preguntó si había hecho algún movimiento brusco. Y fue cuando comprendió que correr lo era. O al menos, lo era si no se había corrido desde hacía tiempo. Lo negó al estar presente su esposa. Se fue desmoralizado de urgencias. A la mañana siguiente, tras una noche febril en la que se mezcló el dolor de los gemelos —parecía que ahora tuviera cuchillos, en vez de agujas, clavados en los mismos— con un apreciable cambio en su concepción del mundo, se levantó renovado. Sufrió una profunda metamorfosis por dentro, o al menos eso percibió. Había soñado que atravesaba campos en llamas y que, a cada salto que daba para esquivarlas, los gemelos se le desprendían de las piernas. Sin embargo, al despertar, tenía la mente clara y dispuesta. Soy otro hombre, se dijo.
(....)
09 agosto 2020
LISBOA (EBOOK: RELATOS Y ARTÍCULOS DE VIAJES, -AMAZON, 2018)
En mi libro (eBook), publicado en Amazon, Relatos y artículos de viajes, dediqué unas páginas a varias ciudades visitadas de nuestro país vecino, Portugal. He aquí las palabras dedicadas a su peculiar y encantadora capital.
Lisboa
Alguien contó al viajero que Lisboa ha sido la única ciudad en la que ha quebrado un McDonald`s. El viajero no tiene datos para confirmar tal rumor, pero da por hecho que si en algún lugar ha podido fracasar la franquicia multinacional norteamericana de la prescindible alimentación no le cabe duda de que ha debido de ser en Lisboa. Y eso es así porque la capital de Portugal tiene otro aíre, es distinta. O al menos lo es en lo que realmente interesa de la ciudad, que es casi todo, si bien será imprescindible visitar todo su centro histórico, sus barrios Alto y Alfama, así como su Castelo de S. Jorge. El resto es nuevo y moderno como cualquier ciudad occidental que se precie, pero siempre interesante. No obstante, nada en ella pierde su sabor portugués y esa modernidad ha sabido implantarse de manera inteligente y ordenada, o al menos, es lo que ha podido deducir el viajero en sus distintas visitas a la ciudad del Tajo (o Tejo).
Porque Lisboa no es tan solo su elevador de Santa Justa ni tan siquiera sus tranvías, es mucho más. No hay duda de que los tranvías que suben hasta las partes altas de la ciudad, hasta las Siete Colinas o el Castelo de S. Jorge ofrecen un sabor especial, pero será pateando cuando el viajero descubrirá una ciudad con muchos matices y a medida que obtenga mejor panorámica (el Castelo de San Jorge le parece un lugar ideal) podrá observar la magnífica ubicación de esta antigua ciudad, enclavada en la desembocadura del Tajo, que es un mar, con el océano Atlántico de fondo.
Un aspecto importante para él es que en esta ciudad no parece existir el estrés. No solo por el carácter apacible y tranquilo del portugués medio, sino por la propia configuración de sus calles y plazas. Un paseo tranquilo por el Chiado es imprescindible, sobre todo considerando que es posible llegar a pie desde este lugar a los lugares más simbólicos de la ciudad, incluido el Barrio Alto, lugar repleto de restaurantes económicos en los que por la noche será posible cenar escuchando un buen fado. Y si el viajero echa de menos esa modernidad a la que antes se hacía referencia, interesante también es lo nuevo, lo moderno, que podrá encontrar en el recinto donde fue celebrada la Exposición Universal de 1998, un vasto espacio repleto de restaurantes y locales de ocio junto al río Tajo. O bien, dirigirse a la otra parte de la ciudad, cerca de la desembocadura del Tajo y visitar su magna Torre de Belém, su Monasterio de Los Jerónimos de Santa María de Belém y no olvidarse jamás de degustar un pastelito de Belém en el sitio original, que es lo que hizo con gran deleite.
Pero de todo, se ha quedado con la impresión de que Lisboa es una especie de reserva espiritual de Europa, a pesar de que siempre ha tenido una amarga sensación de que eso pueda cambiar con la llegada voraz de la modernidad, sin alma. Porque las ciudades tienen alma, eso lo sabemos, pero en ocasiones se vende al diablo por poco precio. Se especula, se destruyen lugares icónicos y bellos…, todo en nombre del progreso y la modernidad. Craso error. El progreso tiene sentido si se conserva lo histórico y bello, lo que perdura. Que Lisboa pueda vencer la llegada de ese pretendido progreso dependerá de muchos factores, pero para él tiene que una ciudad con tanta personalidad jamás puede perder su esencia. Y espera que así sea.
24 julio 2020
NOVELA: EQUÍS QUERÍA CORRER (AMAZON, 2019)

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