Mostrando entradas con la etiqueta CORRIENDO. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta CORRIENDO. Mostrar todas las entradas

04 julio 2021

EL RETO DE LLEGAR A ONCE KILÓMETROS

Mi reinvención como corredor apasionado y habitual comenzó hace muy poco. Una lesión de esas paralizantes me dijo al oído que iba a acabar con mis días como corredor. Pero no la escuché. E hice bien porque de haberlo hecho ahora estaría lastrado y probablemente deprimido, aunque uno no es muy dado ni a una cosa ni a la otra. El caso es que, como ya he contado, desde enero, tras varios intentos fallidos de fisioterapia en fisioterapia, encontré la adecuada (profesional, Cristina) y la lesión comenzó a remitir aunque no a curar del todo porque pocas lesiones serias se curan del todo. Lo importante es que aproximadamente sobre el mes de febrero comencé a dar los primeros pasos tras muchos meses sin darlos.
   Los primeros entrenos no fueron de más de seis u siete kilómetros hasta comprobar al poco que podía asumir alrededor de ocho. Llegaba a casa y aunque parecía que el dolor (se trata de una tendinosis aquilea crónica) no aparecía, a la mañana siguiente nada más salir de la cama sí aparecía, pero ya no se trataba de aquel de unos meses atrás que me impedía casi andar; se trataba de una molestia permanente más que de dolor en sí. Por tanto, me atreví a seguir sumando kilómetros, que se iba calmando con el paso del día. En los ocho estuve durante bastante tiempo porque, hay que decirlo, el estado de forma había caído lo suyo y me costaba llegar a más. Comprobaba que la lesión seguía ahí, claro que sí, pero por entonces ya había incorporado una rutina exigente de estiramiento diario (estirar, siempre estirar, aunque no haya lesión alguna), ejercicios específicos y me había hecho con una pistola de masaje. Todas estas cosas juntas comenzaron a ayudarme de manera espectacular tras las seis o siete sesiones de ondas de choque en fisioterapia.
Al poco ya no eran ocho los kilómetros acumulados por sesión (no más de dos a la semana), sino que podía asumir perfectamente nueve y diez kilómetros. Al mismo tiempo, con sorpresa para mí, ya podía hacer tres sesiones a la semana y lo que es más importante dos sesiones en dos días continuados, algo que era casi imposible meses atrás.
Hasta que ayer conseguí llegar a los once kilómetros, sin dificultad aeróbica y a un ritmo ya algo superior de cinco minutos y cuarenta segundos el kilómetros (en mis sesiones anteriores era difícil bajar de seis minutos el kilómetro). El resultado ha sido que esta mañana tenía la zona del Aquiles inflamada como suele ocurrir siempre, pero es algo normal porque a medida que pasa el día e inicio estiramientos y automasaje, comienza a bajar la inflamación. Lo importante es que aunque aún exista inflamación el dolor postsesión de entrenamiento ya no es paralizante. Por supuesto sé que aumentar a doce kilómetros o más aún no es posible, pero llegar a los once (que antes de la lesión era bastante rutinario para mí) ha sido un reto conseguido importante. Y en esa distancia seguiré, alternando con nueve y diez kilómetros.
Las lesiones son muy jodidas, amigos, pero si se consigue gestionarlas con cabeza, paciencia y sentido común son superables.


14 junio 2021

«ESO ES MUY MALO SUDANDO»

-¡Eso es muy malo sudando!
Yo dejaba caer el agua de la fuente sobre mi cabeza, mientras escuchaba esa frase de advertencia. Siempre lo hago con temperaturas altas. Nada hay más placentero que estar en la mitad de una ruta de entrenamiento y poder sentir cómo el agua fresca recorre tu cabeza y se desliza a través del cuello apagando el fuego de la alta temperatura. Ese agua se va fundiendo con el sudor y los primeros metros tras reanudar la ruta son también deliciosos al percibir el frescor del agua. 


Estaba en algún punto de la vega y me faltaban unos tres kilómetros para acabar mi entrenamiento y llevaba ya recorridos casi el triple de esa cifra. Eran más de las doce del mediodía y el termómetro en plena ola de calor debía estar en los treinta y cuatro grados, sino más. Por tanto, tenía sentido lo que me decía ese hombre de campo, de edad avanzada y con una sabiduría popular muy certera. Le expliqué que lo era, pero no si se hacía bien: refrescando los centros de refrigeración del cuerpo: nuca, frente y muñecas, y bebiendo poca agua y a pequeños sorbos. Se tranquilizó. «Una vez vi a un corredor que bebió agua y se mareó», me dijo a modo de título de  la explicación. Posteriormente se detuvo y fue más detalloso: iba el hombre por un camino y vio cómo un corredor iba perdiendo el conocimiento, y con esa pérdida el equilibrio, tras beber agua en abundancia en una fuente. La bonhomía del hombre hizo que se acordara de aquel suceso y me quiso advertir. Podía haber hecho caso omiso, seguir su ruta sin más, pero decidió prevenirme. E hizo bien, porque cuando un corredor es novato, cuando hemos sido novatos, cometemos esas imprudencias y, quizá por eso, dejamos de cometerlas cuando somos veteranos. Y así se lo expliqué, asintiendo el hombre con la tranquilidad de a quien se le ha aclarado muy bien alguna duda que albergaba. 
Correr tiene este tipo de cosas; correr cuenta con estas anécdotas humanas y especiales. Es una de las facetas que siempre más he admirado cuando me han ocurrido y es por ello, tal vez, por lo que me empujé a escribir mi libro Corriendo entre líneas, el cual está plagado de ellas, y así las conté (la mayoría de ellas) en este blog con anterioridad a plasmarlas en el libro.
¿Y me preguntáis por qué me gusta correr? Entre otras muchas cosas, por las grandezas que se viven en ruta.

24 mayo 2021

CORRER BAJO LA LLUVIA PARA CURARME

 Los dos última ocasiones en las que el agua ha caído casi torrencialmente en Granada he salido a correr. No se trata de que la lluvia me haya cogido desprevenido corriendo en algún punto remoto de esos caminos de vega que frecuento, sino que he optado por correr con la lluvia ya comenzada. He de reconocer que es mucho más agradable que la lluvia te coja ya en ruta, mucho más que dar el primer paso y que un reguero de agua penetre en tu cuello (porque jamás uso gorro), pero una vez superado ese primer momento incierto e incómodo todo son parabienes y poco a poco te vas mezclando con la lluvia que cae del cielo y con la que pisas en el suelo.

La última vez que lo hice fue ayer domingo, 23 de mayo. Cuando acababa de pasear a mi perro Odín comenzaron a caer las primeras gotas, de las que huimos porque mi perro no es un perro que se lleve bien con el agua en ningún sentido, a otros los ves pasear bajo la lluvia como si nada pasara, pero el mío, no; el mío huye de la lluvia. Así que fue en esos momentos cuando forjé la decisión de correr, cambiarme rápidamente y vestirme con malla técnica larga (porque también era baja la temperatura) y chubasquero. La idea era acumular tan solo ocho kilómetros porque el día anterior había acumulado diez y medio; y aunque estoy saliendo del bache de la lesión aquilea, no es conveniente jugar con el diablo en estas cosas.

Planeé un recorrido en el que había ciudad, asfalto y camino. Sabía que el camino estaría embarrado porque la lluvia era cada vez más intensa, pero aún así, nada me detuvo. Ya no me importaba esquivar los charcos que sí esquivaba en los primeros kilómetros. Ya daba igual, lo importante era sumergirme en ese mundo mágico de la lluvia bajo la épica de los kilómetros. La lluvia fue arreciando poco a poco y es obvio decir que no me encontré a ningún corredor. 

Eso hizo más especial mi gesta, que no es una gesta de héroe, sino una gesta personal. Una opción nacida del libre albedrío que me sirve para congraciarme con el mundo, la naturaleza y conmigo mismo.

Además, ayer era un día que necesitaba resetear la mente porque lo que ahora me interesa no es otra cosa que ir alejándome poco a poco del mundanal ruído, de las cosas que antes tenían un sentido, pero ya no.

Porque la vida es demasiada ingrata; y demasiada corta para desperdiciarla con malos rollos. 

Y correr es el antídoto verdadero. Al menos, lo es para mí.

Tal y como sospechaba, cuando acabé mi ruta, mientras estiraba en la puerta de casa, ya bajo techado, no recordaba cuáles eran esos malos rollos: correr bajo la lluvia me había curado.

¡Gracias, de nuevo, correr!

¡Gracias, de nuevo, correr bajo la lluvia!




13 septiembre 2020

CUANDO LA MENTE PARLOTEA

 Ayer fue uno de esos días en los que lo fácil, lo cómodo, quizá, lo aconsejable hubiera salido no salir a correr. Los que llevamos años haciéndolo sabemos, justo desde el momento en el que nos calzamos las zapatillas, que el cuerpo en ocasiones prefiere otra cosa. Tal vez un paseo, leer un buen libro, mirar el cielo o el paisaje en lontananza, todo sería válido para un cuerpo que no desea correr y que transmite ese deseo a la mente, que perezosa secunda su veredicto.

Pero son muchas ya las trampas sufridas por el cuerpo y por la mente en este ser corredor como para sucumbir. 

En estos momentos, siempre recurro al resto del día. ¿Qué quiero decir con el resto del día? Muy fácil: un resto del día quejándome por las esquinas por no haber vencido esa pereza o esa falta de predisposición, esa falta fe voluntad que, al final, es de lo que se trata. Por tanto, hago oídos sordos al parloteo de la mente, que no es más que la portavoz de lo que le transmite el cuerpo, y voy vistiéndome con la ropa técnica adecuada y calzándome las zapatillas con la profesionalidad del que aun sabiendo que no lo es actúa como tal. El parloteo no cesará durante el primer kilómetro, es posible que tampoco durante el segundo, pero guardando silencio y aquiescencia la zona más vulnerable, ese talón dañado que refleja su daño al tendón de Aquiles, quién va a escuchar a quien no llevar razón y solo parlotea.

En el kilómetro tres o tal vez antes, el parloteo se detiene y ya parece que la mente ha comprendido que lo que quería el cuerpo no era otra cosa que engañarla, hacerle ver que había una agonía orgánica que es posible que ni existiera.

Pero sí existía. Lo comprobé a lo largo de los once kilómetros en los que no me fue posible bajar de cinco minutos y medio el mil; o mejor dicho, no es que no me fuera posible sino que en estos casos siempre conecto el piloto automático, que solo es posible poseerlo (advierto) cuando ya se llevan muchos kilómetros en las piernas, porque que jamás viene de serie. 

Y de esa forma completé un entrenamiento que siempre resulta delicioso por una vega no demasiado calurosa pero con una luz clarísima. Solo cuando dejé que la fuente de fresquísima agua en algún lugar del camino bañara toda mi cabeza, comprendí que siempre hay que salir a correr a pesar de todo. Siempre que no exista una lesión física paralizante que no lo permita. 

Y en esta ocasión ninguna lesión lo impedía.

15 agosto 2020

EL RITO DEL QUINCE DE AGOSTO

Anoche, mientras veía un reportaje dedicado a la trayectoria de Martín Fiz, tal vez el mejor maratoniano patrio, junto a Abel Antón, no tenía nada claro que pudiera cumplir el rito de correr –siempre el quince de agosto, como cumplo el de correr en Nochebuena y en Nochevieja. Estaba aún semipostrado por decisión propia para esperar que bajara el dolor y alguna inflamación de mi Talón de Aquiles (valga el doble sentido del término), por lo que había decidido un parón de tres semanas, porque sé que es suficiente para volver a iniciar la actividad atlética. Pero la mala fortuna, o la buena, hizo que estuviera de por medio en ese parón voluntario el quince de agosto o, tal vez, el subconsciente fue acumulando las imágenes del documental de Martín Fiz y poco a poco se fue creando en el lugar en el que se genera la voluntad la idea de ir a correr. Aún así, no hice preparativos algunos, que es lo que hago habitualmente cuando tengo programado correr a la mañana siguiente. Decidí sin más dedicarme a leer en mi terraza y el frío de las noches agosteñas del sur aconsejó que me fuera a la cama, donde continué leyendo. Hasta ese momento, la fabrica de la voluntad aún no había acabado su producto y me dormí sin la advertencia subconsciente de que tenía que irme a correr.

Pero llegó la luz de la mañana y di el primer paso en el suelo al saltar de la cama. Comprobé que, como todas las mañanas, al estar la sangre de la zona dañada aún dormida, el dolor afloró, pero no tanto como para que desdeñara salir a correr. Además, me encontraba muy bien. Se supone que había descansado lo suficiente. 

Así que hice lo que siempre hago: tomarme un café solo con cuatro almendras naturales, que tan bien me van para las fuerzas de la carrera y nada impiden la digestión. Busqué un pantalón muy corto, de competición y –curiosamente– al meter la mano en la balda del armario donde tengo sin orden toda la ropa técnica apareció la camiseta técnica de tirantes Joma que me obsequiaron en el Maratón de Sevilla de 2009 en el que pudimos ver a Abel Antón corriendo porque él ganó allí su segundo campeonato del mundo de Maratón. Es posible que el destino, en ocasiones, sea así de juguetón.

Por lo tanto, complacido por mi buen estado y por la casualidad, me fui a correr diez deliciosos kilómetros, para lo cual elegí camino blando –aunque pedregoso– de vega y zapatilla Scott Kinabalu, ultrarreforzada, de trail. No me apetecía jugar a los dados.

Comprobé enseguida que, a pesar de ser aún las diez de la mañana,  no se trataba de una mañana agosteña. El calor no golpeaba como si lo ha hecho hace unos días. Supe enseguida que se trataría de un entrenamiento de quince de agosto muy atípico porque el calor no me azotaría con tanto descaro la cara ni las piernas, a pesar de que calor hacía, cómo no, me dije, si estamos en agosto. Comprobé también que a pesar del parón de dos semanas no había perdido ritmo; en todo caso, apareció un pequeño atisbo de debilidad muscular en las piernas, pero es algo normal, porque es de común conocimiento entre nosotros que el músculo es fuerte, sí, pero también dado a comodidades y se suele desinflar a la menor oportunidad que se lo permites.


Por lo tanto, cuando enfilé este maravilloso camino de vega, cuya vista parcial se aprecia en la fotografía, rodeado de silencio, paz y naturaleza, además de esa presencia permanente de la historia del lugar, junto a la Acequia Gorda, tan dada a épicas históricas en esta tierra granadina, comprendí que todo se confabuló para que pudiera cumplir ese rito del quince de agosto. 

Porque pasan los años y cada vez es menos posible hacer apuestas con el destino, pero reconforta que pasen pudiéndolo cumplir. 


03 agosto 2020

EL CANAL DE YOUTUBE DE PACO MONTORO. UNA MAGNIFICA IDEA MUY NECESARIA.

Cuando mi amigo Paco Montoro, el vocacional corredor malagueño, amante del cine, de los libros, de la música y, obviamente, del correr, y de tantas cosas más, me comunicó que iba a crear un canal en Youtube en el que incluiría, entre otras cosas, reflexiones del gran filósofo de este deporte, el prestigioso Dr. Sheehan, del gran Toni Lastra, otro filósofo español del correr que vivió toda su vida apasionado por este deporte, practicándolo y escribiendo sobre él, y que también incluiría reflexiones de servidor, no pude más que sentirme abrumado a la par que de dichoso. Y como sé que Paco es persona de principios y hacedor de ideas –como ya demostró en su muy seguido blog Correr para vivir mejor dedicado al mundo de correr– coetáneo a este o bien al que antecedió a este, sabía que pronto tendríamos una primera reflexión de un servidor, incluida en el libro Corriendo Entre Líneas, iniciativa de la que estoy sumamente agradecido. 
Sobre todo porque la conexión de lo que uno escribe con lo que escribe y piensa Paco siempre ha sido muy estrecha, y esa misma conexión se intercala como si tratara de un puzzle universal con las de los grandes escritores citados ya desaparecidos, cuyas obras siempre perdurarán entre nosotros. 

Conocí a Paco virtualmente en la época de los blogs, no recuerdo bien en qué primeros años de la década del dos mil. Como era habitual, quienes corríamos y escribíamos sobre ello lo hacíamos en nuestras bitácoras porque aún las redes sociales no existían. Ambos de la misma generación, posteriormente, tuvimos la ocasión de conocernos físicamente, lógicamente, en una de las carreras a las que ambos acudimos, no recuerdo si en la durísima Media Maratón de Montaña de Calahorra-La Ragua o, si por el contrario, ya nos habíamos saludado antes en Órgiva o, tal vez, en alguna otra carrera. Pero bastaron esos breves encuentros para sellar una gran amistad, que aún perdura, a pesar de que tenemos pendiente esa gran charla con unas cervezas tras devorar unos lúdicos kilómetros que mucho me gustaría pudieran ser en la Vega granadina o, tal vez, en Los Montes malagueños, lugares tocados por la naturaleza que, respectivamente, ambos adoramos y por los que han transcurrido muchos de nuestros entrenamientos y nuestras reflexiones. De hecho, ya me referí a él y a su blog en una entrada de mi blog titulada El correr como vida,  el día 17 de noviembre de 2010. Pero no fue la única que hablé de él, hubo más ocasiones en mi blog y en las redes sociales.
Era muy necesario que la gran orbe virtual contara con un canal en el que tuvieran encuentro estas reflexiones, que no son tan habituales en nuestro mundo como corredores, aunque una cosa es cierta: todos los corredores y no corredores las disfrutamos por una sencilla razón: están escritas desde la experiencia y desde la emoción que nos ofrecen las zancadas que damos por caminos, carreteras y veredas, casi siempre en solitario, porque es muy necesaria la soledad como corredor para que surjan reflexiones que nacen necesariamente de la introspección. 
¡Larga vida a este canal de Paco Montoro! Del que soy seguidor desde el primer minuto de su creación. 




29 julio 2020

NO CORRO PORQUE ME DUELEN LAS RODILLAS Y OTROS TÓPICOS

Tendinitis de AquilesCuando alguien me dice –y me lo dicen con mucha frecuencia– que le duelen las rodillas y eso le impide correr, ya no suelo contestar. Antes lo hacía. Les decía que se trata de una zona muy fuerte y que el problema del dolor no es importante; que le duelen porque no están habituadas a correr; que necesitas comenzar poco a poco; que es posible que no se trate de las rodillas sino de una rigidez excesiva de los músculos isquiotibales o incluso de los gemelos... Pero como digo, ya no contesto. Porque si lo hiciera tendría que hablarles de la amplia gama de dolores por los que he pasado y sigo pasando desde que corro de manera habitual. Hubo una época en que me dolieron las rodillas. Es más, hasta un poco antes de que nos tocara confinarnos me dolían en exceso cuando corría y tras correr, pero el dolor..., desapareció, sencillamente porque me centré en eliminar ese dolor, que finalmente pude comprobar yo y el fisio que visité derivaba de una carga excesiva de los isquiotibiales. Y no contesto porque tendría que hablarle de mi lesión crónica denominada tendinitis aquilea o tal vez fractura del calcáneo, porque no tengo un diagnóstico aún, si bien ambas cosas pueden estar conectadas. Esa lesión siempre ha estado ahí y hasta recuerdo el día en el que la provoqué por falta de información o de prudencia, que en ocasiones es casi lo mismo. Repaso entradas antiguas de este mágico mundo que es el blog, donde todo permanece (no como en las redes sociales, que todo se evapora) y desde que corro y escribo sobre correr siempre he aludido a ella, sencillamente, porque siempre ha estado ahí. Recuerdo en una ocasión, hará unos diez años, que, incluso, ya había renunciado a correr. Sí, recuerdo como anécdota que por aquel entonces viajé a Londres con mi pareja y la ilusión que llevaba por comprar allí unas New Balance, fabricadas en aquel país se disiparon. Entré en Harrods y vi el modelo que quería (no recuerdo si eran las 1080) a un precio bastante competitivo. Una vendedora con pericia pudo ver en mi aproximación que era corredor y que las buscaba e intentó que me las probara y le dije con un horrible inglés que estaba lesionado y que el correr para mí había acabado. Lo comprendió y dijo Sorry. Esa era mi determinación por entonces. Estaba convencido que no volvería a correr. A los pocos meses me compré una MTB preparando ya la retirada de patear caminos y calles. No recuerdo si había participado ya en la Subida al Veleta o no, pero lo que sí es seguro es que después de esta fatal lesión volví a correr mucho, participando en un maratón, muchos medios maratones, por no hablar de cientos de carreras de todo tipo, incluso montaña y trail. Por tanto, a ese dato me aferro, si bien hay días en los que no tengo fe ni tan siquiera en esos halagüeños datos del pasado, días en los que tras correr el dolor reaparece y resulta horrible, sobre todo cuando tras un tiempo de inmovilidad se enfría la zona. Días en los que tengo que espaciar durante varias jornadas correr por mor de ese dolor. 
Corrí el pasado sábado y no he corrido hasta hoy, miércoles. He dejado pasar tres días, los suficientes para que con el tratamiento adecuado (crioterapia, ultrasonidos, roller, estiramientos, automasaje y Traumeel) el dolor desaparezca en gran parte, aunque nunca del todo. Cuando comienzo a correr el dolor siempre está presente en los dos primeros kilómetros, pero cuando la sangre riega bien la zona por el efecto del trabajo muscular el dolor desaparece y tan solo quedan pequeñas molestias, que no me impiden correr. Y así siempre. Siempre se trata de una rueda que no parar de girar: correr, dolor durante varios días, tratamiento, recuperación y vuelta a correr. Siempre es así.
Y por eso cuando alguien me dice que no corre porque le duelen las rodillas, ya no contesto. 

18 julio 2020

UNA RUTA POR CAMINOS PEDREGOSOS Y CON FUERTE CALOR

Hoy he comenzado mi ruta sabatina a las diez de la mañana, una hora ya peligrosa para hacer cualquier actividad en la calle, mucho más para correr, sobre todo teniendo en cuenta que el termómetro pronto superaría los 35º. Pero aún así, me sentí bien, aunque no fuerte como en otras ocasiones.
Scott ZAPATILLA KINABALU Zapatillas de running hombre Opté por una ruta pedregosa por caminos solitarios y calurosos de la Vega granadina, por lo que la mejor opción era elegir las zapatillas de trail Scott Kinabalu, que apenas han conocido las piedras, a excepción de dos entrenos, uno de ellos por la Sierra de Huétor. Al poco de adquirirlas llegó el obligatorio confinamiento y con posterioridad, a partir del día dos de mayo, cuando ya se podía correr en la calle, los circuitos eran urbanos. Y aunque es una zapatilla que no se desenvuelve mal en asfalto, no es el terreno para la que ha sido concebida.
Pero hoy sí ha disfrutado, y yo con ella.
A más de las once de la mañana cuando el sol estaba ya casi en todo lo alto, me adentraba por un camino de vega sin salida para cumplir con la distancia de once kilómetros que me había propuesto y volvieron a surgir las buenas sensaciones, toda esa mezcla de épica, calor y soledad que tanto me gusta experimentar cuando corro. Me detuve a orinar durante unos minutos bajo una frondosa moreda, junto a una acequia que lanzaba al viento su constante y relajante rumor de agua y oteé el paisaje a mi alrededor. Podía ver los picachos de Sierra Elvira, con su torreón nazarí, un lugar con historia, y me encontraba en el lugar en el que transcurrió la gran Batalla de la Higueruela que enfrentó a los reinos cristianos y al nazarí, cada vez más amenazado, y todo me parecía mágico. Tenía por delante cinco kilómetros y medio y el calor iba en aumento pero eso no me preocupaba lo más absoluto en ese momento.
Espero que las perneras, que llevaba tiempo sin utilizar, ayuden a que a que la pertinaz tendinitis del talón de Aquiles no me impida correr mañana. Por lo pronto, mientras escribo esta entrada, no está nada mal a falta de otra sesión de hielo antes de ir a la cama.  

12 julio 2020

UNA RUTINA DE ENTRENAMIENTO BAJO MÍNIMOS

Los corredores habituales hemos de enfrentarnos a un sinfín de lesiones de mayor o menor alcance que pocas veces nos imposibilitan poder correr de manera habitual, pero en otras ocasiones nos hacen detenernos por completo. Mi caso está a mitad de camino desde hace tiempo al sufrir una tendinitis aquilea, que no me ha impedido correr de manera habitual aunque ha habido épocas en las que he tenido que espaciar los entrenamientos. En este caso, toda prevención es poca.
No ayuda una sobrecarga de entrenamiento ni correr por terrenos duros (asfalto, aceras), por lo que intento hacerlo por caminos el mayor tiempo posible.
La tendinitis del talón de Aquiles se manifiesta de manera evidente en la fase de enfriamiento de la zona lesionada, manifestándose el dolor de manera muy significativa cuando saltas de la cama, desapareciendo el dolor a medida que va calentándose la zona, es decir cuando llega la sangre a esa zona, por lo general poco irrigada. También, cuando estás un tiempo sentado sin actividad física alguna. Hay lesiones que comienzan a aflorar (el dolor) al poco de correr; otras, cuando llevas ya varios kilómetros, pero el dolor de la tendinitis aquilea, desaparece, precisamente, cuando llevas un par de kilómetros corriendo y eso es porque es cuando la zona está más irrigada, más caliente. Otra cosa distinta es que el dolor aparecerá sin duda cuando se enfríe. Y podrá ir a peor si no se pone remedio.
Por tanto, los expertos aconsejan siempre estiramiento permanente en esa zona, frío para bajar la inflamación –que en mi caso es evidente, pero no de manera espectacular– y, por supuesto, detener la actividad cuando la lesión esté más agravada. Sin embargo, detenerse por completo tampoco es lo más recomendable porque la inactividad podría provocar que la zona dañada empeorara por la falta de irrigación; en todo caso, andar es una buena idea. 
  Y como jamás me planteo dejar de correr alterno estas dolencias con soluciones que me suelo aplicar con constancia absoluta en las épocas de mayor gravedad. Además, del estiramiento, suelo aplicarme ultrasonidos que obran una verdadera mejora, así como frío y calor infrarrojo. Es una zona complicada para el Compex, por lo que lo último que he adquirido es un kit de rodillo revestido de suave hule, que no debe de faltar en la casa de cualquier deportistas, aunque el Compex vendrá de maravilla para gemelos y soleo.
Dicho esto, ayudará mucho a que la tendinitis aquilea no se agrave o mejore la descarga de la musculatura adyacente e, incluso, más lejana com es el caso de los isquiotibiales y, por supuesto, siempre del gemelo y el soleo, los músculos vecinos, así como correr por terrenos blandos y con perneras de protección, que últimamente he olvidado algo. Y, por supuesto, siempre hay que correr con zapatillas con buen nivel de amortiguación y olvidarse de las ya desgastadas por mucho cariño que les tengamos.
Toda ayuda es poca. 

04 julio 2020

ME GUSTA EL CALOR PARA CORRER Y UN LAGARTO EN EL CAMINO

El calor ha entrado con fuerza. Lo hizo incluso antes de que el verano hiciera su irrupción oficial. Siempre pasa así en el sur de España: no te avisa. 
Por tanto, has de estar prevenido ante la falta de notificación.
Llevo corriendo con bastante regularidad desde que nos dejaron hacerlo tras el confinamiento. Lo que hacía antes no era en realidad correr aunque los quince metros de terraza, a veces, me ofrecían la sensación de estar haciéndolo. Solemos sacar partido a lo más pequeño. Recuerdo una tarde lluviosa, ya casi apareciendo el manto de la noche, en la que corría por mi terraza. Solía vestirme con mi ropa técnica para que pareciera lo más real posible. Esa tarde también me puse el chubasquero técnico y cuando tenía enfrente la luna y a lo lejos la Vega de Granada la sensación era casi la misma que si estuviera corriendo por ella bajo una fina y reconfortante lluvia.
Pero a partir del dos de mayo ya comencé a correr en la calle y fue bastante catastrófico. Tenía todos los músculos entumecidos y apenas conseguía alcanzar los seis minutos de media por minuto. No ayudaba que tuviera que correr por la ciudad y en ocasiones encontrándome con mucha gente. Eran los días en los que todo el mundo se lanzó a la calle tras casi dos meses sin apenas pisarla.
Pero de todo eso ya parece haber transcurrido un año. El tiempo es muy relativo.
Y ahora estoy corriendo regularmente, como decía, y con calor. Intento no salir más tarde le las diez de la mañana, pero a esa hora el sol penetra en tu piel y aprecias su intensidad. Sin embargo, algún día he salido a correr a más de la once de la mañana. Esos días me gustan, aunque son realmente duros. Atravesar un camino de Vega que parece en llamas, polvoriento y solitario siempre me ha parecido épico; y si en el trayecto hay alguna cuesta, por efímera que sea, también me he sentido bien dentro de la dureza y el sufrimiento que conlleva subirla.
Jewelled Lizard (Timon lepidus) male found under a stone by Jean NICOLAS (14166347788).jpgCuando hoy a más de las doce de la mañana un lagarto sorprendentemente verde de unos cuarenta centímetros de largo pasaba casi por debajo de mis pies, asustándose a mi paso, comprendí que estoy corriendo con las condiciones y en los escenarios que me gustan. 

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...