NO ES
PAÍS PARA PERROS
Por José Antonio Flores Vera
Realmente, en España
ningún animal tiene motivos para sentirse a gusto. Pero hablemos del perro por
ser, quizá, -junto al gato- el animal más cercano al humano. Lo está desde hace
decenas de miles de años o quizá más, pero aún no hemos aprendido a respetarlo
como es debido. Y si no lo hacemos con el can, nuestro amigo, nuestro compañero
de viaje, poco o nada podemos decir del respeto a otros animales, en teoría, más
lejanos a nosotros, a los que tan solo le damos un determinado rol, ya sea
alimentarnos, trabajar para nosotros, usar su piel o maltratarlos en plazas o
festejos, sin que sean estos actos excluyentes de otros.
La expresión más clara
de esa falta de respeto al perro son el abandono y el comercio, circunstancias
que están más relacionadas de lo que se supone. Dos caras de una misma moneda,
de consecuencias indeseables.
Los
refugios en este país no suelen ser públicos, sino montados por asociaciones de
particulares, que dedican su tiempo libre y su dinero para socorrer a perros y
gatos abandonados. Además, no suelen contar con financiación estable alguna y
rara vez obtienen subvenciones públicas. Por tanto, la única posibilidad de
poder seguir subsistiendo es a través de donaciones de particulares, rifas,
venta de almanaques, camisetas u otros objetos y poco más. Por su parte, las
instalaciones tuteladas o financiadas por las Administraciones Públicas
(básicamente diputaciones y ayuntamientos), suelen considerarse perreras,
lugares también hacinados, pero no tanto como los refugios, toda vez que cada
poco tiempo los perros y gatos allí residentes acaban siendo sacrificados si no
son adoptados. Y ahí entroncamos con otro problema generador del abandono: la
compra de perros de raza. Ese mercantilismo sin sentido es muy nocivo en varios
sentidos: 1) No favorece la adopción de perros abandonados, por lo general,
mestizos. 2) Se trata de una actividad que fomenta el maltrato animal al
obligar a las hembras a reproducir constantemente y a los perros a aparearse de
manera obligada, al margen de los signos de la naturaleza. Por tanto, contamos
con otra asignatura pendiente en España -una más-: la eliminación del
mercantilismo con perros de raza, gatos y otras especies animales, porque es
amplio el catálogo con los que se comercia. También la caza es un fuerte factor
generador de abandono de perros, cuando éstos, por su edad y desgaste, ya no
pueden cumplir la misión que de ellos espera el cazador.
El abandono se está
limitando o eliminando por completo en algunos países de nuestro entorno, más
avanzados en este aspecto. Medidas como la limitación o prohibición del
comercio, más otras como la esterilización de los animales, la persecución
eficaz en cuanto a la obligatoriedad legal del chip identificativo, así como
una política favorecedora de la adopción de perros abandonados por parte de los
poderes públicos está conllevando el sacrificio cero de perros y gatos y la
disminución o eliminación definitiva del abandono, tal como ya está ocurriendo
en Holanda y Alemania. De hecho, una buena parte de los perros abandonados en
nuestro país, acaban siendo adoptados por ciudadanos de Alemania,
principalmente. En España, ya se están dando algunos pasos gracias a una mayor
sensibilidad de las nuevas generaciones y la irrupción de opciones políticas
emergentes, que cuentan con catálogos de derechos animales, pero el camino por
recorrer está aún recién comenzado. De hecho, en el plano legal aún siguen
considerándose cosa, encuadrándose dentro de lo que reza el artículo 333 del
Código Civil al establecer que: “Todas las cosas que son o pueden ser
objeto de apropiación se consideran como bienes muebles o inmuebles”, a pesar
de que el Tratado de Funcionamiento de la
Unión Europa en su artículo 13 reconoce
a los animales como seres sintientes, es decir, seres vivos dotados de
sensibilidad, y algunos Códigos Civiles de nuestro entorno (Francia, Austria,
Alemania o Suiza, entre otros) ya han modificado el carácter de cosa dado a los
animales, otorgándoles el significado de seres vivos dotados de sensibilidad.
Porque estoy convencido que una sociedad que cuida a sus animales, evitando su
sufrimiento, una sociedad que protege a sus seres más vulnerables, siempre será
más avanzada y sostenible.