Me refiero a nuevos proyectos literarios ya consolidados, porque por su propia naturaleza un proyecto no es otra cosa que una intención que podrá culminarse o no. Y, aunque nada es certero hasta que no se culmina por completo, en estos, que ahora contaré, no habrá apenas otra disfunción que la que pueda acarrear el mero azar o las circunstancias ajenas a la voluntad de uno.
Pues bien, paso a contarlos, que para eso han sido (aún lo están siendo) muchas las horas, los días y los años de trabajo.
El primero, será la novela de título definitivo, si el editor no lo cuestiona, La corrupción no era esto, cuyo título anterior fue Donde los hombres íntegros. Esta novela lleva mucho tiempo en mi cabeza y en manuscrito, y tras años de trabajo, de tiras y aflojas, de cambios argumentales, de utilización de distintas voces narrativas, de correcciones y un largo etcétera, ya está acabada y cuenta con una propuesta editorial. Por tanto, si nada se tuerce, verá la luz en el último trimestre de 2025. Así de largos son los plazos editoriales. Lo tomas o lo dejas. Cuando el contrato esté firmado, que espero sea en breve, revelaré la editorial que se encargará de este libro.
El segundo, será una novela posterior, pero que deseo sea publicada pronto, incluso antes de que se agote este extraño año (ya todos los años son extraños). Y para que eso ocurra no tendré otra vía que responsabilizarme por completo de la edición. Ya he dicho en más de una ocasión que no me gusta trabajar con editoriales y sí erigirme en escritor indi que es como mejor me encuentro. Lo he hecho, claro que sí, es decir, publicar con editoriales, y por eso sé lo que dijo. Lo que ocurre es que, en ocasiones, la propuesta no es mala y hay que meter la cabeza entre las alas. Esta última novela tiene por título Mi lugar en estos mundos y es una continuación muy extensa de un relato que publiqué en Conversación en la taberna y 41 relatos titulado Un mensaje desconocido. La idea de que se publique antes que la anterior, siendo más joven, se debe a que entre una novela quiero dejar transcurrir un año aproximádamente, tiempo que considero mínimo para que se digiera y porque hoy día, con un mercado editorial atorado, no es conveniente cansar a los pocos lectores que tengan a bien leer mis historias. ¿Cómo la publicaré? Aún no lo sé, porque dado su particular argumento debo de cuidar muy bien cómo hacerlo para que no se convierta en un proyecto fallido, como creo que fue Equis quería correr, a pesar de que siempre le vi mucho potencial a esa primera novela. También lo vio alguna gente, pero poca, eso es cierto.
Por tanto, me afano en atorar aún más el ya más que repleto panorama literario, porque cuando uno cree en sus cosas hay que dejarlos partir, como esa cometa que levanta vuelo y acaba por desaparecer ante tus narices. Porque como pasa con la cometa, cuando un libro coge vuelo ya no es tanto problema de uno. Uno lo ha disfrutado y lo ha sufrido escribiéndolo y lo que venga después ya no es tanto un problema del autor porque los lectores son los que siempre tienen la última palabra. Digo lectores, aunque uno es consciente que no lo serán tantos por las enormes dificultades que hay para hacerte notar en el mercado editorial, y aquí viene muy bien aquello que dijo Juan Marsé acerca de que siempre se escribe para una persona. Para mí tengo que se refería a sí mismo. Coincido.