¡SEAN MUNÍCIPES, NO
PARTIDISTAS!
Por José
Antonio Flores Vera
Y viene a cuento esta reflexión por lo que uno observa a
diario en esta ciudad. Digamos, que hay tres o cuatro proyectos importantes que
tienen que ver la mayoría de ellos con las infraestructuras y equipamientos
públicos. No apuntaré con detalle cuáles son porque están a diario en las
páginas de los medios de comunicación como éste y sería una tautología
enumerarlos. Algunos de esos proyectos se deben a iniciativas estatales y otros
a autonómicas; y sabemos que en pocas ocasiones ha habido coincidencia de
partidos en ambos poderes territoriales. Por tanto, siendo eso así, la guerra
está servida. Si el signo político del consistorio está en la línea del
estatal, se defenderán los estatales y se criticarán los autonómicos; pero
también puede ocurrir lo contrario. En Granada, en poco tiempo, ha sido muy
visible ese partidismo al haberse sucedido un extraño cambio político en el
ayuntamiento, inédito hasta ahora. Si hace unos cuantos meses, los proyectos
que estaban en la agenda del consistorio granadino como prioritarios era el
soterramiento y la estación del AVE, dirigiéndose las críticas hacia el PTS o
el Metropolitano, ahora ocurre todo lo contrario. Todos estos proyectos están
resultando desastrosos o inacabados, pero eso no parece importar a los
munícipes granadinos. Lo importante no es otra cosa que la defensa de los
proyectos que emanan de organismos dirigidos por su respectivo partido.
Desde luego, todo esto no lo interpreta el ciudadano
medio como algo serio. Es más, lo interpreta como un nuevo descrédito hacia la
política. Sobre todo, porque se trata de algo que debería de estar por encima
de opciones partidistas; se trata de la ciudad en la que vivimos, la que hemos
construido entre todos. Los proyectos pueden ser buenos o malos, necesarios o
no, pero jamás deberían ser partidistas. Un alcalde, un concejal, cuando opta a
un cargo debería vestirse con la chaqueta institucional y no con la del
partido, a pesar de que eso sea un riesgo para su permanencia y futuro en el
mismo. La gravedad del cargo, la responsabilidad del mismo, debería ser más que
suficiente para indicarle al partido que lo importante es mi ciudad. Ha habido
casos así en España, casos destacados e históricos en los que el munícipe ha
brindado con los ciudadanos los éxitos y los fracasos y no con el partido. He
conocido y me he documentado sobre algunos casos concretos y he constatado que
ese alcalde, unido al pueblo y no a su partido, ha obtenido más victorias y más
amplias y mayores parabienes que el que ha optado por seguir los dictámenes de
su partido. Porque, en realidad, quien pone y quita alcaldes no es el partido
en sí, es el pueblo soberano, que deposita cada cuatro años su papeleta en la
urna y que, a pesar de que no exista un sistema de listas abiertas en el ámbito
municipal -ni en ningún otro-, el candidato a la alcaldía es siempre el visible
e importante. La no observancia ciega de los dictámenes del partido siempre se
premia en democracia.
Lamentablemente, eso no está ocurriendo en Granada y
podría ser una de las causas de lo complicado que es poner en marcha un proyecto
serio en esta ciudad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.