12 noviembre 2008

DE POESÍA


Hace unas pocas semanas, Jesús Lens, Alter y compañero de trotes y letras, fiel a su constante capacidad creadora, secundó "miércoles poético" virtual (al parecer propuesto por un bloguero cercano) en el que participan varios blogueros, de entre los cuales se encuentran, además de él, su precursor amigos y conocidos, como Alfa, Gregorio y Alberto Bueno, entre otros, que conozco menos, o sencillamente no conozco. Él sabe, y también algunos de vosotros, de mi querencia por la poesía, pero no me incluí en esa iniciativa por no tener la seguridad de poder contribuir cada miércoles debido a la carga laboral que últimamente conllevo. Pero hoy es miércoles y quisiera, aunque sea sólo hoy, colaborar con esa iniciativa. A punto he estado de recuperar aquella "Oda a la Supernova", que fue conocida y bastante popular en el fenecido Diario de un corredor, pero he optado por tirar de disco duro y recuperar algo de lo que tenía escrito anteriormente. Y he elegido este poema, incluido en una colección propia denominada "La urgencia de los perros", de la cual extraje en su día varios poemas y publiqué en alguna que otra revista literaria y en un libro común que encargó en su día una asociación cultural llamada "Granada Histórica", con la colaboración del Ayuntamiento de Granada y que recitamos en una mañana primaveral en el pintoresco Patio del Ayuntamiento de Granada. Por tanto, he ahí esta breve contribución:

LA TRISTEZA DE LAS FACHADAS

Nada podrá eliminar la noche

Los suburbios de la luna,

Y las casas escondidas.

Nada podrá eliminar la pobre impresión,

De las fachadas,

Ni la pobreza del alma,

Ni las mesas humildes

Donde se acumula la vida

Y los ojos.

Nada podrá delimitar lo vacuo de la vida,

De la gente,

Y llegará de nuevo la noche triste

Y la fraternidad pérdida.

Pero estarán unos ojos y un llanto

Y habrá lugares comunes entre nosotros

¿Y adonde iremos entonces,

Si la ciudad es fría?

09 noviembre 2008

CUANDO EL CORRER SE TORNA EXISTENCIALISTA

Hoy toca hablar de correr. Porque se ha celebrado la prueba de fondo de Santa Fé, población populosa cercana a Granada, en la que dicen las crónicas veraces que acamparon durante días las huestes de los Reyes Católicos para el dar el último y definitivo golpe de gracia a la menguada corona del Reino de Granada, ya decadente y solitaria, que naufragaba y fenecía entre reinos cristianos.

Y allí hemos ido, con muchos amigos, a correr una prueba, en teoría, fácil. Fácil por su distancia y por su terreno. Diez kilómetros llanos transcurridos a lo largo y casi a lo ancho del pueblo.

Aún fuerte y confíado, sin planteamientos existencialistas. (Cortesía de Granada Fotos de Fondo).


Pero el correr se ha tornado existencialista. Existen determinadas actividades que realiza el ser humano a las que más vale no preguntarle su porqué. Actividades a las que es mejor no mirar a la cara y escrutarles con raciocinio porque pertenecen a otro mundo: al físico o al de las sensaciones, pero no al de la razón. Y mi principal error ha sido interrogar a este extraño ser en que se convierte un cuerpo, unas extremidades y un corazón, en misteriosa y perfecta conjunción, para llevar a cabo una actividad que no pertenece al mundo de las ideas y sí al de la acción.

Puedo jurar y perjurar que en los últimos años no he leído “La nausea” de Jean Paul Sartre, que el existencialismo no ha sido lectura de referencias en los últimos tiempos. Sí, he tenido un año nefasto desde el punto de vista atlético que se ha ido cobarde y traidor entre lesiones, baja forma y dolencias múltiples, un año que ha ido creando un poso sórdido que ha culminado en el inesperado suceso de hoy.


Dos kilómetros antes de detenerme, junto a Jesús Lens, cuando la mente aún no había dictado su veredicto, si bien ya lo estaba barruntando.(Foto cortesía de Meli).


Un corredor se detiene por lo general cuando acusa alguna lesión, alguna enfermedad o pierde la motivación por correr, pero por pocas cosas más. Y, sin embargo, esta mañana cuando transcurría el kilómetro siete y doscientos metros, aproximadamente, corriendo en ese momento a una media aproximada de 4,15 el kilómetro, la mente ejecutó una orden a todo ese conglomerado orgánico que se asocia misteriosamente para ponerse en marcha para correr: párate. Esa fue la orden. Seca, dura, exigente, sin discusión. Y todo mi ser se paró inmediatamente. Para más abundar, la mente lejos de arrepentirse durante unos segundos y emitir la orden contraria para comenzar de nuevo a correr, pareció esbozar una sonrisa, que probablemente era la que llevaba dibujada en ese momento en la cara. Un espectador preguntó en ese momento: ¿Te has lesionado? No, que va, respondí, casi alegre. Porque no había lesión alguna, al menos no había lesión física, pero sí es posible que hubiera otro tipo de lesión. Párate. Párate era la voz que reverberaba en ese momento, fría, ejecutoria, sin un atisbo de duda.

Una decisión descarnada, gélida como el metal, inexplicable como el misterio de la vida y tan transcendente para mí como pudiera ser un texto filosófico. Una decisión que te deja con la duda sobre el motivo y la razón de esa decisión salomónica.

A priori, pude encontrar una razón, mientras andaba taciturno por las solitarias calles en dirección a la zona de meta: comprobaba que no podía ir durante mucho más tiempo a 4,15 y decidí que no quería ir el resto de los tres kilómetros que restaban a 4,25. Absurda decisión, diréis muchos, sobre todo considerando que a 4,25 también habría motivos para estar satisfecho. Sin embargo, la explicación no es tan fácil. Ojala lo fuera.

La razón principal pudiera estar relacionada con aspectos de más trascendencia. Por ejemplo, haber perdido el espíritu de la competición o no saber cómo administrar esos tres últimos kilómetros. No saber el porqué de correr. Un vacío ontológico que no es fácil explicarlo fácilmente con las palabras. Sencillamente que el cuerpo y la mente conjuran en tu contra y ante eso nada puedes hacer, excepto una cosa: detenerse.

Lo que ocurrirá a partir de ahora no lo sé. No sé con exactitud si la competición ya ha acabado para mí totalmente o, si por el contrario, no es más que una etapa agotada que conlleva en su fuero interno un reinvento en la acción de correr. Como bien me decía al final, Francis Tovar, una autoridad en esto del correr: eso puede obedecer a alguna causa. Y esa causa es la que habré de buscar en los próximos días.

07 noviembre 2008

+ LIBROS + LIBRES




Corría el año 1997 y yo era Concejal de Cultura de Pinos Puente, mi pueblo, así que intenté revitalizar la biblioteca municipal. Cuando llegué al Ayuntamiento ésta se encontraba en el mismo Ayuntamiento y eso me parecía violento para el ciudadano, joven o no, que se dirigiera a la misma a buscar un libro, así que aprovechando que el recinto del Teatro Municipal contaba con un edificio aledaño, no dudé en
trasladarla a aquel lugar, mucho más relacionado con la cultura, con el beneplácito de la bibliotecaria, que observando su reacción me hizo comprender que aquel cambio lo esperaba desde hacia años. De manera que fomentamos con ocasión de la nueva biblioteca una semana dedicada al libro, coincidiendo con el día del libro anual. Y el lema que elegí fue el que da título a este entrada el cual venía como reclamo en una colección literaria que estaba en por entonces comprando. Pero, ¿por qué adopté ese lema? Porque ha sido siempre lo que he pensado: si hay un libro cerca siempre me he sentido más libre, en todos los sentidos.
Si las circunstancias concretas del día a día no me ofrecen el elixir de libertad que mi mente exige intento penetrar en el mundo de los libros. O bien visito una librería o adquiero una revista dedicada a la literatura, teniendo siempre como telón de fondo las páginas de algún libro en permanente apertura. Porque nada es igual si nos enfrentamos a un texto. Porque todo está en los libros y nada escapa a ellos. Son la síntesis más perfecta del idilio de la persona con la vida. Un idilio se compone de momentos dulces y amargos como la lectura: exquisito elixir de diversas componentes.
Kafka dijo que
si un libro no produce el efecto de un martillazo en la cabeza no se trata de un buen libro. Pero también los hay que producen el efecto de un punzón en el corazón o el agrio sabor de una fruta podrida. Sin embargo, todos esos efectos no producen ningún rechazo en el buen lector, es más, le ayudan a serlo más y mejor.



Si necesitara extasiarme con el mundo podría adiestrar el arte de la observación, pero al querer ser participe de ese mundo, de sus excesos, de sus defectos, de sus virtudes, necesito leer historias o pensamientos o poesía. Todo está contenidos en los libros.
Un ejemplo muy vivo de lo manifestado se resume en el acto de adquirir el último libro. Toda esa sensación de libertad que produce buscar y encontrar un autor o una obra concreta, sabiendo que probablemente no la leerás en algún tiempo, pero que se depositará en tus anaqueles a la espera de su turno.
Un acto de libertad que al ser primigenio y personal se convierte en uno de los más auténticos que soy capaz de ejercer a lo largo de un día. Al eliminar estos actos anulamos al ser y su capacidad para seguir siéndolo.

05 noviembre 2008

OBAMA, CIUDADANO AMERICANO.



Hoy, con motivo de la victoria de Barack Obama, he podido recordar algunas cosas que en los últimos años conocí a través de conversaciones directas con ciudadanos norteamericanos o amigos, familiares y conocidos que han vivido durante algún tiempo en este enorme país.
Por ejemplo, hace unos años, conocí a una pareja norteamericana, naturales de Boston, amigos d
e una vecina de mi anterior residencia. Ellos adoraban Granada y querían casarse en esta ciudad, en un carmen albaicinero. Así que mi vecina me pidió un favor muy especial: "Jose, tú que has sido concejal y tienes alguna experiencia en matrimonios civiles, ¿por qué no casas simbólicamente a mis amigos americanos?" Y yo, que adolezco de muchos defectos, siendo uno de ellos la facilidad de arrojarme a nuevos retos, le dije: "díme el día y la hora". Así que celebramos esa boda "civil" simbólica en el sín igual Carmen "Aben Humeya" del Albaicín, rodeados de muy pocos españoles y bastantes americanos. De manera que esa noche, en la cena, en los postres y en las copas, teniendo por testigo el sin par monumento nazarí, pude hablar con bastantes ciudadanos estadounidenses invitados a aquella boda, muchos de los cuales me parecieron personas excepcionales. Entre ellos había, desde trabajadores hasta profesores universitarios, pasando por policías de Chicago. Personas inteligentes, cálidas, consecuentes y muy volcadas con su patria. Personas que necesitaban trabajar y mucho para poder sobrevivir en un sociedad predadora, impositiva fiscalmente y cara como ella sóla. Y, claro, hablamos de su sociedad, de sus políticos, de su economía, de su hegemonía internacional. Cuando salí de aquel excepcional lugar, ya clareando el día, mientras bajábamos aquellas sinuosas y empinadas cuestas albaicineras pensaba en aquellas conversaciones y llegaba a la conclusión que Estados Unidos no es el país que nos pintan, ni en muchos casos tienen los políticos que merecen.
Al poco tiempo conocí a Antonio, hermano de mi vecina. Antonio llevaba años vivi
endo en Estados Unidos donde impartía clases en una Universidad del Estado de Nueva Orleans. Vivía con su pareja, un varón de aspecto inequívocamente norteamericano, de un metro noventa y ciento treinta kilos de peso, al que siempre sorprendía con una Coca-Cola en la mano y que no hablaba una palabra de español. Formaban una pareja bien avenida pero en su país, en su estado, no podían contraer matrimonio, pero en España pronto sería posible, si bien al no ser uno de ellos español y no tener su residencia en España, tampoco les iba a ser viable. Así que mi vecina volvió a abusar de nuestra amistad y me embarcó en otro "casamiento", muy excepcional en este caso ya que se trataba de una boda entre personas del mismo sexo, a meses de aprobarse en España la ley que permite el matrimonio de personas del mismo sexo, al amparo del Código Civil y el artículo 32 de la Constitución. Obviamente esa boda no tenía carácter legal, tan sólo dotada de simbolismo y valor emocional para los contrayentes y sus respectivas familias. Así que de nuevo fue protagonista el mismo carmen albaicinero y nuevamente nos vimos rodeados de ciudadanos estadounidenses con los que charlamos de manera amplía y distendida bajo la luz de aquella increíble luna de agosto granadino. Y volvimos a conocer detalles muy concretos sobre los valores sociales y políticos de aquellas nobles personas y de los desasistidos que estuvieron por la Administración Bush con motivo de la calamidad provocada por el Katrina, ya que la mayoría residían en Nueva Orleans. Conocí aquel día que el padre del novio americano, un tipo que se había hecho a sí mismo y jamás había salido de su país, abrazó durante todo el acto una sonrisa emocionada al ver cómo su hijo contraía matrimonio simbólico con otro hombre, alejándose de esa imagen retrograda que se nos ofrece sobre la norteamérica profunda, mientras su esposa no dejaba de sonreír y dispararnos fotos con sus máquina Polaroid toda la noche. Y volví a ratificarme en la idea de que los ciudadanos de ese país no son como nos los pintan. O al menos, no todos.



Hoy ha ganado Obama las elecciones a la Presidencia de Estados Unidos. Ha ganado un negro. Un negro de padre negro y madre blanca, la síntesis de la historia estadounidense del último siglo. Un país al que aún le cuesta asimilar otro color que no sea el blanco tendrá un Presidente negro y ese salto histórico se ha debido a que el 52 por ciento de los estadounidenses han depositado en él la confianza, hastiados y diezmados por la ultra liberal e inhumana política llevada a cabo por el aún Presidente electo. Se ha abierto de esa forma una nueva época en el país más importante del mundo y por tanto en todo el planeta.
Así que ha sido preciso que ocurra esto para que yo comprenda plenamente lo que ya barruntaba hace unos años mientras bajaba con Mati y mis vecinos las empinadas calles del Albaicín.

04 noviembre 2008

REPRESENTANTES QUE NADA REPRESENTAN


Al parecer se confirma: Sus Señorías hacen poco por ganarse el sueldo. La noticia está dando la vuelta estos días en los distintos medios de comunicación a raíz, al parecer, de un control interno que ha hecho el PP, pero era un secreto a voces.
Esta mañana veía en un diario una fotografía dantesca: una diputada hablando en el hemiciclo y, a lo sumo, siete diputados escuchando de los 350 cincuenta de los que se compone el Congreso. Triste imagen, sin duda y flaco favor a la democracia y a uno de los principales poderes del Estado: el legislativo.
El español medio tiene la convicción que diputados, senadores, concejales, parlamentarios autonómicos, presidentes de gobierno y demás especie, hacen poco o nada. Vamos, que viven del cuento y les mantenemos con nuestros impuestos. Y, claro, cuando esa idea habita en el ideario colectivo es muy difícil dar marcha atrás. Sin embargo, no siempre es bueno generalizar.
Es cierto que las sesiones plenarias de los distintos órganos colegiados, pongamos por caso el Congreso de los Diputados, es una parte más del funcionamiento de esta a Cámara -algo similar ocurre en el Senado-, pero existen otros mecanismos de funcionamiento como son las diversas comisiones, además de la Diputación Permanente, que está de "guardia" en periodos vacacionales. Y, sí, existen Señorías que se curran sus emolumentos y sus dietas, pero otros y otras no. Los que sí curran, hacen preguntas e interpelaciones, presentan mociones, ponen en aprietos al gobierno, se reunen con colectivos y ciudadanos y tienen un denominador común: tienen vocación política y de servicio público, pero ¿cuántos y cuántas hay de ésos y de ésas? Sinceramente, creo que pocos. Una gran mayoría están ahí por motivos menos prosaicos; en ocasiones porque los pone el partido para equilibrar las guerras intestinas; en otras ocasiones por asuntos relacionados con la paridad, y claro, por esos huecos se cuelan más de un golfo y más de una golfa. Personas que sin oficio ni beneficio en más ocasiones de las debidas, se agarran a las ubres públicas y aguantan hasta que les echen porque cobran más y hacen menos que en sus respectivos trabajos tediosos; además disponen de coche oficial, viajes gratis, entradas a espectáculos, comidas a cero euros, y para colmo salen en periódicos y son valorados en su pueblo como seres extraordinarios, por tanto ¿algunos de nosotros renunciaríamos a todas estas posibilidades si nuestro partido -suponiendo que lo tengamos- nos lo pidiera?. El problema es que son llamadas personas que no tienen vocación pública ni política, intrusos que ni les va ni les viene eso de representar la soberanía popular, pero ¿qué importa eso? Lo importante, como diría D.Jordi es la pela.
Pero es triste que el panorama de representantes de este tipo sea tan numeroso, lo que demuestra que contamos con un país muy dado a la vagancia institucional. Además, en publicaciones aparecidas en estos días, los altos cargos, entre los que se encuentran los diputados, deberían de no compatibilizar su función con otro tipo de trabajos, pero eso también, al parecer, se incumple en más ocasiones de las debidas. Diputados y senadores han de dedicarse en exclusiva a su función de representatividad pero son víctimas de la nostalgia y se siguen aferrando a sus antiguos puestos o despachos, algo que podemos hacer extensivo a otros ámbitos de representación institucional, ya sea local o autonómica, en los casos que estén dedicados en exclusiva a su responsabilidad pública. Y es que, es posible, que tengamos lo que nos merecemos. Insisto, ya lo dijo D.Jordi: la pela es la pela. Y España es España.

02 noviembre 2008

TODOS NORTEAMERICANOS



Hace ahora cuatro años, en 2004, publiqué un artículo en Ideal denominado "Todos norteamericanos", opinando sobre lo importante que sería, no tanto que ganara Kerry - en aquel momento candidato demócrata-, por derretirme en simpatías hacia éste, pero sí que perdiera G.W. Bush. Como sabemos eso no ocurrió y han transcurrido cuatro años horribles, tanto para el pueblo americano -no para todos, claro- como para el mundo civilizado o no. Ahora se va Bush y caben posibilidades -parece que pocas- que gane un clon del tejano. De ahí que me parezca interesante introducir este artículo que cobra plena actualidad aunque, lógicamente, cambien los actores. Sinceramente creo que Obama es un candidato más capaz y más coherente con la ideología demócrata que Kerry, así que habrá que estar muy atentos a lo que ocurra el próximo martes porque nos va a todos mucho en ello.


TODOS NORTEAMERICANOS


Quien está a la izquierda política del centro en Estados Unidos, normalmente, no vota demócrata, ya que esta opción política suele ser elegida por gente con ideología liberal, muy coíncidente con un centro derecha español, algo de lo que presume en España, Esperanza Aguirre, pero que en el otro lado del charco, es poco más o menos que una ofensa. A tenor de lo que uno lee y escucha en libros y artículos de opinión política, en Estados Unidos esto es más o menos así. O al menos así era hasta ahora, porque parece ser que existe un verdadero interés, y probablemente hasta una verdadera necesidad, de que los demócratas obtengan el máximo de votos posible en las próximas elecciones presidenciales, incluso de aquellos que no suelen votarlos, bien porque votan al izquierdista Ralph Nader, a otros grupúsculos políticos aún más minoritarios, o sencillamente, porque pasan de votar, en un sistema en el que las habas están contadas y el rico cada día es más rico y lucha constantemente para mantener o aumentar sus posesiones, mientras que el pobre cada día es más pobre, e incluso, el sistema sanitario no lo admite ni tan siquiera como cobaya. Es una sociedad realmente salvaje.

En el otro extremo (o tal vez más allá de todo extremo) está el amplio espectro conservador o muy conservador, representado por el partido del anagrama con la figura del elefante: los republicanos, opción política que confunde el humanismo con el canibalismo capitalista.

El norteamericano atento sabe que no existe demasiada opción, pero ahora muchos se han unido para echar al más nocivo, al más perjudicial, que no es otro que Bush jr. Pero esto no quiere decir que Kerry levante pasiones como las que levantaron en su día, ocasionalmente, Clinton y el malogrado Kennedy. Así que abordar unas elecciones, no para elegir al mejor, sino al menos dañino es el dilema que se cuece ahora en EEUU, a dos semanas del sufragio.

La clase intelectual, los artistas más progresistas, el mundo de la cultura de Estados Unidos está a favor de echar a Bush, pero no necesariamente de apoyar a Kerry, aunque algunos lo consideran como la única opción viable. Incluso el inquieto Michael Moore ha decidido luchar por el candidato Kerry, cuando otrora apoyara al más anárquico, al izquierdista del sistema, el incombustible Nader.

Kerry no va a ser salvador de nada. Él mismo está en política por una mera especulación de poder, arropado por su segunda esposa, una de las mayores fortunas del país gracias al imperio creado por el padre de ésta en el terreno de las salsas y las mayonesas. Por tanto, no creo que la vocación de Kerry sea estar al lado de los más débiles del sistema.

Estando así el panorama, y sabiendo lo que nos jugamos todos en este envite, no sería descabellado pensar que el mundo entero debería de tener influencia de alguna manera en la elección de un presidente que siéndolo para un solo país en la teoría, en la práctica se convierte en un presidente de facto para todos nosotros, ya que sus decisiones para nada nos son ajenas, para lo bueno o para lo malo. Sobre todo para lo malo.

Estados Unidos está determinando nuestro destino, y el futuro de todos está en manos de un grupo de cuatreros descerebrados y capitalistas, en un país que, particularmente considero, tiene una clase intelectual y artística de muy alto nivel, deseosos –lo han dicho públicamente- que no vuelva a ganar el actual presidente. Pero es una minoría representada por un puñado de escritores, entre ellos mi admirado Paul Auster o el látigo Gore Vidal, artistas de la talla de Woody Allen o Bruce Springteen o pensadores del talento de Noan Chomsky e incluso algún que otro multimillonario como es el caso del húngaro-americano Georgo Soros, enemigo de Bush donde los haya, entre otros, aunque no basta con las voces de ellos, sino que se necesita mucho más que todo eso para que no vuelva a salir reelegido Bush, que para colmo cuenta con demasiados amigos europeos, entre los que se cuenta Aznar, que, para suerte de muchos, ya no podrá alzar la bandera española para apoyar al actual inquilino de la Casablanca, algo que nos llenaba de vergüenza a la mayoría.

Ante esta situación, el próximo día dos de noviembre, todos tendremos que estar, aunque sea testimonialmente, de lado de la Norteamérica contraria a Bush. Nos va el futuro en ello.

31 octubre 2008

LA REINA HABLA


Por supuesto que hablaré del "affaire" de la reina -no es un error gramatical: yo siempre lo escribo con minúscula, porque para mí -que no tuve ocasión de votar la Constitución española, es algo minúsculo-. Pero más allá del bombo que se le está dando al asunto en estos días, quisiera decir algunas cosas: siempre que pueda hablaré mal de la monarquía, porque no la aguanto, no la comprendo y porque me parece un abuso en toda regla. Y, además, porque soy republicano hasta la médula. Y aunque sé que voy contra corriente en este mediático mundo parcial e interesado, en el que los apoyos a la corona por todos los estamentos oficiales me parecen sonrojantes y cínicos, siempre lucharé con la palabra por evitar que esta gente siga viviendo del cuento y, además, dotándose de privilegios a costa del erario público sin que nadie me haya explicado el por qué de muchas cosas: ¿Porque son de origen divino? ¿Porque son de sangre azul? ¿ Porque tienen más cara que espaldas? Y ahora, la más monárquica de todos ellos, la elegida por los dioses del olimpo, la nacida para reinar, la denostada en Grecia pero admitida en España, acaba de hacer unas declaraciones que han levantado ampollas, algo de lo que me alegro porque por esa vía no hará falta seguir proclamando una república: ellos se encargarán poco a poco de traérnosla, con el infinito apoyo de doñaletiziarepublicananarizoperada. En fín, que también uno es jurista de formación y quisiera analizar con la Constitución en la mano esta cuestión, con mayor objetividad posible.

TÍTULO II DE LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA: LA CORONA

Nuestra Constitución de 1978, dentro de ese Título II, dedica a la reina el artículo 58 en estos términos:
La Reina consorte o el consorte de la Reina no podrán asumir funciones constitucionales, salvo lo dispuesto para la Regencia (institución que funciona en supuesto de minoría del edad del Rey).
Nada más dice la Constitución de la Reina -excepto a una referencia indirecta relacionada con la tutoría-. Los demás artículos de este título II están dedicados principalmente al Rey, y muy pocos al Príncipe heredero.
Ahora bien, lo único claro jurídicamente hablando es que la reina no puede asumir funciones constitucionales, luego, ¿son funciones constitucionales opinar sobre asuntos que están tratados en las normas aprobadas por las Cortes Generales, verdaderas representantes de la soberanía popular? Evidentemente, no. Sin embargo dicho esto, los artículos dedicados al Rey, en mi opinión, pueden ser aplicados de forma analógica a la reina, toda vez que siéndoles aplicados al rey, como Jefe del Estado, que sería la máxima expresión jurídica, es defendible que pueden aplicársele a su consorte. En ese sentido, el artículo 61.1 de la Constitución dice textualmente:
El Rey, al ser proclamado ante las Cortes Generales, prestará juramento de desempeñar fielmente sus funciones, guardar la Constitución y las Leyes y respetar los derechos de los ciudadanos y de las Comunidades Autónomas.
Se podría pensar que la reina con sus manifestaciones no ha sido demasiada respetuosa con los derechos y con las leyes, al opinar que no entiende que sea matrimonio lo que está proclamado en una ley aprobada en Cortes Generales, algo que guste más o guste menos fue aprobado por el Poder Legislativo, verdadero representante de la soberanía popular, que reside en el pueblo español.
Pero otros dirán que no se le puede negar el derecho a opinar, negar esa libertad de expresión que proclama el artículo 20. El debate, por tanto, está servido. Jurídicamente no existen, en mi opinión, respuestas concretas.

Ahora bien, una vez vista esta cuestión desde la óptica jurídica más fría y objetiva posible, opino a nivel personal que a la reina no le es posible deslindar su condición de reina consorte de la de ciudadana. En realidad, ella no es ciudadana en el sentido estricto del término. Su función le excluye de serlo. Para ser ciudadana tendría que despojarse del hábito de reina, siendo incompatibles ambos atributos. Si incidimos en esto último, las manifestaciones que ha expresado en el libro de Pilar Urbano, en mi opinión son totalmente inadecuadas, porque jamás se podrán considerar opiniones de una persona sin prerrogativas constitucionales. Pero si quiere opinar está en su derecho, siempre que renuncie al privilegio que la Constitución le otorga.
Y es que, sinceramente, me parece deleznable que esta gente quiera tener todos los privilegios que puedan y algunos más y al mismo tiempo no quieran asumir sus limitaciones que tienen como miembros de la Casa Real y que, en mi opinión, les impone la Constitución española de 1978.

30 octubre 2008

LA FILA


Ocho y cuarto de la mañana. Junto a los jardines del Triunfo, en el centro de Granada, observo un grupo numeroso de personas en fila, extraño desde luego a esa hora de la mañana, en la que suele ser habitual ver a la gente ir a toda pastilla a sus puestos de trabajo o lugar de estudio. Estarán dando algo, pensé. Y, efectivamente, un periódico gratuito, 20 minutos, repartía junto al ejemplar diario un nosequé de chicles en promoción. Y allí estaban pacientes, esperando su turno, atosigando a la chica que reparte los periodicos, que no daba abasto, allí estaban, decía, desde amas de casa hasta ejecutivos engominados y con cartera en mano. Sorteé la fila y seguí de largo, pero seguí pensando en lo que había contemplado cuando enfilaba Gran Vía, en dirección a mi oficina.
Pensaba que la mayoría de esas personas que esperaban allí pacientemente hacen invariablemente dos cosas todas las mañanas. Primera, no perder ni un minuto para recoger el periódico gratuito - y de ahí la pericia de los repartidores en entregar cientos de ellos en poco rato-. Segundo, ir abriéndose camino a empellones por la calle, en el autobús, o en alguna cola de un organismo oficial. Y sin embargo, allí estaban, pacientes, esperando que les entregaran un bolsa de chicles que probablemente en el mercado no llegué a un euro. Y pensaba también que así somos de ruines al mismo tiempo que borregos. En esas circunstancias quienes estaban en la cola habían derogado toda la prisa que habitualmente llevan por la mañana. Suelen utilizar formas bruscas si el chico o la chica de la cafetería tarda cinco segundos en servirles el café o se violentan con el chófer del autobús de línea si se entretiene con una maniobra que no consideran necesaria, pero tratándose de recibir algo gratuito -de valor nimio- todo se deroga.
Por tanto, hablamos también de borreguismo. Probablemente muchas de esas personas que estaban allí en fila, se detuvieron porque había gente que se detenía. Observaban que entregaban algo gratis y decidieron aguantar. La espera, para ellos, estaba justificada. Otra cuestión distinta es que esos cinco o diez minutos perdidos alguien deba pagarlos a lo largo de la mañana.

29 octubre 2008

CORRIENDO ENTRE LA LLUVIA


Hace unos días, la lluvia nos cogió corriendo. A Manolo, a Abel y a mí. Esa misma noche –no recuerdo en que blog- Manolo se refería a lo que escribía un periodista deportivo, apellidado Segurola, sobre el resumen de lo que era un partido de fútbol: veintidós jugadores ante un balón, campo embarrado, lluvia pertinaz....algo que realmente emociona y pone la guinda al deporte. Eso lo viví en campos más modestos y embarrados, sin césped, y percibía todo aquello con un protagonismo heroico, con un sentimiento épico que dotaba de sentido a aquello que hacíamos en el campo. Era portero y buscaba balones imposibles en charcos infinitos y todo ese caos me motivaba más que jugar ante el sol y en un campo seco y ordenado.
Así que recordé todo aquello y celebré leer lo comentado por Pedreira, porque era así como nos sentíamos la otra tarde, escoltados a ambos márgenes por viejos y sufridos olivos. Además, impusimos un ritmo a tren, sólido, pétreo, constante, mientras las gotas caían en nuestros rostros sin que hubiera ya posibilidad de saber si era sudor o era lluvia. Porque la lluvia y correr comparten lazos inexorables. Pertenecen al ámbito de lo ancestral que hay en el individuo, a ese recuerdo primigenio de una época en el que las cosas aún no tenían nombre y se miraban a los ojos las bestias, el hombre y la naturaleza, sin que existieran aún jerarquía en el orden de las cosas. Por eso el correr ante la naturaleza viva nos hace tan dichosos y completos.

Mientras avanzábamos por los caminos lluviosos, contemplábamos que todo transcurría como en un calidoscopio, secuencias que pasaban ante nuestros ojos, cerros que aparecían y desaparecían, campos que se ensanchaban o menguaban al tiempo que el agua chapoteaba en nuestros pies con ese sonido sordo y al mismo tiempo cercano que nos ofrece la lluvia. Sabíamos hacía donde íbamos pero no hacia donde nos dirigíamos porque podría ocurrir que no se encontrara jamás el momento de tener que detenerse. La tarde era gris y oscura y la lluvia no golpeaba con violencia, por tanto, sabíamos que los dioses no nos arrojaban sus lágrimas con inquina alguna, como cuando confabularon contra Ulises para que no volviera a Ítaca; en todo caso, lloraban de dicha, como dicen que lloran quienes no pueden soportar tanta alegría.
Creí percibir que mis compañeros de ruta, en silencio, no aceptaron de buen grado la observación que hice de volver de nuevo hacia el Pantano del Cubillas. Nos encontrábamos en algún lugar de la misteriosa ruta que siempre ha sido para mí esa carretera local de Caparacena y la tarde iba extendiendo su negro manto. A la izquierda se ufanaba soberbia la sierra oscura que preside gran parte del camino, y los árboles que componen el misterioso bosque de las estribaciones de la sierra eran las misma descripción del misterio. Entonces al mirar hacia ese bosque recordé una secuencia de hace muchos años. Solía ir a esa zona cuando llovía –así de raro era, decían mis amigos-; salía del coche y sacaba a un perro pekinés que por entonces tenía, para que jugara en libertad, mientras ajustaba a tope el volumen del reproductor para escuchar la Misa de Réquiem de Mozart. Los pocos agricultores que pasaban por la zona, miran con cierta desconfianza, aunque en el fondo yo sabía que ellos también estaban allí, buscando excusas relacionadas con sus hazas y siembras, para contemplar aquellos parajes. En eso estábamos igualados.Por eso, la otra tarde se agolparon de golpe esos sentimientos que fueron magnificados por nuestra actividad atlética.
Cuando, a nuestro pesar, terminada la ruta, ya cómodamente en casa sentía cierta inquietud al pensar que no podía ser posible que correr diera tanto a cambio de tan poco, en este mundo tan deshumanizado que no parece querer ni saber apreciar las pequeñas cosas.

27 octubre 2008

CAPITALISMO HERIDO


Ese es el título del artículo que hoy publicamos en el diario Ideal. Pero no acabá ahí la cosa. La fortuna, o tal vez la intuición, ha querido que mi querido Alter, Jesús, y yo compartamos páginas, escribiendo sobre asuntos muy parecidos: la crisis, la probeza, el derrumbe del capitalismo..Por tanto, doblemente satisfechos. Me temo que lo de Álter está más que justificado con esta coincidencia: casi una página de opinión para ambos. Eso está bien.
Es posible leer ambos en la dirección electrónica pinchando en Jesús o en José Antonio. No obstante, a continuación reproduzco por completo mi artículo Capitalismo herido, para que sirva de materia a vuestros siempre ilusionantes comentarios:


Lo han dicho los líderes europeos: hay que refundar el capitalismo, que es una forma de decir que este modelo ya no sirve, pero sin atreverse a plasmar otro concepto.
Si la caída del Muro de Berlín representó el símbolo de la liquidación de todo un régimen político y económico, que aglutinaba a buena parte de países, muchos de los cuales hoy forman parte de la Unión Europea, con la hecatombe de los mercados financieros y la crisis económica cae todo un régimen económico y, probablemente, político.
Tal vez sea aún pronto para sacar consecuencias de lo que está ocurriendo con el capitalismo en el mundo, pero ya van surgiendo algunos datos, siendo uno de ellos, la avaricia y otro la falta de control de los estados. Si el estado no cumple con su principal papel de guardián a pocos asuntos más se puede dedicar, siendo la consecuencia de ello que el ciudadano se queda –de nuevo- más indefenso que nunca.
Es probable que también en estos asuntos económicos haya que buscar posturas eclécticas. El sistema socialista soviético y el de los países satélites se demostró fallido por la total intervención del estado, hasta el punto de anular completamente al individuo, y el sistema capitalista más feroz ha buscado todo lo contrario: dejar al individuo al socaire del carnívoro sistema.
Visto lo que está ocurriendo, es curioso que algunos de los gobiernos con una inclinación ideológica liberal opten por nacionalizar una parte de la banca, función asignada históricamente a las economías socialistas. Lógicamente, se han apresurado a decir que no se trata de medidas socialistas, aunque por similitud y estrategia están muy cerca de ellas.
Los sistemas políticos y económicos son ficciones que se basan principalmente en las ideas. Algunas ideas plasmadas en la realidad no han resultado coherentes, al tiempo que determinadas prácticas no obedecen a ideas previas. Tal vez haya ocurrido algo de esto último, porque no es creíble que las ideas liberalizadores hayan previsto el hipotético desplome del sistema capitalista, que es su mejor argumento.
Sea como fuere los estados ya han tomado buena nota sobre su papel fundamental. Fallido ha sido el intento de muchos países capitalistas de dejar hacer, buscando la autorregulación de la economía, sin intervención pública. Está claro que ese principio de no intervención ha convertido a millones de personas en descomunalmente avariciosas y a un número aún superior en pobres como ratas. A los primeros no les importaba ya la cantidad de dinero que se pudiera obtener fácilmente, sino comprobar cómo se podía ganar todo lo que se quisiera afilando la codicia, sin trabas estatales ni la más mínima carga de conciencia ante el atroz empobrecimiento de sus semejantes.
Pero ahora todo ese esquema siniestro parece superado, sin embargo ¿qué harán los estados a partir de ahora? En principio, no parecen estar dispuestos a que esa opción neoliberal se vuelva a repetir, si bien tampoco nadie se abrazará a un régimen socialista. Pero visto lo visto, no tendrán más opción que ser interventores en mayor o menor grado; de hecho ya están dando los primeros pasos por medio de la participación en grandes bancos semihundidos o bien nacionalizando medios financieros, como es el caso de Argentina. No obstante, está por ver qué ocurrirá con el ciudadano ante este cambio de orientación en las políticas estatales. Probablemente volverá a salir perdiendo. Como siempre.

26 octubre 2008

OCHO AÑOS DE PESADILLA POLÍTICA NORTEAMERICANA



Siguen en mi mesita de noche los ecos librescos de Macmafia, un libro que que hay que leer con detenimiento y tranquilidad, casi como si se tratara de un libro de texto, porque nada de lo que ahí se dice es desaprovechable. Datos reales, escrupulosamente investigados, que hablan de la realidad misma a día de hoy. Por tanto, no me importa compartir esa lectura con otras más rápidas pero igualmente interesantes de la ficción, Un género que me interesa tanto como el de la historia, el ensayo o el del periodismo de investigación. Y hablando de este último género, me obligué a leer un libro, o al menos comenzarlo, antes de que se celebren las elecciones americanas el próximo 4 de noviembre -un martes, curiosamente-. De ese libro hablé algo en el fenecido Diario de un Corredor, un libro que adquirí hace unos meses sabiendo que lo leería meses más tarde; de hecho, lo comenzaré esta tarde de domingo, introduciéndome en su introducción para ir avanzando poco a poco.
Pero ¿por qué me interesa leer el libro ahora, estando aún vigente la Administración Bush? Me interesa porque quiero ser testigo directo a través de las palabras de James Mann de todo ese contubernio montado en torno al peor Presidente norteamericano de la historia. Un individuo que sin ideología alguna ha arrastrado al mundo hacia posiciones inconcebibles. Su miserable e interesada actuación en Irak, la provocación continúa a los descerebrados responsables del terrorismo islámico, el olvido total del más mínimo intervencionismo estatal en la economía americana, verdadero motor de la economía mundial, que ha provocado la proliferación de las denominadas hipotecas "subprime", o hipotecas de alto riesgo, desprovistas de aval y garantía alguna, el cínico equipo de colaboradores del que se dotó y de los que trata el libro: Cheney, Powell -a pesar de su catarsis última- el halcón Rumsfeld, la cínica Rice, Wolfowitz, Armitage, es decir, mala gente, lo mejor de cada casa, que no fueron nombrados por efecto de la casualidad sino designados sabiendo bien el Presidente norteamericano la impronta política y económica que quería dar al mundo y de camino lucrarse ellos mismos y sus amigos, tras ganar en el año 2001 unas elecciones, según muchos observadores, de forma fraudulenta, y perpetuarse en el poder en 2004. Ahora, por fin, se van gracias principalmente al sensato sistema político norteamericano de no permanencia en la presidencia más de ocho años.
Vendrán aires nuevos a Estados Unidos y al mundo supongo, si se confirman los muestreos y acaba ganando Barak Obama, que sería el primer presidente negro de Estados Unidos.
¿Pero cambiará algo la forma de vida norteamericana?
Hace unos días saludé a una antigua vecina, la cual tiene un hermano homosexual viviendo en Estados Unidos, pareja de un norteamericano. Curiosamente a esta pareja homosexual le formalicé un matrimonio simbólico, a petición de mi vecina, pero eso es otra historia. Decía que cuando preguntaba a esta vecina si su hermano y su pareja podrían casarse legalmente en Estados Unidos si ganara Obama, me respondía que la sociedad norteamericana sigue siendo la misma gane quien gane en las elecciones. No sé si eso será así, pero lo cierto es que no irá a peor si gana el candidato demócrata.
Por tanto, este libro, denominado Los Vulcanos (El gabinete de guerra de Bush), será de lectura obligada en estos días. Un libro, como decía, escrito por James Mann, periodista de investigación estadounidense, experto en seguridad internacional y gran conocedor de la política americana por su trabajo de corresponsal en Washington, prestando sus servicios en varios periódicos, entre otros Los Ángeles Times y el prestigioso The New Republic.
La historia determinará y analizará los últimos años de la política norteamericana, que es también, en parte, la del resto del planeta. Que la crisis económica mundial por la que atraviesan los países desarrollados y la impronta del terrorismo islámico tenga que ver con los ocho años de Bush es la incógnita a conocer. Mientras tanto espero que la lectura de este voluminoso ensayo me ofrezcan algunas respuestas.

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...