07 enero 2014

CUATRO CIUDADES BÁVARAS (y IV): MÚNICH

Sede BMW (Foto de J.A. Flores)
     Múnich era nuestro último destino en este recorrido por tierras bávaras. La gran ciudad del sur de Alemania, próspera y avanzada, nos recibía en una tarde nublada.
       Su multitudinaria estación central, en la que confluyen todo tipo de transporte públicos por ferrocarril, no paraba de vomitar todo tipo de trenes, de larga distancia, de corta distancia, de distancia local..., todo mezclado y en apariencia caótica, aunque en la práctica totalmente ordenado y eficiente, como suelen ser los transportes en este país.
       La HBF -estación central de ferrocarriles- a las una de la tarde es un hervidero de personas que parecen atropellarse a lo largo y ancho del amplio hall de la estación, repleto de puestos de comida rápida y tiendas de todo tipo. Unos buscan los trenes de larga distancia, pero los más se internan en largos pasillos para buscar el transporte de cercanías y el metro. Nosotros, en cambio, tan sólo buscamos la salida a la calle porque sabemos que muy cerca está el hotel en el que nos íbamos a hospedar. Según mis cálculos, no estaba a más de diez minutos a pie.
                A pesar de quedar aún tres horas de luz -el manto de la noche se despliega hacia las dieciséis horas-, parece más tarde, porque siempre parece más tarde en Alemania. Largas calles y avenidas se inician desde la puerta principal de la estación y, en breve, localizamos la calle que nos conduciría a nuestro hotel.
             No son calles bonitas. Pareciera que todo lo bonito y suntuoso en Múnich se reserve para las zonas centrales de la ciudad, tal y como pudimos comprobar horas después. Ese dato no es muy distinto a lo que suele ser habitual en cualquier ciudad grande de Europa. Pronto llegamos al hotel.
               -¿Han visitado antes Alemania? -nos pregunta el recepcionista en un perfecto español-.
             -Sí, es la segunda vez que venimos a Alemania. Conocemos Berlin -le contestamos-.
                   -Pues entonces, sólo han estado una vez: Baviera no es Alemania -nos contesta entre jocoso y serio-. Múnich es a Alemania lo que Barcelona a España. No nos consideramos muy alemanes -concluye-.
                  -Yo pensaba que aquí existía más unidad; al menos es lo que parece de puertas para afuera' -le comento sorprendido-.   
                 -Sí, es lo que parece, pero no.
               Que el recepcionista alemán hable un perfecto español nos iba a venir de perlas, nos dijimos.
Puerta entrada campo de concentración de Dachau (Foto de
 J.A. Flores)
      Como antes decía, la noche cae muy pronto en Múnich y mucha actividad cae a partir de las cinco de la tarde, por lo que las opciones de visitar el mítico campo de concentración de Dachau no iban a ser muchas, así que era el momento de coger un tren de cercanías y dirigirse a la no muy lejana localidad de Dachau para visitar su campo de concentración.
         
      Visitar un campo de concentración o de exterminio Nazi en Alemania es algo que no a todo el mundo apetece, pero nuestra visita contemplaba esa opción, una vez conocida la intrahistoria nazi de Núremberg. Y, efectivamente, no es nada agradable comprobar cómo no hace muchos años -una gota de agua en el océano de la historia de la humanidad, pero una gota que cambió muchos destinos-, la barbarie asolo esta parte del mundo. Y, sabedores, de que el pueblo alemán y sus autoridades colaboran de forma decisiva para mostrar los datos, lugares y símbolos de esta barbarie de la forma más objetiva posible, nadie debería desaprovecha la oportunidad de visitar los lugares pertenecientes a la historia del nacionalsocialismo.
Hornos crematorios de Dachau (Foto de J.A. Flores)
      No describiré el campo de concentración de Dachau, pero sí diré que una vez dentro uno se siente desolado y herido. Demasiado trozos históricos de barbarie en tan poco tiempo de visita te dejan perplejo, atribulado y con muchas preguntas en tu mente. Pero es lo que ocurrió y como tal hay que mostrarlo. Precisamente para intentar que todo lo que ocurrió en estos lugares no se vuelva a repetir.
              
               De regreso a Múnich, nos recibe una ciudad muy distinta. El rotundo manto de la noche ya ha cubierto las calles y plazas y a través del tren se pueden apreciar las infinitas luces que se aprecian a través de las infinitas ventanas de los infinitos edificios de oficinas, fábricas y grandes comercios. Sin lugar a dudas, lo primero que te asalta a la mente es la idea del alto desarrollo económico con el que cuenta esta zona de Alemania. 
Mercado central de Múnich (Foto de J.A. Flores)
     El centro neurálgico, histórico y comercial de Múnich no estaba a más de quince minutos andando del hotel y visitarlo es conocer 'otro Múnich'. Ya describía en entradas anteriores el fervor en estos lugares hacia sus mercados navideños. Tampoco la capital de Baviera es la excepción. Menos pintoresco que el de Núremberg, éste se despliega a lo largo de una enorme extensión entre la Karlplatz y la Marienplatz, compartiendo escenario con la más rabiosa zona comercial de la ciudad. Lógicamente, sobra decirlo, no faltan luces, puestos de todo tipo ni adornos navideños.
               A esa hora de la tarde, siendo ya noche cerrada, esta vasta extensión comercial, en la que confluyen también los más importantes monumentos de la ciudad, está completamente atorada de gente, ávidos de saborear el ambiente navideño y de comprar en sus miles de comercios, a pesar del frío. El pequeño comercio, mucho y variado, compite abiertamente con las grandes superficies y de por medio la Catedral de Múnich y los enormes y cuidadísimos monumentos civiles y religiosos que adornan por doquier toda la zona comercial, presidiendo la Marienplatz el espectacular Altes Rathaus (viejo ayuntamiento), antigua puerta de entrada a la ciudad,  que fue destruido en la Segunda Guerra Mundial y reconstruido en los cincuenta y que contó con un afamado salón gótico, también ahora reconstruido.      
Exterior de la cervecería Hofbräuhaus (Foto de
J.A. Flores)
    No muy lejos de allí se encuentra la afamada cervecería Hofbräuhaus, muy vinculada al ideario nazi. Pero hoy día, se trata de uno de los lugares más visitados de la capital bávara y en la que confluyen, en sus dos enormes salones, el muniqués de raza y el turista asombrado. Nosotros, lógicamente, pertenecíamos a ese segundo grupo, pero la magia del lugar -o su historia- hace que en pocos minutos, una vez estés ya degustando su famosa cerveza y su codillo, te sientas del lugar y así te consideren. No en vano, no es difícil iniciar conversación rápida con naturales del país en esas famosas mesas y bancos corridos en los que, necesariamente, compartirás las viandas con personas desconocidas.
Música bávara y cerveza, dos señas de identidad
de la cervecería (Foto de J.A. Flores)
      Sin embargo, toda esa fraternidad no es forzada. Todo lo contrario: el lugar, las viandas, la bebida y el halo especial del establecimiento pronto provocan buenos lazos de confraternidad, a pesar de la barrera del idioma. Realmente, cuando te despides de este mágico sitio piensas que la humanidad comparte lugares comunes y que, tan sólo, los intereses económicos y políticos hacen que -o quieren hacernos vez- parezcamos distintos e, incluso, enemigos. Pero, sobre el papel, esa ecuación no es tan complicada de resolver, para lo cual reto al lector de esta crónica a comprobarlo por su propia cuenta visitando este famoso templo gastronómico y de la cerveza.
Interior de Hofbräuhaus (foto de J.A. Flores)
     Y si lo hace, comprenderá que todo lo que le han contado sobre -por ejemplo- el carácter reservado teutón no es en absoluto cierto, a pesar de las diferencias culturales que puedan existir, a pesar de que el sentido de humor bávaro no es extrapolable a otras zonas de Alemania, igual que suele ocurrir en las distintas zonas de nuestra desangrada España. 
             
  El callejeo por Múnich es más que agradable y los comercios a esas horas de la tarde están a rebosar. Obviamente, ayuda y mucho el hecho de que estemos en el corazón del Adviento, por lo que el consumo unido a la bonanza económica de esta zona de Europa hacen que uno considere -no con cierta crítica- que Europa no se está construyendo al mismo ritmo, por mucho que esa sea la proclama de dirigentes aviesos y cínicos. De hecho, las galerías comerciales repletas de las marcas más lujosas del mundo, así lo atestiguan en esta ciudad que, pasa por ser la ciudad más próspera de Alemania, lo que vendría a significar que también es una de las más prósperas de Europa y del mundo.
(Foto de J.A. Flores)
    Y para demostrarlo, la ciudad muestra con orgullo dos de sus símbolos más emblemáticos: la sede central de la corporación BMW y el majestuoso diseño de su nuevo estadio de fútbol, el Allianz Arena, uno de los más avanzados del mundo. Si la sede de BMW representa a un motor con cuatro cilindros, el estadio de fútbol, sede del Bayern München y el TSV 1860 München , simula a una especie de panal o bien un neumático -cada cual dé su versión-, compuesto en su exterior por casi tres mil paneles romboidales metálicos, capaces de iluminarse con los colores de los dos equipos anfitriones y de la selección alemana. Es, quizá, el mayor símbolo arquitectónico de la ciudad.    
               Múnich y la cerveza forjaron su historia de manera conjunta. De hecho, el nombre de la ciudad deriva del monasterio fundador de la misma, en el que se elaboraba cerveza que posibilitaba el sustento del mismo y la manutención de la empobrecida población circundante. Por tanto, no era lógico dejar esta ciudad sin, al menos, conocer la sede de la 'Oktoberfest', que pone patas arriba a la ciudad. Lógicamente, por las fechas, no era posible disfrutar este fastuoso festival, pero sí el mercado navideño alternativo, totalmente pensado para la gente más joven de la ciudad y sus alrededores. Cientos de puestos, decenas de carpas temáticas: de gastronomía, de productos navideños artesanales, de tejidos artesanales y de todo tipo de productos que uno pueda imaginarse. Y, presidiéndolo todo, los imprescindibles puestos de salchicha al estilo muniqués.
                 Ante la explosión del ordenado y respetuoso gentío y las múltiples posibilidades de consumir, una vez más, el viajero comprende que está en una parte de Europa que va en otra marcha económica y, probablemente, en otra dirección, muy distinta a la que nos dirigimos -por ejemplo- en España. Y comprende también, que la insistencia de las autoridades alemanas en aligerar la deuda persistente de los países más atrasados no es otra cosa que persistir para que la bonanza económica de su país no caiga en saco roto por medio del efecto arrastre. Otros dirán que estamos ante una parte de Europa que ha hecho los deberes, que cuenta con una clase dirigente que no ha despilfarrado tanto como lo han hecho los lideres de otros países, como es el caso de España. Ambas posturas pueden ser ciertas, pero también en ambas posturas hay mecanismos complejos de difícil comprensión. 

06 enero 2014

UN PROPÓSITO ES UN DESPROPÓSITO (IDEAL 6/1/2014)


Por prioridades, o por aquello de lo caduco de la prensa, interrumpo el artículo sobre la última ciudad bávara -Múnich- (el cual volveré a subir mañana) y   dejo espacio para insertar el artículo que publico hoy en el diario Ideal, de temática muy de primeros de año. ¿Quién no se ha hecho uno o más propósitos al comenzar el nuevo año? ¿Quién no ha llegado al final del año y comprobado con desazón que no lo ha cumplido? De ahí que denomine a este artículo:  

UN PROPÓSITO ES UN DESPROPÓSITO

Por su propia naturaleza, un propósito suele consistir en un despropósito anclado en el tiempo. Y como no hay forma de desanclarlo, nada mejor que esperar a que comience el año para intentar hacerlo. De ahí que ninguno suela cumplirse.
            Ahora que ha comenzado el nuevo el año, todo el mundo se hace propósitos. Y está bien que así sea; al menos, como higiene mental y autocomplacencia. Pero hay que decirlo alto y claro: un propósito siempre nace con vocación de fracaso. Para eso se inventaron.
            De hecho, quien decide cambiar el rumbo de algún aspecto de su vida, ya sea dejar de fumar o comenzar a correr -por referirme a dos de los propósitos más al uso-, lo suele hacer sin importar que el nuevo año asome o que esté ya feneciendo. Es más, ni tan  siquiera se atrevería a llamarles propósitos. Esa denominación engañosa arruinaría la hazaña.
            Curiosamente, al hilo de estos dos propósitos citados, que casi todo el mundo ha acariciado en alguna ocasión, siempre me ha llamado la atención que se incumplan sistemáticamente, sin necesidad de esperar a que amanezca el día dos de enero. Dejar de fumar -o de beber-, curiosamente, se incumple metódicamente al alargarse los fastos de Nochevieja hasta bien entrado el primer día del año; y si eso es así, ¿quién tiene cuerpo para comenzar a correr ese mismo día si, además, no lo ha hecho hasta ahora?
            Los propósitos, por tanto, no son otra cosa que metáforas de nuestra propia existencia y es probable que hasta un resumen de nuestras vidas. Propuestas de llevar a cabo cosas que nacen con vocación de incumplimiento, pero que ofrecen una paz mental y espiritual mucha más casera y barata que el diván del psicoanalista.
            En ocasiones, los propósitos no son más que tendencias comerciales e incluso políticas. Me explico. Muchas de las cosas materiales que queremos para el nuevo año no son producto de nuestra deseo sino de las agresivas campañas de los publicistas, que sabedores de la vulnerabilidad de nuestra psicología la utilizan a su antojo: un coche para el nuevo año, aprender un idioma, un crucero, un nuevo móvil (no hay más que fijarse en los últimos anuncios del viejo año y los primeros del nuevo). E incluso tendencias políticas, decía, sobre todo si el año que se estrena es de elecciones: el propósito de cambiar los cargos políticos de tan nefasta gestión (en ese caso sí que resulta lamentable que los propósitos no se cumplan), a cambio de ofrecernos nuevos que al poco tiempo suelen mostrarse aún más incompetentes, si eso fuera posible.
            Por tanto, haga memoria el hipotético lector acerca de qué propósitos hechos el último día del año han llegado a ser fructíferos. En realidad, pocos o ninguno. En cambio, los nuevos hábitos -que no propósitos- suelen llegar sin preaviso. Sencillamente, un buen día alguien decide dejar de fumar porque comprende que es inútil, insalubre, molesto y costoso; y también un buen día -el verano es ideal para ello- decide comenzar a correr porque comprende que es útil para el organismo y la mente, saludable y agradable, además de barato. Así de fácil.

            Y ni tan siquiera ha denominado propósitos a esos cambios de hábitos ni ha tenido que esperar a que comience el nuevo año. 

02 enero 2014

MUCHO QUE HACER

Comienza el nuevo el año. Y con él, bien guardado en la mente, en notas, en apuntes, mucho que escribir aquí. Pero iremos por partes. No obstante, diré lo más novedoso, para lo cual es necesario un pequeño prólogo.
Iba el día uno de enero corriendo feliz entre olivos. Como se puede fácilmente suponer, no había un alma. Ni tan siquiera había nadie recogiendo aceituna (algo normal en día festivo tan señalado). Hasta los pájaros -que suelen ser muchos, y de diversos tamaños, en zona de olivos- parecían estar todavía dormitando la noche de resaca. Incluso uno de ellos pió de manera desaforada a mi paso: ambos nos asustamos. Seguramente, no esperaba encontrarse con nadie.
 El día estaba algo nublado -a pesar de que  había amanecido con sol-, pero la temperatura era buena. De hecho, utilicé para correr un pantalón técnico corto de verano -un Adidas negro- y una única capa como camiseta técnica -una Brooks negra-. Un poco de aire, a veces frío, pero se soportaba bien. Iba a gusto, ya digo.
Por tanto, heme allí por aquellos solitarios parajes, disfrutando del silencio y de mis pasos por aquellas hermosas veredas, cuando me pregunté a mí mismo -creo que hasta en voz alta-: ¿Por qué no puedo contar estas buenas experiencias en el blog, como siempre he hecho? ¿Por qué no contar estas buenas sensaciones y estos puros sentimientos? ¿Por qué no relatar algo que forma parte de mi existencia de manera tan decisiva? Vale, no vas a ser desleal a tu palabra cuando manifestaste públicamente que no hablarás de correr en el blog,  que había que dejar espacio para otros asuntos, me dije a modo de respuesta, pero una cosa es hablar de correr y otra hablar de experiencias y sensaciones, que en definitiva, es de lo que se trata. Y si corres de forma habitual y disfrutas con ello, seguí diciéndome a modo de justificación, por qué no contarlo, por qué no literaturizarlo.
Y así es como surgió la idea de volver a escribir sobre correr, aunque eso no signifique que el blog vaya a estar dedicado básicamente a este deporte (como fue en su origen). Correr forma parte de mis días y, es probable, que sea una de las cosas a las que más tiempo dedique en mi tiempo libre, luego ¿por qué no hablar de ello?
A los pocos kilómetros de esa reflexión, comenzó a dolerme de nuevo la parte superior del soleo derecho, pero eso es otra historia.
Así que volverá a haber entradas sobre correr, con la matización -he de decir- que tan sólo en lo que se refiere a las buenas sensaciones que uno experimenta -cuando las experimenta- y/o anécdotas y hechos dignos de contar, algo muy similar a lo que escribo cuando me subyuga una película o me emociona un grupo de esos raros que a mí me gustar escuchar. Y, aunque parezca, una tontería, porque es lo que siempre he hecho, eso renueva la ilusión. Pero iremos por partes, porque primero hay que acabar el ciclo de las cuatro ciudades bávaras. La última, Múnich, será la protagonista de la siguiente entrada; y, posteriormente, hablaré de la primera película que he visto este año en DVD/BD, que me ha gustado y sorprendido.
Ya sabéis, no es mala idea pasarse por aquí si os apetece algo de lectura y tranquilidad tras el alboroto colectivo de estas fechas que ya están llegando a su fin. Y nada pasa si comentáis algo, que siempre es la salsa que condimenta los blogs.

31 diciembre 2013

AQUÍ SEGUIMOS Y AQUÍ SEGUIREMOS (UN AÑO MÁS)

Doscientas siete entradas, con esta última. Es decir, a más de media entrada por día. Sin duda, mucha actividad. Mucho que contar, mucho que escribir.
Porque ha sido un año fructífero en cuanto a juntar letras se refiere: entradas de blog, artículos periodísticos, relatos (algunos de ellos finalistas en certámenes y otro premiado) y, sobre todo, muchos proyectos en el disco duro del ordenador. Algunos muy avanzados, otros en ciernes, que espero vean la luz el próximo año.
Y, también, muchos kilómetros en las piernas. Porque, como sabéis, este blog sufrió una catarsis en verano que, incluso, le llevó, incluso, a cambiar de nombre. Pero seguimos corriendo. Y mucho.
Un año en el que las lesiones me han respetado bastante y por eso han sido muchas las pruebas de competición realizadas. Bastantes medias maratones y una incursión en el trail-running -no demasiado técnico- en tierras de Fonelas y una infinidad de pruebas de menos kilometraje, algo que ha sido posible gracias a la dedicación continua al pateo de caminos, calles y carreteras, que han sumado casi 2500 kilómetros. 
Y mucho cine. Y mucha música. Y mucha lectura. Todo eso lo he plasmado aquí de la mejor forma que sé. 
Un año en el que he decidido de forma definitiva dejar de seguir las noticias políticas por considerar que no hay remedio; de dejar de ver los debates en televisión; de dejar de escuchar a la clase política en definitiva. Es grave tomar esta decisión en una llamada democracia, pero así hemos decidido que sea España. Por tanto, las entradas políticas en este blog han ido decayendo de forma alarmante con respecto a años anteriores ya que la ignorancia hacia esta caterva de parásitos es el mejor arma. Incluso, mejor que negarles el voto. 
Un año, además, en el que el país se ha desangrado definitivamente a nivel económico y en el que la progresión en el desempleo ha sido escandalosa, llegando a tener una de las tasas más altas del horriblemente denominado 'primer mundo'. Sin duda, es el reflejo de que las cosas se están haciendo asquerosamente mal y eso mucha gente lo está sufriendo.
Por su parte, ese desangrado general, que se está llevando por delante a las clases medias, las mayoritarias del país, contrasta con el cada vez más acusado privilegio de la clase política, a la que hay que sumar la  clase económica, como suelo llamar a todos estos empresarios que opinan como sacerdotes egipcios de cómo debe ir el país para que ellos sigan inflando sus bolsillos.
De la monarquía mejor no hablar. Ya se descalifica ella sola. 
Un año en el que cada vez gente más brillante surgida de nuestras universidades tiene que hacer el petate y ofrecer sus servicios a la Merkel (metáfora), mientras que el parasitismo social en el país es cada vez es mayor. Un festín al que se intentan sumar quienes vienen de fuera a buscar trabajo, pero que no habiéndolo, siempre encontrarán aquí mejores condiciones que en sus tristes y rotos países. Mientras tanto, la desvergonzada clase política, tan sólo se preocupa por ocultar sus casos de corrupción y procurar que nos les pille en mal lugar si esto acaba por explotar. Sin duda, abandonaran el barco antes que nadie.
Pero, en fin, volvamos a cosas más importantes: nuestras vidas y qué haremos de ellas el próximo año. 
No creo en los propósitos, pero tienen su parte de higiene mental. Por tanto, nada mejor que comenzar el nuevo año corriendo, leyendo, devorando libros, escribiendo, impregnándonos de cultura, viajando, rodeándonos de nuestros seres queridos, visionando buenas películas y series, procurando no perder el puesto de trabajo y, sobre todo, mostrarles el culo (metáfora) a todos los parásitos que nos rodean y la gentuza en general.  Mientras tanto, aquí seguiremos a pesar de todo, a pesar de los pesares, como dijo el poeta. Por lo tanto, buena gente:

FELIZ Y PRÓSPERO AÑO: 

 

26 diciembre 2013

CUATRO CIUDADES BÁVARAS (III): ROTHENBURG



Puerta amurallada de entrada a la ciudad (Foto de J.A. Flores)
     Si nadie te cuenta nada sobre Rothenburg, no habrá forma de imaginarla a pesar de haber llegado ya a su pequeña estación de tren, de presencia tan poderosa en cualquier rincón de Alemania. Una estación correcta, ni nueva ni vieja, y un paisaje a su alrededor que te dice poco.
      Y aunque nada sepas de este lugar de casi once mil habitantes, alguien te filtrará de que se trata, quizá, de la ciudad alemana más visitada por japoneses. Ese dato te podrán en guardia porque sabes que nuestros lejanos vecinos de la tierra del 'Sol naciente', eligen los rincones del planeta, por muy lejanos que estén, en función de su atractivo fotografiable. Por tanto, te dices, debo estar ante una ciudad verdaderamente singular.
               Y lo estás.
               Nosotros ya íbamos arengados por su singularidad, pero eso no fue suficiente. Es una ciudad que ya has soñado y, quizá, no lo sepas. Una ciudad que ya has visto en tu imaginación o en alguna película o te la has imaginado leyendo algún cuento medieval. Pero nada será comparable a ese elixir que correrá por tus sentidos cuando alcances a verla con tus propios ojos. Lógicamente, hizo mucho el hecho de verla totalmente ataviada de adornos navideños, pero según nos contó nuestra acreditada 'cicerone', AL, también en primavera es una ciudad-espectáculo. Probablemente lo sea todo el año.
Una ciudad que pareciera detenida en el tiempo (Foto J.A. Flores)
               La mayor parte de la ciudad -es posible que toda-, está dentro de una antigua fortificación, que conserva sus murallas y su exquisita puerta de entrada, que también existe en la parte suburbial de la ciudad. Ambas puertas -ignoro si habrá una tercera- son tanto de entrada como de salida y poder imaginarse, en tiempos ancestrales, el acceso o la salida de los carruajes medievales tirados por caballos pecherones propios de Baviera, es tarea fácil. Incluso, por muy poco desarrollada que esté la imaginación de visitante de ojos asombrados.
               Quiso el destino -o su belleza- que no fuera destruida por los países aliados durante la liberación de la Segunda Guerra Mundial. Es un privilegio que sólo ofrece la belleza. Pero también mucho habrá que deber a sus gestores, los cuales han sabido conservar la ciudad, hasta el punto de parecer detenida en el tiempo.   
               Por tanto, sumergirse en ella es vivir como en una especie de cuento; como vivir dentro de una ciudad de juguete y durante toda la visita no dejas de preguntarte del momento de tu vida en el que ya has visto o has creído ver esta ciudad, aunque fuera en visión onírica. Lógicamente, no es tarea fácil saberlo, como nunca lo es acordarte de todo lo que has soñado.
En Rothenburg, cualquier rincón es pintoresco
(Foto de J.A. Flores)
       Una vez traspasada la puerta amurallada de entrada, presidida por dos coquetos tejados terminados en punta, que te recuerdan a los que coronan muchos de los edificios del Madrid de los Austrias mayores, una empedrada calle repleta de comercios elegantemente ataviados con sus productos y motivos navideños, te deposita en su curiosa plaza central, la cual está presidida por un enorme árbol navideño natural, repleto de pequeñas guirnaldas de diversos colores. Además, para la ocasión, la plaza también está repleta de pequeños puestos navideños, en los que se venden artículos y productos de la época y se dispensan salchichas cocinadas al estilo bávaro, licores y el siempre presente vino caliente, que tan bien sienta a los helados cuerpos e impresionados espíritus de los visitantes.
         La plaza mayor o principal, enclavada en una leve pendiente, no es circular pero tampoco rectangular. Se podría decir que no tiene una forma geométrica definida. Era ocasión única para llevar a cabo el ritual que cientos de personas a esas horas están llevando a cabo: tomar un vino caliente y alguno de esos fuertes licores bávaros. Y con esas pintorescas jarras decorativas -que pueden ser adquiridas o recuperar el dinero que se deja a tipo de fianza- comenzamos un deambular por todas y cada una de las calles que surgen desde esta misma plaza. En esos momentos, no son las piernas las que caminan: es la imaginación y la infinita capacidad de asombro. Todo lo que vemos nos atrapa. Te detienes ante el escaparate de una repostería y cuando quieras pensarlo ya estás dentro del comercio comprando alguno de sus exquisitos dulces en forma de bola; te detienes ante el escaparate de motivos navideños y cuando quieras pensarlo ya estás dentro guiado por tus sentidos y tus ojos, asombrándote con todo lo que ves: figuras de madera de todo tipo, adornos de belenes y árboles navideños inimaginables e infinitos, relojes cucús de todos los tamaños y formas....nada parece faltar en las abigarradas y decoradas tiendas. Pero, aún así, todavía no sospechas de lo que te vas a encontrar a continuación, algo que supera con creces a todo lo que has visto hasta ahora en cuanto a motivos navideños. Se trata de la fastuosa tienda museo 'Käthe Wohlfahrt'. Advirtamos que el disfrute de este sitio conlleva poseer, al menos, unos gramos de espíritu navideño. Y si esos se poseen, dejarte llevar por sus laberínticos pasillos, perfecta e inimaginablemente decorados, puede ser una de tus mejores experiencias navideñas. Un pasillo conduce a una sala enorme; y de esa sala enorme salen nuevos pasillos que conducirán a otro gran espacio en el que podrás contemplar un árbol de navidad gigantesco, condimentado con todos los motivos y luces navideñas posibles junto al cual se señorea un trineo a escala real repleto de regalos, en el que se sienta una figura de Papá Noel a escala natural y es arrastrado por renos que parecieran labor de taxidermista.
Foto de J.A. Flores
      Por tanto, a estas alturas del recorrido ya te encontrarás tan atrapado y embebido por el espíritu navideño que te planteas quedarte a vivir allí. Hasta ese momento, creía que este tipo de cosas tan sólo se veían en las películas navideñas hollywoodienses de alto coste que inundan nuestras pantallas en esta fecha.
      Cuando salimos de aquel sitio, aún con los ojos repletos de la infinita plasticidad que acabamos de ver, nos aguarda el espectáculo de la noche navideña en las empedradas y coquetas calles de Rothenburg. Y, entonces, se abre ante nosotros una nueva ciudad. Las luces de las calles, las guirnaldas de sus árboles y la exquisitez de sus comercios, nos invitan a patear de nuevo los lugares que ya habíamos visto de a pleno  luz del día, sin que a ninguno se nos ocurriera ni tan siquiera referirnos al momento de despedirnos de ese mágico pueblo de la Baviera alemana.
    Pero había que hacerlo si queríamos llegar a buena hora para apurar nuestras últimas horas en Würzburg y dar buena cuenta de una inolvidable última cena. Así que cuando salíamos por el arco por el que habíamos entrada unas horas antes, el instinto te decía que era mejor que no miraras atrás, como suele ocurrir en las sentidas despedidas.

               Una vez en el tren comprendimos que la ciudad ya iba a formar parte de nuestros recuerdos más selectos. Probablemente, para el resto de nuestras vidas.     

24 diciembre 2013

LA MAÑANABUENA Y LOS CUENTOS DE NAVIDAD

Años atrás -cuando este blog introducía crónicas sobre el noble deporte de correr-, aludíamos al sano ejercicio de trotar en una mañana como ésta, en la mañana de Nochebuena. Y a esa acción le denominé Mañanabuena. He corrido sólo y he corrido en grupo, y en todos los casos he disfrutado haciéndolo. Además, por lo general, si uno de mis cuentos de Navidad ha sido seleccionado en el especial que publica el periódico Ideal, también he solido aderezar la entrada de ese día con él. Y de todo salía una crónica especial.
Hace unos meses -por decisión propia- este blog ya no dedica crónicas y entradas a correr, a excepción de lo que escribo en el margen derecho sobre carreras y entrenamientos, pero eso no quiere decir que no siga existiendo la Mañanabuena. Sí, sigue existiendo. Y, aunque este año, la ruta la deba hacer en bicicleta por propia prescripción facultativa, habrá disfrute por los campos de la Vega, que en este día tienen una impronta especial. Esa era y es la esencia de la llamada Mañanabuena. 
Porque es vital para interpretar estas fechas seguir con las tradiciones deportivas, en este caso....y con los cuentos navideños, porque uno de ellos vuelve a aparecer publicado hoy, en el especial que el diario Ideal publica cada día de Nochebuena.  Por si no tenéis cerca la publicación en papel, ahí va: 


CENA DE NAVIDAD EN DOS BREVES ACTOS 


Primer Acto

           Nada más asomar la cabeza en el amplio hall de la casa ya se aprecia ese agradable olor que vaticina una cocina a pleno rendimiento; incluso, la temperatura es ya bastante alta en toda la vivienda debido a los elevados grados de los fogones. Una elevación que se va agravando por la cada vez mayor presencia de miembros de la familia que,  para celebrar la Nochebuena, se reunirán,  al menos, una vez al año. Curiosamente muchos de los hermanos, cuñados y sobrinos apenas se han visto a lo largo de los trescientos sesenta y cuatro días anteriores; y no sería exagerado afirmar que sobre una hipótesis teórica todos estos parientes tienen pocas cosas en común, pero la tradición es la tradición. Al menos, mientras vivan los progenitores.  Lo haremos por ellos, es la frase más utilizada por todos.
        Preparadas las viandas, comienza la cena para trece personas, entre adultos y niños; y con ella asoman con cuenta gotas las primeras conversaciones, que a simple vista podrían parecer forzadas, según observaría un testigo imparcial. 

  Segundo Acto

        Rompe el hielo la madre y abuela. Mujer de bastante edad, la experiencia le ha enseñado que es ante una buena mesa donde pueden ocurrir las mejores y las peores cosas. Consciente de ello comienza a hablar nada más sentarse todos a la mesa para dar buena cuenta de las viandas.
        -Bueno, ¿qué tal vuestras vacaciones de Navidad? -hace la pregunta genéricamente a grandes y pequeños, sobre todo para romper el hielo que ya se está empezando a formar-.
      Los niños son los primeros en contestar con respuestas simples, llanas y directas, que es patrimonio que aún conservan éstos: ¡ya no tenemos cole hasta enero! es la frase más utilizada; pero los adultos siguen guardando silencio. Así que la madre y abuela cambia la estrategia, sabedora de que la mayoría de sus descendientes y respectivas parejas apenas se han saludado.
       -¿Y qué tal el trabajo? -pregunta, ya  dirigiéndose a los adultos-.
      -¿Qué trabajo mamá? ¿No sabes que lo perdí hace nueve meses? -contesta secamente el hijo mayor ante la inquisitiva mirada de su esposa-.
     -Pero los demás sí lo conservamos. Siempre piensas que las preguntas solo van dirigidas a ti -le reprende con dureza el segundo de los hermanos-.
     -Sí, claro que lo conservas. No todos pudimos disfrutar de tus privilegios -se defiende el hermano mayor-.
      -¿A qué privilegios te refieres? -le pregunta molesta la esposa del segundo de los hermanos-.
     -Nadie ignora en esta casa que, al enfermar nuestro padre,  yo me tuve que quedar atendiendo el pequeño negocio familiar para que tu querido esposo pudiera continuar su carrera de Veterinaria -contraataca a la cuñada el mayor de los hermanos-.
     -Sí, claro. Yo no tuve que joderme, quedándome en casa a cuidar de papá cuando tuvo la trombosis cerebral -apuntó dolida la hermana, la menor de la familia, dolida por el vacio que se le estaba insuflando-. Por si no os acordáis tuve que dejar la carrera de Derecho en segundo, ya que el cerebrito tenía que acabar su carrera de Veterinaria -añadió, con un claro deje de ironía despectiva-.
   -Que yo tenga más inteligencia que vosotros dos juntos, no es culpa mía -dijo con malicia y mordacidad el veterinario-. Jamás pudisteis aceptar eso. 
    -Siempre has sido un miserable, un engreído y un mal educado -terció de nuevo el hermano mayor-.
  -No te permito ese tono....-dijo a su vez el segundo de los hermanos, haciendo ademán de levantarse de la silla-.
    -¿Vas a agredirle, en vez de estarle agradecido? -le preguntó amenazante la esposa del hermano mayor-.
     -Te dije que era mejor no venir a cenar esta noche -le reprendió el joven esposo a su esposa, la hermana menor-.
     -No hubiera sido mala idea, de todas formas nadie te hubiera echado en falta -le arrojó con intencionada maldad la esposa del segundo hermano, que jamás tragó al joven esposo de su cuñada, desconocemos por qué-.     
    El padre que no podía articular palabra desde que sufriera la trombosis cerebral, comenzó a emitir dolientes gemidos y a hacer grandes aspavientos con ambos brazos, hasta el punto de volcar la sopera. Tal era su enfado ante el espectáculo que estaba presenciando desde su posición inválida. Mientras tanto, la madre, que con tanta ilusión había preparado la cena para la reunión familiar de Nochebuena, no pudo evitar abandonar la mesa llorando, dejando caer la silla al suelo con estruendo al levantarse enérgicamente.
          No ajenos a la situación, los niños perdieron progresivamente el interés por sus juegos y la sopa dejó de pintar en el aire sus anárquicos hilillos de vapor que presagiaban un exquisito y cremoso sabor.
          Mientras tanto, en la tele, el aspirante a ángel de primera clase, Clarence, saltaba desde el nevado puente a las heladas y turbulentas aguas del río, emulándole inmediatamente un atormentado George Bailey.


          En la calle ya se escuchaban con nitidez telúrica las secas y torvas detonaciones de los petardos.   
  
Y nada mejor que condimentar esta extensa entrada con una de las obras de música clásica de impresión navideña que más me gusta -y espero que también a vosotros, estimados lectores-. Se trata de la Pastoral de Corelli, sublime movimiento perteneciente al Concierto de Navidad del compositor italiano de música barroca.
Feliz Navidad a todos. 

 

20 diciembre 2013

ACTO DE ENTREGA PREMIOS 'CONCURSO DE RELATO CORTO SAGA DE TOGAS' (ALMERÍA, 20/12/2013)



Hago un alto en estas cuatro crónicas -ya hay publicadas dos- sobre cuatro ciudades bávaras para reseñar brevemente el acto de entrega de premios del Concurso de Relato Corto 'Sala de Togas', convocado por el Colegio de Abogados de Almería, dentro de los actos conmemorativos del 25 aniversario de la revista colegial.
Y hasta allí nos hemos desplazado, en esta última mañana de otoño, que ha resultado ser fría, si bien en la capital del poniente el rigor de las temperaturas no es tan estricto.
Unos sencillos pero sentidos actos, rodeado del mundo judicial de Almería, con cuyos miembros he podido compartir un buen rato tomando unas cervezas y viandas, hablando de literatura, de derecho, de nuestras ciudades y de lo acertado del diseño del trofeo de los relatos ganadores, así como de la publicación -en enero- de los libros que recogerán los trabajos de los ganadores y de los diez finalistas, tanto en relato como en poesía.
Comentarios sobre mi relato y sobre otros galardonados y breves pero interesantes conversaciones con otros autores -relato y poesía- que también acudían a recoger su premio. Pero sobre todo, comprobar cómo esta revista jurídica y el colegio de abogados en sí, apuestan desde siempre por la literatura. De hecho, varios colegiados históricos han destacado con la pluma, tal y como comentaba el director. 

Satisfechos los organizadores y el jurado por la buena acogida de los concursos literarios, con obras venidas desde quince países y de todos los rincones de España; y satisfecho quien esto suscribe por ver que lo que uno modestamente escribe en la soledad del teclado y el flexo acaba teniendo vida propia de la que participan otras personas.

19 diciembre 2013

CUATRO CIUDADES BÁVARAS (II): WÜRZBURG


La fortaleza de Marienberg (Foto de J.A. Flores)

El puente de Carlos (Foto de J.A.
 Flores)
        Cuando llegamos a Würzburg -ubicada a unos cien kilómetros al noroeste de Núremberg-, ya en noche cerrada, nos encontramos ante una ciudad solitaria. Una estación de tren propia de una ciudad media de unos ciento treinta mil habitantes -contando todo su término- conduce a la avenida principal, en la que afloran múltiples comercios y algunas grandes superficies.
            La calle está partida por las vías del tranvía en sentido doble y es utilizada indistintamente por vehículos privados y las sempiternas bicicletas. A lo lejos se aprecian altas torres de múltiples iglesias.
            -Esta ciudad tiene muchas iglesias -nos dice A.L-.
        No podría afirmarse que me pareciera una ciudad triste ni que el frío fuera considerable en ese momento para tratarse de una ciudad ubicada en el noroeste del länd de Baviera, en la región de la Baja Franconia.
       Un posterior callejeo por la ciudad nos abre una ciudad mucho más amplia, dotada de esplendoroso alumbrad navideño, el cual contrasta con la soledad de la ciudad. Los puestos del mercadillo navideño, silentes y ya clausurados, no nos ofrecen argumentos para creer en su alegría.
            Pero, posteriormente, el romántico puente de Carlos sobre el río Meno, el cual desembocará en el Rin, nos sorprende por su belleza y nos invita a unas vistas nocturnas protagonizadas por la fortaleza de Marienberg, que se corona orgullosa a la izquierda y un cauce fluvial amplio y caudaloso.
            El resultado del agradable callejeo por el centro de la ciudad nos convence de que se trata de una ciudad próspera y que, a pesar de la casi total destrucción infringida por la aviación británica durante la Segunda Guerra Mundial, hoy día conserva ese sabor antiguo propio de esta zona de Alemania. Esa idea permanece en nuestra mente y la corrobora la visita al agradable restaurante en el que tenemos mesa reservada.
         
(Foto de J.A. Flores) 
  El 'Backföfele' está ubicado en un antiguo barracón o amplia cuadra, cuidadosamente restaurado y decorado. No es un restaurante que tengas la oportunidad de ver a diario. Repleto de detalles y esmerada decoración, se adereza con el elegante decorado navideño. Las mesas, repletas de comensales, se ubican arracimadas sin una estructura ordenada, pero al mismo tiempo, exentas de improvisación. Se compone de varios comedores, perfectamente comunicados y dotados cada uno de ellos de una decoración algo distinta, pero encuadrada en una misma categoría de decoración de impronta rústica. Unos espacios cuentan con más iluminación que otros, pero eso tampoco forma parte de la improvisación. A estas alturas del viaje uno comienza a comprender que existe toda una vocación detallista en los restaurantes alemanes.
            Otro elemento a tener en cuenta en la restauración alemana es el buen servicio. Así que en poco tiempo somos atendidos por una camarera que nos indica con amabilidad que no todos los platos están ya disponibles. Son más de la diez de la noche y a esa hora no es fácil que los restaurantes alemanes ofrezcan viandas. Aún así, hay mucho donde escoger: carnes cocinadas de distintas formas, amplias ensaladas, quesos fundidos y guisos diversos. A.L nos va traduciendo la carta y en pocos minutos nuestra pequeña pero coqueta mesa se llena de diversos manjares. Pero siempre la cerveza merece una atención especial. Estamos en Alemania y no es fácil decantarse por alguna: Pilsen, tostada, de trigo, negra...todas las imaginables abundan y de todas las marcas. Así que continúa el festival de cerveza, que ya no acabará en todo el viaje. Un comensal vecino, comprendiendo que absorbíamos todo el encanto del lugar, nos ofrece hacernos una foto. Lógicamente, aceptamos.
   
(Foto de J.A Flores)
            La ciudad, que por la noche la encontramos serena y tranquila, por la mañana es otra. Bajamos a comprar pan recién hecho, que en este país es mucho más que una rutina diaria. La panadería de enfrente de la casa está a rebosar en ese momento, tanto  de clientes como de variedad panificadora. Por mucho que uno haya observado estas fastuosas panaderías que abundan por doquier en cualquier ciudad alemana, jamás podrá acostumbrarse al espléndido espectáculo de las estanterías repletas de panes de todo tipo, tamaño y color. Es algo que forma parte de la cultura alemana y una de las cosas que mayormente disfrutará el viajero que visite este país.
       Las calles a hora temprana ya están repletas de gente que, junto al abundante comercio y incesante paso de los tranvías de atrevido colorido, forman un espectáculo único. El viajero vuelve a tener la misma sensación que ya tuvo en Núremberg: parece una ciudad de juguete. Piensa también que una nueva versión moderna de 'Canción de Navidad' de Charles Dicken, podría encontrar aquí su mejor decorado si se le añade nieve.  

(Foto de J.A. Flores)
     Callejeamos distraídos por la ciudad en busca de sus lugares más emblemáticos y en breve nos topamos con la Residencia de Würzburg, una impresionante mole de estilo barroco, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y cuya función principal fue servir de residencia de los obispos de la ciudad.  No lejos de allí, se encuentra la vistosa catedral de San Kilian de estilo románico, que consta de dos amplias naves. Su concepción es muy sobria, pero elegante. En su puerta principal hay un enorme árbol de Navidad y al fondo de la animada calle, repleta de comercios se atisba el puente de Carlos, formando todo ello una estampa idílica.
            En pleno centro de la ciudad, se encuentra ubicado su  Christkindlesmarkt. Mucho más pequeño que el de Núremberg, se trata de un mercado navideño muy coqueto. Sus puestos guardan una gran armonía entre si y, cada uno de ellos, parece obedecer a una especialización temática. Cerrando el mercado, se ubica un puesto de mayor tamaño que dispensa todo tipo de viandas propias de la gastronomía alemana: salchichas de todos los tamaños, carnes guisadas de distintas formas y el siempre preciso vino caliente propio de estos climas tan extremos.
   El mercado está muy concurrido de ciudadanos de Würzburg y visitantes. Entramos en un pequeño puesto, repleto de motivos navideños y volvemos a sorprendernos de su cuidada decoración. Todo parece tener vida propia.
(Foto de J.A. Flores)
   Comprobamos que los dueños de los distintos comercios que frecuentamos son amables y se desviven por atender. Está claro que este país cuenta con una enorme tradición en cuanto al fomento del pequeño comercio, algo que en España es mucho más difícil de apreciar.
            Una nueva visita al puente de Carlos, en esta ocasión de día, nos convence de que estamos ante una de las ciudades más privilegiadas de Baviera, algo que se debe en gran parte a su prestigiosa universidad pública, una de las más valoradas de todo el país.

            Por la noche, volvemos de nuevo a las andadas gastronómicas y observamos que es muy difícil encontrar mesa si no se ha reservado con antelación. Debemos considerar que nos encontramos en una de las zonas más ricas de Alemania, algo que se aprecia.
        Finalmente, la encontramos en un coqueto restaurante que está atendido por camareras ataviadas con los vestidos tradicionales bávaros. Debemos compartir mesa con una hombre de mediana edad que dice ser austríaco, que resulta ser un tipo agradable y parlanchín. En muchos países europeos es normal que se haya de compartir mesa con personas desconocidas, experiencia que resulta interesante, a pesar de las reticencias iniciales que poseemos los españoles. Lógicamente, siempre se acaba conversando con quienes comparten tu mesa. El comer une mucho y eso suele ser siempre una experiencia agradable como ya expondré en sucesivas crónicas. 
          El restaurante, como ya se ha contado de otros, está provisto también de una cuidada decoración. aderezada por la navideña. Y la alta temperatura, las amplias viandas, la presencia colosal de la cerveza y la vestimenta de las camareras que nos atienden con amabilidad, producen en el viajero y sus acompañantes unas inolvidables sensaciones; y la fuerte convicción de sentirse en lo más esencial y tradicional de la vieja Europa, cuya cultura  ancestral tanto representa para este viajero. 

          

La Residencia de Würzburg (Foto de J.A. Flores)

16 diciembre 2013

CUATRO CIUDADES BÁVARAS(I): NÚREMBERG

Núremberg (Foto de J.A. Flores)
         La ciudad bávara de Núremberg está marcada por la historia reciente. Citar a Núremberg, conlleva, necesariamente, referirse al largo proceso que allí tuvo lugar entre el veinte de noviembre de mil novecientos cuarenta y cinco y el uno de octubre de mil novecientos cuarenta y seís contra funcionarios, responsables y colaboradores del régimen nacionalsocialista dirigido por Adolf Hitler.
               El derecho penal internacional no estaba aún asentado, pero aún así las naciones aliadas, vencedoras de la Segunda Guerra Mundial (EEUU, URSS, Gran Bretaña y Francia), decidieron juzgar a quienes infringieron crímenes contra la humanidad, basándose en un documento jurídico denominado la Carta de Londres, que posibilitaba la creación de un Tribunal Militar Internacional, compuesto por avalados juristas de estos cuatro países. Porque, como bien se vino a decir en la introducción argumental, para segurar la futura convivencia, no era posible ignorar este tipo de crímenes.   
               Sin embargo, la segunda ciudad más importante del länder bávaro, es mucho más que eso. Es innegable que su protagonismo, antes, durante y posterior a la Segunda Guerra Mundial le añadió una impronta que antes no poseía, pero también lo es que esta ciudad atesora una historia propia que se remonta al año 1050 (año en el que aparece el nombre de la ciudad citado por primera vez documentalmente) de nuestra era, pero que data desde la existencia del Imperio Romano de Occidente (dato fundamental para comprender el por qué de la elección de esta ciudad como uno de los puntos geográficos fundamentales de la obsesión hitleriana). 
  El hecho de que la ciudad, verdaderamente, florezca a partir del Siglo XI conlleva que su trazado histórico aún conserve el diseño medieval, a pesar de la devastación infringida por la aviación aliada. Sin embargo, el tesón alemán y las grandes sumas invertidas por los aliados, permitieron que resurgiera de sus cenizas basándose en los planos originales del Medievo. Ciudad también marcada por la Reforma Luterana, conserva aún su creencia protestante a la vez que la católica, ambas en perfecta armonía. No en vano el contribuyente alemán auspicia con sus impuestos a ambas confesiones de forma generosa.
Panorámica del Christkindlesmarkt (Foto de J.A. Flores)
               Cuando el viajero contempla Núremberg por primera vez comprende que está ante una ciudad que cuida su pasado, su historia y sus tradiciones. Y si esa visión coincide durante el periodo del Adviento navideño todo puede convertirse en mágico. Eso sí, se ha de estar dotado de un saneado espíritu navideño o, al menos, no estar en conflicto con este periodo. Y si se cumplen esos requisitos básicos, el disfrute de las calles, plazas, monumentos y comercios es máximo. No en vano, su Christkindlesmarkt pasa por ser el más famoso del mundo y uno de los más antiguos que aún permanece. Lógicamente, ayuda que el entorno esté tan cuidado y que posea uno de los cascos históricos peatonales más grandes de Europa.
             Pero pongámonos en situación: el español celebra la Navidad aupado por la tradición. Decora su vivienda, sus espacios comerciales, sus calles y plazas y edificios, pero eso no bastará para comprender la impronta navideña que se respira en cualquier ciudad alemana.
               El español cuida los detalles navideños, nadie lo duda, pero eso no bastará para pugnar con cómo los cuida el ciudadano alemán. Se observa claramente en sus calles, en sus comercios, en sus casas. No sabemos por qué, pero nadie entiende la Navidad como se entiende en Alemania. Pero si la imaginación del hipotético lector de esta crónica -que no haya visitado aún Núremberg en este periodo- tuviera a bien realizar un mayor esfuerzo, nada de éste podrá aún ni acercarse a la impronta navideña que sus sentidos captarán cuando se asome a esta ciudad bávara, imaginación que le servirá para guiarse por las distintas ciudades que irán apareciendo en estas crónicas viajeras. Una Navidad que ya hemos presentido en nuestro subconsciente pero que aún no conocemos; y cuando ya la hemos conocido, sabemos a ciencia cierta que era la que dormitaba en ese subconsciente.
               Pero no se trata tan sólo de la Navidad. Veamos, por ejemplo, sus tabernas y restaurantes. No puede ser fácil resumir cómo son ni, tan siquiera, hacer una somera exposición del servicio que en ellas se recibe. Tan sólo podría decir algo que,  tan sólo de forma atribulada, podría acercarse a una definición torpe: tradición. Tradición en las viandas, en la cerveza, en sus diversas carnes servidas de forma especial. En la propia configuración de las -por lo general- amplias estancias. Pero ya habrá lugar de hablar de estos templos gastronómicos, aprovechando esas visitas a las cuatro ciudades que integrarán estas crónicas.
Casa-Museo de Alberto Durero y
entorno
(Foto de J.A. Flores) 
              
       O, por poner otro ejemplo, la renovada y permanente memoria de uno de sus hijos más dilectos: el pintor y escultor Alberto Durero. De hecho, su casa-museo parece haberse detenido en el tiempo, tanto como el entorno. Y no sería exagerado afirmar que el espíritu de su figura eminente aún transita por las calles  y plazas de su ciudad y que esto se concibe como un orgullo pequeñopatrio para el ciudadano.      
               Definitivamente, una frase vino a la mente de este viajero cuando paseábamos por la ciudad: verdaderamente esta ciudad parece de juguete. Sin duda, una apreciación torpe, que en una exposición más amplia podría significar que pateas por una ciudad recién sacada de un cuento; una ciudad de esas en la que no concibes que haya suciedad, excrementos varios, coches y ni tan siquiera avances modernistas. Una ciudad que podría ser un decorado y, a la vez, una ciudad en sí porque el diseño de sus muchas calles empedradas, sus medievales puentes y edificios y su calmado río Pegnitz, que rompe en dos su casco histórico, así lo manifiestan al cielo. De ahí que saltar de esa ciudad ensoñadora a la terrible realidad que atesora no sea un ejercicio fácil aunque se inevitable.
Palacio de Congresos del Partido Nacionalsocialista
(Foto de J.A. Flores)
  Porque inevitable es conocer la megalomanía nazi de su colosal sede congresual a imagen y semejanza del gran circo romano y su ajada tribuna del Campo Zeppelin. Y es en ese aspecto en el que hay que loar la compleja y meritoria objetividad teutona a la hora de abordar en sus museos tanto la documentación que se baraja de la presencia nazi en la ciudad como la exposición detallada de lo acaecido en los procesos celebrados en su aún vigente Palacio de Justicia. Un chute de historia sin parangón.

               

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...