21 julio 2013

LOS ENTRENAMIENTOS DE LOS SÁBADOS ESTIVALES

La mañana de los sábados estivales son especiales. En el resto de las estaciones suelo entrenar a cualquier hora del día del sábado por una sencilla razón: la climatología permite correr a cualquiera hora y no hay que madrugar para ello. Pero no ocurre así en verano. Así que de manera más o menos invariable suelo salir a correr a eso de las 9,30 o 10 de la mañana. Ya suele hacer calor, pero el sol aún no ha tenido tiempo para abrasar los caminos y los campos. Sé que a partir de las 12 de la mañana será imposible correr por esos caminos de Dios, y además, es peligroso hacerlo. Por tanto, en el intervalo aproximado de dos horas que hay entre las 10 y las 12 completo un entrenamiento, por lo general, largo. 
Es habitual que corra entre 17 y 23 kilómetros y que lo haga mezclando asfalto y caminos. Además, ahora que estoy iniciándome en el trail, esos caminos serán aún más complicados, solitarios, secos  y pedregosos. 
No conozco mejor manera de disfrutar de un sábado por la mañana al aire libre y a no ser que tenga algún viaje de ocio o alguna obligación externa, no lo cambio por otro plan. A esa hora, cuando me dirijo en el coche hacia el lugar en el que iniciaré y acabaré el entrenamiento veo a mucha gente que está preparándose para la playa o lugares frescos de interior y siempre tengo la sensación que actúo al contrario: ellos huyen del calor y de los caminos polvorientos, secos y solitarios y yo me adentro en ese terreno. De ahí que la sensación de libertad sea aún más absoluta.
Cuando atravieso caminos, ya sea de la Vega o de secano no es habitual cruzarse con nadie (la poca gente que queda en los pueblos y ciudades en estas fechas sale por la tarde-noche a caminar, pero nunca por la mañana), todo lo más algún agricultor esforzado en su pequeña haza, algún ciclista y, lamentablemente, muchos perros abandonados que en muchas ocasiones siguen tus pasos hasta que tienes que espantarlos para que no penetren en lugares con tráfico rodado y se pongan en peligro. Se te rompe el corazón, pero tienes que seguir adelante no sin antes maldecir en Arameo a sus animalescos dueños.
Una regla básicas es ir siempre con correa de hidratación y cada cuatro o cinco kilómetros me detengo a beber aunque no tenga sed. Y esos pocos minutos en los que me detengo alzo la vista y contemplo el enorme espacio diáfano que me rodea. No hay viviendas cerca y como mucho alguna que otra modesta construcción agrícola o un secadero. Me sitúo bajo la sombra de un árbol y tomo unos cuantos sorbos de isotónico o de agua. Ese momento es muy placentero. Sé que me quedan muchos kilómetros por delante, pero esa idea me motiva aún más y me ratifica en la idea de que estoy haciendo lo correcto. 
Pero hay un momento en el entrenamiento que me resulta particularmente motivador e interesante. Se trata del momento en el que el reloj ya casi marca las 12 de la mañana y sol está en todo lo alto. La tenue brisa que te ha ido acompañando desde el inicio del entrenamiento ya ha desaparecido y en su lugar es el bravo sol el que toma el relevo. Miras al frente y tan sólo ves una enorme recta de color amarillo intenso y el sol ya está abrasando tu piel. Es entonces cuando sientes que estás haciendo algo épico y distinto y ese recuerdo ya no se va de la mente en todo el día.            

    
    

4 comentarios:

  1. Uff, vaya entrada amigo...ya tengo ganas de que llegue el sábado. Un abrazo

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  2. Amigo Paco, en verdad correr los sábados por esos caminos polvorientos es algo místico. Abrazos.

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  3. Que lindo ha sido leer tu experiencia al correr, yo salgo tres veces por semana, por aqui Cordoba, Argentina, es invierno Frio y siento que hago algo epico, vuelvo feliz, despues de una recorrida y de ponerme en contacto con mi cuerpo.
    Te encontre de casualidad ( bienvenida) y voy a seguir leyendo tus sensaciones..gracias, tu energia me anima a mas!
    Saludos.
    Sole

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  4. Gacias sole por tu visita. Espero que sigas leyendo este blog. Saludos

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Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.

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