Pero ahora, tal y como ya teorizaba, las cosas ya no se podrán mantener así. Conocimos el 'hachazo' del fisco a Messi y ahora estamos asistiendo a la desaparición de clubes de segunda y categorías inferiores por problemas económicos. Asimismo, nos llegan informaciones que equipos consagrados e internacionales de otros deportes más minoritarios ya han desaparecido o están en vía de desaparecer. Son los casos del Atlético de Madrid de Balonmano, el Caja Segovia de Fútbol Sala y la pronta desaparición de uno de los equipos españoles más competitivos, el Esukatel. Pero el chorreo no se va a detener ahí. En los próximos meses habrá muchos más casos. Las causas son fáciles de comprender: la crisis ha retirado patrocinadores y las instituciones ya no subvenciona. Para colmo, muchos de estos equipos estaban financiados por las obras sociales de las Cajas y al cambiar la normativa y convertirse la mayoría en bancos, la obra social desaparece.
Sin embargo, aún existe una enorme protección hacia la primera división del fútbol español. Siguen sin estar claras las cuentas en los grandes clubes de nuestro fútbol y existe una fusión de intereses entre los intereses privados y ocultos de sus directivos y los del club mismo. Para colmo, la mayoría tiene enormes deudas con Hacienda, la Seguridad Social y proveedores. Pero no ocurre nada. Lo que sería una persecución para cualquier ciudadano o cualquier empresario de esta país, para los clubes de fútbol no supone problema alguno. Es más, a pesar de que han bajado sus pretensiones en cuanto a fichajes, siguen disparando con pólvora de rey. Un ejemplo, el equipo que más dinero debe a Hacienda de este país, el Atlético de Madrid, aún se permite fichar a uno de los jugadores con más ficha del fútbol español, David Villa. Es demencial. Los ciudadanos deberíamos de sorprendernos -y no lo hacemos demasiado- sobre las cantidades bestiales que cobran los jugadores, aún a sabiendas que sus estratosféricas fichas se mantienen a costa de que sus clubes deban cientos de millones de euros a Hacienda y a la Seguridad Social, que es como decir que están endeudados con el conjunto de los españoles. Porque resulta que mientras que nuestras empresas nos retienen la cantidad pertinente en concepto de IRPF y Seguridad Social, los clubes suelen abonar el total de esos conceptos que, legalmente, le correspondería a los jugadores, ya que se negocian contratos netos de impuestos y Seguridad Social. De ahí esa deuda descomunal que tienen los clubes con el fisco.
Además, en los países de nuestro entorno dentro de la UE las cosas no son así. Alemania -que es la voz cantante en Europa- cuenta con sistema legal que prohíbe que los clubes no estén saneados y todos se encuentran al día con Hacienda y la Seguridad Social. Y en Inglaterra, los clubes son como franquicias o empresas que hasta cotizan en bolsa en algunos casos. Ninguno depende de instituciones públicas y se financian como cualquier otra empresa que, en este caso, son sus socios y unos derechos televisivos repartidos de manera más ecuánime que en España. Por tanto, es nuestro país uno de los pocos que aún mantiene el sistema proteccionista al fútbol profesional. Lógicamente, la UE está presionando al gobierno español para que eso cambie (incluso hay voces en estos países que vinculan los éxitos del fútbol español a esta situación privilegiada, pero eso sería discutible).
¿Pero por qué el gobierno, las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos siguen permitiendo estas situaciones? Muy fácil: si se mete en cintura a los clubes, la mayoría no podría subsistir y desaparecerían y los políticos no quieren ni por asomo que eso ocurra porque saben que de ocurrir el personal ya no tendría pan y circo y, entonces, sus enormes culos se quedarían aún más al aire.
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