Leer es una experiencia única, qué duda cabe y, por lo general, nos enriquecemos si ejercemos esa acción de manera habitual, pero está claro que no todas las épocas del año aconsejan el mismo tipo de lectura.
En ese aspecto no soy demasiado selectivo y si algo me parece interesante o está esperando desde hace tiempo en los anaqueles, lo leo sin más, con independencia de la época del año. Pero aún así, intento evitar lecturas demasiado densas para esta época estival y relajada.

En 'Todo lo que era sólido', el escritor andaluz dice verdades como puños y razona de manera brillante sobre todo ese bacanal que ha barrido este país en los años densos del ladrillo y que ahora sangra por sus heridas. Son reflexiones que de alguna manera u otra todos hemos abordado, pero que en palabras de un buen escritor todo parece más claro. Y, lógicamente, cuando leemos los fundamentos y esas verdades nos sentimos un poco culpables todos por no haber alzado la voz o, en el peor de los casos, haber sido tan condescendientes o, incluso, partícipes. Una lectura muy amena para verano que recomiendo.
Posteriormente me enrolé con otro libro -una relectura en este caso-. Se trata de la novela corta del británico Sillitoe 'La soledad del corredor de fondo'. Tenía ganas de volver a leer esas excelentes reflexiones del corredor protagonista. No ha sido en vano porque nada más acabarlo -y se acaba pronto- surgió un artículo que publicó el diario Ideal el día 25 de julio como seguramente habéis podido ver en la entrada anterior a ésta.
Nada más acabar esta novela corta, le hinqué el diente a un libro que estaba esperando de forma ansiosa. Se trata de la recreación de viaje a la Alcarria (Nuevo viaje a la Alcarria) de Camilo José Cela, 39 años después de aquel primero de 1946. Un libro que aún no he acabado y que estoy disfrutando mucho, entre otras cosas porque siempre me ha gustado la forma de escribir de Cela y porque adoro la literatura de viajes. Un viaje estrafalario que hizo el excéntrico nobel ya fallecido en Rolls-Royce y con chóferesa- como a él le gusta llamarla- negra, una extravagancia muy propia de su cosecha. Se da la circunstancia que yo hice un viaje a la Alcarria hace un par de años, nada más leer el primer libro y de esa manera todo tiene más sentido porque muchos lugares que él describe tuve ocasión de visitar.

Y, por supuesto, le hinco el diente cuando puedo a IQ84 de Murakami, y aunque me está gustando menos que otros suyos, se trata de una apuesta muy seria del autor; una literatura de muchos kilates. Esa gran obra que siempre tienen pendiente de escribir los escritores ya consagrados. Seguramente podré decir mucho más de él cuando acabe su lectura.
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