11 mayo 2014

¿VOTAR EN EUROPA?

En esta ficción que nos hemos dado los ciudadanos del mundo (iba a escribir primer mundo, pero, ¿qué significa eso?) más o menos rico, optamos por crearnos para nosotros mismos todo un cúmulo de instituciones, organizaciones, entidades, organismos, entes, fundaciones, y no sé yo qué cosas más, con la única y básica idea de crear un armazón que por sí sólo sostenga esta llamada democracia, que es algo que van imitando poco a poco esos países que cada vez son menos pobres para integrar con paso firme la nómina de los más ricos (curiosamente, a más rico es un país más democrático parece, a excepción de China, claro está). Ya llegará su turno -se dicen a sí mismos los padres de todo- para los países emergentes, esos que hacen los deberes y cumplen con las normas de la riqueza y el libre mercado. De los pobres de solemnidad ni hablamos. Total -se dicen-, si sus ciudadanos ya están cruzando nuestras fronteras, ¿qué sentido tiene que fomentemos la riqueza en sus propios países?. 
Y todo ese armazón lo intentamos estructurar a lo largo y ancho de los cinco continentes, con la particularidad de que ni todos somos igual de ricos, ni existe una riqueza homogénea dentro de cada continente. Por tanto, el resultado que va a salir de todo eso siempre será un tira y afloja. Es decir, tirarán y exigirán los ricos y aflojarán y se dejan arrastrar los pobres, que es algo que pone mucho a la Merkel en Europa y seguramente que a otros líderes en otros continentes.
Pues bien, toda esa ficción que nos hemos montado se va a renovar ahora en Europa, el día veinticinco de este mes sin ir más lejos. Y, claro, los políticos de toda esta Europa de los veintiocho están de los nervios. En primer lugar, porque saben que el ciudadano medio europeo, ese que paga todo ese armazón, está cada vez más desanimado. Entre otras cosas, porque por muy poco atento que esté y por poco que esté pendiente de las noticias que se arrojan desde esos lugares tan untuosos y enmoquetados, entre otras cosas , decía, sabe que algo no es cómo le cuentan. Observa que es cada vez más pobre, mientras que otros cada vez son más ricos. No lo digo sólo por Grecia, Portugal o España, también lo digo por la totalidad de las clases medias de cada uno de los veintiocho países. 
Y, entonces, ese ciudadano medio europeo se pregunta: ¿yo quiero seguir así? ¿Yo quiero seguir fomentando con mi voto cada cuatro años que sea cada vez más pobre, mientras otros son cada vez más rico? ¿Yo puedo detener esta sangría económica con mi voto? 
Y, claro, cuando se hace esa pregunta, las privilegiadas castas que integran todo ese armazón comienzan a acojonarse y a la vez se preguntan: ¿se estará preguntando el ciudadano medio para qué sirve su voto? ¿Habrá advertido que con su voto está contribuyendo a que yo tenga el estatus que tengo? Es lo que tiene preguntarse mucho.

Que cunde el desánimo a la hora de votar es evidente. El pasado sábado veía por televisión el festival de Eurovisión, no porque me interese el tipo de música que ahí se interpreta, a pesar de que a veces sale gente que canta muy bien (la música me la busco yo por mi cuenta), sino porque me divierte y me aclara mucho lo que se maneja ahí a la hora de votarse unos países a otros, y de esa manera comprender hacía dónde van las lealtades y las deslealtades entre países, toda vez que quien vota es el ciudadano medio desde su casa.
Y desde que llevo a cabo ese ejercicio, compruebo que los países del antiguo bloque del Este son una piña, los del norte, por lo general también, pero los fundadores de la actual UE y ubicados más en la zona central y escorados al oeste, van por libre. Es más, observas como los demás ni los miran apenas, (salvando siempre la calidad artística del algún ganador que otro, como el caso de este año con la mujer barbuda, que en realidad es un señor barbudo, como tantos). Lógicamente, no se trata de un análisis que nos vaya a dar todas las claves de hacía donde va Europa, pero sí ayuda bastante. Para muestre fíjense siempre en qué lugares se quedan los países más potentes de la vieja Europa, caso de Gran Bretaña, Alemanía, Francia o Italia.

Así que, reflexionando sobre todo eso, y volviendo al hecho de preguntarnos sobre qué es lo que votamos cada cuatro años, al ciudadano europeo le asaltan infinidad de dudas acerca de sí merece la pena o no sostener todo ese armazón al que me refería.
O pongamos el caso de España. ¿Hemos ganado o no los ciudadanos desde que estamos en la UE? ¿Hemos ganado con la moneda única, con la libertad de prestación de servicios y trabajo, con la homogeneización de normas básicas en materia económica y laboral? Es la hora de preguntárnoslo.
Lógicamente, los políticos patrios de la mayoría de los partidos afirman que sí. Igual que afirma que sí el tendero cuando se le pregunta sobre la calidad de los productos que vende. Sin embargo, lo importante no es que lo digan los políticos, sino que lo digamos nosotros, los ciudadanos. Que digamos, por ejemplo, si lo que se gana es calidad de vida en nuestros respectivos países o si por el contrario lo que se gana no es otra cosa que la preservación de la cantidad de parásitos que viven a nuestra costa, que viajan gratis total por toda Europa, que se someten dócilmente a los intereses de las grandes multinacionales, que se autoimponen por ello enormes sueldos sin el más mínimo rubor (por ejemplo, la imputada por el saqueo de los ERES andaluces, Magdalena Álvarez, cobra cada mes  27.000 -sin contar dietas- € como vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones, que no olvidemos se trata de un Banco que sostenemos con nuestros impuestos todos los ciudadanos europeos. Por su parte un eurodiputado cobra al mes 8020,53 euros brutos más 4.299 euros de dietas, sin contar los viajes gratis y otras prebendas). 
Sí, la idea de una Europa unida es muy atractiva. Yo siempre he apostado por esa unión. Y estoy convencido de que los grandes teóricos posteriores a la Segunda Guerra mundial se hilvanaron los sesos para construir algo sólido y positivo. Pero no esta Europa que se está construyendo, que en realidad no es otra cosa que un vasto enjuague burocrático montado de espaldas a los ciudadanos. Una prueba evidente es que la Constitución hizo aguas y está ahí, apalancada.
Por tanto, ya doy las claves hacía qué deriva cogerá mi derecho al voto el próximo día veinticinco. 

10 mayo 2014

MÚSICA: LORD WIND (POLONIA, 1994-Actualidad)


Inserto aquí un corte de una veterana banda polaca muy desconocida de folk-metal, pero que me ha llamado mucho la atención por hacer sin aspavientos un metal medieval muy mesurado. Al contrario que otras que reivindican, en ocasiones sin convicción, una estética muy artificiosa ésta parece trabajar muy bien los sonidos y las voces. Su nombre Lord Wind. Sus trabajos suelen ser muy melódicos, pero como banda metálica también utilizan las voces obviamente. Aconsejable. 

08 mayo 2014

EN LA MUERTE DE YAGO LAMELA, EN LA MUERTE DE UN CAMPEÓN

Ha muerto Yago Lamela. Cuando escribo estas líneas aún me encuentro sobrecogido por la inesperada noticia. Sabía de los problemas por los que atravesaba el magnífico atleta asturiano, pero llega un momento en que se corta el conocimiento de lo que conocemos del personaje y de lo que realmente conocemos de la persona. Sólo él mismo, familia y amigos sabían cómo se encontraba, algo que me parece totalmente lógico y necesario en esta jungla mediática en que se ha convertido nuestra sociedad.
Yago Lamela tenía tan sólo 36 años y fue, entre otras cosas, subcampeón del mundo, campeón de Europa sub-23 y recordman de Europa en salto de longitud. Iba camino de ser uno de los más grandes en esta disciplina, pero comenzó a lesionarse de forma importante y algo se cruzó en su mente y ya no se pudo recuperar. Siempre tendremos en mente su porte algo soberbio del que sabe que tiene cualidades físicas para romper cualquier récord y de su melena al viento. Pero nada mejor que reproducir aquí el artículo que le dediqué en 2008 en aquel Proyecto Florens que montamos mi Alter y amigo Jesús Lens y yo mismo en nuestros respectivos blogs: 

YAGO LAMELA: SALTANDO EN NUESTRA IMAGINACIÓN      


06 mayo 2014

CINE: DIAMANTES NEGROS (ESP-PORT, 2013)

En este pasado fin de semana, cinéfilo por excelencia, dediqué algo más de hora y media para ver 'Diamantes negros', la última película escrita y dirigida por Miguel Alcantud -me defraudó comprobar que había dirigido 'Águila roja', pero de algo hay que comer-. Una película-denuncia, un drama social apegado a la realidad. 
Ver 'Diamantes negros' te toca la fibra sensible; te hace ver que existe un inframundo que no percibes porque no lo conoces y que te gustaría gritar a los cuatro vientos. Sobre todo si sabes o intuyes cómo se cuecen las cosas en el fútbol español y europeo. 
De ahí que esta película-denuncia sea tan necesaria y acertada. Quiso la casualidad que viera esta película el mismo día en el que 'El follonero', Jordi Évole, emitiera su programa-denuncia sobre cómo se cuecen los negocios sucios y negros en el fútbol español y observas que lo que intuías o habías escuchado o leído por alguna parte de pronto se materializa.Los negocios son una cosa y las personas son otra. Pero ocurre que en este oscuro y laberíntico mundo de la corrupción que se mueve más allá del terreno de juego no parece haber distinción.
Un buen amigo que conoce a personas que se mueven en este proceloso mundo de los representantes y ojeadores, me había comentado el tremendo negocio y tráfico de niños de África y de otros continentes desfavorecidos. Y me había contado también la ingente cantidad de dinero negro que se mueve, así como la cantidad de rapiña alrededor de este negocio, pero como no conoces de primera mano este cerrado mundo no llegas a imaginarte mucho. Por eso haber visto 'Diamantes negros' me ha abierto los ojos, aunque tan sólo sea a través de una película de poco más de hora y media de duración. 
Una película muy gráfica y bien elaborada que expone sin barroquismos el deambular de dos chavales de Malí, talentosos con los pies pero caídos en manos de la peor rapiña, muy bien interpretada esa rapiña tanto por Guillermo Toledo como por Carlos Bardem. 
Se calcula que hay más de 20.000 niños africanos dispersos por las calles de Europa, dejados de la mano de Dios, rotos sus sueños y los de su familia. Cuesta imaginar lo que supone para una familia de Mali o de Tanzania o de Uganda dar todo su dinero pasado, presente y futuro para que uno de sus miembros intente sacarlos de su miseria para que al final sean muy pocos lo que lo consigan. Entre otras cosas, porque la mayoría llega a Europa -muchos a España- con la cabeza llena de sueños irrealizables. Le hacen ver que serán las próximas estrellas africanas de Europa cuando la realidad es que se trata de chavales que ni tan siquiera han llegado a jugar en equipos de élite de su tierra natal, entre otras cosas, porque no tienen más de dieciséis años.
Curiosamente las normas de la propia FIFA prohíbe el tráfico de los futbolistas menores de edad si no viajan para ser probados dentro del círculo familiar, pero evitar ese 'pequeño' trámite es fácil para la rapiña que se mueve en torno al mundo del fútbol: basta con falsificar fechas de nacimiento e incluso nombres. Total, ¿quién distingue a un negro de otro?, se preguntan jocosamente entre ellos.
Vista la película, no pude evitar pensar en ciertos dirigentes que se afanan siempre en probar chavales africanos en los equipos que controlan. Sus caretos no engaña. 
Por tanto, bien por Alcantud y bien por Évole por llevar a cabo este tipo de denuncias que, contribuirán, en un plazo medio y largo a erradicar este tipo de cosas, las cuales cuentan siempre con la benevolencia callada de altos mandatarios del oscuro mundo del fútbol, que son siempre los que se llevan la mayor parte del pastel si, al final, el chaval se convierte en una versión negra de Messi.     

02 mayo 2014

VOLVERÉIS A LOS CAMINOS

Camino de Alitaje con Piorno al fondo. Fotografía de J.A. Flores

Cuando ayer acababa mi entrenamiento pensé en escribir la entrada que ahora os relato. 
No se trata de una entrada que pretenda contar nada especial, aunque es posible que sí, depende cómo se mire.
Terminaba mi entrenamiento de casi diez kilómetros bajo un fuerte calor, inapropiado para estas fechas, y llegaba muy cansado. Me había costado subir la última cuesta, a menos de un kilómetro de la llegada, que se eleva sobre un antiguo paso a nivel. Son las única subidas que tiene la llana Vega. Sin embargo, las sensaciones al terminar eran viejas conocidas. Esas que te indican que estás muy cansado, pero que todo lo demás ha ido estupendamente. Nada de dolor, nada de vacío, nada de ansiedad por temor a alguna lesión...
Así que al llegar al coche, mientras grababa en el teléfono móvil las sensaciones del entrenamiento, como vengo haciendo desde que estoy recuperado, pensaba en la enorme capacidad que tiene nuestro organismo para regenerarse. El ejemplo más cercano lo tenía en mí mismo y por eso me pareció bueno contarlo, no sólo como autoconsumo propio, sino para que quien lea esto, y lo haga en un periodo de bajón por causa de una lesión, pueda obtener signos de esperanza. Eso siempre nos viene muy bien a los corredores. 
Siempre que me he lesionado, como nos suele pasar a todos los corredores, lo he visto todo negro. Acechan las dudas y las sombras sobre si habrá o no una pronta recuperación o, simplemente, sobre si llegará la recuperación. Pasan los días, y en ocasiones los meses, y no vemos signos de ella y ese dato nos vuelve a sumir en la negrura. Son los peores momentos por los que pueda atravesar el corredor: vislumbrar en el horizonte la posibilidad de no poder correr en el futuro. No digo correr para competir, sino correr simplemente para vivir.
La experiencia me ha enseñado que estas sombras de duda son, normalmente, exageradas. No hay base para ello. Sencillamente por una razón: aunque no lo creamos en ese momento, el organismo siempre acaba regenerándose y va apartando poco a poco la lesión, a no ser que se trate de algo crónico, que en ocasiones tampoco impide correr.
Mientras descansamos, leemos, nos divertimos o, incluso, trabajamos, el organismo sólo tiene una msión: regenerarse. Lo hace durante veinticuatro horas y sin descanso y lo hace de una forma silente, sin que nosotros lo percibamos, algo parecido a cómo crecemos o aprendemos. Poco a poco, sin prisa, pero tampoco sin pausa. Es algo mágico.
Y por mucho que le cueste siempre lo intenta. Se acaban cerrando tanto las heridas externas como las internas, aunque siempre es conveniente ayudarle en esa sin par batalla. 
Ayudarle no es nada difícil y lo menos que podemos hacer por él, aunque no nos lo exija, como si se tratara de tu mejor amigo. Respetando los descansos, preservándose en cuanto a esfuerzos, alimentándolo bien, tratándolo si hiciera falta con la ayuda de un profesional sanitario, pero sobre todo dejando que el tiempo se convierta en su mejor aliado.    
No siempre va a necesitar el mismo tiempo. Eso dependerá del alcance de la lesión. Pero a buen seguro que acabará venciendo a cualquier anomalía que se presente. 
Eso es algo que experimentamos muchas veces a lo largo de nuestra vida deportiva, pero siempre lo olvidamos. Lo olvidamos con mucha facilidad. La memoria que nosotros no poseemos la posee el organismo. Una especie de reloj interno ejerce un control exhaustivo sobre nuestras lesiones y sobre la recuperación. De ahí que en ocasiones volvamos a lesionarnos mil veces en la misma zona. Y eso es porque no lo hemos dejado recuperarse al cien por cien. La memoria del organismo es siempre infalible. Ojalá la nuestra también. 
Lo he experimentado a nivel personal infinidad de veces. Me he lesionado después de haber acabado pruebas duras, largas y complicados y en ese momento aciago no me he podido imaginar que estuve allí no mucho tiempo atrás. Pero tras un periodo corto de tiempo he vuelto a correr esas duras pruebas u otras más duras aún.  De nuevo he vuelto a lesionarme y de nuevo he vuelto. Es como una especie de espiral. 
Hace unos meses consideré seriamente que ya no podría correr más y ahora estoy planeando correr un maratón antes de acabe el año. Por eso me gustaría que esta entrada fuera un rayo de luz y esperanza para todos aquellos que están postrados. No dudéis que volveréis a los caminos.

28 abril 2014

LOS PARAÍSOS PERDIDOS


Con Mario, Paco, Paquillo y Francisco. Mucho 'pinero' junto.
Es probable que si no fuera por la importancia simbólica de la prueba que corrí el pasado domingo, no hubiera considerado escribir esta entrada. Pero tiene mucha importancia. Personal, claro.
Compruebo -porque así lo reflejo en la parte derecha de este blog- que la última vez que competí fue el día 10 de noviembre del año pasado, es decir, casi seis meses han transcurrido desde que pateé a buen ritmo los llanos de Antequera en esa fría mañana del segundo domingo de noviembre del año pasado. Se trataba de la última Media Maratón de la milenaria ciudad de los dolmenes y los molletes.
Desde entonces han pasado muchas cosas desde el punto de vista deportivo, casi todas negativas. En un mes, pasé de casi romper mi marca personal en la distancia a verme postrado por los incontables problemas musculares en ambos gemelos. Suspendí la última prueba de competición que quería hacer en 2013, que no era otra que la retomada Subida al Conjuro de Motril que tanta ilusión me hacía, y suspendí por completo los entrenamientos. No sabía qué diablos me pasaba. Probaba correr tras un par de semanas de descanso y volvía a caer con más estruendo si cabe en la misma lesión. La desesperación estaba ya rebosando.
Así que retomé la antigua idea de tratarme el problema vascular en ambas piernas. Consideré como una hipótesis que los diversos problemas vasculares se podían deber a ese problema. Total, me dije, si no puedo correr, ahora es el momento de actuar. De esa manera pasé por la consulta médica en la segunda semana de marzo y a los pocos días ya había sido intervenido.
Son esos días en los que ves muy lejanos los días de trono y gloria deportiva; aquellos en los que te podías plantear correr cualquier tipo de competición y entrenar bien siempre que te diera la gana. Lejanos pero no perdidos. Los paraísos perdidos siempre están a la vuelta de la esquina, me dije, aunque en ocasiones cueste verlos.
La recuperación fue otra travesía en el desierto, la cual ya no me inquietaba ni sorprendía. ¿Qué podía suponer un mes más o menos tras tantos postrado? Me ayudaba de la inestimable ayuda de la MBT, las largas caminatas y un fuerte optimismo y esperanza. Y así hasta ayer, en el que volví a retomar la competición. Por eso aludía al principio a la importancia simbólica de la prueba.
Una prueba que no tenía pensado correr, pero hablé con mi amigo Paco y entre su inactividad última y la mía -ambas por distintos motivos-, acabé animado a participar, inscribiéndonos in-extremis en una prueba que va a camino en convertirse en la más señera del atletismo local. Me refiero a la prueba del Padre Marcelino que ya ha entrado en su octava edición.
La idea no era competir, lógicamente. Ni tan siquiera conmigo mismo, que es como yo suelo competir siempre. La idea no era otra ver si se confirmaba la recuperación apuntada ya en los últimos entrenos, aguantar lo mejor posible el envite de los diez kilómetros por las calles más céntricas de Granada y al mismo tiempo retomar también esa idea antigua de correr juntos una prueba Paco y yo. 
Y casi lo conseguimos. O al menos, lo conseguimos hasta bien superada la mitad de la prueba. Paco percibió molestias en la pierna izquierda al paso por la mitad de la calle Recogidas, a falta de tres kilómetros y medio para acabar y a partir de ahí me sorprendí a mi mismo corriendo a ritmos similares a los que frecuentaba antes de la lesión y operación.
Si esos primeros seis kilómetros y medio fueron una delicia, corriendo y disfrutando de la compañía, del deporte, la buena mañana y la ciudad, los últimos tres y medio fueron un encuentro con las buenas sensaciones de antaño y con la esperanza de una mejoría anunciada.    

Con Paco, Francisco y Paquillo -hijo del primero-
Con Francisco y Paquillo en la línea de llegada.

23 abril 2014

MICRORRELATO-FÁBULA (SERPIENTE): LA DUDA DE EVA

Para Eva fue muy sorprendente ver aquel grabado en su escuela. Había escuchado de sus ancestros aquella historia maldita y antiquísima acerca del paraíso y la manzana, pero jamás la había comprendido.
Y seguía sin hacerlo. Tampoco nadie supo explicarle por qué su familia y ella misma se arrastraban por el suelo mientras las demás especies poseían varios miembros que les posibilitaba andar separando la panza de la tierra. Tenía que averiguar qué pasó en el pasado para que eso fuera así.  
Casualmente esa misma tarde una amiga le propuso ir al cine. Emitían la película 'Noé', protagonizada por ese actor que tanto le gustaba, ¿cómo era su nombre? '¡El que protagonizó 'Gladiator'!', le comentó a su amiga que tampoco recordaba su nombre. 
Tras ver la película y comprobar que en la misma aparecían imágenes en las que las de su especie reptaban en dirección a esa gran arca huyendo del diluvio comprendió que no todo estaba perdido. Se lo tenía que contar a su familia. 


No os perdáis los anteriores: 

Elefante

Loro

Lobo

21 abril 2014

PASIÓN EN LOS CAMINOS

Esta Semana Santa, tan alejada para mí de procesiones y pasos, ha sido extraordinariamente deportiva. A pesar de la convalecencia y de lo prematuro aún de comenzar a desarrollar deporte enérgico alguno, todo ha ido extrañamente bien.
Y digo extrañamente bien por lo que contaré a continuación. Si por estas fechas de hace 2014 años se produjo el milagro de los panes y los peces, milagrosa también ha sido para mí la súbita recuperación. O al menos, casi incomprensible. Pero todo puede tener una explicación -menos los milagros-.Veamos.
El pasado domingo probé correr, como expliqué en el lateral derecho de este blog, pero me encontré de bruces con la imposibilidad de hacerlo a partir del kilómetro cinco. De nuevo los sempiternos dolores que vengo arrastrando desde que acabó 2013. Así que fiel a mi filosofía, que es muy rudimentaria, consistente básicamente en tener paciencia, opté por montar en MTB, circunstancia ésta que -es probable- que ha podido ejercer algún tipo de influencia significativa de cara a la recuperación. Dos salidas -jueves y viernes Santos- que acumularon cerca de sesenta kilómetros. Nada de dolor, nada de molestias, todo a pedir de boca.
Un día antes, la doctora de cabera a la que le comenté mi dolencia, más que nada para que me derivara a un especialista, tuvo la virtud de localizar con precisión dónde tenía la rotura fibrilar, en un lugar muy aproximado al que yo suponía. 'Una radiografía no nos dirá nada y las resonancias las ha detenido por ahora el SAS', me dijo. No me sorprendí. De hecho, casi un mes antes ya había tenido yo que costearme una operación vascular porque el SAS no consideraba prioritaria la intervención.'Es probable que en unos veinte días tengamos en este centro -un nuevo centro de salud- un aparato para hacer ecografías y podamos practicar una a ver qué sale. Se verá si no es muy profunca', acabó diciéndome la doctora. De todas formas, la posibilidad de contar con ese aparato no sería inferior a veinte días.
Decía, pues, que envalentonado por los buenos resultados de las dos sesiones de bici y habiendo hecho los deberes con automasaje, crioterapia y Traumeel, el sábado -Santo- decidí probar suerte. Busque este camino de tierra para evitar el asfalto:


Y en este camino decidí comenzar a correr. 
El pasado domingo el dolor reapareció aproximádamente en el kilómetro cinco. En esta ocasión las molestias aparecieron en el kilómetro uno. Malas perspectivas, me dije. Pero eran molestias no dolor. Había esperanza. Así que continúe.
El camino era de tierra y el dolor no aparecía. Seguían las molestias, pero con éstas se puede correr. Con dolor nunca. Cuando volvía a mirar de nuevo el Polar llevaba casi tres kilómetros y el dolor no reaparecía. Seguían, eso sí, las molestias. Lo que no suponía que éstas practicamente desaparecía en el kilómetro cinco, que era el punto fatídico en el que solía recaer. Llegó el seis y también el siete y el dolor no apareció, al tiempo que las molestias casi remitieron por completo. Llegué al coche y quise besarlo pero estaba sucio, así que no lo hice. En su lugar, miré para atrás, observé el largo camino y me congracié con él. Ya casi había olvidado la dicha que supone llegar al coche con el deber cumplido.  
Más envalentonado aún, al día siguiente, domingo -Santo-, a pesar del fuerte aguacero, me fui a este camino:


Un camino de asfalto en esta ocasión para evitar el barro. E hice un total de nueve kilómetros, dos más que el día anterior. Un riesgo, me dije, pero había que probar.
Desde los primeros pasos me concentré en las molestias y en el hipotético dolor. La lluvia hacía un recorrido anárquico por mi rostro y el chubasquero iba rechazando agua como podía, pero no me importaba. Lo importante era comprobar si aparecían esas molestias o ese dolor. Pero nada apareció. No podía ser cierto, me dije. No operan tan rápido las recuperaciones, volví a decirme.
Pasaron los kilómetros: 1,2,3...hasta un total de nueve y el dolor no aparecía ni por asomo. No recé porque nunca lo hago, pero miré al cielo. Tan sólo conseguí que el agua cayera en mis ojos, pero no me importó. Las buenas notician estaban un poco más abajo, muy cerca de la tierra, en los gemelos. Sanos como lechugas.
¿Qué ha podido pasar? Se me ocurren cuatro posibilidades: 

1. Al localizar la microrrotura y trabajar sobre ella, la evolución fue rápida.
2. Al salir con la bici, mejoró el tono muscular y eso conllevó la curación de la microrrotura.
3.La recuperación estaba ya casi completada y yo no lo sabía.
4. La intervención vascular ha posibilitado un mejor riego sanguíneo, que es alimento de dioses para los músculos. (A este opción se suma la doctora que me ha visto hoy).

Por tanto, yo creo que ya si puedo decir que HE VUELTO A LOS CAMINOS.

15 abril 2014

LA SEMANA SANTA: UNA REFLEXIÓN HETERODOXA.

Fotograma de la película 'Nadie conoce a nadie', basada
 en la novela de Juan Bonilla de igual título.
Lo que ocurre en estas fechas es siempre lo mismo. Mires por donde mires pulula por todas partes la denominada Semana Santa. Y eso se convierte casi en insoportable par quienes no participamos de ella ni entendemos esta manifestación que, con raras excepciones, me parece harto hipócrita. Todo un desfile de lujo, ostentación, avaricia y no se sabe más qué es lo que yo veo en los desfiles procesionales -a los que no asisto, pero que inevitablemente veo en imágenes y fotografías-. Vivo en Andalucía. Respeto a quien manifiesta un sincero sentimiento religioso pero no tanto a los que se escudan en él.
Porque, me pregunto, qué tendrá que ver todo aquel supuesto episodio que comenzó con la detención del tal Jesús hace 2014 años y que le llevó hasta la crucifixión por las huestes romanas, por iniciativa de las judías, con todo este montaje que se lleva a cabo en muchos lugares de España -principalmente en Andalucía-. Yo conozco esa historia del Nuevo Testamento. La he leído, la he visto recreada en películas y considero que es una historia interesante. La redención de un hombre o un hombre-dios o un hombre-iluminado, que acaba removiendo las cimientos de dos civilizaciones en juego: la judía y la imperial Roma, así como iniciando el proceso de otra civilización, digamos, mesiánica y que a la larga se convirtió en la base de la civilización occidental, además de ser puntal básico en la guerra de religiones medievales.
Pues bien, todo eso podríamos considerarlo como algo vital en la historia de la humanidad. Una mentira muy bien contada o una verdad desconocida, no sé qué definición sería la más adecuada. Y como tal no podemos ignorarla. Sirvió para fomentar países, destruir a otros, enervar a reyes y a próceres de la nueva iglesia e, incluso, para hacer fortuna. Pero de ahí a haberse convertido en lo que se ha convertido hay un abismo. Simplificar todo eso en este espectáculo que se monta cada abril me parece verdaderamente triste. Sobre todo si consideramos que muchos de los que participan en este supuesta recreación anual de esa historia de aquel hombre-dios o lo que fuera no se han parado a reflexionar en todo lo que supone todo eso. Se conforman, supongo, con simplificarlo en estos días llamados de 'pasión'. En montar un espectáculo que nada tiene que ver con el sentimiento religioso. 
Lógicamente, no se me escapa que la Semana Santa a estas alturas es más que todo eso. Es una forma de incrementar el turismo, de llenar hoteles y bares, de hacer caja en definitiva. Además, es una forma genial que se han inventado los políticos para rastrear el voto. Lo venía a decir el otro día en un periódico local un dirigente de las cofradías de Granada. Es más, yo en determinada época de mi vida pública como concejal de mi pueblo apoyé, sin participar, que los vecinos de la localidad pudieran llevar a cabo su afición, sentimiento o lo que sea. Y aunque no me crean, jamás pensé que con ello me iba a embolsar votos algunos, entre otras cosas, porque tenía decidido que no iba a hacer de la política carrera profesional alguna. Como así fue. Me movía solamente un afán de servicio público, que tal era mi misión (incluso, de las pocas felicitaciones que recibí -la vida municipal es muy perra- una de ellas fue por ese apoyo desinteresado. Pero eso es otra historia).  
Pero claro, a quienes ni nos va ni nos viene todo eso, no tenemos más remedio que enclaustrarnos en casa, cosa que no viene mal de vez en cuando. Es un enclaustramiento voluntario, claro, y parcial. Sobre todo si lo que pretendes es pasarte por el centro de la ciudad -cualquier ciudad- para pasear, tomar algo o ir cine. Si no participas de este ritual folclórico más vale que te vayas olvidando de ello. Mucho mejor salir al exterior: al campo o yo que sé...a algún lugar donde no se les haya ocurrido sacar alguna procesión, suponiendo que exista. Es la dictadura de las masas. Supongo.
Porque le pasó a un amigo. Iba por el centro de Granada en busca de su vehículo, intentando sortear a gente y pasos. De pronto, intentó cruzar una calle y comprobó cómo un hermano mayor o algo parecido, rigurosamente vestido de traje y corbata negra y gomina le detuvo en su intento.'No puede pasar. Va a pasar dentro de un rato un paso', le dijo. Mi amigo miró a un lado y otro de la calle y no vio paso alguno. Así que hizo caso omiso y deshaciéndose del tipo, el cual ya le había cogido del brazo, le dijo que se metiera la figura de yeso donde le cupiera. Que él tenía que pasar esa calle porque es un lugar público. Algo muy similar a lo que le decía el hermano mayor de una cofradía de Triana al policía que intentaba solucionar un atraco a una entidad bancaria en esa imaginativa película sevillana de 2012, de cuyo título ahora no me acuerdo. Lo pondré cuando me venga a la memoria (si alguien se acuerda, que me lo indique, porfa)*.  
Quizá se trate de una anécdota excesiva la de mi amigo. Pero resulta que éste a los pocos días -quizá como castigo de Dios- resbaló en una calle céntrica con su moto a causa de la cera. Probablemente, la misma cera del paso que decidió no respetar.  

*Me acabo de acordar: 'El mundo es nuestro' (España, 2012)   

14 abril 2014

EL HOBBIT: LA DESOLACIÓN DE SMAUG (USA, 2013)

El Hobbit: La desolación de Smaug
De cómo se las ha arreglado Peter Jackson para dirigir tres películas de más de dos horas de un libro breve no es tarea fácil de entender, a no ser que no obviemos que en sus películas existe un intencionado estiramiento visual y épico -delicioso, hay que decir-. Podría tratarse de una explicación sencilla, pero no lo es si nos sentamos como es debido a disfrutar cada milímetro de fotograma de sus películas. 

Pero también ha de quedar claro que cuando vemos las películas tolkianas de Jackson, nos introducimos completamente en el universo tolkiano porque -y lo he escrito ya en bastantes ocasiones- pocos directores de cine podrían entender mejor este universo que el director neozelandés. 
Dicho esto, he de decir que he vuelto a disfrutar como un enano de las montañas de esta segunda entrega de El Hobbit. Podrá ser más brillante o menos que la saga anillesca -aunque creo que están en similar línea-, pero está claro que seguimos sumergidos en el mismo espíritu de la Tierra Media. Y con eso basta. 
'La desolación de Smaug', me ha parecido de mayor belleza visual que 'Un viaje inesperado', así como más cercana al universo de la trilogía de los Anillos. También ha servido para dar cohesión argumental al 'El Señor de los Anillos', que como sabemos es posterior a 'El Hobbit' dentro de la producción literaria fantástica de J.R.R. Tolkien. Pero no ha ocurrido así cuando se ha llevado al cine. Los motivos los desconocemos, como desconocemos el intrincado mundo de la industria del cine de Hollywood. Probablemente, no se trate más que de una casualidad o, tal vez, de planteamientos de tipo comercial.
Fuere lo que fuere, lo que importa es que ya podemos disfrutarlo casi todo, a pesar de que habrá que esperar hasta finales de año para vez la tercera y definitiva entrega del libro más emblemático del escrito británico.
Me sigo preguntando si alguien se atreverá llevar al cine 'El Silmarillion', que es el origen de todo, como nunca se cansó de repetir Tolkien por mucho que casi nadie pareciera escucharle; de hecho el autor jamás pudo ver esa obra publicada (lo hizo su hijo Christopher, una vez fallecido su padre), después de dedicarse toda su vida a escribirla, pero sobre todo a reescribirla. Apuesto a que no.   

12 abril 2014

UN COMENTARIO DE FÚTBOL (IDEAL 10/4/2014)

Seguramente que hoy no estará muy feliz el hipotético aficionado al que me refiero en este artículo que me publicó el pasado jueves el diario Ideal de Granada. ¿Quién se  iba a esperar la victoria del Granada sobre el Barça?. Si no pudisteis leer en papel, aquí lo reproduzco: 

UN COMENTARIO DE FÚTBOL   



'Para eso hemos pagado doscientos millones', comentó el parroquiano en el bar, feliz de que una de las figuras del Barça marcara un estupendo gol, un comentario bastante usado cuando algún aficionado de raza se congracia con el equipo de fútbol de sus sueños.
            Inicialmente, consideré que se trataba de un comentario ridículo. Ese 'hemos', me dije, no es más que la falsa ilusión de quien considera que su enorme afición al fútbol en general y a un club en particular, le convierte en una especie de socio mayoritario de la entidad. Una especie de nebulosa que le ayuda a sobrellevar mejor la frustración de no poder formar parte de manera más directa de ese gran club, cuando la cruda realidad es que quienes han pagado esos doscientos millones ya han obtenido con creces la rentabilidad que buscaban, amén del enorme nivel económico que adquiere la existencia del susodicho futbolista y la de los mercachifles que le rodean.

            Sin embargo, a medida que reflexionaba fui comprendiendo ese comentario, hasta llegar a la conclusión de que no estaba exento de sensatez, a pesar de lo ridículo que me pareció cuando lo escuché en ese bar de mi barrio. Y no estaba exento de sensatez porque, en realidad, ese parroquiano lo que estaba diciendo no era otra cosa que él contribuía de manera bastante directa a que esos doscientos millones pudieran ser pagados a ese futbolista estelar al que tantos equipos de renombre pretendían. De hecho, estaba contribuyendo en ese mismo momento mientras consumía dos o tres copas o lo que le diera tiempo a beber en los noventa minutos de partido, al tiempo que, gracias a esas consumiciones, el dueño del modesto bar haría una caja más generosa que cualquier otra tarde sin fútbol, lo que posibilitaría poder pagar la elevada cuota que cobran a los establecimientos de hostelería las cadenas televisivas que se arriesgan a emitir los costosos partidos de pago. Un dinero que, por cierto, en una parte importante va a parar a las arcas de los clubes que juegan en ese momento y que sirve, entre otras cosas conocidas o no, para poder pagar esa cantidad ingente de millones de euros a los que se refería el parroquiano, el cual seguramente seguirá contribuyendo a engrosar las arcas del club de sus amores comprando para él o para sus hijos, camisetas, pantalonetas, medias, botas o balones con la inscripción del nombre y logotipo del club y de su ídolo de tan costoso precio. Es más, ese parroquiano jugará semanalmente una quiniela y es probable que hasta apueste por Internet en muchas de esas páginas que no paran de proliferar y no dudará en pagar los euros que sean necesarios para poder ver a su club cuando venga a jugar a Granada o, incluso, es probable que algún día, cuando se lo pueda permitir, vaya a ver jugar a su equipo en su propio estadio, decisión que le costará un riñón. Por tanto, si sumamos todas esas cantidades y las multiplicamos por los millones de personas que consumen fútbol a diario, no nos parecerá tan descabellado el comentario que hacía ese aficionado con rotundidad. Es más, llegado a un punto nos parecerá un comentario totalmente acertado y consecuente.      

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...