27 octubre 2013

LA BELLEZA CONVULSIVA (IDEAL 27/10/2013)



Como ya había comentado en una entrada anterior, esta fotografía que hice de Plaza Nueva con la Torre de La Vela al fondo mi inspiró un artículo en el que comencé a trabajar en seguida y que quería denominar 'La belleza convulsiva'. 

Este artículo ha sido publicado por el diario Ideal este último domingo. Os dejo con él por si tuvisteis ocasión de leerlo en prensa o, sencillamente, no llega Ideal desde el lugar en el que me seguís: 


LA BELLEZA CONVULSIVA  





         Cuando el peatón llega al final de la calle Elvira y dirige su mirada hacia la izquierda, se enfrenta con la anchura cegadora de Plaza Nueva y comprueba con estrépito de los sentidos que parece estar presidiéndola a lo lejos y en lo alto,  esbelta y sólida, la Torre de la Vela. No es una imagen a la que te acostumbres por mucho que la hayas visto porque determinadas obras arquitectónicas, aunque estén entre nosotros, en el mundo real, parecen sacadas del mundo onírico. Desconozco si los antiguos constructores de la Alhambra llegaron a ser conscientes de la perturbación sensorial que iban a provocar en generaciones futuras, pero si lo fueron, habría que agradecerles eternamente su proverbial visión, porque no demasiadas obras arquitectónicas en el mundo provocan ese estupor emocional y esa convulsión volcánica de los sentidos.
            Y si el peatón que llega hasta Plaza Nueva lo hace por primera vez, poca o ninguna sensibilidad habrá de tener si lo que ve, cuando alza la vista, no le eleva el espíritu y lo transporta a lugares imaginados en los que sólo existe la belleza y los objetos nos tocan, más que ser tocados ellos por nosotros. Una suerte de vivencia de inusual significado emocional que ocurre pocas veces en la vida.
            Se dice que cuando Stendhal visitó Florencia se le disparó el ritmo cardiaco y esa alteración fisiológica -que más bien era sensorial- le indispuso hasta el punto de sentir vértigo, mareos, espasmos, temblores y palpitaciones; tal acumulación de obras arquitectónicas, escultóricas y pictóricas en tan poco espacio físico, en la capital de la Toscana, fueron demasiado para él, un alma sensible como demostró con su buena literatura. Su estupor fue tal que lo que penetraba por sus ojos y se transmitía al cerebro se iba convirtiendo en un elixir tan delicioso a la vez que venenoso que, nublándole los sentidos, se irradiaba hacia la vertiente fisiológica, hasta el punto de provocarle un problema de salud evidente. Porque alguien dotado de una sensibilidad desarrollada puede llegar a sentir que todo le da vueltas cuando se rodea de tanta belleza artística y así lo debió entender André Breton cuando escribió que 'la belleza será convulsiva o no será'.
            Algo muy similar produce esa visión de la Alhambra y su entorno en la mayoría de las personas. Recordemos en ese sentido las palabras del expresidente Bill Clinton cuando, zarandeado por la emoción del momento, expuso de manera espontánea la impresión que le produjo el monumento nazarí y su entorno desde el Mirador  de San Nicolás -probablemente la mejor imagen posible de la Alhambra-. La puesta de sol más bella del mundo, vino a decir ante luces y taquígrafos. Luego hubo de matizar sus palabras por la repercusión que tuvieron éstas en Estados Unidos e igualar ese bello atardecer, con el monumento nazarí en primer plano, al del Gran Cañón del Colorado, en Arizona, pero esa segunda opinión de vocación apaciguadora, quizá, ya perteneció al ámbito de lo políticamente correcto de cara a sus conciudadanos y su electorado. Realmente, no exageró el político norteamericano como no lo hacen los miles de visitantes foráneos que le emulan desde entonces.
            Porque hay determinadas obras arquitectónicas que nacen tocadas por una especie de magia y todo en ellas es especial: su ubicación, su construcción, su peculiar arquitectura, su diseño. Un estado de gracia inherente, al igual que ocurre con alguna que otra obra literaria, alguna que otra película, alguna que otra composición musical, alguna que otra escultura o alguna que otra pintura. Y la existencia de ese corto y exclusivo catálogo hace que la breve estancia en este hostil mundo se torne algo más agradable.         

26 octubre 2013

NO SOPORTO EL CARETO DEL PRÍNCIPE Y OTRAS REFLEXIONES SIMILARES

El viernes conecté la televisión -cosa que pocas veces hago a no ser que sea para ver cine o series en DVD o BD- a ver si podía escuchar el discurso de Antonio Muñoz Molina en los premios Príncipe de Asturias y me topé con que estaba hablando el príncipe ídem. Quite la voz a la tele pero, finalmente, acabé por desconectar la tele toda. 
Y es que como creo haber escrito ya en alguna ocasión, pero no me importa escribirlo una vez más, que para eso están también los blogs, para echar la pota: no soporto ver el careto del príncipe de Asturias. No ya por lo que representa -que también- sino al margen del dichoso cargo, como persona. Intento evitarlo en televisión y en las fotos de los periódicos pero, inevitablemente, quieras o no, acabas encontrando su careto por alguna parte. Entonces, con ansiedad busco el mando a distancia del televisor o paso rápidamente página en el periódico; pero lo peor es el mal humor que experimento de golpe. 
Es algo irracional, lo sé, pero no puedo evitarlo. Por ejemplo, no me gusta ver a una anaconda devorando un ciervo -¡vaya ejemplo!- pero no acabo odiando a la anaconda por ello. Se supone que cumple su función biológica, pero ¿Qué misión cumple este tío que ha vivido toda su vida a costa de nosotros y que además es presuntuoso y pagada de sí mismo? En fin.   
Seguramente, queridos e hipotéticos lectores, os habrá pasado en alguna ocasión: descubrir que alguien con quien no habéis cruzado palabra alguna os cae rematadamente mal. No os gusta su careto, su forma de andar, sus gestos, su sonrisa, su voz, sus modales, su chulería, su falsa modestia, su soberbia, su vanidad, o yo que sé, simplemente hay algo en esa persona que no os gusta y por eso os cae rematadamente mal. Pues eso es lo que a mí me ocurre con este tipo. Y, curiosamente, también me ocurre con su pretenciosa mujer. Ocurre con frecuencia con los personajes públicos, pero también con la gente de la calle.  
Sin embargo -por ejemplo-, y eso me parece preocupante -también por lo que representa- no me cae mal el príncipe Carlos de Inglaterra, a pesar de vivir también del cuento. Es algo que no eliges. 
Igual que con el príncipe británico, me ocurría con Zapatero. Me parecía un político nefasto, ineficaz, poco preparado, infantil, bipolar, o sea, un peligro en toda regla para dirigir un país e, incluso, una comunidad de propietarios. Pero me caía bien. Y volviendo al otro polo -al del principito español-, igual me pasa con otra reata de personajes públicos. Por ejemplo: no soporto el careto de Chaves -no sólo por su antiestético rostro-. Es más, no soporto nada de este tipo que, además, me parece un tipo mediocre, aprovechado, producto de una Andalucía -Andazulía- inculta, paniaguada y subdesarrollada y digno mandatario de un partido hecho a la medida de Andalucía o al revés. Y qué decir de la Maleni, esa tipa que dijo, como si estuviera en un estado de embriaguez, que el aeropuerto de Barajas era muy grande, delante de toda España -y que fue el hazmerreir de tirios y troyanos-,   para justificar su deficiente gestión como ministra de Fomento. También me cae rematadamente mal. La lista es larga, pero esto sería interminable.
Igual ocurre con futbolistas, cantantes, escritores, periodistas y con vecinos. Es algo irracional supongo, pero que está ahí. Por tanto, he de admitir que, por una mera estadística de probalidades,  ese mismo sentimiento lo han de tener otras personas hacia mí. O hacia vosotros estimados lectores; otra cosa muy distinta es que nos guste escucharlo.  No obstante, en ocasiones ocurre que si algún día acabamos hablando con esas personas. Se pueden producir, entonces, sorpresas en el sentido de que nos comienzan a caer bien o nos caen, aún, rematadamente peor. Porque en esto, como en todas las cosas, las apariencias, en más ocasiones de las necesarias, engañan.    

      

25 octubre 2013

Música Clásica: Meditación de Thaïs, de Jules Massenet

En este vídeo que inserto a continuación impresionan dos cosas: la obra en sí y el espléndido recinto al aire libre repleto de público.
Con la obra interpretada no podemos jamás equivocarnos, ya que se trata de la meditación de Thaïs, un momento sinfónico -el más conocido- de la ópera de igual nombre, del compositor operístico francés Jules Massenet, basada en una novela de Anatole France.
 En esta ocasión la interpretación es a cargo de  la primera violín Janine Jansen. Seguro que os gustará.



24 octubre 2013

LA SENTENCIA DEL TEDH DE ESTRASBURGO Y LA DOCTRINA PAROT

No quiero enrollarme con el asunto que está ocupando estos días los titulares de los medios, por lo que intentaré ser conciso y claro en esta entrada (son tipos de entradas que me había propuesto eliminar del blog, pero esto es muy fuerte). Me refiero al asunto de la sentencia de la Gran Sala del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de  Estrasburgo , que ha tumbado la doctrina Parot.
La conocida como doctrina Parot se debe una sentencia del Tribunal Supremo de 2006 en la que venía a decir que los beneficios carcelarios (estudios, trabajos, etc.) se aplicarán a cada una de las penas de forma individualizada y no sobre el computo global de las mismas. Es decir, que si un individuo -por ejemplo, Parot, que viene a huevo el caso) acumula varias penas como consecuencia de varios delitos, los beneficios se les computará por cada uno de las penas, y no sobre el total de las mismas. Ocurre que el Código Penal de 1973 establecía que la prisión máxima será de 30 años y lo que querían los abogados de Parot es que esos beneficios se dedujeran sobre ese total y el Tribunal Supremo no accede a lo solicitado por éstos, estableciendo que esos beneficios se aplicarían, como antes señalaba, por cada uno de los delitos, de forma individualizada. Eso supone que el individuo en cuestión no se beneficiaría por lo que dice el Código Penal de 1973 (30 años, máximo, que se quedaría en menos si deducimos los beneficios penitenciarios), toda vez que la suma de los delitos es mayor y esos beneficios no interactuarían sobre el total sino sobre los delitos tomados individualmente. Además, le da carácter retroactivo. Hay mucha diferencia.
Pues bien, eso es lo que ha tumbado el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, cuyas sentencias son de obligado cumplimiento en materia de derechos humanos  para los países miembros de la Unión Europea, porque así lo hemos querido los países que somos miembros por voluntad propia. 
Dicho esto, lo que aquí hay, en mi opinión, es -de nuevo- una colosal metedura de pata de los políticos que nos han gobernado desde que comenzó el periodo democrático. Debieron de hacer reformas legales penales para que este tipo de sentencias no se dieran y nos la hicieron por miedo a espantar a los socios vascos con los que estaban obligados a gobernar cuando no tuvieran mayoría absoluta, que es lo que realmente ha ocurrido en la mayoría de las legislaturas, ya que siempre ha habido que tirar de PNV para gobernar; y el PNV, lógicamente, es contrario a la doctrina Parot. Eso es lo que hay. Por tanto, no es posible demonizar la sentencia del TEDH de Estrasburgo toda vez que lo que ha hecho es aplicar la legislación española y tumbar una doctrina del Tribunal Supremo español - y la modificación que hizo de ésta el Tribunal Constitucional español en 2008-, sencillamente porque estos dos tribunales españoles están por debajo en jerarquía al de Estrasburgo en materia de derechos humanos.
Y, lógicamente, mucha razón tienen las asociaciones de familiares de víctimas del terrorismo y familiares de víctimas de otros grandes delincuentes -violadores, pederastas, asesinos confesos, etc- cuando despotrican contra la cobardía de los políticos españoles, que pensando tan sólo en su culo, les importa una mierda lo que ocurra con los que verdaderamente sufren. Definitivamente, tendrían que haber sido contundentes en cuanto a reformas legales penales para este tipo de delincuentes, tal como han hecho la mayoría de los países democráticos de nuestro entorno. Países que no se verán sorprendidos por sentencias de este tipo del TEDH porque han hecho sus deberes a nivel legislativo. Pero en España esos deberes no se han hecho. Ni esos ni otros. ¿Qué vamos a esperar de un país en el que el mismísimo Jefe del Estado es totalmente irresponsable de los posibles delitos que pudiera cometer? Así nos va; y así nos irá en el futuro.   

21 octubre 2013

UN CUENTO GÓTICO: UNA VISITA A MEDIANOCHE.

Como perjuraba en la entrada de la semana pasada, aquí llega el primero de los  dos cuentos góticos previstos:


UNA VISITA A MEDIANOCHE


    En teoría, se no trataba de otra cosa que de un funeral más. Una persona había muerto. Padre y esposo muy apreciado en la localidad, en la que había vivido toda su vida. Ese dato había sido decisivo para que el velatorio pudiera considerarse como muy concurrido y el entierro multitudinario en esa pequeña localidad en la que todo el mundo se conocía. 
En una época en la que la muerte era aún más extraña y misteriosa que ahora y no existía apenas divertimento alguno y la electricidad apenas llegaba a las humildes casas, la única compañía en aquella noche de dolor para la familia del finado no era otra que la que se ofrecían unos a otros, así como la de algunos allegados y vecinos, que era costumbre acompañaran a los dolidos en esa velada de dolor.
      La noche era lluviosa y muy oscura, no en vano era invierno cerrado. Febrero para más señas. Y las calles, además de oscuras y vacías, estaban embarradas por la pertinaz y constante agua que había caído durante todo el día, así que el silencio de las humildes casas en la noche cerrada tan sólo era interrumpido por el ruido de los ajados canalones que no cesaban de depositar agua a la calzada.
      El entierro de aquel padre y esposo querídisimo, tras dos días y una noche completa de velatorio, había estado pasado por agua. Los hombres que portaban sobre sus hombros el ataúd desde la iglesia al cementerio iban completamente empapados y el mismo hoyo en el que recibiría cristiana sepultura el finado se había llenado hasta su mitad de agua y haría falta achicarlo cuando se procediera a depositar el féretro. Pero eso no era problema aquella tarde cerrada de oscuras nubes, toda vez que por aquellos años no era costumbre enterrar a los fallecidos en ese preciso instante. Los operarios municipales encargados del cementerio abrían el hoyo en cuanto se les notificaba el fallecimiento y en uno de sus lados se amontonaba la tierra sacada, al tiempo que se cruzaban de lado a lado unas resistentes tablas sobre la superficie del hoyo. Sobre estas tablas se depositaba el ataúd, el cual permanecía a la intemperie toda la noche a la espera que los enterradores acudieran por la mañana temprano a enterrarlo. Esa costumbre que parecía estar basada en la tradición, en realidad, tenía una razón médico-científica, toda vez que las autoridades médicas no confiaban demasiado de que la certificación oficial de la muerte fuera totalmente infalible. Así que la prudencia médica se convirtió en tradición y toda familia exigía que su finado permaneciera a la intemperie toda la noche, además, de los dos días y una noche completa de velatorio previas. Todas las medidas eran pocas ante la abundancia de casos en los que, pasado el tiempo legal, se habrían tumbas para que contuviesen cadáveres y en ocasiones se apreciaba cómo el supuesto fallecido había cambiado de postura y sus uñas se encontraban incrustadas en los podridos trozos de madera del ataúd.
     Mientras tanto, la noche cerrada transcurría lenta, dolorosa y pesada en aquella humilde morada de la que horas antes había salido para siempre el cuerpo del buen padre fallecido a los ojos de todos. Un pequeño grupo se arremolinaba en torno a la mesa camilla ubicada en mitad de un pequeño cuarto tristemente iluminado: la viuda, las dos hijas y el hijo del matrimonio. Además, les acompañaban dos familiares cercanos: la hermana menor del fallecido y la hermana mayor de la viuda. Algunas vecinas habían estado dando compañía a los dolientes pero era ya tarde y se habían ido a casa. Nadie hablaba en el grupo. Con las cabezas cabizbajas se podían escuchar suspiros apagados y de vez en cuando  algunas de las hijas se interesaba por el apetito de la madre, la cual desautorizaba toda iniciativa de traer alimentos. El silencio era absoluto tanto en la casa como en la calle, toda vez que aún no habían llegado a aquella humilde localidad los vehículos a motor. Todo lo más, el ruido seco y farragoso que provocaban las ruedas de madera de algún carro, que se dirigiera a su cuadra arrastrado por mulas, al aplastar los guijarros de la calle o los torpes pasos de algún vecino noctámbulo que tras pasar la velada en la taberna se dirigiera zigzageante a su domicilio.
      Entonces alguien toco en la puerta. Los allí reunidos en torno a la mesa camilla alzaron sus cabizbajas cabezas y comenzaron a mirarse entre ellos. Las últimas vecinas ya se habían despedido definitivamente y aquella forma de aporrear la puerta no se correspondía con la forma de aporrear que tenía ninguna de ellas. Además, ya se acercaba la medianoche y la hija mayor ya había propuesto que se retiraran todos a dormir. Pero volvieron a aporrear la puerta. Esta vez de manera más contundente. Las miradas cruzadas entre los miembros de la familia ya no eran de sorpresa sino de inquietud. E incluso de nerviosismo. Nadie quería decirlo pero todos lo pensaban: esa forma de aporrear con contundencia era propia del amado padre y esposo: dos toques rápidos, duros y secos. Hasta que finalmente, eso que todos pensaban lo acabó por decir el hijo: 'Es la misma forma de tocar que tenía padre'. 'No digas tonterías hijo mío', dijo la viuda, a pesar de que todos estaban de acuerdo con lo que el hijo había dicho. Incluso la propia viuda.
       Escucharon aporrear la puerta por tercera vez. Ya no había escusa posible para dilatar la apertura de la puerta. Sin embargo, no parecía que hubiera ánimo en ninguno de los reunidos en torno a la mesa de camilla para levantarse, andar los escasos metros de pasillo y abrir la puerta. Finalmente, el hijo se ofreció a hacerlo, tal vez, por ser el más osado al decir alto y claro que aquella forma de tocar era propia de su padre recién fallecido.
         Se levantó fatigosamente y se dirigió hacia la puerta preguntando quién era, pero al otro lado de la puerta nadie contestaba. Así que el joven sumido en un mar de dudas optó por abrir. Las mujeres, aún sentadas en torno a la mesa camilla, escucharon el ruido seco de las viejas bisagras de la puerta de madera y a continuación un golpe seco confundido con un pequeño alarido. Cuando se levantaron y acudieron hacia la puerta alarmadas por aquel extraño alarido se toparon con una escena dantesca que jamás pudieron borrar de su mente mientras vivieron.
         En teoría, abrió la puerta alguien que estaba vivo y encontró al otro lado a alguien que en teoría estaba muerto. Pero cambiaron las tornas porque lo que encontraron las mujeres de la familia fue justo al contrario: el vivo estaba ahora muerto y el muerto estaba ahora vivo.
     Las autoridades emitieron un informe oficial explicando lo sucedido y esa explicación, al parecer, dejó dormir y vivir en paz al pueblo y a la familia: 'Cuando el hijo menor de la familia abrió la puerta se encontró con la figura de su padre vestido con la ropa de su mortaja y al no poder soportar la sorpresa o el terror, falleció de un ataque cardíaco. El padre, por su parte, supuesto fallecido, había recobrado el conocimiento tras haber permanecido en coma varios días y descubrió que se encontraba dentro de un ataúd.           Cuando abrió los ojos sólo encontró a su alrededor negrura y silencio y la lógica confusión no le permitió saber en ese momento dónde se encontraba. Por fortuna el féretro se encontraba abierto y a la intemperie y pudo salir sin apenas dificultad de él. En su tribulación no reparó en lo inoportuno de presentarse directamente en su domicilio, cuando lo que hubiera procedido es haber acudido al puesto de la Guardia Civil de la localidad para comunicar su nueva situación'. 
     Tampoco estaban al tanto de esa nueva situación los dos enterradores que, al rayar el alba, acudieron según estaba previsto a enterrar el cadáver y tampoco podrán olvidar ya jamás el haber encontrado el ataúd vacío y con la tapa casi partida por la mitad. Hay quien cuenta que ninguno de los dos pudieron ya dedicarse más a esa profesión y que jamás aceptaron como racional la teoría que esgrimió el informe de las autoridades.          

20 octubre 2013

PLENO EN CINE

Hay fines de semana en los que aciertas con la selección de películas que programas para visualizar en tu reproductor de  BD o DVD. Uno de ésos ha sido éste. Algunas aconsejadas, otras intuidas, otras esperando su turno, otras improvisadas...Es toda una suerte que de las cuatro o seis -a veces más, depende de la agenda- que llego a ver entre el viernes y el domingo, haya habido pleno, que es algo que no ocurre siempre. Cada una con sus características; cada una con su estilo y su temática, pero todas excelentes en su género. Pero no voy a escribir sobre todas porque necesitaría tres o cuatro entradas (hablaré de todas poco a poco). Ahora glosaré tan sólo dos de las que me han parecido más sobresalientes. 
Comenzaré con la última que ha protagonizado Mel Gibson, 'Vacaciones en el infierno'. Un film sobresaliente, un Mel Gibson estelar, con más edad, pero el mismo que solía gustarnos en las 'Arma letal', las 'Mad Max', 'Braveheart' o 'El Patriota'. Un tío que en el ámbito privado -que es lo que a mí menos me interesa de un actor o actriz-, al parecer, deja mucho que desear, pero que se transforma como actor en algunas películas. Ese será el Mel Gibson que veremos en 'Vacaciones en el infierno'. Una película muy bien dirigida -por un novato llamado Adrain Grunberg-, y provista de un excelente guión -escrito a seis manos, entre ellas las del propio director y el mismísimo Gibson-. Además, es una película que cuenta con una excelente fotografía -desagradable, por la temática que elige- y una portentosa banda sonora. Pero lo que más fascina de la película es la puesta en escena y la forma de la narración en primera persona por el propio protagonista, el 'gringo' protagonizado por Gibson. Definitivamente, es una película distinta que se disfruta mucho porque no aburre un ápice. No dejéis de advertir el cartel de un anuncio de una marca de bourbon en una sucia tasca del 'pueblito' que hace alusión al 'borbón', con foto del rey vestido de militarote y todo.

Otra de las películas vistas este fin de semana que me ha sorprendido gratamente es 'Amor y letras' (mucho más coherente el título original 'Liberal arts'). Siempre caigo en la trampa de los títulos que le dan a las películas en español y, una vez más, ésta también me ha despistado en ese sentido; hasta el punto de, casi, desechar verla. Pero, para mi gusto, 'Amor y letras' es una buena película dirigida y protagonizada por un tipo interesante, Josh Radnor, que también es escritor. Y esa impronta se nota porque no en vano es también el guionista. Es decir, que él mismo, en primera persona, ha puesto en marcha un proyecto muy personal y ha convertido a esta película en lo que podría ser con el tiempo un clásico y en una película de autor. Muy agradable de ver y con una clara vocación hacia el ámbito intelectual en el que tiene cabida tanto la música clásica como la buena literatura -excelente la escena en la que se ridiculiza la literatura de usar y tirar de las sagas vampirescas (ya sabemos todos de qué tipo de saga se trata), para acabar concluyendo que es mejor para la salud psíquica devorar esta literatura de supermercado que no acabar tus días dando alaridos como un letraherido-. Además, en esta película se reflexiona -y bien- sobre los distintos estadios de nuestra edad. En ese sentido, me pareció magnífica la escena e la aritmética de la edad. Excelente también la fotografía. En especial, el excelso 'campus' de la Universidad Estatal de Ohio, en la ciudad de Columbus, lugar en el que se rueda la mayor parte de la película. Y posee, además, una banda sonora deliciosa en la que la música clásica tiene un papel preponderante.  
No diré que se vea este film de manera obligatoria porque en cine, como en todo, cada cual tiene sus gustos, pero yo aconsejo que si se quiere disfrutar de un cine bien hecho, divertido y nada ñoño, hay que verla. Estuvo en la sección oficial de la Seminci de 2012 de Valladolid.

18 octubre 2013

MÚSICA: MY DYING BRIDE (UK 1990- Actualidad)

Esta banda británica representa a la perfección el Metal Doom actual. Muy cercana a Paradise Lost y a los primeros discos de Anathema -que no a los últimos-. Además, su estética y su música tiene muchos registros de la veterana Cathedral, más conocida pero creada tan sólo un año antes, también en Inglaterra.   
Su música es oscura, cultivando géneros metálicos adscritos a un mismo tronco común pero no iguales entre ellos: Death -que fueron poco a poco olvidando- metal gótico y, finalmente, doom metal que es en el que, al  parecer, se encuentran más cómodos. 
My Dying Bride es una banda de culto y minoritaria a mi entender, a pesar de que llevan en escena de manera de forma inimterrumpida la friolera de veintitrés años, a lo largo de los cuales han pasado por ella  diversos miembros, unos fijos, otros ocasionales. Y como suele ocurrir en la mayoría de las bandas, cuentas con un líder carismático. En este caso, se trata de su cantante, Aaron Stainthorpe, que permanece en la banda desde sus orígenes y que necesita a ésta tanto como ésta a él. 
Es una banda que hace un metal oscuro que me gusta mucho ya que, como suele ser habitual en este tipo de grupos británicos, cuidan mucho el sonido tanto de estudio como en directo. 
Utilizan voz independiente -que casi siempre es oscura, melancólica, triste y romántica y otras gutural-, guitarra, bajo, batería y teclados. En ocasiones, el violín, que suele tocar el mismo instrumentalista que se dedica al teclado (actualmente, Shaun Macgowan). Es destacable la enorme armonía que hay entre todos los instrumentos. Todos cumplen a la perfección con su cometido. En ocasiones, pareciera que el bajo se impone a la guitarra rítmica, pero a los pocos segundos es al revés; igual que en ocasiones crees percibir que los teclados son más importantes que la batería, pero ésta siempre prevalece con golpes muy presentes y enérgicas. Además, cuando acuden con violín es admirable descubrir que los sonidos que le arrebatan van en clara concordancia con la música que cultivan. Hay que escucharles bien para comprobar que se trata de una excelente banda.    

Esta actuación, en Polonia, es reciente: 


   

17 octubre 2013

GRANADA, EN SU ESENCIA.

Era muy temprano, en esa hora en la que las ciudades parecen estar dibujándose,  y me sentía bien paseando por enésima vez por la parte de Granada que más me emociona: la Carrera del Darro, también llamado Dauro. Un afluente del Genil que se desliza a través de la ladera de la fortaleza roja, adentrándose en la ciudad ya de forma subterránea. Pero en esta zona -que es en la que se esconde- se percibe descubierto, siempre con agua; y si el peatón decide ir subiendo por la Carrera sin despegar la vista del río irá poco a poco entrando en un mundo onírico y mágico. Llegará hasta el Paseo de los Tristes y la anchura y la luz le cegarán, pero a los pocos segundos alzará la vista y verá las torres nazaríes a su derecha emergiendo de forma imponente y poética al mismo tiempo; y mirando a la Alhambra de frente, el Albaicín. No existe sensibilidad humanan por muy oscura que sea que no se revuelva  ante vistas son tan hermosas, en las que el genio del hombre y la gracia de la naturaleza y el entorno se han dado la mano para la eternidad. 

16 octubre 2013

LA TRADICIÓN ORAL (O EL ARTE DE CONTAR HISTORIAS)

La tradición oral es anterior a la escritura. El hombre aprendió a hablar antes que a escribir, por lo que la literatura no es más que la plasmación de la tradición oral, de la buena tradición oral; esa que tiene como esencia el arte de contar historias, que es un arte bello como otro cualquiera y que en su día fue uno de los pocos conocidos junto a la pintura. Porque el hombre también aprendió a pintar antes que a escribir y la prueba está en las diversas pinturas encontradas en las cavernas rupestres a lo largo y ancho de todo el mundo. 
Particularmente, siempre me ha interesado la tradición oral, el arte de contar historias, el cual se ha ido perdiendo de generación en generación por culpa de la irrupción de las nuevas formas de comunicación.  
La televisión tomó el relevo de la radio e Internet y los medios de difusión digital e informática han ido desplazando a la televisión progresivamente, a pesar de que aún coexisten en una difícil convivencia radio, televisión, Internet  y las últimas tecnologías que están irrumpiendo con fuerza. Pero a excepción de la radio, ninguno favorece la tradición oral. La televisión, en sus orígenes, es posible que sí la favoreciera, pero los contenidos se han ido vulgarizando de tal forma que ya no es posible que sirva para tal fin, excepto en honradas ocasiones. 
Sin embargo, la literatura sí que es heredera directa de la tradición oral. Podríamos considerarla como la plasmación de ésta. De hecho, grandes obras de la literatura mundial han tenido su antesala en la tradición oral y de todos es sabido que en la antigua Grecia había filósofos, como es el caso de Platón, que jamás escribieron una línea y sus enseñanzas eran totalmente orales. 
Viene toda esta reflexión a cuento de la publicación en este blog de dos cuentos -valga la repetición-. Dos cuentos que insertaré la próxima semana y que tienen su origen en la tradición oral. 
Mi abuela paterna, persona muy inteligente que aprendió a leer y escribir por su cuenta, era una persona que dominaba la tradición oral. Era una excelente contadora de historias y sucesos que ella había vivido o había escuchado. Fueron muchas las horas en las que yo me deleitaba oyéndola contar historias. Y, entre éstas, aunque ella no lo supiera, había muchas historias góticas y de terror. En particular, dos se me quedaron en la memoria; dos historias góticas pero que, según contaba ella, habían sucedido en el pueblo en el que ella nació. Dos historias reales.
Esas dos historias serán dos cuentos breves que publicaré la semana que viene. Obviamente serán enriquecidas con detalles y palabras, así como novedosas descripciones, pero conservarán su esencia. Dos historias de terror que sucedieron en un lugar concreto y un día concreto y que pudieron ser explicadas como ocurre con la mayoría de las historias de terror que a priori no parecen tener explicación. La primera historia que publicaré se denomina: 'Una visita a medianoche'; y la segunda:  'La apuesta'       

15 octubre 2013

RELATO: EL PASTOR ALEMÁN

Aquella aciaga tarde, L., iba corriendo por la ruta que hacía, al menos, una vez a la semana. Normalmente corría por allí en soledad. Le gustaba esa soledad mítica del corredor. Escuchar su propia respiración y el crepitar de las hojas secas que tras caer de los árboles, alfombraban el camino. Era otoño y los pinares iban adquiriendo un color rojizo que acentuaba aún más el débil sol otoñal. Pero aquella tarde no iba sólo. Le acompañaba V., que siempre había querido hacer esa ruta de la que tanto le había hablado L. 
Era un entrenamiento normal. Un ritmo medio bajo; una distancia corta. No más de 10 kilómetros. Un entrenamiento lúdico. Se trataba de ir disfrutando de aquella naturaleza tan especial mientras corrían. Atravesar el ajado puente del sempiterno río y adentrarse en el camino que pasa cerca del cortijo en el que siempre está alerta un perro. El perro del cortijo como ya lo conocía L., e, incluso, V., por habérselo escuchado tanto a aquél. 
El perro ladraba cuando pasaba L. corriendo, pero cada vez fue ahogando más su ladrido, hasta el punto que un buen día dejó de ladrar a su paso. Lo veía venir en lontananza y se acercaba a la verja, pero cuando parecía que iba a comenzar a ladrar, en vez de ello, tan sólo se limitaba a mirarlo fijamente. 
A L. aquella mirada le parecía, últimamente, triste. Es más, le pareció que movía el rabo de forma imperceptible. Se extrañó de esa nueva actitud de aquel bravo 'Pastor Alemán', una raza que, por lo general, no se amedranta ante nada. Pero consideró como probable que el fiero animal ya se había acostumbrado a su presencia y su olfato le decía que aquel individuo que pasaba por allí corriendo bajo el sol, la lluvia o la nieve, no mostraba ningún peligro. Instinto animal, supuso. 
Y es eso lo que más o menos le venía explicando a su amigo V. cuando faltaban pocos metros para pasar junto al cortijo. Por eso le sorprendió escuchar los ladridos del perro desde mucho antes que se acercaran a la verja. Consideró que su cambio de actitud podría deberse a que no iba sólo. Así que, distraídos como iban ambos corredores con aquellas cuitas no repararon en que aquel día, por la razón que fuere, la verja estaba entreabierta y cuando quisieron reparar en esa circunstancia el Pastor Alemán ya se encontraba delante de ellos, cerrándoles el camino. L. dijo a V. que no temiera, que el perro le conocía y que probablemente no fuera más que una pose. Aminoraron la velocidad (a los perros lo que más les inquieta es ver a una persona corriendo) pero el perro no parecía tranquilizarse. Comenzó a ladrar con mucho nerviosismo y alargando el rabo adoptó una posición que parecía de ataque, tensando la cerviz. Entonces ocurrió lo que nadie deseaba ni esperaba: el Pastor Alemán se abalanzó primero sobre V. al cual derribó al suelo. L., se quedó petrificado sin saber qué hacer. Sabía que en breve el perro, cuando considerara que ya había abatido y herido a su amigo, se abalanzaría sobre él. Correr en ese momento no era lo más adecuado. Además, eso supondría dejar cobardemente a su amigo expuesto a los continuos ataques del perro. Observó con horror cómo su amigo V., ya con la cara cubierta de sangre, manoteaba y gritaba sin que pudiera zafarse del animal, mientras que petrificado como estaba y con los ojos cerrados, L., contaba los segundos que le quedaban para encontrarse en la misma situación que su amigo. Algo tenía que hacer. Así que sacó fuerzas de flaqueza y rabia de dónde no había nada y golpeó al Pastor Alemán en el lomo al tiempo que comenzó a gritarle. Sin saber por qué -en esos momentos la mente muestra un comportamiento extraño- pronunció el nombre del cachorro de Pastor Alemán -de raza  idéntica a la de aquel macho maduro- que le regaló un amigo. Se sorprendió de aquella reacción porque aquel perro ya llevaba desaparecido siete años y desde entonces no lo había vuelto a ver. Pero para su sorpresa, el Pastor Alemán al escuchar el nombre detuvo por completo su ataque y se dirigió de forma sumisa con el rabo entre las piernas hacia L. Éste no daba crédito a lo que veía. Aquel perro era otro. Si segundos antes se mostraba ante sus ojos como un perro predador, ahora parecía el más pacífico e inofensivo de los canes. Su amigo V., desde el suelo, al comprobar que el perro se dirigía a L., gritó a éste que huyera, pero nada indicaba que aquel perro tuviera en su mente atacar de nuevo. 
El Pastor Alemán a cada paso que daba en dirección a L, más se arrastraba por el suelo, hasta el punto que cuando llegó a su posición, ya parecía el perro más servir del mundo, expuesto a soportar el castigo que se le quisiera infringir. De esa forma sumisa, metió la cabeza entre las temblorosas piernas de L., y éste por instinto lo acarició en la cabeza al tiempo que observaba lo familiar que le era la chapa sujeta al collar del perro. Con el corazón casi saltándole emboscado en confusos sentimientos, leyó la inscripción de la ajada chapa: 'Mi nombre es Dinky y si me has encontrado, por favor, llama a mi dueño L. al teléfono 655 555 555'. 

13 octubre 2013

CINE: MAMÁ (CAN, 2013)


La película hispano-canadiense 'Mamá' (2013) tiene su punto. En mi opinión, no se trata de una película que provoque irracional terror estilo 'Exorcista' (pocas o ninguna la superan), pero hay una historia, la cual tampoco es excesivamente novedosa o que no se haya visto ya en alguna que otra película. No obstante, la mano productora de Guillermo del Toro se nota. Y el reparto. 
Y hablando de reparto, no se pierdan la excepcional actuación del 'fantasma' de la foto de abajo (que en realidad es 'Mamá', una fantasma), porque para nuestra sorpresa se trata de un joven actor español, que apenas ha debido ser caracterizado (bueno, sí, vale, en la cara y los efectos especiales) porque, en realidad, así de anoréxico es su cuerpo. Es sorprendente verle en una imagen real. Sin duda, los del casting no han tenido que calentarse mucho la chola porque este tipo es ideal para este tipo de papeles. 
En cuanto a la película, me hago varias preguntas inquietantes: ¿Es divertido el terror? ¿Nos lo pasamos bien, o sencillamente estamos deseando que acabe si hay excesivo miedo? No sabría qué contestar. En esta película pasé un buen rato, luego, es probable que el terror no fuera excesivo. Tiene sus 'sustos', sus 'repullos', pero no provoca el terror que, por ejemplo, a mí particularmente me produjo 'La mujer de negro' o 'Los otros'. Es más, puedes llegar a reírte en alguna ocasión. E, incluso, a compadecerte de esta mamá desgraciada que no descansa desde que le birlaron su bebé y regresa de la ultratumba. No en vano, la quinta entrega de 'Scary Movie' (¡cómo me divierte esta saga!) la ha elegido junto a 'El cisne negro' y 'El origen del Planeta de los Simios'. Por algo será. 
No obstante, aunque no estemos ante una gran película, estamos -eso sí- ante una película bien realizada que nada pasa por ver. A no ser que seamos excesivamente miedosos.            

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...