Como ya había comentado en una entrada anterior, esta fotografía que hice de Plaza Nueva con la Torre de La Vela al fondo mi inspiró un artículo en el que comencé a trabajar en seguida y que quería denominar 'La belleza convulsiva'.
Este artículo ha sido publicado por el diario Ideal este último domingo. Os dejo con él por si tuvisteis ocasión de leerlo en prensa o, sencillamente, no llega Ideal desde el lugar en el que me seguís:
LA BELLEZA CONVULSIVA
Cuando
el peatón llega al final de la calle Elvira y dirige su mirada hacia la
izquierda, se enfrenta con la anchura cegadora de Plaza Nueva y comprueba con
estrépito de los sentidos que parece estar presidiéndola a lo lejos y en lo
alto, esbelta y sólida, la Torre de la
Vela. No es una imagen a la que te acostumbres por mucho que la hayas visto
porque determinadas obras arquitectónicas, aunque estén entre nosotros, en el
mundo real, parecen sacadas del mundo onírico. Desconozco si los antiguos
constructores de la Alhambra llegaron a ser conscientes de la perturbación
sensorial que iban a provocar en generaciones futuras, pero si lo fueron,
habría que agradecerles eternamente su proverbial visión, porque no demasiadas obras
arquitectónicas en el mundo provocan ese estupor emocional y esa convulsión
volcánica de los sentidos.
Y si el peatón que llega hasta Plaza
Nueva lo hace por primera vez, poca o ninguna sensibilidad habrá de tener si lo
que ve, cuando alza la vista, no le eleva el espíritu y lo transporta a lugares
imaginados en los que sólo existe la belleza y los objetos nos tocan, más que
ser tocados ellos por nosotros. Una suerte de vivencia de inusual significado
emocional que ocurre pocas veces en la vida.
Se dice que cuando Stendhal visitó
Florencia se le disparó el ritmo cardiaco y esa alteración fisiológica -que más
bien era sensorial- le indispuso hasta el punto de sentir vértigo, mareos,
espasmos, temblores y palpitaciones; tal acumulación de obras arquitectónicas,
escultóricas y pictóricas en tan poco espacio físico, en la capital de la
Toscana, fueron demasiado para él, un alma sensible como demostró con su buena
literatura. Su estupor fue tal que lo que penetraba por sus ojos y se
transmitía al cerebro se iba convirtiendo en un elixir tan delicioso a la vez
que venenoso que, nublándole los sentidos, se irradiaba hacia la vertiente
fisiológica, hasta el punto de provocarle un problema de salud evidente. Porque
alguien dotado de una sensibilidad desarrollada puede llegar a sentir que todo
le da vueltas cuando se rodea de tanta belleza artística y así lo debió
entender André Breton cuando escribió que 'la belleza será convulsiva o no
será'.
Algo muy similar produce esa visión de
la Alhambra y su entorno en la mayoría de las personas. Recordemos en ese
sentido las palabras del expresidente Bill Clinton cuando, zarandeado por la
emoción del momento, expuso de manera espontánea la impresión que le produjo el
monumento nazarí y su entorno desde el Mirador
de San Nicolás -probablemente la mejor imagen posible de la Alhambra-. La
puesta de sol más bella del mundo, vino a decir ante luces y taquígrafos. Luego
hubo de matizar sus palabras por la repercusión que tuvieron éstas en Estados
Unidos e igualar ese bello atardecer, con el monumento nazarí en primer plano,
al del Gran Cañón del Colorado, en Arizona, pero esa segunda opinión de
vocación apaciguadora, quizá, ya perteneció al ámbito de lo políticamente
correcto de cara a sus conciudadanos y su electorado. Realmente, no exageró el
político norteamericano como no lo hacen los miles de visitantes foráneos que
le emulan desde entonces.
Porque
hay determinadas obras arquitectónicas que nacen tocadas por una especie de magia
y todo en ellas es especial: su ubicación, su construcción, su peculiar
arquitectura, su diseño. Un estado de gracia inherente, al igual que ocurre con
alguna que otra obra literaria, alguna que otra película, alguna que otra composición
musical, alguna que otra escultura o alguna que otra pintura. Y la existencia
de ese corto y exclusivo catálogo hace que la breve estancia en este hostil
mundo se torne algo más agradable.
Recuerdo, como si fuera hoy, cuando el gran padre blanco, hijo, por otro lado, de la inmensa soledad del hombre (como dijera Allende), vino por estos lares pretendiendo, entre otras, igualar tales bellezas; ¡cuidado! no digo que aquello no sea bello, pero su belleza radica en mamá naturaleza, ¡vamos!, que, por una vez, no han podido comprarla con todo su dinero, estaba, está y siempre estará ahí, y el tiempo lo hará aún más hermoso, si cabe.
ResponderEliminarLo que sí me chocó, como a muchos, es que pretendiera comprar la Alhambra, llevársela piedra a piedra para ponerla en su triste país... pero... ¿hasta dónde vamos a llegar? No sé si iba con el entonces Alcalde o con el Pte. de la Junta, que se quedaron igual de perplejos sin reaccionar ante tamaña pretensión, si hubiese sido yo, lo hubiese mandado, del tirón, ¡a cagar!
Los pobres piensan que su dinero puede comprar hasta lo inimaginable, llevan no sé cuantos siglos comprando historia a marchas forzadas, porque no tienen ninguna antigüedad, nosotros, viejo continente si y muy rica, y en eso ellos jamás de los jamaces podrán igualarnos... Anda y que se vayan a...
Muy bueno tu artículo, me has hecho recordar mis pasos por esa Granada que me encanta...
Algún día me gustaría que nos contaras historias del monte y que nos lo enseñes,...
Saludos
¿Piedra a piedra? Algún día lo conseguirán; de hecho España ahora está en venta...
EliminarEspero que no... es muy posible, espero estar equivocado, que esta tierra si se vuelva un desierto de bases yankees, ya lo dijo Verne, el mismo que puso al hombre en un submarino, en un globo y hasta en la luna... pero espero que lo otro no
EliminarSin duda una de las imágenes más hermosas de Granada. Subir esa Cuesta de Gomerez hacia la Alhambra y el Generalife por la mañana temprano, no tiene precio. Y si a la vuelta le añade s un cafe con tostadas en el Pilar del Toro, frente a la Real Chancilleria y la iglesia de Santa Ana...Que más se puede pedir?
ResponderEliminarPd. Te emplazo para vivirlo en directo. Un abrazo compae.
Compae, en cuanto abra el Pilar del Toro, que ahora está en obras, hacemos el itinerario que propones, -previa subida corriendo por la Cuesta del Chapiz al Albaicín-. ¿Hace?
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