04 septiembre 2013

FIDELIDAD A LAS RAÍCES

Quienes por diferentes motivos hemos dejado de vivir en la localidad que nos vio nacer y criarnos, por lo general, deseamos seguir manteniendo algún tipo de nexo de conexión con ella, pero cada vez éstos son más débiles por mucho que queramos evitarlo. Se supone que es ley de vida. 
Mi caso particular no es ninguna excepción. Los nexos con el pueblo en el que nací y crecí siguen existiendo pero percibo que cada vez son menos sólidos y cuesta un mundo seguir alimentándolos. Sin embargo, he de admitir que  ese cariño a la tierra -no tanto ya al ámbito social- sigue siendo inalterable y es bueno que así sea. Aún sigo disfrutando de sus rincones y espacios naturales. Es más mis entrenamientos suelo hacerlos por ellos. Se produce una dualidad curiosa. 
Hace muy poco se celebró en Pinos Puente, mi pueblo, la anual romería que suele ser el plato fuerte de las fiestas (lo sé muy bien porque fui concejal responsable en el periodo 1995-1999). Se trata de una romería más de las muchas que se celebran en todo el territorio nacional, aunque a decir verdad ésta tiene la particularidad de ser completamente laica, no hay santo ni virgen de por medio. Sea lo que fuere, desde siempre, ese acto festivo ha sido el lugar común donde todo el pueblo ha confraternizado y los amigos hemos coincidido. En los años de juventud se trataba de una bacanal de farra y alegría, pero con el paso de los años se ha ido convirtiendo en uno de los pocos nexos de unión con el pueblo. Y aunque aún sigo asistiendo con un cada vez menos numeroso de amigos del pueblo (este año se ha reducido a Emilio y a mí, de entre los más íntimos), cada vez lo hago con menos convicción, si bien algo en mi interior me pide que lo siga haciendo porque es de los pocos argumentos válidos que me siguen uniendo al pueblo y una de las pocas ocasiones para ver a los amigos de siempre. Siento que cuando deje de hacerlo ya se habrá roto lo poco que queda, aunque se supone que no tiene por qué ser así.
Y es que con el paso de los años nos cuesta cada vez más ser fiel a las raíces. La familia va desapareciendo, a los pocos amigos que quedan en el pueblo, absorbidos por su propia vida, cada vez los vez menos y muchos de ellos también se fueron de la localidad. Luego, ésta se va transformando y cada vez cuesta más reconocerla. 
No es aún mi caso, pero me temo que pueda serlo dentro de poco. Por lo pronto, deseo que sigan vivos esos pequeños nexos de unión porque siempre he considerado que hay que ser fiel al terruño y a las raíces. De hecho la foto que actualmente preside este blog es un homenaje a la tierra.

2 comentarios:

  1. Aquí te responde el amigo que fue contigo a la romería de este año. Hay que seguir alimentando esas raices que nos quedan y no dejar que se sequen. En mi caso, este año me apunto a la Peña de
    fútbol del Pinos y así me obligo a asistir por lo menos una vez a la semana.....y además hacemos deporte...

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  2. Exacto. No olvides que año que viene nos invita el juez.

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Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.

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