06 septiembre 2011
VUELVEN LAS BUENAS SENSACIONES
03 septiembre 2011
MEJOR BUENAS MISIVAS QUE NO DESAGRADABLES MULTAS
Hace unos meses perdí o me robaron –que las dos cosas son posibles- la cartera con todos los documentos, tarjetas, dinero, etc., etc....y, claro, lo primero y más molesto de todo esto es dedicarte un par de horas, inmerso en el cabreo, desazón o frustración, a anular todo lo que pudiera ser sospechoso de uso indebido, es decir, tarjetas de crédito, de centros comerciales, del video-club, en fin, lo típico.
Y viene este triste recuerdo a cuento de la carta que me acaba de enviar, Pere Navarro Olivella, Director General de la Dirección General de Tráfico -con motivo de la entrega del nuevo y modernisímo carné de conducir, tanto que la misma interesante carta advierte que no está ni homologado en la UE- que, probablemente, de manera irónica o socarrona –o de ambas formas-, inicia su misiva impersonal diciéndome: Me complace adjuntarle su nuevo permiso de conducción en sustitución del que pudiera tener anteriormente..
Y, realmente, me ha parecido muy elegante (..en sustitución del que pudiera tener anteriormente) la forma en que el amigo Pere me indica que es probable que tuviera el carne con anterioridad pero que, probablemente, me lo robaron o yo mismo lo perdí o, incluso, deducir que nunca lo tuve, a pesar de que conducía de manera habitual. La verdad, me ha parecido que hay bastante riqueza literaria en su misiva.
Sin duda, mejor buenas misivas que no multas inoportunas.
02 septiembre 2011
SIN DUDA, EL MEJOR DE TODOS LOS TIEMPOS
31 agosto 2011
WACKEN OPEN AIR: MOTÖRHEAD
29 agosto 2011
"El Castillo de Velillos", de Mariano Martín García y José María Martín Civantos.
27 agosto 2011
Y ESTO, ¿QUIÉN LO PAGA? (IDEAL 26/8/2011)
"EL ELECTOR LO QUE HACE ES FIRMAR UN CHEQUE EN BLANCO A UN DESCONOCIDO, QUE EN MUCHAS OCASIONES CAMINA OSADO HACIA EL PRECIPICIO EN EL QUE NOS DESPEÑA A TODOS"
Con esa frase lanza IDEAL mi artículo en la edición del viernes, 26 de agosto. Siempre me parece oportuno insertar aquí mis artículos porque muchos lectores del blog no han tenido o no tienen acceso a las páginas de Ideal.
Y ESTO ¿QUIÉN LO PAGA?
Afirman que cuando el escritor catalán Josep Pla llegó Nueva York y vio la ciudad de los rascacielos en la noche, luminosa y encendida, preguntó socarrón: ¿y esto, quién lo paga? Sin saberlo el peculiar autor de "El cuaderno gris" estaba poniendo el dedo en la llaga sobre el interrogante que ahora, muchos lustros después, nos estamos haciendo los ciudadanos. Una pregunta que debería de estar en el catecismo ideológico de todo partido político con pretensiones de gobernar.
En España la cultura del endeudamiento y el gasto está muy arraigada, actitud que hubiera continuado sin control si las circunstancias económicas desde hace tres años no fueran tan adversas. Pero cuesta aún comprender que se está llegando a un fin de ciclo económico como aseguran los economistas y que el gasto debe ser cada vez más responsable.
En el ámbito público y con independencia del color político, en nuestro país y en cada una de las tres administraciones públicas territoriales, se han acometido proyectos megalómanos y políticas públicas con escasa lógica y rentabilidad, a no ser que sea la meramente electoral, que es la que posibilita estar en el poder para seguir inventando proyectos ruinosos, una absurda espiral de la que pocos políticos quieren salir una vez dentro. Lo que realmente ha ocurrido es que los representantes electos amparándose en una supuesta mejora de la ciudad, de la calidad de vida de los ciudadanos o de una hipotética creación de empleo y riqueza, actuando en nombre de la administración que dirigen, se han embarcado en gastos que han hipotecado el presupuesto anual durante muchos años y que han tenido que financiar con préstamos bancarios provistos de intereses galopantes.
Una empresa apuesta por una inversión que puede ser rentable o no porque ese es el juego que impera en el mundo empresarial. El empresario arriesga un dinero y probablemente jamás lo recupere. Si ese es el caso, este empresario podría entrar en un proceso de quiebra y necesitar una administración judicial para viabilizar su empresa.
Sin embargo, cuando esas inversiones ruinosas se ejecutan desde la arrogancia y la autorización mal entendida que ofrecen las urnas, las circunstancias son totalmente distintas. El político hace y ejecuta presupuestos basándose –se supone- en un plan de gobierno que, en teoría, debería conocer el votante. También sería lógico que el votante, el ciudadano, conociera las inversiones y políticas públicas más costosas y de esa manera votar en consecuencia. Pero la democracia es imperfecta y no existen esas premisas. Luego, el elector lo que hace es firmar un cheque en blanco a un desconocido, que en muchas ocasiones camina osado hacia el precipicio en el que nos despeña a todos. Así de triste es la democracia representativa.
Uno de los problemas básicos de nuestra democracia es que el político basándose en una elegibilidad amparada por las normas jamás responde de su gestión ruinosa. En la actualidad, en parte debido a la crisis, estamos asistiendo a la quiebra técnica de ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas, siendo probable que, incluso, a la del propio Estado. Esa crisis ha posibilitado que las cuentas no cuadren y que los ingresos no suplan los enormes gastos como sí parecían cuadrar hace no muchos años (aunque en realidad jamás los ingresos han bastado para financiar esos desproporcionados gastos sino que se han ido pagando con deuda pública y prestamos bancarios).
Esas absurdas inversiones, que hubieran llevado a la ruina a cualquier multinacional, al margen de responsabilidades jurídicas que se deduzcan contra el empresario, no tiene similares consecuencias en la actuación del político que un buen día decidió hipotecar el futuro de los ciudadanos a los que, en teoría, representaba. Es más, esa clase de políticos siguen ahí medrando, ocupando cargos de alta alcurnia, sin consecuencias negativas de ningún tipo. Solo se van, dicen, si me echan las urnas, como demócratas convencidos que son.
Obviamente, -con independencia de reivindicaciones indignadas- todo eso tiene que cambiar porque lo que está pidiendo el nuevo orden mundial no es sólo una más clara y austera utilización de los recursos sino un radical cambio en la forma de gobernar las ciudades y los países. Pero ese cambio no operará si se pretende ejecutar desde este mismo modelo económico y político, como tampoco podrá producirse con los mismos actores, que aferrados al poder no quieren comprender que la primera regla que ha de cumplirse es la salida de ellos mismos.
Afirman que cuando el escritor catalán Josep Pla llegó Nueva York y vio la ciudad de los rascacielos en la noche, luminosa y encendida, preguntó socarrón: ¿y esto, quién lo paga? Sin saberlo el peculiar autor de "El cuaderno gris" estaba poniendo el dedo en la llaga sobre el interrogante que ahora, muchos lustros después, nos estamos haciendo los ciudadanos. Una pregunta que debería de estar en el catecismo ideológico de todo partido político con pretensiones de gobernar.
En España la cultura del endeudamiento y el gasto está muy arraigada, actitud que hubiera continuado sin control si las circunstancias económicas desde hace tres años no fueran tan adversas. Pero cuesta aún comprender que se está llegando a un fin de ciclo económico como aseguran los economistas y que el gasto debe ser cada vez más responsable.
En el ámbito público y con independencia del color político, en nuestro país y en cada una de las tres administraciones públicas territoriales, se han acometido proyectos megalómanos y políticas públicas con escasa lógica y rentabilidad, a no ser que sea la meramente electoral, que es la que posibilita estar en el poder para seguir inventando proyectos ruinosos, una absurda espiral de la que pocos políticos quieren salir una vez dentro. Lo que realmente ha ocurrido es que los representantes electos amparándose en una supuesta mejora de la ciudad, de la calidad de vida de los ciudadanos o de una hipotética creación de empleo y riqueza, actuando en nombre de la administración que dirigen, se han embarcado en gastos que han hipotecado el presupuesto anual durante muchos años y que han tenido que financiar con préstamos bancarios provistos de intereses galopantes.
Una empresa apuesta por una inversión que puede ser rentable o no porque ese es el juego que impera en el mundo empresarial. El empresario arriesga un dinero y probablemente jamás lo recupere. Si ese es el caso, este empresario podría entrar en un proceso de quiebra y necesitar una administración judicial para viabilizar su empresa.
Sin embargo, cuando esas inversiones ruinosas se ejecutan desde la arrogancia y la autorización mal entendida que ofrecen las urnas, las circunstancias son totalmente distintas. El político hace y ejecuta presupuestos basándose –se supone- en un plan de gobierno que, en teoría, debería conocer el votante. También sería lógico que el votante, el ciudadano, conociera las inversiones y políticas públicas más costosas y de esa manera votar en consecuencia. Pero la democracia es imperfecta y no existen esas premisas. Luego, el elector lo que hace es firmar un cheque en blanco a un desconocido, que en muchas ocasiones camina osado hacia el precipicio en el que nos despeña a todos. Así de triste es la democracia representativa.
Uno de los problemas básicos de nuestra democracia es que el político basándose en una elegibilidad amparada por las normas jamás responde de su gestión ruinosa. En la actualidad, en parte debido a la crisis, estamos asistiendo a la quiebra técnica de ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas, siendo probable que, incluso, a la del propio Estado. Esa crisis ha posibilitado que las cuentas no cuadren y que los ingresos no suplan los enormes gastos como sí parecían cuadrar hace no muchos años (aunque en realidad jamás los ingresos han bastado para financiar esos desproporcionados gastos sino que se han ido pagando con deuda pública y prestamos bancarios).
Esas absurdas inversiones, que hubieran llevado a la ruina a cualquier multinacional, al margen de responsabilidades jurídicas que se deduzcan contra el empresario, no tiene similares consecuencias en la actuación del político que un buen día decidió hipotecar el futuro de los ciudadanos a los que, en teoría, representaba. Es más, esa clase de políticos siguen ahí medrando, ocupando cargos de alta alcurnia, sin consecuencias negativas de ningún tipo. Solo se van, dicen, si me echan las urnas, como demócratas convencidos que son.
Obviamente, -con independencia de reivindicaciones indignadas- todo eso tiene que cambiar porque lo que está pidiendo el nuevo orden mundial no es sólo una más clara y austera utilización de los recursos sino un radical cambio en la forma de gobernar las ciudades y los países. Pero ese cambio no operará si se pretende ejecutar desde este mismo modelo económico y político, como tampoco podrá producirse con los mismos actores, que aferrados al poder no quieren comprender que la primera regla que ha de cumplirse es la salida de ellos mismos.
25 agosto 2011
JOSE YA CONOCE EL PANTANO
21 agosto 2011
WACKEN OPEN AIR: APOCALYPTICA
17 agosto 2011
WACKEN OPEN AIR: SEPULTURA
15 agosto 2011
BENDITA NORMALIDAD
11 agosto 2011
DESMITIFICANDO EL VELETA
Correr, sí, pero correr tranquilo, correr distancias cortas, correr contemplativo. Con su ilusión de bajar de 50 minutos en 10 kms., por sus añorados caminos de la Vega le bastaba.
Sin embargo, en esto del correr como en la vida misma, las sorpresas, lo desconocido, lo imprevisto, está a la vuelta de la esquina, mucho más cerca de lo que creemos. Por tanto, si dando el primer paso se comienza a correr, conviene meditar muy en serio si conviene darlo porque una vez dado todo lo demás ya forma parte del destino.
Y el destino quiso que se acabara inscribiendo a una primera media maratón. La de Granada, en octubre de 2005. Ajeno aún a esa barbaridad de 21 kms., y con diez kilos más que hoy y un mayor porcentaje de grasa, la semana anterior a la celebración de la prueba y con el miedo escénico metido en el cuerpo, midió con el coche 21 kms., exactos y se dispuso a correrlos. Los hizo despacio y acabó totalmente derrotado, imbuido al terminar de un miedo escénico aún mayor ante la prueba oficial de la semana siguiente.
Y con esas dudas y temores se presentó en la salida de su primera media maratón, en la que faltando tres kilómetros casi desfalleció. Llegó en 1 hora y 51 minutos, que no estuvo nada más dada la escasa preparación que tenía. Su primera barrita energética –que luego ha utilizado muy poco- no era de la marca Isostar. Se llamaba “Huesitos”, que devoró en el kilómetro 18. Evidentemente, estaba escaso de esa sapiencia correril, como bien dice Alfredo.
A partir de aquel día, comprobó que no sólo leía con delectación los reportajes sobre media maratón sino que se detenía, por curiosidad, a ojear –y hojear- lo que se escribía sobre maratón, aquella barbaridad de prueba, opinión que aún mantiene.
Como ocurría en la excelente obra de Jonathan Swift, Los viajes de Gulliver, todo es relativo y dependerá del contexto y de la situación. En Liliput serás el más grande porque todo lo que te rodea es pequeño; pero en Brobdingnag será al contrario, un ser diminuto que podría ser aplastado por cualquier bebe del país sin apenas esfuerzo. Por tanto, la dualidad pequeño-grande es muy relativa, algo similar a lo que ocurre en el atletismo. Llegas a meta en el mismo tiempo que gente de la que nada sabes y te preguntas: ¿son excelentes corredores porque han llegado a tu par? O por el contrario: ¿son corredores del montón porque han llegado a tu par? Y esas preguntas adquieren una especial relevancia en pruebas dantesca como la de este tipo. Todo, totalmente relativo.
Y uno es grande en sus propósitos de acuerdo y – y no es una redundancia- con sus propios propósitos que para nada tienen que ver con los de los demás. Ahí estriba la grandeza de correr.
Y esos propósitos pueden ser infinitos. De hecho nuestro corredor acabó haciendo su primera maratón tan sólo año y medio después de correr su primera medio maratón.
Por tanto, desmitificó la distancia reina de una forma más sencilla de lo que había previsto y esas páginas dedicadas al maratón de revistas especializadas se convirtieron a sus ojos tan placenteras y normales como las demás que hablaban de correr.
La vida se cuenta por etapas. Por ciclos que se cierran, como tanto gusta referir a su amigo y Álter, Jesús Lens. Superada la etapa del maratón, tenía mitificadas –como nos ocurre a todos- pruebas como la Subida al Pico del Veleta, pero como todo es relativo, no es exactamente lo mismo lo que uno se imagina sobre lo que serán las cosas con lo que son las cosas en realidad. Y se puede asegurar que la imaginación siempre altera la realidad, lo mismo que la memoria deforma los acontecimientos pasados.
Sin embargo, no se inscribió -según cuenta- en la prueba del Veleta para desmitificarla y afrontar el miedo a lo desconocido porque si así fuera a lo largo de su vida hubiera hecho cosas imprevisibles, como por ejemplo, rodear su cuello con aquella serpiente pitón que le ofreció un conocido dueño de una o haber hecho parapente ante la insistencia de otro conocido, que además era monitor de esa disciplina. No, al Veleta se apunté sin reflexión, sí, –acuérdense de su artículo en Ideal sobre la revelación- pero considerando que contaba con la preparación básica para afrontar esta prueba.
Pero la desmitificación de esta prueba, que se basa en acabarla, se consigue sin demasiado esfuerzo; de hecho, en su fuero interno considera que cualquier corredor bien preparado puede acabarla (igual que defiende que cualquier persona puede acabar una maratón), sabiendo que alternará correr con el andar. Ahora bien, si de lo que se trata es de trepar hasta la cima del Pico corriendo, la mitificación aún tiene cierta vigencia, piensa.
UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO
Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...
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