Bien. Hay que comenzar la semana deportiva. A correr se ha dicho. Probablemente los siguiente cuatro días: hoy jueves, el viernes, el sábado y el domingo.
Son días que espero con ilusión, con anhelo, con la esperanza de poder sentirme perdido en algún lugar lejano, atravesando caminos, cañadas, veredas y carreteras. En definitiva, a partir de esta misma tarde vuelvo a los caminos tras la última salida del pasado domingo.
En las últimas semanas, desde que comenzó 2010 no hago menos de treinta y cinco kilómetros semanales. No menos de diez kilómetros por sesión ni más -por ahora- de dieciocho. Son las distancias necesarias para seguir manteniendo la forma e ir eliminado progresivamente (¡por Dios, cuánto cuesta!) esos pocos kilos -que no adiposidad- que cogí -cogimos- en las fiestas navideñas.
Desde que comenzó el año, frecuento básicamente los mismos lugares que ya frecuentaba antes de acabarlo. Me apetece perderme por la Vega, allá por las estribaciones de Fuente Vaqueros; adentrarme en la sequedad de las rutas de Caparacena y el Pantano del Cubillas y penetrar en ocasiones por la siempre dura y vieja carretera que transcurre paralela al río Velillos, buscando Los Montes Orientales. Y sigo desechando circuitos urbanos que poco o nada me motivan.
Corro sin otras pretensiones, pero -eso sí- no paro de correr. Alejado de las sesiones de calidad, en ocasiones me sorprendo en algunos tramos corriendo a una media de 4,15 el mil y en otros me cuesta bajar de 5,15. E, incluso, me he sorprendido acabando algunas sesiones a 3,45. Pero no es eso lo que me importa en estos momentos. Sólo me importa correr.
También, por lo pronto, prescindo de subidas duras, como es el caso del Torreón de Albolote o Tiena, lugares a los que volveré -pero quiero hacerlo sin la frente marchita-.
Sin duda, volveré a todo aquello que creí no volver jamás, a pesar de que estoy comenzando a incumplir la idea del maratón anual. Y eso me preocupa.
Y es que una lesión hace mucho daño y se queda en la mente un buen rato más que el rato que se queda en la parte física dañada.