13 enero 2010

LA DECISIÓN DEL AYUNTAMIENTO DE VIC


El Alcalde de la ciudad catalana de Vic (provincia de Barcelona), con el apoyo de de su equipo de gobierno integrado por los concejales de CiU, PSC y ERC, ha decidido no empadronar en el Padrón Municipal a los inmigrantes ilegales, es decir a aquellos que se encuentran en una situación irregular en España.
El Padrón Municipal es la herramienta administrativa de que disponen los Entes locales municipales para determinar la vecindad administrativa de un municipio y en el mismo se inscriben tanto ciudadanos españoles como inmigrantes legales e ilegales. Ahora el equipo de gobierno considera legal su postura, al tiempo que pone sobre la mesa un asunto que cada vez será más debatido, no sólo en España, sino en los demás países prósperos de la Unión Europea. Un asunto que esconde una situación de ámbito legal y social que, necesariamente, habrá de culminar en un debate serio sobre el asunto de la inmigración, el estado de bienestar, el asunto de los tributos, la sanidad pública, la educación pública y un largo etcétera. Un debate que ya surgió hace años en países como Francia, Alemania, Reino Unido, Italia, Suiza o Bélgica, por poner unos pocos ejemplos.
Las preguntas que os hago y sobre la que me gustaría conocer vuestra opinión son las siguientes:

¿ Es sostenible o no lo es el estado de bienestar social si no se regulariza y racionaliza en profundidad la inmigración ilegal ?

¿ Han contribuido o no han contribuido los inmigrantes a la prosperidad económica de los países desarrollado, entre ellos España, o por el contrario, son mayores los gastos sociales, sanitarios y educativos que han de soportar lo estados con el fenómeno de la inmigración?

10 enero 2010

CORRER ES LA ESENCIA (O EL PRIVILEGIO DE CORRER BAJO LA NIEVE)

Hoy me he congraciado con la naturaleza. Si alguna vez he podido ser cruel con ella, arrojándole productos inorgánicos, destruyendo su flora por no poner el suficiente cuidado, vertíéndole aguas fecales o, sencillamente, no siendo sensible y exquisito en el trato, hoy me he congraciado con ella.
Se podría decir que he firmado un hipotético armisticio, una carta de naturaleza en la que al modo íbero cada parte se ha llevado su mitad.
Resulta que esta tarde, a eso de las 14,00 horas, a la hora anárquica acostumbrada de los domingos, salía a correr por una ruta de 16 kilómetros uniendo caminos entre Pinos Puente y Fuente Vaqueros. Pero presentía más que vaticinaba que marcando el termómetro del coche 1 grado sobre cero y estando el cielo completamente repleto de nubes la nieve podría hacer aparición de un momento a otro.
Mientras me enfundaba la braga en el cuello y ajustaba el gorro de lana Nike en la cabeza comenzaron a caer los primeros copos de nieve con una periodicidad discreta, casi inexistente. Sin embargo en los primeros cien metros de la ruta esos copos fueron aumentando su tamaño y vigor.
De esa forma comenzaba hoy mi odisea nevada. Y creedme, ha sido un privilegio. Había corrido bajo la nieve, pero jamás había hecho una ruta de 1 hora y 20 minutos en la que no haya cesado ni un sólo segundo de nevar. Todo lo contrario.
En el momento en el que escribo, casi las siete de la tarde del domingo 10 de enero de 2009, Granada y alrededores están completamente nevados. No es posible vez ni un sólo centímetro de acera y la terraza de mi piso ha adquirido un color blanco precioso. Pero cuando daba los primeros pasos en mi ruta de hoy aún no había ni un sólo centímetro de nieve en los angostos campos de la Vega. Ese manto blanco se ha ido extendiendo a medida que mis piernas, corazón y pulmones iban acumulando kilómetros. He sido, por lo tanto, testigo de excepción.


Pero comencemos por el principio.
Tras los primeros copos a los que me refería, en el primer kilómetro me detuve para ajustarme la malla y comprobé cómo la nieve cada vez era más copiosa. Mis ojos se fijaron en el horizonte, en la dirección que correría, y comprobaba como una densa capa cubría los cortijos y secaderos de la Vega.
Ese es un momento psicológico. Estás perdido en mitad de la nada, sin presencia humana alguna y sabes que tienes por delante 15 kilómetros en medio de esa nevada que va aumentando cada minuto.
Son los momentos en los que la mente te dice que estás a un kilómetro del coche y deberías regresar, pero las piernas obedecen a otras razones y empujan hacia adelante, de manera que cuando aún no había acabado de tomar la decisión ya me encontraba corriendo en busca de esos quince kilómetros restantes.
Comprobaba cómo la nieve, tras la primera capa de agua ya iba quedándose en las ramas de los árboles y cada kilómetro corrido coincidía con una mayor presencia de blanco a ambos lados del camino por el que avanzaba.
A los treinta y tres minutos de recorrido me encontraba en las puertas de Fuente Vaqueros y tan sólo contemplé en la calle a una niña que se disponía a amontonar nieve en el jardín de su casa con la idea más que predecible de hacer un muñeco de nieve. Mientras tanto en los bares que circundan al paseo central del pueblo, presidido por una estatua del poeta, los parroquianos apenas se asomaban a las puertas de los bares en los que con toda probabilidad tomaban un carajillo y una copa de coñac.
En esos momentos no pasa por tu momento ningún atisbo de heroicidad, aunque el que te observa considere y tu deduzcas por su mirada que está viendo pasar a un tipo un tanto excéntrico.
Pero lo que probablemente no sepan es que tu eres corredor y que correr es la esencia y todo lo demás la anécdota.
Pasado el pueblo de Fuente Vaqueros enfilaba la carretera que conducirá mucho más adelante a la Carretera de Córdoba y que en un par de kilómetros posibilitará desviarme por un camino casi inédito, recién descubierto y que sirvió al grupo de Las Verdes para hacer la ruta de la "Mañanavieja".
Ese camino me gusta por su silencio y quietud. Perdido como está en la mitad de la Vega me transmite excelentes sensaciones. Pero hoy no eran sólo buenas sensaciones sino algo más: si las palabras fallan en su descripción, intente el lector imaginarse un campo totalmente blanco y unos chopos nevados junto a los que discurre una decimonónica acequía que confunde su rumor con el silencio típico de la nieve.
Unos kilómetros más adelante, vuelvo a penetrar por el Camino Real, que en su larga recta deja contemplar una Vega ya completamente blanca y misteriosa.
La nieve, lejos de remitir, era ahora más abundante y necesitaba retirar la braga de la boca y respirar abiertamente. Pero los copos ahora remansaban suavemente hasta estrellarse en el camino como si allí la nieve fuera ya propia del paisaje. Todo era tan blanco que sobrecogía. Pareciera que ahora la naturaleza comenzara a congraciarse con aquel corredor que la había desafiado en su prueba más cruel. Si antes los copos se estrellaban en la cara, ahora con suavidad resbalaban por ella. Me pareció percibir un guiño de complicidad de la madre tierra.
Mi vista no paraba de otear todo lo que podía abarcar, pero mis sensaciones físicas lamentablemente no eran las más adecuadas. Digo lamentablemente porque unas buenas sensaciones unidas a ese espectáculo natural hubieran provocado un cataclismo emocional.
Minutos más adelante un coche conocido me insistió en que me montara, ajenos a mi disfrute y privilegio. Grité, creo que con emoción, que no me privarán de ese privilegio. Sospecho que el matrimonio amigo que ocupaban el vehículo no llegaron a comprenderme y continuaron su camino.
A la altura de la Alquería de Alitaje las dos casas que ocupan la orilla derecha del camino mostraban un jardín tan inéditamente nevado que inspiraba ternura y unos gorriones, ajenos al frío, buscaban algo que echarse al pico. A esas alturas el frío era intenso y pareciera que los gorriones y yo éramos las únicas criaturas existentes en el mundo.
A falta de un par de kilómetros para llegar a Pinos Puente, el frío era más intenso y me sentía mojado. Llevaba más de una hora y cuarto mezclado con la nevada y la naturaleza ya había decidido que nuestro armisticio era sólido.
Cuando llegué al coche percibí el sentimiento puro de que aquello que me había ocurrido era un privilegio y que sin dudarlo lo volvería a repetir en cualquier momento. Ya digo, correr es la esencia y todo lo demás la anécdota.

09 enero 2010

TALES OF ITHIRIA, HAGGARD

Escuchar esto, que merece la pena. Se trata del último trabajo del grupo alemán Haggard, TALES OF ITHIRIA

06 enero 2010

EL CONSUMO QUE TODO LO INUNDA



Escribía Jesús Garrido -corredor perezoso-, que resulta un espectáculo lamentable contemplar cómo se consume la lectura en estas fechas. Y para ejemplo, el que todos conocemos: el Corte Inglés.
Hace unos meses leía con fruición los dos primeros libros de Stieg Larsson. En ambos descubrí una nueva forma de contar las cosas, una Suecia alejada de la imagen bucólica que tenemos por aquí de este país, y una trama compleja y bien construida bajo la forma y estilo de una prosa aparentemente sencilla.
Pero se publicó la tercera parte en España bajo el título de "La reina en el palacio de las corrientes de aire" y perdí casi todo el interés. No he comprado ni por supuesto he leído esta tercera entrega desde que el libro ya no se vende para ser leído sino como producto de un mercantilismo obsceno y promiscuo del que debería de estar ausente el libro. Y eso es algo que nada tiene que ver con su lectura. De hecho, millones de lectores tiene el Quijote y jamás ha tenido que entrar en esa vorágine consumista. Comprar un libro es un cosa y leerlo es otra.
He de admitir que su masiva venta y su destacado lugar en los grandes almacenes junto a cualquier artículo de gran consumo me decepcionó porque siempre entendí que la extinta pluma de Larsson atesoraba calidad. Y para colmo admiten haberlo leído la mujer del futbolista Guti y hasta la hija de Aznar. Y por ahí ya no pasó.
Lo más probable es que acabaré leyéndolo cuando se publique en bolsillo y para ese momento sospecho que transcurrirá un lustro.
Por su parte, reconozco que no soy muy dado a que me regalen libros, aunque sí a regalarlos.
Si los recibo, sé de donde vendrán y, por lo general, ya he dado algunas sugerencias. Y en ese sentido he tenido la suerte de recibir en estos días "Retrato de un hombre inmaduro" la última novela de Luis Landero, un escritor que tengo en un lugar preferente de mis anaqueles desde que me deleitó con "Juegos de la edad tardía".



Algo similar me ocurre con el cine. En ese género sólo opto por sugerir o comprar -como en música- aquello que considero de culto. Y la suerte ha estado de mi lado porque ya forman parte de mi deuvedeteca "El gran Lebowski", en mi opinión la obra maestra de los Hermanos Coen, y "Trainspotting" de Danny Boyle que tanto nos ha sorprendido últimamente con "Slumdog Millionaire"

04 enero 2010

LA INFLUENCIA DE LA ZAFIEDAD



Hace más de año y medio publicaba un artículo en Ideal al que titulé "Zafiedad que mueve al mundo" en el que me refería a la zafiedad, que todo lo inunda. Y ahora que comienza un nuevo año y todos, de una manera u otra, ponemos el reloj a cero en muchos aspectos me gustaría referirme a cómo afectará esa zafiedad a la televisión, madre de todas las zafiedades, ahora que la pública y estatal ha optado -con buen criterio, en mi opinión- por eliminar toda publicidad y que en ese nuevo esquema de servicio público ninguna cabida habría de tener la programación rosa, que además pagamos todos con nuestros impuestos.
Lógicamente, ese "pastel" publicitario irá ahora a parar, principalmente, a las televisiones privadas, que son muy suyas de hacer con esos ingresos publicitarios lo que les vengan en gana. Y si lo que quieren -o quieren sus telespectadores- es embodriarse hasta la méduta de belenesesteban y tomates allá ellos porque es su dinero y los espectadores son muy libres de pulsar la tecla del mando a distancia que les plazca.
Otra cosa es que todo ese nauseabundo mundo nos sea impuesto por la vía de los hechos consumados, es decir, que no teniendo otra opción debamos impregnarnos de ese tufillo. Al menos ahora tendremos la ocasión de poder elegir. Se supone.
Lo preocupante de ese tipo de prensa es que inunde todo, hasta el punto de que el espectador o el lector que no busca ese tipo de "información" acabe encontrándola, es decir, se le imponga. Desde mi punto de vista a eso habría que denominarlo violación de la capacidad de elección. Abres un periódico serio y te das de bruces con el último novio de Shakira o la última operación de nariz de doñaleticiarepublicana, que según mensaje oficial de la Casa Real le molestaba para respirar, que es una forma desvergonzada de decir que "la princesa del pueblo" no daba un buen perfil en las fotos y que, total, para lo que hemos tenido que desembolsar.
Es algo que me ha ocurrido con algunos periódicos. Y me duele decir que haya ocurrido con el periódico en el que colaboro: Ideal. De hecho -a no ser que publiquen alguno de mis artículos- me niego a comprarlo los domingos, toda vez que introducen una revista del corazón en el que suelen aparecer con frecuencia desde los humildes y sencillos miembros de la Casa Real, vistiendo o calzando humildes complementos en consonancia con la situación crítica que atraviesa el pueblo, hasta las últimas estupideces de Victoria Beckham.
Así que pudiendo elegir el tipo de información a recibir ¿existe algún problema añadido?
El problema que pudiera existir es que si cada vez más gente elige este tipo de cosas la sociedad cada día será más inculta y embrutecida. Y en eso perdemos todos porque de esa sociedad, inevitablemente, tendrán que salir nuestros políticos, abogados, médicos, funcionarios públicos, deportistas o carpinteros.

31 diciembre 2009

BUENOS PROPÓSITOS


Desde hace tiempo no creo en los buenos propósitos para el año próximo. Y hoy es día de buenos propósitos.
Pero los buenos propósitos son los que se intentan alcanzar en cualquier día, en cualquier mes del año. De hecho, son los que más se cumplen.
Por el contrario, no suelen cumplirse los planteados en días como hoy. Y para muestra un dato: un porcentaje por ciento muy elevado afirman que dejarán de fumar -por ejemplo- el próximo año, pero lo incumplen sistemáticamente justo en el momento en que empieza el nuevo año, que es una frontera festiva y cotillonera. Pero hay otros muchos incumplimientos que, psicológicamente, son muy recurrentes al mismo tiempo que inabordables.
Por eso no creo en esos buenos propósitos.
En cambio, una persona medianamente sensata busca adaptar el nuevo año a sus creencias, intereses o deseos. Y todo aquello que se desea hacer no es necesario ni conveniente que se haga el primer día del año sino a través de todo un calendario que viene repleto de ocasiones para mejorar, desmejorar, engordar, adelgazar, beber, dejar de beber, fumar, dejar de fumar, correr, dejar de hacerlo, estudiar una carrera, abandonar la que se está estudiando, divorciarse o seguir felizmente casado, escupir en la cara al jefe o seguir practicando el reptilismo, leer más o dejar de leerlo todo, viajar más o dejar de viajar...no sé, todo un mosaico con que cargar el calendario próximo, asuntos graves y complejos que es imposible dejar para el día 1 de enero y de ahí el reiterado incumplimiento.
Por tanto, que 2010 sea el año en el que hagáis o no hagáis lo que siempre habéis querido hacer o dejar de hacer.

24 diciembre 2009

RELATO DE NAVIDAD (ESPECIAL DE IDEAL 24/12/2009)


Hago un inciso en las historias de X para introducir el relato navideño publicado hoy en el especial que cada 24 de diciembre edita Ideal.

Decíamos en el relato de "Mañanabuena", que volveríamos a ojear Ideal y descubrir dos relatos, pero esta mañana ante la incertidumbre de salir a trotar o no, este tema ha sido olvidado. Pero nunca es tarde para rectificar. Y si no habéis podido leerlo en papel impreso -formato en el que gana mucho- os lo dejo a continuación.


ODIOS Y RECUERDOS (MI AMIGO ODIA LA NAVIDAD)

Un amigo mío odia la navidad. Pero yo creo que lo que odia es tener cada año la frustración de no saborear estos días tal y como experimentó en una ocasión. Porque desde entonces puso todo su empeño en vivir esta época del año como aquel momento mágico, si bien pasaron los años y sus anhelos y sueños se mostraron cada vez más incompatibles con la tediosa realidad.

Soy testigo de su emoción ante el armónico baile de los copos de nieve en su lenta caída y he advertido en su videoteca varias versiones de Canción de Navidad, pero algo oculto en su ser le ensombrece su mirada en esta época.

Sé de su desencanto porque se aleja del consumismo voraz y no soporta salir sin bufanda entre el veinticuatro de diciembre y el seis de enero. Incluso hay quien afirma que le ha visto cada año agazapado en un rincón de la iglesia durante la Misa del Gallo, con una botella de aguardiente escondida en los bolsillos interiores de su pelliza.

Por tanto, si hubiéramos de hacer una radiografía de hábitos y sentimientos, mi amigo ocuparía un número alto en el ranking de fieles navideños, aunque nadie que le conociera u observara podría ratificar esa afirmación. Quizá por eso admira tanto a Ebenezer Scrooge. De hecho, defiende la teoría de que este viejo millonario y cascarrabias creado por Dickens es la persona más navideña de la historia, aseveración que produce hilaridad allí donde la cuenta.

Sin embargo yo creo que su idea no es tan descabellada, porque nada irrita más al verdadero amante que la infidelidad hacia lo que ama, aunque él mismo no lo sepa. Y, realmente, con la Navidad llevamos ya lustros siendo completamente infieles.

Recuerdo que hace muchos años tras salir de una fiesta de Nochebuena a eso de las tres de la madrugada, mi amigo se alejó del grupo y penetró en la oscura y misteriosa vega nocturna que rodea la bucólica arquería de Alitaje. Y a pesar de los tres grados bajo cero se sentó sosegadamente en el borde de una acequia y se dedicó a mirar el cielo increíblemente estrellado, favorecido por el tierno manto blanco de Sierra Nevada.

Los demás pensamos que las copas de esa noche le estaban haciendo efecto e intentamos disuadirlo. Te quedarás helado, le advertíamos. No obstante, ajeno a nuestras súplicas comenzó a hablar de forma onírica.

Era su sueño y su misión estar allí esa noche, dijo. Era tanta la poesía de aquel lugar en aquella noche que quedarse helado no significaba más que una banalidad. Algo ridículo en comparación con la emoción que estaba experimentando.

Lógicamente, todos comprendimos que aquellas palabras no eran las de una persona ebria, así que decidimos compartir su dicha, si bien el brillo límpido de su mirada no pudimos igualarlo ni por asomo.

Y como aquella noche mágica no se ha vuelto a repetir, mi amigo odia la Navidad.


Un relato que os dedico a vosotros, amigos y amigas que durante un largo año seguís con voluntad y constancia este blog, con independencia que odies o améis estas fechas.

Pero no dejéis de leer la historia de X, justo a continuación.

23 diciembre 2009

X, EN NAVIDAD


No había sido fácil la convivencia entre X y Conchi tras aquella conversación que tuvo ésta con Luis.

Aquella conversación –no era posible negarlo- había acabado tensa. Una tensión generada por dos personas que aparentaban simpleza pero que, en realidad, estaban muy dotadas para la persuasión y sí fuera necesario para la manipulación, si bien en ese terreno Conchi podía ganar por goleada.

Habían transcurrido algunos meses, pero conviene conocer qué ocurrió desde que X llegara a casa tras acabar su primera carrera oficial.

X, tras cambiarse y tomarse una cerveza en un bar a la salida del pueblo, intentó armarse de valor. Desde la boda del sobrino de Conchi todo había ido de mal en peor, y para colmo sabía que la intervención de Luis había dejado las cosas más maltrechas todavía. Aún así, de nada le servía postergar el asunto: era su casa y tenía que volver tarde o temprano. Otra cuestión distinta sería conocer qué le repararía el futuro. Mejor dicho: que les repararía el futuro a él y a Conchi.

Ondeando un silencio de mediodía dominguero en la calle, X penetró en el portal de su casa. Al abrir la puerta del piso le pareció contagiarse del aire tenso que aún se respiraba en el interior del edificio. No pronunció el nombre de su mujer como era en él habitual. Tan sólo el leve murmullo de las llaves al dejarse caer en la base del armario del pasillo presagiaba de la llegada de X.

Sabía que Conchi estaba en casa. Pero también sabía que no contestaría.

Su primer contacto con su mujer fue tenso pero respetuoso. Ella parecía enviarle dardos con la mirada, pero en realidad ella tan sólo estaba preparando el terreno para una defensa a ultranza. Desde luego, no estaba dispuesta a renunciar a esa vida que le había ido tan bien en la que un X servil, amorfo e inopinado pasaba desapercibido para la cada vez más planificada y cómoda vida de Conchi. Si alguien consideró en alguna ocasión que esta mujer era de principios simples y básicos estaba muy equivocado.

Mientras tanto, Luis salió aturdido tras la entrevista con Conchi. El amigo de X también jugaba a la teoría de la confusión. De hecho, todo el mundo afirmaría que se trataba de un individuo bastante lerdo, cuyo máximo interés en la vida consistía en estar delante de un vidrio rebosante de coñac y cola. Pero, una vez más, todo el mundo estaba de nuevo equivocado. Y eso era algo que Conchi sabía muy bien. De hecho, las dos personas que franqueaban a X no eran dos angelitos precisamente. Dos personas que aparentaban precisamente lo que no eran. Y ambos lo sabían. Y por eso se temían y respetaban. Siempre había sido así.

Ante ese panorama, la iniciativa emprendida por X consistente en correr podría tratarse perfectamente como una estrategia escapista. Pero no lo iba a tener tan fácil

X en los siguientes meses siguió corriendo. Y siguió adquiriendo ropa técnica, zapatillas, revistas, libros y visitando blogs de corredores. Nada le importaba más que eso.

Por su parte, Conchi, inteligente y sagaz como una gacela observaba de cerca y callaba. Sin duda estaba preparando su estrategia.

En cuanto a Luis, seguía animando a su amigo facilitándole, incluso, el entrenamiento y procurando no hacerle caer en la tentación de la barra del bar.

De esa manera la vida seguía su curso. Y cuando quisieron darse cuenta llegó la Navidad.

Los campos estaban nevados y X seguía corriendo. En casa ya no existía un ambiente tenso, entre otras cosas porque ni siquiera existía ambiente.

Los amigos ya no llamaban, excepto Luis, que procuraba hacerlo cuando no estaba Conchi, y la familia, sin comprenderlo, comenzó a murmurar en cuanto se presentaba ocasión.

Se hablaba de separación, de desamor y de desdicha, pero nada de eso se llegaba a materializar.

Para entonces X ya había corrido cinco pruebas oficiales y había debutado con un tiempo de 1 hora y 45 minutos en una media maratón. Incluso ya no le avergonzaba llevar pantalón corto porque ya no había tanta grasa que ocultar. Su figura había cambiado y su forma de ver la vida también había experimentado un cambio.

Ante tal evidencia, Conchi había decidido no inmiscuirse en la vida de X. Incluso, se había apuntado a un gimnasio.

Pero les gustara más o les gustara menos, al matrimonio se le planteaba un problema inminente: llegaba la Nochebuena y tenían que decidir a qué casa de familiares acudir.

X, ante tal disyuntiva no deseaba hacer papel alguno y prefería que los demás pensaran que la crisis matrimonial estaba muy avanzada. Por su parte Conchi, comprobaba como la losa de la soledad cada vez le aplastaba más, mientras observaba que la felicidad de X siempre estaba ataviada de malla y camiseta técnica. Si tenía algún problema él lo solucionaba corriendo.

Como sabemos el día de Nochebuena siempre es especial. Lo es desde que amanece y todo el mundo lo capta.

Esa mañana X, como era en él costumbre cuando el trabajo se lo permitía, se fue a hacer unos kilómetros. Ni siquiera desayunó con Conchi como había hecho en los últimos diez años. Tampoco proveyeron nada para la noche, ni decidieron a qué casa irían.

Por tanto, todo quedó en el aire en una casa que cada vez era más gélida.

Cuando X regresó de hacer 15 kilómetros por un campo helado y cubierto de la escarcha nocturna, sorprendentemente, se encontró a Luis en su casa. Justo en el sillón de enfrente se encontraba una compungida Conchi, que ofreció a Luis Anís de Rute y polvorones de Antequera. Sudoroso y maltrecho X hizo atisbo de sentarse pero con contundencia le dijo a sus principales seres queridos que mejor esperaran a que se duchara.

Cuando salió de la ducha Conchi y Luis aún no se habían cruzado una palabra, por lo que la presencia alegre y jovial de X cogiendo a su mujer y a su amigo de sus respectivos brazos fue como agua de mayo.

-Ahora nos vamos los tres a tomarnos unas copas al bar de la plaza, como colofón a la cena de Nochebuena, la que, por cierto, pasaremos juntos.

Conchi no pudo evitarlo y comenzó a llorar, mientras que Luis descubrió que sus ojos se tornaban cristalinos como la escarcha invernal del campo.

22 diciembre 2009

MAÑANABUENA



-Este año hay que correr con un gorro verde – dijo alguien del grupo.

¿Un gorro de verde? ¿Qué era eso? ¿Significaba que íbamos a hacer una excursión al Tirol o algo parecido?

Nada de eso. Se trataba de la “Mañanabuena”, una original combinación de deporte, celebración navideña y disfrute lúdico de la naturaleza por una Vega granadina, que esa mañana, si los elementos se congraciaban, podría estar cubierta con un manto nebuloso y frío. Un frío que se presiente con tan sólo otearlo.

Hace lustros que comenzó ese rito. En principio algo extraño y, tal vez, planeado contra corriente, en una mañana que adquiere una configuración distinta al resto de las mañanas del año. Una mañana que es el preludio de una noche que se torna mágica y familiar. Fría y misteriosa. Entrañable y nostálgica.

Una mañana en el que el ajetreo de las calles y plazas de los pueblos y ciudades se convierte en un saludo cálido y fraternal entre personas conocidas y no conocidas.

Con esa imagen en la retina, ese grupo de corredores, se imaginaba la población que iban dejando a sus espaldas, mientras avanzaban sigilosamente enfundados en sus mallas técnicas y resguardando sus manos con guantes oscuros. Tan sólo esos gorros verdes de Papa Noel hacían presagiar que nos encontrábamos ante el grupo que cada “Mañanabuena” surca bajo aquel manto nebuloso y frío un vasto territorio verde y precioso.

Mientras corrían gozosos, sabían que el pueblo del que partieron se estaba preparando para la madre de las fiestas familiares. Cada zancada, que hacía crepitar con estruendo las frías y secas hojas caídas del otoño, se conciliaba con el entorno, sin que importara no poder estar en ese momento plácidamente charlando en una de las muchas acogedoras tabernas de la localidad, que ya estaban disponiendo sus chimeneas de estruendosa llama para poder saborear junto a ella un polvorón de Antequera y una copa de Anís de Rute.

Pero ellos sabían que a cada paso dado tenían más cerca ese momento mágico en la calle Sacristía donde una generosa Carmela –madre de nuestro Compae Paco- nos ofrecería lo mejor de su despensa navideña.

Pero volvamos a los prolegómenos de la ruta de 15 kilómetros por la Vega. A ese momento mágico en el que, previamente a lanzarse a la fría Vega, estos corredores frente a una taza de humeante café se mezclan con los parroquianos en ese cálido bar situado a la entrada de la localidad.

¡Verde que te quiero verde! –dijo el poeta en su momento.

Un color y un grupo en torno a esa tonalidad cromática. Verde por la cerveza, verde por el estado físico de muchos de sus integrantes, verde por los escasos tonos en las hojas de las alamedas de la Vega de Pinos Puente. ¡Verde, verde, verde…!

El frío invernal hace su aparición en la mañana del recién estrenado invierno. Poco a poco van llegando al punto anual de reunión para esta fría, pero al mismo tiempo, calurosa mañana.

- ¿Habéis desayunado?

- ¡Yo sí! ¡Ponme una copa de coñac que me quite el frío! ¿Me dejas el periódico? Seguro que han publicado, como el año pasado, dos cuentos de Navidad en el periódico Ideal, surgidos de dos grandísimos dueños de la letra y amos del arte de escribir.

Y sin abandonar los guantes que enfundan sus templadas manos, de un trago, el fuego apagado del alcohol penetra hasta el fondo de su estómago.

- ¿Cómo puedes? A mí me pones un café bien caliente y una tostada. Con mantequilla y mermelada. ¡Energía y un poco de grasa, que falta nos van a hacer! –replica otro de los agregados a esta verde cita que comienza a hacer historia.

Saludos y más saludos. El grupo va creciendo por minutos. Es momento de compartir charla y zancadas. Lejos quedan esos momentos de tensión en las competiciones; de sufrimiento en largas tiradas, series o entrenamientos; de alguna cerveza compartida…

Alguien rompe este armónico desorden y activa la alarma de la Mañanabuena:

- ¡Vamos, que nos vamos!

Una quincena de kilómetros les espera para soltar las preocupaciones acumuladas del año, para charlar de lo que pudo ser y no fue, del trabajo, de la familia, de los querubines que nos trajo el 2.009… Incluso de algún amor que se cruzó en el camino y tal como vino, se fue.

El vaho que exhalan sus bocas tras las primeras zancadas se pierde en décimas de segundo. Alguien se pone a la cabeza pero rápidamente le instan a que afloje el ritmo. No es momento de hostilidades sino de disfrutar de ésta, nuestra pasión y locura. El asfalto refleja el sonido de las pisadas y, a lo lejos, una difusa neblina permite vislumbrar algún solitario cortijo y ese mítico castaño que aún se mantiene en pie tras el transcurso incesante de décadas pasadas.

Unos lejanos ladridos simulan la escasa presencia vital de la fría estación.

Cuando entraron por las puertas, Carmela no prestó ni la más mínima atención al Compae. Y eso que el muy malandrín llevaba varios días sin pasar a verla. Y, por una vez, tampoco se volcó en José Antonio, buen amigo de su hijo desde tiempos inmemoriales. Aquella mañana, Carmela sólo tuvo ojos para Javi, que llegaba maltrecho, un poco escacharrado.

- Pero muchacho ¿qué te ha pasado?

-Un perro, señora, un perro, que comenzó ladrando muy de lejos y acabó dándonos una buena corrida...

- Y una pequeña mordida. Eso os pasa por bullas, fuguillas y acelerados –dijo Gregorio, bromeando ante la malla rota de Javi, percance más aparatoso que realmente peligroso.

Javi, sonriendo, le echóla culpa a un Antonio que, además de hincarse un coñac, venía con mono de Vega, pero éste no dejó pasar la oportunidad:

- Si es que Víctor es un provocador, señora Carmela.

- ¿Provocador? Con esa cara de angelito que tiene...

Y todos prorrumpieron en estentóreas carcajadas.

Las Verdes, un heterogéneo puñado de amigos que habían conseguido convertir una primigenia relación virtual en una verdadera amistad, real, material y perdurable, consolidándose como una peña a la que no mueve otro afán que el de disfrutar de una afición común: correr.

- Pero ¿y esto? ¡A esta criatura no le podemos dar un anís!

Onio acababa de entrar en la casa de Carmela, tirando de uno de esos carritos adaptados para quiénes gustan de conciliar la vida familiar con la deportiva.

- Al niño no, pero a mí... ¡id poniéndome una copita!

Y, tras él, asomaron la cabeza Mario, Javi, José Manuel, Jesús, Txomin, Cristian... aquello amenazaba con convertirse en el caótico camarote de los Hermanos Marx.

Entonces llegó una tronante voz desde la calle:

- ¡A ver! ¿Qué escándalo es éste? ¡Fuera y alto a la Guardia Civil todo el mundo!

Y allí estaban, Abel y Daniel, disfrazados del Duende Verde de los tebeos de Spiderman, invitando a todos los miembros de Las Verdes que habían participado en la Mañanabuena a ponerse el gorro preceptivo y a brindar por el año que se terminaba, repleto de grandes momentos atléticos para todos y, sobre todo, a levantar los vasos por el año entrante, cambio de década, umbral para una nueva época de entrenamientos, largas tiradas, series, exigentes carreras y desafíos al límite que, sin embargo, al calor del hogar de la casa de Carmela, no parecían tan terribles, ni mucho menos...


Autores:

José Antonio Flores (Opiniones Intempestivas)

Jesus Lens (Pateando el mundo)

Gregorio Toribio (Estoy que no puedo)

Podéis leer este relato, indistintamente, en cualquiera de los tres blogs

PD: Probablemente sobre el kilómetro cinco de la Media Maratón de Granada -no recuerdo bien- Gregorio me soltó de golpe, muy fiel a su estilo: voy a escribir el día 22 sobre la Mañanabuena. Y yo, que intento ver un proyecto literario en multitud de sitios no me lo pensé y con el sosiego que daba ir corriendo a 5 minutos el kilómetro le arrojé este dardo: ¿Por qué no escribir un relato a cuatro manos?.

Inmediatamente se le comenté a Jesús Lens, cuya respuesta ya sabía antes de recibirla, dado que también olfatea un proyecto literario allí donde se intuya. De manera que tras unos primeros compases en el blog de Las Verdes y para no aburrir al personal, los tres comenzamos a cartearnos ciberneticamente como si fuerámos tres tortolitos.

No llego a alcanzar si nos lo pasamos mejor en esa correspondencia, alisando las aristas y retroalimentando el proyecto o ahora que ya está en marcha en los tres blogs.

Huelga decir que estamos ilusionados.

Con el misterio 408X3 os dejamos y ofreciendoos el relato navideño de Mañanabuena os deseamos a todos una Navidad dichosa en compañía de los vuestros.

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...