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03 junio 2013

SIEMPRE QUEDARÁ MADRID

Cuando quiero viajar no muy lejos y no me apetece ir a ningún lugar -por conocido o por aburrido- acabo en Madrid. 
Porque cuando vas a Madrid la primera vez ves una ciudad; pero cuando has ido por enésima vez, acabas viendo enésimas ciudades. Así de versátil es esta ciudad. Por tanto, a la única conclusión a la que llegas, es que no existe Madrid: existen muchos Madrid. Y quizá sea eso lo que me atrae de la capital de España, algo que sólo Barcelona y pocas ciudades más pueden contar en nuestro país. 
Al principio, iba a Madrid de vez en cuando; posteriormente, iba una vez al año; y últimamente acabo yendo dos veces al año. Lógicamente, no voy solo, pero sí es habitual que pasee sólo por la ciudad en los días de estancia y en esos paseos descubro nuevos rincones. Y me sorprendo de cómo esta ciudad siempre vive en constante cambio y contradicción. Me sorprende encontrarme a alguna viejecita sentada en la puerta de su casa en las estrechas y ajadas calles del Madrid de los Austrias, en los alrededores de la Calle Toledo; y me sorprende encontrar dos calles más arriba -o en la misma calle, incluso- un innovador y moderno local en el que se pueden beber cócteles imposibles al tiempo que puedes leer algo de literatura de viajes de alguno de sus libros de su coqueta biblioteca. 
Ya lo había vaticinado todo el inmortal Paco Umbral; y antes que él, Ramón Gómez de la Serna, Mesonero Romanos, Larra, Quevedo, y tantos otros literatos. 
Ocurre que Madrid te atrapa o no te atrapa. Si lo hace, quedas atrapado para siempre; y si no lo hace, no te atrapará ya jamás. A mí, me ocurrió lo contrario desde que hice el servicio militar allí. No había mucho que hacer y tenía tiempo libre; así que me dediqué a conocer el Madrid más literario -el cual ya conocía con anterioridad por los libros-,  guiado siempre por lo que escribían los autores citados. 
Esta imagen es bastante típica en el centro histórico de Madrid. La falta de espacio de las viejas viviendas agudiza la imaginación. 

Una de las cosas que jamás deberían de perderse en Madrid son las librerías de viejo, que tan particular sello imprimen a la ciudad.   

En plena calle Toledo me pude encontrar con esta tienda, que aún se mantiene, rodeada de comercios ultramodernos de telefonía móvil y otros artículos de pleno siglo XXI 


La Puerta de Toledo supuso y sigue suponiendo una de las entradas más importantes a la ciudad.

Es impresionante el recogimiento que ofrece esta biblioteca de la UNED en los restos de las Escuelas Pías de S. Fernando, a pesar de encontrarse en uno de los barrios con mayor jolgorio de Madrid, el multiétnico Lavapiés. Fueron incendiadas en la Guerra Civil española por cenetistas para expulsar a falangistas allí atrincherados, que disparaban de  forma indiscriminada a cualquier transeúnte. 

La Plazuela del Conde de Miranda es un remanso de paz en pleno centro histórico.

Puedo recordar vivamente cómo con 'El buscón' de Quevedo en mano, me adentraba por esas calles del Madrid de los Austrias y supuso todo un descubrimiento de los sentidos, descubrir 'La Posada de la Villa', ya citada en esta obra cumbre de nuestra literatura del Siglo de Oro, que se encontraba en ruinas por entonces. Hoy día 'La Posada de la Villa' es un animado local en la Cava Baja, justo enfrente de una taberna de nombre muy conocido, gracias a la obra más señera de Pérez-Reverte 'El Capitán Alatriste', muy cerca de un lugar emblemático del Madrid de aquella época y  del de ahora: 'El Mercado de la Cebada', que comparte vecindad con el castizo teatro de 'La Latina'. 
En Madrid no hay espacio para el aburrimiento como sí lo hay en la mayor parte de las ciudades españolas. Madrid siempre es distinto y cambia en cada calle y cada plaza. La galería de personajes es diversa, curiosa e interesante. Y por mucho que nos esté azotando la globalización, esta extraña y perniciosa moda no hace sucumbir a esta ciudad. 
Al contrario de lo que pasa con Madrid, muchas ciudades españolas son aburridas.  Son planas, sin emoción apenas, demasiado correctas. Cuando las visitas la segunda vez, compruebas que ya está todo visto. A esa rutina escapan algunas, lógicamente; entre ellas, Barcelona. 
Lo que fascina de Madrid, no son sólo sus calles y plazas. Ni siquiera toda esa mística literaria y mística que posee. Lo que fascina es que siempre te encuentras a la ciudad viva. Una viveza interior que se extiende a lo ancho y largo de sus muchos lugares en los que se desarrolla una actividad continuada de música, teatro, literatura, cine..., gente que está continuamente creando, elaborando ideas y que no sucumbe a pesar del mal momento que atraviesa el país, en parte gracias a la ridícula y estrecha forma de ver la creatividad que tienen estos energúmenos del PP y su bestial subida del IVA cultural. 
Pero a pesar de las dificultades, Madrid siempre se reinventa. 
Pero también existe un Madrid menesteroso (ya decía al principio que existen muchos Madrid). Un Madrid poblado de criaturas sin dirección conocida y que confluyen en la gran ciudad atraídos por sus largos brazos acogedores. Muchos aportan, pero otros muchos no. Pero, incluso, esa impronta de ciudad menesterosa que tienen algunos ajados barrios del centro histórico, también conlleva su atractivo. Pareciera que todo lo que existe en esta ciudad, para bien o para mal, acaba siempre matizado por el distinto color de su cielo azul, como ya observara Umbral en su Trilogía de Madrid, quizá una de las mayores obras literarias escritas sobre esta ciudad y que hay que volver a releer para ver la perspectiva del paso del tiempo. 
Las mañanas de Madrid son distintas a todo. Observas una ciudad que se desespereza a su propio ritmo y ese lento ritmo, de súbito, adquiere una extraña velocidad cuando asoman los rayos del sol del mediodía. Y por la noche, ya todo cambia. Las luces cálidas de sus farolas alumbran rostros sedientos de noche y cuando el reloj ya traspasa la medianoche -sin que importe demasiado el día de semana- las terrazas y los locales rebosan de bocas y sentidos sedientos, porque siempre hay algún argumento para beberse la noche dada la enorme cantidad de actividades que se despliegan en un día cualquiera. 
Al llegar el fin de semana, se suelen agregar a esa gran bacanal cultural y de ocio las gentes que llegan de fuera; y éstos unidos a los de dentro crean todo un carrusel de sonidos e imágenes difícil de digerir si no se tiene el hábito adecuado. Por eso, el lema de 'Madrid, me mata' que se acuñó en los años de la movida de los ochenta, aún sigue muy presente.  

28 enero 2013

MADRID NO ME MATA


Librería de  viejo al aire libre en pleno centro de Madrid, a la entrada del Pasadizo de S. Ginés el lugar tan míticamente relacionado con el Max Estella (Luces de Bohemia) de Valle Inclán.

He (hemos) vuelto de Madrid con la misma mirada sorprendida que siempre. Una ciudad que no descansa de ofrecerte nuevos detalles, nuevas sorpresas. Es casi infinita en fascinación. 
Y es por eso por lo que vuelvo a ella cada poco tiempo, igual que dicen que hace el asesino al lugar del crimen o el atávico lugareño a su lugar de nacimiento. 
Y es que como escribiera Umbral sobre esta ciudad, la luz de Madrid es distinta.  Como lo es su densa historia. 
Porque no se trata de una ciudad que, como otras españolas, te sumerja en una historia paleocristiana, visigoda o medieval. Ni tampoco vas a encontrar en ella vestigios romanos ni arte románico, porque para esos fines ya tenemos muchos ejemplos vivos en nuestra piel de toro. Lugares maravillosos donde poder contemplar la historia ancestral de nuestro país; su arte milenario o las señas de civilizaciones antiquísimas. Madrid es otra cosa.
Pero ¿qué es lo que nos fascina de la capital de España? Seguramente serán muchas cosas, y cada viajero elegirá distintas razones, pero para quien esto escribe, Madrid es la esencia viva de un pasado no demasiado remoto que ha configurado el devenir de este país a nivel político, social, económico y cultural. Y todos esos elementos se encuentran a flor de piel en esta ciudad mediática. Otro elemento fascinante es descubrir cómo a pesar del paso del paso del tiempo y encontrarnos inmersos en pleno siglo XXI, conserva en pleno centro de la ciudad el sabor de pueblo mezclado con el vanguardismo de una gran ciudad. 

El amado huerto de Lope de Vega, en la casa en la que vivió sus últimos 25 años (hoy Casa-Museo del mejor autor teatral del Siglo de Oro español)  
En esta última visita la idea era conocer lugares muy concretos y saborear el Madrid más auténtico, prescindiendo en todo momento de coche y metro. Es decir, movernos por el Madrid del Siglo de Oro y el Madrid de los Austrias. 
(clikear para ver mejor)

Y para sumergirnos en el Siglo de Oro, nada mejor que conocer el barrio de Las Letras para imaginarnos de forma muy veraz y de primera mano cómo debió transcurrir ese gran momento literario e histórico de nuestro país de la mano de lugares relacionados con los literatos más señeros de ese siglo glorioso: Lope de Vega, Cervantes, Quevedo o el mismo Garcilaso. Descubrir las casas donde vivieron y/o murieron, los lugares donde recibieron sepultura o la iglesia en la que casaron o recibieron el último responso. Todo eso es fantástico, y emocionante descubrirlo. 

O bien, podemos optar a pocos pasos por descubrir el Madrid de los Austrias y contemplar e imaginar esos rincones con los que hemos soñado leyendo 'El Buscón' de Quevedo y que ahora reviven de nuevo de de forma tan eficaz gracias a literatura de Pérez Reverte y su saga Alatriste. Descubrir dónde está la Posada de la Villa, la Casa de Cisneros o la callejuela en la que fue abatido Juan Escobedo, secretario del hermano bastardo de Felipe II D. Juan de Austria. 
Pero esos detalles son tan sólo unos pocos, porque como decía, Madrid es infinita e inabarcable y siempre deja elementos, lugares y datos de distintas etapas históricas que se solapan y ofrecen renovadas oportunidades para proyectar nuevas visitas.               

18 septiembre 2012

SOBRE CARRERA, LECHAZOS Y OTRAS VELEIDADES

A muchos les habrá parecido exagerado, pero no exagero -al margen de licencias literarias- cuando digo que el lechazo iba aún en mis tripas en la Media Maratón del Melocotón. El lechazo de Aranda de Duero (¿qué comerá Juan Carlos Higuero, siendo de aquel pueblo?), el medallón de solomillo de ternera de  Hondarribia en el restaurante de la propia sede del PNV o la excelente carrillada de ternera del Asador Arriaga, en el casco viejo de Bilbao, por poner tan sólo tres ejemplos. Y es que, como bien comentaba Javi, todo eso es mal combustible para el corredor. Pero es que uno es corredor por afición y no por profesión, y como he escrito en muchas ocasiones eso tiene un montón de ventajas.  
Lo que ocurre es que este tipo de veleidades gastronómicas han de tener su tiempo y como ocurre con el agua y el aceite, mezclarlas con la actividad de correr tienen sus inconvenientes. Y sus riesgos. Que menos que después del pecado gastronómico, le demos al cuerpo días de "desintoxicación" y unas cuantas sesiones de reencuentro. Pero no lo hice.  
Y no lo hice porque no hubo tiempo. Llegar de saborear todos esos platos del norte y calzar las zapas para patear por las calles de Guadix ¿Nula planificación? Sí, sin duda, pero no se le puede pedir más a un simple aficionado al running. 
Como creo que hacemos la mayoría, en la vida ordinaria suelo contenerme mucho en materia gastronómica. Es más, casi soy un ser vegetariano -aunque en absoluto lo soy- cuando ando en la vida diaria. Resulta que la dinámica del día y la necesidad de salir a entrenar día sí, día no, hace que todos nos contengamos con las comidas y las bebidas espirituosas. No por nada, sino porque con ese abigarrado combustible no hay manera de poder hacer una sesión de entrenamiento digna al día siguiente. 
Zarajos de Cuenca.
Al menos, en mi caso. Por tanto, ¿que es lo que hago para sucumbir a estos banquetes gastronómicas? Aprovechar los viajes, porque soy de la opinión que no hay que dejar de probar nada que sea típico de la zona que visitas, ya sean esas tripas asadas que en Cuenca llaman 'zarajos' o el susodicho lechazo de Aranda, pasando por todas las especialidades espirituosas o reposteras. Unas cosas te gustarán más y otras menos, pero hay que probar y dar fe de la cultura gastronómica. Si no se hace así, da la sensación que uno no ha visitado esos lugares.
Otra cosa muy distinta y es tomarle excesiva afición a esa práctica gastronómica en el día a día, porque esa práctica conllevaría con toda seguridad la lapidación como sufrido corredor. 

29 julio 2012

¿ESTA INVOLUCIONANDO NUESTRA SOCIEDAD?

Acabo de llegar de un largo viaje por nuestra piel de toro y sigo sin comprender el por qué de la razón que han llevado a ciudades y pueblos con un pasado histórico glorioso a acabar sucumbiendo ante tradiciones ancestrales, animalesca y abominables. 
En Toro pude comprobar cómo el mítico Palacio de las Leyes de Toro no era más que una mísera fachada abandonada y  sucia junto a un bareto pestilente y una clientela ruidosa y beoda y en Tordesillas, ya sabemos todos lo que significa el toro de cuerda. Y hoy mismo he contemplado que en otro pueblo, de pasado glorioso y una de las cunas de la civilización ibérica se da este contraste....: 

No se trata ni más ni menos que la tortura psicológica y física que someten cuatro cazurros y cazurras a unos asustados toros. Sencillamente el que no sigue el curso que quieren los caballistas cazurros y cazurras acaba siendo picado con ese terrible pico de hierro acabado en punta. Una actividad ilegal, según me reconocieron en la oficina de turismo, cuando pregunté sobre la idoneidad de esta salvajada.


...contra este otro contraste a muy pocos metros de allí: 

File:Sagunt. Teatre. Orchaestra.JPG
  

El majestuoso teatro romano -reformado ahora- de esta misma población -de pasado íbero, romano y árabe y testigo de las II Guerras Púnicas entre la antigua Cartago y Roma-, es escenario de un impresionante dinamismo cultural que abarca desde la música al teatro de alto nivel, pasando por la danza. 

Lógicamente, como ya hice en el caso de Tordesillas, lo pienso denunciar -aunque de poco servirá- a las autoridades del lugar y ponerlo en conocimiento de PACMA (Partido Contra el Maltrato Animal).

¿DE QUÉ CIUDAD O PUEBLO SE TRATA? 

27 junio 2011

MENOS RICOS (O MÁS POBRES)




En mi tercera visita al Algave portugués una cosa me ha quedado clara: esta zona se ha empobrecido.
Desde nuestros cómodos sofás asistimos a diario a noticias sobre rescate económico de países, y nos preguntamos sobre qué será exactamente eso. Hemos sabido -sabemos- que la Unión Europea ha rescatado a Irlanda, a Portugal y a Grecia. Y que Grecia deberá de ser nuevamente rescatada, situación ésta que está influyendo mucho en la prima de riesgo española. Y, por lo que explican las altas y arrogantes autoridades económicas europeas, estos rescates se deben a que estos países deben más dinero del que son capaces de recaudar, es decir, que gastan más que ingresan, algo muy similar a lo que ocurre en nuestras modestas economías: podemos soportar un mes o dos meses gastando más de lo que ingresamos pero no más de ese tiempo.
Los particulares y las empresas, ante la falta de liquidez acudimos a los bancos, pero si éstos ya no prestan nos vamos a pique; en el caso de los estados el dinero lo suelen prestar los inversores a través de letras del tesoro, bonos y no se cuántos productos financieros más. Y, claro, ese dinero hay que devolverlo con sus respectivos intereses, que es el único motivo por el que compran los inversores, no por patriotismo ni amor a la humanidad.
Ahora bien, si un inversor no se fía de la economía de un país, sólo comprará si ese país está dispuesto a pagar muchos intereses por ese préstamo, luego, a más intereses más deuda, una bola de nieve que se puede llevar a su paso todo lo que encuentre.
Esta deuda del estado -de todos los estados- es de pago prioritario vía presupuestos de ese estado que tienen un carácter anual. Y si no hay para otra cosa pues se recorta de donde se puede porque lo fundamental, lo prioritario, lo legal es pagar esa deuda. Y para como en España contamos con un Estado autonómico, lo cual significa que las Comunidades Autónomas también emiten deuda porque, igualmente, están muy endeudadas y no tienen liquidez suficiente.
Impresionante ¿verdad?
Estando estos días en esta zona del sur de Portugal apreciaba ese emprobrecimiento, como decía; se apreciaba en las calles de las ciudades con mínima conservación y maltrecho mobiliario urbano, en los comercios cerrados, en el deterioro de los monumentos, en las decenas de viviendas en ruina -unas habitadas y otras ya no-; pero se apreciaba, sobre todo, en una sensación de cierta tristeza que se endulzaba con una presencia amplía de turismo -británico sobre todo- dadas sus famosas playas. De hecho, observamos con especial detenimiento la situación de la capital del Algave, Faro, que es el centro económico y administrativo y la impresión fue pésima: menos comercio que en la visita anterior hace algo más de un lustro, calles muy deterioradas y pobreza en general. De hecho, esta Iglesia que vemos en la fotografía, que se llama Nossa Senhora Monte do Carmo presenta un serio aspecto de abandono, muy distinto al que se aprecia en la fotografía.
Y también apreciabas esa pobreza cuando dabas un salto a España y veías las calles del último pueblo español antes de acceder al Algave por Vila Real de San Antonio: Ayamonte que destilaba otra alegría, calles muy cuidadas, monumentos muy conservados, terrazas de restaurantes y bares rebosar, escaparates lujosos de tiendas prósperas...., a tan sólo unos cuantos kilómetros. Y me preguntaba si España no estaría viviendo aún en una burbuja económica de años pasados, a pesar de haber estallado una gran importante de ella.
También me inquietó pensar que lo que está ocurriendo en Portugal, tal vez, en pocos años pueda estar ocurriendo en España; de hecho, nuestra prima de riesgo hoy se ha disparado.

13 diciembre 2010

BARCELONA ES LITERATURA








Barcelona, es una ciudad predispuesta para la literatura. Lo venía a decir Adán desde Chile en un comentario anterior a raíz de mi artículo publicado en Garnata sobre las ciudades literarias. Y, precisamente, venía de visitar esta ciudad en estos días y corroboraba ese hecho que ya había observado en la lectura, no sólo en los últimos best-seller de dos nuevos narradores catalanes: Carlos Ruiz Zafón e Ildefonso Falcones, sino en esa novela que narra lo que marca un antes y un después de esa Barcelona universal y diversa, que no es otra que la excelente "La ciudad de los prodigios" del inagotable Eduardo Mendoza, actual premio Planeta. Además, el reciente premio Nobel de literatura, Vargas Llosa, se siente más catalán que español porque hizo de Barcelona uno de sus refugios escribidores.
Barcelona son muchas cosas, muchas ciudades. Porque existen varias ciudades superestructuradas de forma independiente aunque, al mismo tiempo, conectadas de una forma u otra.
La Barcelona futbolera que habita y respira en torno a ese equipo de sueños infinitos nada tendrá en común con esa barcelona golfa y babel del Raval; y la medieval presencia del Barrio Gótico y el Born, con la simbólica presencia de Santa María del Mar que tan amplia e irregular novela inspiró a Falcones, probablemente jamás se den la mano con la Barcelona moderna, próspera y rica de la Diagonal o del entorno de esos edificios vanguardistas simbolizados por la torre Agbar; o, tal vez, esa variopinta y heterogénea mezcla que representa esa montaña de Montjuic que alberga tanto una espléndida muestra de pintura y escultura románica y gótica contenida en su Museo Nacional de Arte como la majestuosidad de su mítico Estadio Olímpico.
Todo es inacabable e inabordable en esta ciudad símbolo del catalinismo.
Esas superestructuras que se contienen en una misma ciudad, lógicamente, dan mucho juego para hacer literatura porque las ciudades literarias no se nutren sólo de calles y plaza pintoresas, históricas o artísticas sino de la variedad que conforman sus gentes y sus relaciones, que son los elementos necesarios que pueden elevar a categoría literaria a una ciudad. Y en todo eso Barcelona -como en el fútbol- gana por goleada.

30 julio 2010

UN LARGO PERIPLO


Efectivamente, como bien enfatizaba Alfredo soy un lechón perdido. Pero no, no me he echado a la mala vida verde -que es una vida saludable bañada de zumo de cebada-. Y es que tras un largo periplo, siempre vengo herido de la última estación: Madrid. Me explico.
Madrid, me atrapó cuando allí hice la mili. La saboreé literariamente gracias a mis grandes amigos literarios (y a ese destino cómodo y plácido que me ofrecieron gracias a una prueba de aptitud).



Quevedo me enseñó el Madrid de los Austrias, que lo configuró en bohemio, Max Estella, el personaje autodestruido de Valle Inclán, que no era más que su "Alter Ego" literario. Pero además tuve la suerte de encontrar una guía de Madrid como pocas en la trilogía "Memorias de Madrid" de Paco Umbral, que probablemente por mucha vanidad adquirida acabó convirtiéndose en un sospechoso columnista, cuando se trataba de una de las mejores plumas del país.


Como digo, todo eso me dejó herido de Madrid. Y cuando estás mal herido, si no mueres en el intento, siempre acabas por volver a esos lugares literarios que tanto te han aportado como dicen que el asesino vuelve al lugar del crimen, algo que es así desde "Crimen y Castigo.
Madrid es enorme. No ya por su magnitud física, sino por su significado. De ahí que el viajero que busca un Madrid literario e histórico no debe devorar todo de golpe sino episódicamente.
Porque se ha de ser consciente de que no existe sólo el Madrid literario sino que siempre nos vamos a encontrar con un Madrid mediático, muy mediático. De hecho, ayer me sorprendía encontrarme junto a la estatua de Valle Inclán, en los aledaños de la calle Génova -famosa por encontrarse en sus aledaños ni más ni menos que la Audiencia Nacional, el Tribunal Supremo y el Consejo General del Poder Judicial y la sede del PP (Populares, reza la inscripción de la fachada), con aquel Dominguez, famoso policía implicado en el caso GAL.
También existe un Madrid político. El actual no me interesa apenas, pero sí los iconos que están unidos a la II República española, época que al margen de connotaciones políticas, siempre me ha parecido apasionante. De hecho, las memorias de Azaña, que salieron en un libro de recomendable lectura denominado "Los cuadernos robados", nos trasladan a lugares muy presentes en la actualidad.

Pero como venía a dejar traslucir al principio de esta entrada, jamás dejo de visitar el Madrid de los Austrias "de la mano de Francisco de Quevedo y Villegas". De hecho, "La Posada de la Villa", hoy transformada en una coqueta taberna es uno de los iconos de "El buscón", que me cautivó cuando casualmente la descubrí hace ya bastantes años. Igual que descubrí hace muy poco, la taberna del "Capitán Alatriste", que es la continuación moderna de ese Madrid histórico, gracias a la hábil mano de Pérez Reverte y su famoso "capitán", soldado abnegado y de honor de los Tercios de Flandes.


En cada ocasión introduzco nuevos iconos a descubrir. De hecho, hasta este año no había descubierto la Residencia de Estudiantes, aquel lugar de encuentro que acabó generando toda una generación: la del 27. Una generación en la que confluye la literatura, la pintura, el cine...había que descubrirla y encontrarla en su lugar primitivo, un vasto espacio bucólico en el corazón de Madrid que cuenta con la virtud de lo edénico y recogido. Un excelente trabajo de conservación que habrá que agradecer en el futuro. Gracias a la última novela de Muñoz Molina "La noche de los tiempos", he vuelto a recordar que tenía pendiente esa visita, que al fin se ha cumplido.
Mucho más habría que escribir sobre ese Madrid mítico, ese Madrid mediático, como la visita hecha al Madrid más post moderno, las torres "skyline", esas que pretenden emular a Manhatan en la capital de España. Había que visitarlas porque ya me fascinó su presencia cuando, aún en construcción, pasamos juntos a ellas en la Maratón de Madrid de 2007. Su ubicación está en la antigua ciudad deportiva del Real Madrid.


Misión más difícil era subir a la terraza de alguna de las cuatro y contemplar "todo Madrid". Y para tal fin, nada mejor que la sinceridad de expresar ese deseo en el fastuoso hotel "Eurostar Tower" de cinco estrellas que ocupa las treinta y una plantas de una de las torres. Gracias a un joven, Jose Miguel, una especie de personal de seguridad de traje y corbata y de exquisito trato y amplia formación, pudimos contemplar la magnificencia de las vistas que ofrecían de todo Madrid desde ese irreal Spa y sala VIP. José Miguel, sin embargo, nos hablaba de preparar oposiciones y nos pedía consejos, diciendo en un par de ocasiones: "no sé que hago aquí con dos carreras y un master". Son las grandes contradicciones de ese Madrid hiperrrico y al mismo tiempo hiperpobre, una ciudad en la que cualquier joven hiperformado, consciente de su destino -que está haciendo añicos la sirvenguenzería política de este país- te hace participe de ese gran poder que radica en su ciudad, pero que él jamás podrá ni tocar, aunque sí cuenta con el poder de guiar a dos desconocidos educados y sinceros por un lugar que poco tiene que ver con nuestro concepto platónico del mundo. Yo pasé en 2007 por allí corriendo y me dije que algún día tendría que estar en lo alto de alguna de esas torres. José Miguel, un madrileño de pro, que nació en "La Paz", que estaba a nuestros pies, me lo facilitó.

Pero amigos, en ese largo periplo intermitente y algo anárquico de salidas y llegadas, he corrido. Y he corrido bien, sorprendiéndome en ocasiones con ritmos satisfactorios y siempre con las endorfinas a flor de piel. Pero eso es otra historia de la habrá que hablar en los próximos días.
Bienvenidos de nuevo y gracias por vuestras siempre ilusionantes visitas, que en época de sequía de entradas también han sido generosas. Como siempre.

27 septiembre 2009

LONDRES: UNA VISIÓN



A pesar de estar situada en el mismo continente, compartir una idea occidental del mundo y no existir excesiva distancia, a pesar de la globalización que casi todo lo está igualando, Reino Unido y España son distintas. Pero no sólo Reino Unido es distinta a España, lo es en general a los demás países. Es algo que para nada es fortuito. De hecho, sostengo que esos elementos de distinción con el resto del mundo se quieren seguir fomentando desde la antigua y pérfida Albión.
Cuando paseas por las calles de Londres, visitas sus parques, sus museos, sus edificios icónicos, comprendes que los habitantes de este gran país, crisol de diversos sentimientos nacionalistas, quieren ser distintos.
Obviamente, comprenden que sus tradiciones, su moneda propia, su empeño en conducir al contrario que el resto del mundo, sus exclusivos taxis y autobuses, sus museos, comprenden, decía, que todos esos valores cada vez se están convirtiendo más en símbolos turísticos que en señas propias de identidad, pero aún así ningún británico estaría dispuesto a admitir que eso es así, a pesar de que desde fuera, quienes les visitamos, cada vez contemplamos con más claridad que hasta su monarquía es más un elemento publicitario tradicional que una institución que atesora más de 1000 años ininterrumplidos a excepción de los doce años de republicanismo liderados por Cromwell, cuya altiva estatua preside una de las principales entradas a "The Houses of Parliament", que alberga las cámaras de los Lores y Comunes, órganos legislativos de Reino Unido. No pude evitar establecer una correlación con la hipotética presencia de una estatua de mi admirado Manuel Azaña en la entrada al Congreso de los Diputados o al Senado de España. Esa quizá sea una de las grandezas democráticas que ostenta Reino Unido.
Pero nos atrae Reino Unido a pesar de sus diferencias; o tal vez por eso mismo.
Todos los países de este mundo pueden -y deben- de aprender de todos los países de este mundo. Parecerá la frase una cacofonía, pero tiene pleno sentido. Por ejemplo, nuestro país es admirado por nuestro sol, nuestra forma de vida más distendida, por nuestras playas y, probablemente, por la capacidad de aunar voluntades democráticas tras una dictadura larga y tediosa. Además, también se valora la modernidad de nuestras ciudades y la última puesta en escena de deportistas, artistas e intelectuales. Pero, obviamente, carecemos de otras cosas que, particularmente yo envidio de otros países. Pero para Reino Unido el devenir de los nuevos tiempos, cuando la tradición ya casi no se mantiene por si sola, cuando las cosas ya no son lo que eran, una sociedad antigua, curtida y miles de vericuetos históricos, decía, que para este país ese devenir significa sacar el cuello y salir a flote, llamando indistintamente tradición o turismo a las cosas que atesoran ¿ No lo hacemos también en España? Si aquellos lugares que eran exclusivos ya se han convertido en comunes por mor de esa globalización, de la influencia de Internet o por la fiebre viajera, ya no tiene sentido otra cosa que seguir haciendo de la tradición, de las costumbres, una suerte de nuevas formas de mostrar al mundo de lo que disponemos, de lo que detenta cada sociedad. Y eso es algo que te confunde sobremanera cuando pisas tierras británicas.
De hecho, cada nación vende mejor aquello por lo que se le conoce y valora.
De Alemania valoro la constancia y la seriedad profesional genérica - y obviamente no estoy diciendo que aquí no se posea-, y de Reino Unido me complace su puntualidad y educación.
Obviamente hablamos de valores generales. Valores que sospechas se quieren seguir detentando, al menos como titulares que resumen una sociedad o una cultura, que otra cosa distinta es la puesta en escena, que en el día a día es muy similar en casi todas partes, porque en casi todas partes compartimos cuatro o cinco cosas comunes que nos atañen.
En Londres he observado que se respeta al individuo por el simple hecho de serlo, sin que eso forme parte de ninguna atracción turística. Es una esencia propia. Con ello no me estoy refiriendo al trato que puedan dispensar las instituciones británicas al individuo, si bien de éstas se extrae la esencia más primigenia de esa forma de entender la convivencia. En un país de nuevos ricos como es España todo al que se le cruce la oportunidad se lanza al abordaje y gestiona la corruptela amparándose en una forma de hacer política. Y eso es lo que vende al electorado. Sin embargo, en Reino Unido esa etapa -si es que la sufrieron- la tienen más que superada. Es una sociedad democrática antigua y mil años de esa forma de entender las instituciones y la convivencia dejan un poso que se convierte en tradición y ésta en orgullo. No diré que no existan casos de corrupción, pero los niveles de ésta son tan públicos, perseguidos y de bajo nivel que cualquier chorizada de cualquier concejalillo de urbanismo de España sonrojaría al mayor corruptor de esta sociedad tan avanzada. De hecho, no hace muchos meses salió a la luz pública las chorizadas de conservadores y laboristas desviando fondos para su avío personal y cómo en pocos días todo fue restituido y disculpado, al tiempo que proliferaron las dimisiones.
Pero cuando hablaba de educación me refería básicamente a las relaciones entre las personas, a las relaciones ciudadanas existentes en el día a día. Existe respeto y, por lo tanto, existe educación, valores ambos que no son tan frecuentes en España, a pesar de que la ciudadanía en esta megaciudad se mueve a una rapidez impresionante. Una rapidez que difícilmente hace presagiar buenos modales. Pero éstos están presente en todo momento, incluida la increíble limpieza de sus calles, estaciones, plazas y parques. No en vano la limpieza es una de las exteriorizaciones más palpables de buena educación ¿Verdad?
Sin embargo, esos buenos modales no impiden rigurosidad cuando es necesario. Y esa rigurosidad es muy patente en las horas de clausura de museos, comercios y demás lugares abiertos al público. En esos momentos un no significa no, algo extraño para quienes venimos de lugares en los que un no, en ocasiones, dependiendo de amigismo, influencia u otros atributos, se puede convertir en un sí. Ese contraste siempre lo va a percibir un ciudadano con sangre latina. Y esa actitud es algo que te traes en la maleta, que te deja muy buen sabor de boca, a pesar de la incomprensión y enojo inicial (lo dice quien casi sufrió un portazo en las narices en el British Museum, a lo que como buen británico respondí con un I' m sorry).
Reino Unido quiere seguir viviendo de sus símbolos, aquellos que un día fueron la bandera que ondeaba en medio mundo. Tal vez por eso, existe una importante apego a la monarquía, institución consolidada que nada tiene que vez con la mucho más advenediza y oportunista monarquía española.
Con ello no estoy valorando la monarquía británica, nada más lejos de mi intención y sentimiento republicano, pero cuando estás allí y hablas con la gente comprendes que esta institución está en la base de la formación de este país, aunque quizá por ese mismo motivo, y tal como nos informó la guía que nos condujo por las cámaras de los Lores y de los Comunes, la monarquía es aceptada por los británicos, aunque no toleran bien que ejerza un poder excesivo. Existe, por tanto, un perfecto equilibrio institucional, que lleva más de 1000 años funcionando. Nada que ver con las diversas monarquías hispanas y la pléyade de monarcas corruptos que han desvalijado España.
En cuanto al misticismo futbolero que todos conocemos, no es necesario visitar Reino Unido para comprender que es un país volcado en el fútbol en general y en su Premier League en particular. Pero si visitas una clásica taberna inglesa y pides una pinta de Guinnes o London Praide mientras retransmiten un partido de la liga inglesa entiendes que también el fútbol es inherente a sus raíces, algo que comprendes cuando te cuentan que la mayoría de los equipos que actualmente encandilan a millones de aficionados datan de finales del siglo XIX. Comprendes por tanto por qué una megaciudad como Londrés posea cuatro equipos en la Premier -Arsenal, Tothenhan, Fhulan y Chelsea- y otros tantos en la Segunda y Tercera División. Londres respira fútbol por sus poros, como lo hace todo el país. Pero es lógico, si consideramos que los casi 15 millones de habitantes que tiene Londres y su área metropolitana suponen prácticamente el doble de la población de Andalucía, si bien concentrados en no tan vasto territorio como el andaluz. Y eso a la fuerza tiene que definir y moldear el carácter.
En cuanto a su mediático transporte en Londres tiene una doble vertiente mítica: en primer lugar por su tradición y en segundo por tratarse de una megápolis. Hay que tener en cuenta que lo que se denomina el Gran Londres, que cuenta con 33 distristos, posee casi ocho millones de habitantes y es en esa amplia zona en la que se desarrolla gran parte del trajín diario. Pero es que además, el área urbana suma casi un millón y medio más y el área metropolitana otros cinco millones de habitantes más aproximádamente. Por tanto, con estas cifras mareantes no es difícil hacerse una idea del volumen de transporte existente, compuesto por metro, taxi, autobús y distintas líneas de trenes, además de transbordadores que atraviesan de un lado a otro el Thamesis. Y, lógicamente, no podemos olvidar los cinco aeropuertos internacionales, si bien no todos con el mismo nivel de ocupación, desde luego. Por suerte, nuestro vuelo se dirigió a Gatwick (por cierto, gestionado actualmente por una empresa española), el segundo en importancia tras Heathrow, y que "sólo" gestiona 36 millones de usuarios al año.
¿ Y qué decir de los símbolos de transporte de pasajeros de la capital del Imperio ? Hay que ir por partes.
El omnipresente taxi de marca muy británica, Austin, de color negro y en menor medida gris y burdeos siempre estará presente en la retina del viajero. No habrá calle, por pequeña que sea, que no sea cruzada por el típico taxi londinense, conducidos por tipos que necesitan tres años de estudio para mostrar su nivel callejero, de ahí que dirigirse a un taxista inglés dista mucho de la forma de dirigirse a un taxista hispano. Seguramente, quieren mostrar a los cuatro vientos que ellos tuvieron que hacer un complejo examen para obtener su licencia. A la par están los famosos autobuses de dos plantas, que no son todos los que circulan por Londres. De entre éstos, el viajero no debería de perder la oportunidad de subir a una segunda planta de uno de los más clásicos. Y en tercer lugar está el caótico metro, con un sistema de organización muy particular. Un metro obsoleto, necesitado de reformas y que durante el fin de semana suspende líneas y cierra estaciones. Pero eso sí lo comunican insistentemente por megafonía y letreros.
Un conocido me pregunto por Londres, y le respondí que a algunas ciudades puedes ir o no ir, pero hay determinadas ciudades a las que hay que ir como una obligación inherente a la existencia. Seguramente a lo largo de la corta vida de una persona, habrá un puñado de libros que hay que leer (por poner unos cuantos ejemplos, El Quijote, La Iliada y la Odisea, la Biblia), igual que existirán algunas películas que hay ver (Blade runner, Qué bello es vivir, La diligencia, Río Bravo, Ciudadano Kane, no sé...), y algunas ciudades que hay que ver. Y , entre ellas, sospecho que está Londres.

24 marzo 2009

OTRA RUTA UNIVERSAL POR LA MANCHA

Leía en El País del pasado domingo que sólo dos manchegos contaban con rutas turísticas propias por La Mancha. Uno de ellos no necesita presentación: nuestro universal Cervantes; el otro es mucho más actual: Pedro Almodóvar.
De las distintas rutas basadas en El Quijote hablé hace unas cuantas entradas, pero ahora me propongo hablar de la zona que tanto ha influido en el cine del director español más universal.
Pedro Almodóvar nació en el corazón de la provincia de Ciudad Real, en un pueblo pequeño llamado Calzada de Calatrava, uno de los tantos pueblos que pertenecieron a la Ord
en religiosa-guerrera, fundada en el S.XIII, que dispuso su sede central a muy pocos kilómetros del pueblo del famoso director.



Calatrava la Nueva, o el Castillo de Calatrava es una mole inmensa de origen árabe, que gana protagonismo al emer
ger majestuosa en una zona de vastas llanuras. Allí estuvo organizada la plana mayor de la famosa Orden y suyos fueron todos los pueblos y tierras de esa región; de hecho, la mayoría de los pueblos de la comarca utilizan la denominación Calatrava.
Calatrava la Nueva, es llamada así porque supuso la alternativa a Calatrava la Vieja, un castillo mucho más pequeño -también denominado de Salvatierra-, muy cerca del anterior, y del que sólo quedan leves vestigios.
Pedro Almodóvar nació en esa zona, como decía, en Calzada de Calatrava.

Nunca me gustó demasiado el cine de Almodóvar, pero por casualidad en una ruta anterior, Mati y yo, acabamos visitando su pueblo, si bien el argumento principal era ver la inmensa fortaleza.
Los pueblos de Castilla-La Mancha son muy similares en paisanaje y estética a los andaluces, si bien mucho más austeros en las formas. De modo que pasear por las calles de Calzada de Calatrava me hizo comprender una parte importante de su cine.
Cuando hace algún tiempo
vi la película "Volver" y contemplé esas imágenes de la casa familiar del pueblo, esa impresionante escena del funeral en comitiva por las calles o el ambiente pueblerino del cementerio, inmediatamente me vino a la mente el pueblo de Almodóvar y comprendí que la esencia de su cine surge de esos recuerdos de su pueblo. Las historias imaginativas que nos cuenta en sus películas son el resultado de su memoria infantil en esas calles; de su madre, de sus vecinas....de su padre, con el que no tuvo una relación ejemplar.



Por tanto, no me parece extraño que Pedro Almodóvar evoque su pueblo y lo relacione con muchas de las escenas que fabrica en sus películas. En "Volver" esa relación se me antoja antológica, y por eso me parece una de sus mejores películas. De hecho, le oí contar hace unos días en televisión que esas historias de apariciones de muertos las había escuchado siempre de boca de sus abuelas, como las escuché yo, como seguramente las escuchasteis vosotros. En "Volver" esa historia de apariciones es una ingeniosa metáfora, una oscura historia familiar, como seguramente fueron todas las historias de apariciones que escuchamos cuando niños a nuestras abuelas.

15 marzo 2009

EN ALGÚN LUGAR DE LA MANCHA


La prisión ocasional de Cervantes en la Casa de Medrano. Argamasilla de Alba.

La primera vez que visité la parte de La Mancha quijotesca no podía evitar en cada pueblo y en cada plaza, dejar de evocar la obra de Cervantes. Acostumbr
ado a imaginarme paisajes austeros e historias impresionantes con la lectura del Quijote, visualizar por vez primera lugares que parecían haberse detenido en el tiempo significó un gran descubrimiento y una mayor dosis aún para mi imaginación.


El patio de entrada de la casa del Caballero del Verde Gabán. Villanueva de los Infantes.

En Villanueva de los Infantes, Mati y yo, pudimos, ver la Casa del Caballero del Verde Gabán (que protagoniza uno de los capítulos del Quijote) y no podía dar crédito a aquella conversación que mantenía con su dueño - un señor mayor ex
quisítamente educado-, consistente en la similitud de lo narrado con la esencia actual del patio que da entrada a la casa.
Su dueño me comentó que intentaba que todo estuviera tal y como narró Cervantes en su universal obra y eso me pareció la mejor contribución que se puede hacer a la literatura cervantina.
Aquel pueblo de la provincia de C
iudad Real, que lleva a gala ser uno de los más presentes en la obra de Cervantes, no dejaría de ofrecernos satisfacciones ya que allí reposan los restos de uno de los escritores más ilustre y brillante de las letras hispanas: Francisco de Quevedo y Villegas. De hecho, en la mayor iglesia - en la Plaza Mayor- de esta población están sus restos y en esta localidad pasó sus últimos días, en un austero cuarto, cuya recreación es evocativa.


La última morada de Quevedo. Villanueva de los Infantes.


Que se posibilite la fusión entre la historia y la realidad es un verdadero hallazgo.

En aquel primer viaje continuamos la ruta quijotesca preestablecida y gracias a que estudios detallados han logrado ir localizando parte de los lugares citados enigmáticamente en El Quijote, pudimos ir visitando lugares claves. En Argamasilla de Alba, no lejos de la autovía que une Andalucía con Madrid, pudimos conocer una de las moradas obligadas del escritor de Alcalá de Henares: la Casa de Medrano, cuya bodega sirvió de prisión espontánea a Cervantes, siempre abonado a pendencias diversas. A aquella bodega bajamos y pudimos hacernos una idea del lugar donde sostienen algunos eruditos fue comenzado El Quijote. Y, aunque, casi siempre es la literatura, y no la realidad, la que nos hacer viajar a lugares imaginarios no pudimos resistirnos ver el decrépito estado de lo que según la tradición fue la casa del Bachiller Sansón Carrasco en este típico pueblo manchego, totalmente vinculado a Cervantes y su obra.
Igualmente visitamos Alhambra, en cuyos vastos campos pudieron celebrarse las Bodas de Camacho, y no dejamos de visitar Pueto Lápice, en cuya Venta -todavía
establecimiento hostelero-,se sostiene, se manteó al bueno de Sancho y fue "ordenado" D. Alonso Quijano, caballero.
Igualmente sabíamos que visitando El Toboso no encontraríamos a la amada de D. Alonso Quijano, Dulcinea, pero sabíamos que no podíamos dejar de pasar esa oport
unidad y sentirnos parte de esa historia universal.

Mucho disfrutamos de aquel viaje. Por eso en este segundo la agenda era distinta.
Sin tener tan presente a Don Quijote, en esta ocasión volvimos a sumergimos en el interior de tierras manchegas, siendo inevitable parecer percibir en el horizonte a un tipo largirucho con lanza montado en raquítico caballo y a un e
spañol de bien rechoncho y embrutecido a lomos de un inocente y cansado asno. Esa imagen podría estar totalmente asociada al rojizo paisaje manchego, aunque ahora la idea era ver lugares, igualmente míticos, pero por distintos motivos. Como es el caso de las Tablas de Daimiel.




Las Tablas de Daimiel.

Y he de decir que para nada me ha defraudado esta nueva visita a la Mancha.
Uno siempre conserva en la mente los lugares literarios e históricos, sabedor de que son pocas las ocasiones en las que la realidad coincide con la imaginación.
Sin embargo, en muy raras ocasiones lo imaginado con la lectura se presenta ante los ojos en la realidad. En pocas ocasiones ocurre esto, pero cuando ocurre la satisfacción es infinita.
Y aunque cambien los tiempos, todo esté contaminado por el turismo de masas, aunque delante de un monumento insigne uno encuentre aparcado un cuatro por cuatro, siempre habrá lugares que podrán bailar con la imaginación. Y de esos pocos lugares, La Mancha quijotesca está entre ellos.

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...