01 julio 2025

NOVELA: MI LUGAR EN ESTOS MUNDOS, CAPÍTULO II ÍNTEGRO








«Qué extraño todo esto…», me decía constantemente. Curiosamente, unos días antes, en uno de mis maratones de películas de fin de semana, había visto una en la que la temática central era el tiempo: el futuro y el pasado. El protagonista saltaba al futuro y al pasado sin poder controlarlo y, claro, todo era un galimatías para él, porque no lo hacía de manera voluntaria. Lo experimentado por mí no es nada que se parezca a eso, por supuesto, pero eso no quita que ese mensaje fuera críptico y misterioso. 
A los pocos días, me llamó por teléfono Dionisio.
—Miguel Ángel —me dijo con su habitual desparpajo—, ya he hablado con el dueño de la funeraria de Ortaz.
—Espero que no haya sido una experiencia desagradable para ti. No me lo perdonaría.
—No, en absoluto. Resulta que es un tío joven, más o menos de mi edad, y muy simpático. Su hermano mayor y él han heredado el negocio tras la jubilación y posterior fallecimiento del padre, y está encantado de contactar con gente del gremio. 
—¿Pudiste averiguar algo?
—Sí y no. Te cuento. Al comprobar que había química entre ambos, opté por plantearle el tema directamente.
—Supongo que eso habrá sido arriesgado. Te expusiste a que te colgara pensando que le estabas tomando el pelo.
—Todo lo contrario. Celebró que le preguntara por este tipo de asuntos, ya que ese, digamos, servicio siempre ha sido prestado por la funeraria de su familia, según me dijo, pero que de eso hacía ya mucho tiempo, y él tan solo lo había oído referir a sus mayores.
—Curioso, muy curioso. Por tanto, no estamos tan descaminados en este asunto como pensábamos.
—No, en absoluto; es más, el joven propietario se mostró muy interesado por esta práctica, y me preguntó si era habitual por nuestra zona.
—¿Y qué le respondiste? 
—La verdad. Y la verdad es que no es habitual, pero que sí ha habido funerarias que lo han prestado y que es probable que aún existan algunas que lo hagan, pero con gran cautela y sin publicidad alguna. En todo caso, en los pueblos pequeños provistos de una sola funeraria, lo que cada vez es más difícil porque las franquicias y las multinacionales también han llegado a este sector.
—Por lo tanto, parece ser que es algo más habitual en esa zona de España.
—Sí. Me contó que la mayoría de las funerarias de los pueblos de aquella zona lo han prestado, aunque desconoce si aún lo prestan. Vino a decirme que se trata de una tradición bien arraigada, pero que esa tradición se pierde en cuanto en la misma localidad o en la zona se implanta otra funeraria, toda vez que al ser algo extraoficial y no escrito, no es posible que el luctuoso encargo del finado pueda ser cumplido, al no conocerse qué funeraria llevará a cabo los servicios fúnebres, tal y como tú mismo dijiste. Y que cree que en los pueblos pequeños con un solo establecimiento pudiera ser que aún lo lleven a cabo. No obstante, sí me dejó claro que su funeraria ya no.
—Dionisio, ¿consideras que si le mostramos a este nuevo amigo tuyo el mensaje lo podría identificar? No creo que se niegue a intentarlo, porque todo índica que el teléfono móvil desde el que se envío el mensaje es de su funeraria.
—Bueno, de eso no estamos seguros, Miguel Ángel. Recuerda que la última llamada tuya, al parecer, no correspondía a esta funeraria de Ortaz, según te dijo el abonado del número que marcaste.
—Es cierto, pero piensa que se trataba de un abonado de ese mismo pueblo y que la primera vez sí se identificaron como funeraria Salmoral.
—Bueno, es posible que te equivocaras en alguna de las dos ocasiones.
—Es posible, pero ¿no te parece demasiada casualidad que los dos números pertenecieran a abonados de ese pueblo...?
—…y que esta funeraria —dijo Dionisio continuando mi frase—, reconociera, es decir, que lo reconociera su actual propietario, que en el pasado habían prestado esa especie de servicio testamentario, por decirlo de alguna manera?
—Exacto.
—Bueno, Miguel Ángel, ¿y qué hacemos ahora? ¿Qué se te ocurre?
—¿Puedes coger un par de días libres?
—Sí, de hecho me deben algunos por unos cuantos servicios prestados en horario nocturno.
—Pues te animo a conocer Ortaz, ¿hace? Invita la casa.
—Hace. No suelo viajar apenas, por lo que me vendrá de perlas salir unos días de la ciudad —dijo tras reflexionar unos pocos segundos, no demasiados.
Realmente no sabía muy bien por qué propuse a Dionisio ir a Ortaz, ni para qué, pero ya estaba dicho. De todas maneras, me vendría bien un cambio de aires tras unos meses laborales agotadores y una situación personal incierta. Además, es lo menos que podía hacer por aquel aventajado alumno que tuve y que tanto esfuerzo hizo por superar el curso, algo que aún me lo sigue agradeciendo, como si hubiera sido yo el que aprobara el examen por él. Es lo que me dije para justificar aquella decisión tan irreflexiva, porque tan solo yo sabía que la idea no era ofrecer al aventajado exalumno unos días de asueto, sino valerme de su mejor posición ante el empresario funerario local. Me sentí mal por mi egoísmo, yo que no solía padecer de ese pernicioso defecto.
Me resultó curioso descubrir que, con anterioridad a mi llamada a ese número desconocido, no hubiera podido hallar Ortaz en el mapa, como tampoco podría afirmar que ese mensaje estuviera destinado a cambiar mi vida. Resulta intrigante comprobar cómo un pequeño detalle sí puede cambiar tu rutina, todo depende de la continuidad que queramos dar a lo que nos ocurre cada día, por muy insignificante que sea. Una llamada, un mensaje, un encuentro con alguien, algo que lees en el periódico..., cualquier cosa puede, si no dar un giro a tu vida, sí introducir importantes cambios. Debo decir, en puridad, que en este caso concreto existía mucha disposición propia a que algo cambiara o, al menos, a que algo se modificara en mi existencia, tan rutinaria e incierta. Podría haber dejado pasar ese mensaje, haberlo borrado sin darle la mayor importancia; y lo hubiera hecho si en mi vida existiera algún asunto que acaparara toda mi atención, algo que la llenara, pero por aquellos días no tenía nada en qué pensar y había demasiada incertidumbre en mi existencia. Una rutina tediosa y de tonalidad gris tirando a negra. Sin duda alguna algo en mi interior anhelaba algún cambio, aunque no supiera de qué tipo.
Así que cogí al vuelo esa oportunidad, que entró en forma de mensaje en la última Nochevieja. 






No hay comentarios:

Publicar un comentario

Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.

NOVELA: MI LUGAR EN ESTOS MUNDOS, CAPÍTULO II ÍNTEGRO

«Qué extraño todo esto…», me decía constantemente. Curiosamente, unos días antes, en uno de mis maratones de películas de fin de semana, hab...