El surrealista relato breve de ayer, que espero hayáis leído y disfrutado, no dejó espacio para el artículo que publiqué en Ideal. Por mucho que se diga nunca es suficiente: hay que buscar un nuevo ciclo político. De todo eso va el artículo que reproduzco a continuación por si no habéis leído en papel.
El lamentable espectáculo de la política en nuestro país confunde al ciudadano medio, que observa con desencanto que nada cambia a pesar del transcurso del tiempo. Nada puede ser menos esperanzador que comprobar cómo la consolidación democrática, lejos de madurar, está en claro retroceso. Los escándalos de corrupción, en un plano teórico, a estas alturas no deberían de ser más que la excepción pero, lejos de ello, están siendo la regla.
HACIA UNA NECESARIA REGENERACIÓN POLÍTICA
El lamentable espectáculo de la política en nuestro país confunde al ciudadano medio, que observa con desencanto que nada cambia a pesar del transcurso del tiempo. Nada puede ser menos esperanzador que comprobar cómo la consolidación democrática, lejos de madurar, está en claro retroceso. Los escándalos de corrupción, en un plano teórico, a estas alturas no deberían de ser más que la excepción pero, lejos de ello, están siendo la regla.
Nada se gana con ello, por mucho que la cada vez más
afianzada casta política considere que es el peaje que ha de pagar el país si
quiere contar con una clase política profesional y consolidada. Se equivocan
por completo si así lo creen. Un país social y políticamente avanzado no puede
seguir cargando con la miseria moral de la corrupción, por mucho que su clase
dirigente entienda que no existe, interpretándola tan sólo como un arma
arrojadiza de unos contra otros en sus trifulcas electoralistas.
De hecho, así lo ven desde Cataluña, en plena campaña
electoral, no dudando el Presidente en funciones de su gobierno autónomo en
descalificar a los poderes policiales del Estado cuando éstos descubren cuentas
en paraísos fiscales que deberían de herir mortalmente a toda una clase
dirigente catalana y a una forma muy concreta de entender la política en los
últimos años.
Pero no ha sido muy distinto en otras partes de
España. Veamos el asunto de los ERES en Andalucía o la trama Gurtel en Valencia
y acabaremos por comprender que pareciera que existe todo un acuerdo tácito o
expreso de unos con otros para intentar universalizar las prácticas corruptas.
El ciudadano normal ante esta dantesca situación no
tiene armas para luchar contra estas prácticas, todo lo más verter su opinión
en foros o redes sociales, que poco o ningún efecto consigue en el plazo corto.
La otra opción a barajar es alejarse de los colegios electorales, pero esa
acción conlleva siempre unos riesgos aún mayores y en un plazo más o menos medio
despierta el fantasma del populismo. Todos hemos asistido a la degradación
política en Italia, forjada a lo largo de muchos años, que ha provocado una
solución final nada democrática: la irrupción de un gobierno tecnocrático, no
surgido de las urnas.
Volviendo a nuestro país, no son pocas las tareas que
hay que poner en marcha antes de vernos abocados a la degradación política
italiana. Por lo pronto, se aprecia cada vez con más nitidez que nos regula por
arriba un texto constitucional que ya no da respuestas adecuadas; de hecho,
tras casi treinta y cinco años de vigencia regula las relaciones políticas,
sociales y económicas de las instituciones y los ciudadanos de un país que, en
su gran mayoría, por mor de la renovación generacional, no lo ha votado y ese
fenómeno no es poco importante, en mi opinión.
Por tanto, conociendo que las estructuras del sistema
político no ofrecen ya las respuestas adecuadas, ¿qué extraños mecanismos
provocan que no exista una revisión del texto constitucional y una regeneración
política? Si los motivos de ese inmovilismo fueran tan sólo los privilegios que
se ha dado para sí la clase política, tendríamos muchos motivos para
preocuparnos.
Los que con mayor vehemencia se oponen a cualquier modificación de la Constitución española son, en buena medida, los que menos intervinieron en hacerla posible...
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